sábado, 16 de junio de 2018

Los Dominios Del Ego


El egocentrismo es una forma de pensar y vivir, basada en la exaltación de la propia personalidad, la necesidad y búsqueda de ser centro de la atención, así como una clara indiferencia ante los deseos, intereses y necesidades e intereses de los demás.

Asimismo, el egocentrismo se caracteriza porque una persona procesa su realidad otorgando altísimo valor a su propia visión y presiona a entorno para que se adapte a él, mientras subvalora las consecuencias de sus actos en quienes le rodean. Suele ser el retrato del vivo, el oportunista, el "cara dura", el indiferente.

Una persona que sufre de egocentrismo está aferrada al ego, ve la vida de manera parcial y divide todo entre bueno o malo; considera que lo que le causa placer es lo adecuado y lo que le causa dolor es inadecuado. Se relaciona con las personas de manera pragmática y utilitaria.

Lo que caracteriza a todos los pacientes con egocentrismo, independientemente de sus síntomas y conductas externas, es una insatisfacción e inadaptación más o menos extremas a la vida, esto es, la soledad íntima, la inmadurez, el desamor, el miedo, según un artículo del psicoterapeuta y escritor José Luis Cano Gil, en el sitio psicodinamicajlc.com

Los egocéntricos son personas que, por mil obstáculos e interferencias en su desarrollo infantil, no han podido crecer y sentirse adecuadamente seguras del mundo y de sí mismas. Por ello no son felices y, desde luego, no pueden hacer felices a los demás.

Las consecuencias del egocentrismo determinan el tipo de interacción y relaciones del individuo con su entorno, causando por lo general aislamiento, relaciones manipuladoras, soledad, tristeza y vacío existencial, sino que puede llevar a un trastorno narcisista de la personalidad.

La imprudencia o conducta temeraria originada por el egocentrismo, desde la adolescencia, casi nunca se manifiesta en una sola imprudencia de alto riesgo, a veces estas carencias de medir los abusos los lleva a terribles accidentes, a delitos, uso y abuso de drogas e, inclusive, a crímenes.

Como parte del tratamiento efectivo para el egocentrismo se recomienda la orientación psicológica, de manera particular la psicoterapia, la cual ayuda a la persona egocentrista a relacionarse con otros en una forma más positiva y compasiva.


Razón Y Corazón


En un reciente trabajo se planteó una serie de preguntas a sujetos con lesiones en la corteza prefrontal ventromedial. Estas preguntas estaban referidas a dilemas morales como “dejar morir” a un individuo con la finalidad de salvar a un grupo mayor de personas (Koenigs y cols., 2007). Los resultados evidenciaron respuestas muy racionales en las que se prefería salvar a la mayoría mediante el sacrificio de uno.

¿Qué pensaríamos de alguien que es capaz de tomar una decisión de este tipo sin apenas dudar? Seguramente que es poco de fiar, y esto resulta paradójico, ya que la racionalidad en una persona es, en principio, un rasgo que todos esperamos de alguien confiable. Pero lo cierto es que nuestra capacidad de percibir la emoción en los demás como un motivador de la conducta humana nos hace ser más confiados ante las personas que son empáticas, ante aquéllos que son capaces de sonreírnos o emocionarse frente a nuestro dolor.

Volviendo al principio, ¿quiere decir todo esto que enamorarse es como si te atravesara una barra de hierro por el cráneo? Muchas veces resulta igual de doloroso, pero no es exactamente eso. Cuando nos enamoramos las emociones adquieren un peso mayor, lo que sin duda, condiciona nuestras decisiones.

Diversos autores (p.ej., Adolphs, 2004) proponen que las emociones se pueden controlar, pero esta autorregulación depende de la maduración de la corteza prefrontal, lugar donde se ubica la mencionada corteza orbitofrontal. 

Esta región madura de manera tardía (Gogtay y cols., 2004), y en la adolescencia todavía no se habría conformado totalmente, lo que estaría explicando el comportamiento propio de esta etapa de la vida (Oliva, 2007), donde la toma de decisiones es un proceso muy complicado y de especial preocupación para los padres. El proceso de maduración de esta región se basa principalmente en la interacción que el sujeto tiene con su entorno, que se almacena como experiencias que nos permiten afrontar las dificultades futuras.

Pero ¿qué papel juega la emoción en este proceso de aprendizaje, y en concreto a la hora de tomar una decisión? No siempre las opciones están claras, y en este caso, el concepto de Marcador Somático (Damasio, 1994) nos permite, por fin, dar entidad a la emoción como guía de nuestra decisiones. 

