"Ir por lana y volver
trasquilado" se
aplica a aquellas situaciones de las que uno espera obtener un gran beneficio y
sin embargo acaban con pérdidas, y en general a todas aquellas cosas que salen
al revés de lo previsto, normalmente de forma inesperada y catastrófica.
Aunque hoy en día se siga utilizando habitualmente, es una
expresión muy antigua, que ya aparece en el "Poema de Fernán
González".
Su origen podría estar en el castigo medieval de trasquilar
a cruces a los
blasfemos y herejes, es decir, pelarles con grandes tijeretazos cruzados, tal
como se hace con las ovejas.
Esta pena o humillación pública viene recogida en los textos
jurídicos desde tiempos remotos; ya aparece en el IV Concilio de Toledo con el
nombre de "turpiter
decalvare" y
el Fuero Juzgo la llama "esquilar
laidamientre".
Sin embargo, existe otra explicación menos enrevesada para
el origen de esta frase, también recogida por fuentes antiguas, y que aludiría
simplemente al carnero que se mete en rebaño ajeno y vuelve al suyo trasquilado,
o sea, sin ganancia alguna para su dueño que ha perdido así su lana…
…Saddam Husein era un dictador inaceptable, aunque muchos
hacían negocios con él. Pero no es costumbre democrática que la primera
potencia mundial y sus aliados invadan un país para derrocar a malos
gobernantes. Incluso a gobernantes deleznables que torturan a su pueblo.
Esa no fue la razón de la invasión y la guerra. Ni tan
siquiera la mentira en torno a las armas de destrucción masiva y los riesgos
que ello entrañaba fueron razones, sino excusas para la guerra.
Se invadió Irak
para seguir luchando contra el terrorismo yihadista internacional que había
cometido el 11-S en Nueva York, como luego cometería el 11-M en Madrid o los
atentados de Londres.
La primera respuesta ante la indignación provocada por el
atentado a las Torres Gemelas fue invadir Afganistán. Luego, ya sin el respaldo
de Naciones Unidas, Irak. Mucha gente, ya entonces, dijo que combatir el
terrorismo yihadista invadiendo países y declarando guerras, era, además de
otra mentira y más allá de valoraciones éticas, un error estratégico que sólo encubría
incapacidad para hacer otra cosa. Así ha sido.
¿No ocurrirá lo mismo con otros terrorismos que necesitan de
políticas inteligentes y complejas para luchar contra ellos, y no sólo gritos y
testosterona?
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