Los marcadores somáticos son sentimientos que pueden presentarse a modo de intuiciones cuando nos sentimos indecisos (p.ej., no sabes por qué, pero tienes una “sensación” extraña justo antes de pasar por una calle y decides tomar la siguiente), y que nos ayudan a decidir qué opción será la más beneficiosa para nuestros intereses. 

Esta intuición se ha generado a partir de situaciones similares acontecidas en el pasado y de su conexión, no siempre de manera consciente, con las consecuencias que nos depararon, y que ahora afloran para “advertirnos“ del camino a seguir (quizá hace unos años sufriste un atraco en una calle parecida a esa, pero apenas lo recordabas ya, salvo por la sensación o intuición que te sobrevino justo al verla).

Es tranquilizador pensar que disponemos de un mecanismo que en último término nos “advertirá” de lo que es más adecuado para nosotros. Pero no siempre es fiable esta advertencia, e incluso hay trastornos psiquiátricos en los que se ha desvirtuado tal función hasta el punto de advertirnos de peligros inexistentes, como en fobias y ansiedad. 

Por suerte, junto a esta intuición siempre hay un proceso racional que nos permite sopesar los pros y los contras, y en esta dualidad es en la que nos movemos a diario, entre lo que dice el corazón y lo que dice la mente. 

Quizá sea esto lo que hace la vida interesante y lo que convierte al ser humano en dueño de su propio destino, capaz de equivocarse y, aun con todo, seguir adelante y mantener la esperanza.



viernes, 15 de junio de 2018

Siempre Algo Podemos Dar

Todos tenemos algo que dar
No vale esconderse tras nuestras dificultades.

Todos tenemos que hacer lo que nos gusta.

Hacer aquello para lo que la vida nos llama. Creer en nosotros mismos y lanzarnos al vacío; a tope, por nosotros y otros a los que podamos ayudar.

Hacerlo con humildad y alegría, cada nuevo día es una oportunidad para creer en ti mismo y olvidarte de  las dificultades, que siempre las hay y las habrá.

Mira entonces en tu entorno: tu familia, tus amigos, siempre hay alguien que mantiene una relación contigo sin la cual estaría perdido.

Cada nuevo día, sale el sol; siempre. Entre las nubes está el sol. Tu actitud es la que lo revela.


Pon esa actitud para todo en tu vida

El Derecho Humano A La Solidaridad


“… la solidaridad es horizontal e implica respeto mutuo” (E. Galeano)
Es posible que las pocas palabras que preceden a este texto, palabras de quien supo reflejar magistralmente la otra historia que nunca nos contaron de todo un continente cuando escribió 'Las venas abiertas de América Latina', sean la síntesis perfecta que condensa la esencia del concepto de la solidaridad; cuando menos, en lo que se refiere a su intencionalidad ética, humana y política.

Porque este texto pretende algo tan sencillo y al mismo tiempo, y quizás precisamente por esa simpleza, algo tan complicado como hablar de solidaridad. Entre mujeres y hombres, entre colectivos humanos, entre organizaciones, entre pueblos y todo ello desde nuestras individualidades, pero también y sobre todo desde nuestra dimensión colectiva, esa dimensión que implica ser y formar parte fundamental de algo mayor. Algo tan fácil de citar, como tan difícil de practicar: la solidaridad. Demasiadas veces prostituida en función de intereses políticos, religiosos o sociales, demasiadas veces manipulada. En definitiva, un concepto que hoy, en tiempos de crisis y estafas, es necesario limpiar, sentir y sobre todo dimensionar en la práctica.

Vivimos en un tiempo en el que los largos tenedores enfrentados y solos dominan cada vez más nuestras vidas, por lo que el recurso de la solidaridad ya no solo es necesario y humanamente oportuno, sino que empieza a ser vital para la existencia.

A veces, señala también Galeano, se la disfraza de caridad y ésta es otra cosa pues su ejercicio se realiza de modo vertical, desde el que “está arriba” hacia los que “están abajo”. Por eso, el ejercicio verdadero de la solidaridad, es complicado, no es fácil. Pero nos jugamos mucho en ello pues hablamos de justicia social, hablamos de combatir la desigualdad creciente, hablamos de sentirnos y encontrarnos en igualdad de derechos y, sobre todo, hablamos de poder ejercerlos más allá del discurso y que ese ejercicio alcance a las grandes mayorías del planeta y no solo a una minorí
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Reforcemos esta imagen, esta misma idea, con otra cita. En una fábula del libro 'La cultura de la reciprocidad' , Paolo Coluccia, se señala que ”en una vieja iglesia románica, un fresco medieval representa el paraíso y el infierno de manera totalmente idéntica. En ambos lugares reina una gran abundancia de vituallas de las que los elegidos y los condenados sólo pueden disfrutar por medio de grandes tenedores desmesuradamente largos. Pero mientras que en el infierno los condenados famélicos intentan vanamente llevar a su boca los deseados manjares, en el paraíso, los elegidos radiantes se alimentan los unos a los otros”. Vivimos en un tiempo en el que los largos tenedores enfrentados y solos dominan cada vez más nuestras vidas, por lo que el recurso de la solidaridad ya no solo es necesario y humanamente oportuno, sino que empieza a ser vital para la existencia, ya hablemos desde la individualidad o desde la colectividad.

Así, de una u otra forma vamos ya haciendo explícitos en este texto conceptos que nos parecen fundamentales para explicarnos el modo de solidaridad que queremos expresar y reivindicar en estos tiempos. Surge entonces la equidad, lo colectivo, la justicia, la lucha contra el empobrecimiento (proceso) y la pobreza (consecuencia). Y también la lucha contra la desigualdad. 

Y aquí aparece la necesidad de destacar de forma especial esto último pues afirmamos que aunque la lucha contra la pobreza es necesaria y no se puede aparcar sine die, los poderes económicos y políticos en demasiadas ocasiones tratan de distraernos con ésta, con el objetivo de que no percibamos que lo que realmente crece en los últimos años es la desigualdad y la concentración de la riqueza cada vez en menos manos y que son éstas las que generan situaciones de auténtica injusticia y pobreza en y hacia las personas y los pueblos.

Por eso, en este texto se quiere conscientemente dar a la solidaridad el contenido más político posible a este concepto, tanto en su teoría como en su práctica. La idea de solidaridad a extenderse es aquella que reafirma y reivindica su esencia como compromiso ético, humano y político, alejándose de sentimientos únicos de compasión y caridad. 

Afortunadamente y dados los tiempos recientes que nos tocan vivir en estas nuestras sociedades es este concepto el cada vez más extendido, arrinconando a otros más individualistas. Y eso se percibe cuando saltan alarmas sociales que requieren solidaridad.

Se ha dicho y argumentado en múltiples ocasiones pero, por su importancia, es necesario reiterarlo. Si partimos del derecho humano a una vida digna y entendemos la dignidad como una característica que define al ser humano, a hombres y mujeres, decimos que la solidaridad es el derecho y obligación a indignarse ante la injusticia a que se somete a las personas y pueblos, sea ésta del tipo que sea. Pero, en esa misma línea, también consideramos que para que la indignación sea consecuente (la solidaridad) no puede reducirse a un mero sentimiento, sino que debe ir más allá. Debe incluir el reconocimiento de esas situaciones y sus causas, y el compromiso activo ante las mismas, porque deben ser actuaciones dirigidas a eliminar esas causas profundas y estructurales que generan injusticias. 

Por eso es que se reivindica, desde el protagonismo de las sociedades civiles, el principio de solidaridad en la cooperación, pero también en la política, en la cultura, en los medios de comunicación, en… La capacidad de situarse en el lugar del “otro/a” y desde ahí poder construir conocimientos y acciones que incidan en verdaderas y profundas transformaciones, desde abajo hacia arriba, del sistema dominante
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Este es el reto que se está ganando, aunque pudiera parecer lo contrario. Un poco de perspectiva y mirada larga así nos lo demuestran. Afortunadamente, y a pesar de estos tiempos de crisis que vivimos aquí y allá, en nuestros barrios y pueblos pero también en regiones y países lejanos, la solidaridad se extiende y se practica. A diario actúan con este horizonte millones de mujeres y hombres, miles de organizaciones y movimientos sociales, todos ellos claves para no retroceder en los derechos conquistados y para ir abriendo nuevos espacios de libertad y fraternidad, de justicia social, nuevos paradigmas de emancipación y solidaridad.

La Buena Disposición


Una buena disposición del ánimo facilita la relación armónica y afectuosa con las personas, al igual que padecer de una mala disposición del ánimo dificulta las relaciones con los demás. Y siendo ambas disposiciones del ánimo tan excepcionalmente importantes para bien o para mal, ¿cuál es la razón de no trabajar por la primera y por extinguir la segunda? Simplemente, porque no se nos ha dicho cómo hacerlo.

Una buena disposición del ánimo impacta en las funciones fisiológicas y mecánicas de nuestro cuerpo: nos sentimos ligeros, nos levantamos y sentamos con facilidad, sentimos gusto por el movimiento corporal, nuestros desplazamientos físicos denotan energía. En cambio, si nos encontramos en una mala disposición del ánimo, nuestro cuerpo lo sentimos pesado, no hay ligereza ni soltura en nuestros movimientos físicos, se nos impone una fuerte rigidez; sentimos incomodidad con nuestras reacciones físicas
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Nuestra mala disposición del ánimo se manifiesta en una languidez de nuestro espíritu. "La pereza, que es una languidez del alma, constituye un manantial inagotable del tedio", escribió Fenelón. La mala disposición del ánimo irremediablemente nos conduce al mal humor, la irritabilidad, y a una visión pesimista de la vida y del mundo. 

Sobre esto, Goethe escribió una reflexión apropiada al caso: "Sucede con el mal humor lo que con la pereza. Hay una especie de pereza a la cual propende nuestro cuerpo, lo que no impide que trabajemos con ardor y encontremos un verdadero placer en la actividad si conseguimos una vez hacernos superiores a esa propensión" (la propensión al mal humor).

La buena disposición de nuestro ánimo es hermana de la jovialidad, entendida como alegría y una apacibilidad de nuestro ánimo. Estamos joviales cuando vemos que nuestro mundo interior encaja con el mundo exterior, cuando no necesitamos de nada extraordinario para sentir elevado nuestro corazón. Nuestra jovialidad es como un imán que atrae hacia nosotros a muchas personas.

La mala disposición de ánimo es hermana de la tristeza y hermano del pesimismo. De hecho, cuando una persona padece ya de una crónica mala disposición de ánimo, al saludarla con la mano o con un abrazo, sentimos que nuestra energía se vacía. Y en cambio, cuando saludamos a una persona con una buena disposición de ánimo, conservamos nuestra energía, o bien, la incrementamos.

Es absolutamente cierto que un ánimo triste y abatido entorpece las funciones fisiológicas del cuerpo, y es cierto también que la actividad física ligera modifica increíblemente, para bien, el ánimo abatido de una persona.

La persona triste y pesimista tiene estropeada la visión de sí misma y del mundo. Por lo general, se mete en su concha y no quiere salir de ella. El mundo le parece difícil y siente que no entona en él. Todo lo ve negro, complicado, y no se siente capaz de hacer lo que quiere. Se esconde en la resignación y renuncia a los placeres de la vida, los que le parecen inalcanzables. 

Uno de los rasgos dominantes de estas personas consiste en que se sienten depositarias del dolor, como si fueran las únicas que sufrieran en el mundo; por ello, no son solidarias con nadie, pues nada tiene que compartir, y sí en cambio sienten que son los demás quienes deben acudir en su ayuda.

La persona jovial se siente con ganas para hacer las cosas, y goza de la íntima seguridad de que puede lograr muchos objetivos que se proponga. En cambio, quien padece de un ánimo triste y pesimista siente en su interior que no puede hacer lo que quiere. Por esto, no le dan ganas de actuar ni de vivir plenamente.

La gana es el deseo, la propensión y la inclinación hacia una cosa. Hacemos algo con ganas cuando actuamos con diligencia y esfuerzo. Y la desgana es todo lo contrario. La persona jovial tiene ganas para muchas cosas, y la persona con desgana carece de apetito por la vida, y por ello, no quiere salir de su coraza.

No es fácil que una persona con mala disposición de su ánimo pueda dejar la tristeza y el pesimismo como forma de vida. Pero no es cierto, tampoco, que estas personas en muy corto tiempo no puedan lograr extinguir ésta perniciosa disposición de su ánimo. 

Por lo general, la persona triste y pesimista no se ha dado cuenta de que sus males radican, fundamentalmente, en tres equivocadas distorsiones: a) creen que son incompetentes por naturaleza y que no pueden hacer lo que quiere; b) que el mundo que los rodea no le puede proporcionar lo que necesita, pues su mundo lo ve raquítico y pobre; y c) que su futuro nada tiene que ofrecerle. 

Estas tres suposiciones son falsas, por supuesto.


Pongamos Buen Ánimo


La acción en el mundo que nos rodea es la forma de ir adquiriendo poder. Cuanto más poder tengamos, más posibilidades de riqueza (en sentido general, tanto material como espiritual). Aumentar nuestro poder es expandirnos, llegar más extensamente al mundo de nuestro entorno (tener más amigos y mejores, más y perfectos conocimientos, etc.) Por el contrario, disminuir nuestro poder implica reducirnos, estar pasivos frente al mundo, sin sacar prácticamente nada de él. 

La máxima reducción de un ser humano es el punto que representa una inmovilidad absoluta, que puede observarse en las depresiones graves.

Cuando decimos que podemos-hacer tomamos conciencia de un nivel de nuestras posibilidades de conseguir y obtener ciertos rendimientos deseables, o evitar otros desagradables. Ello va acompañado de orgullo personal, de una excelente imagen de uno mismo, de un sentido de valía propia, de una especie de certificado de nuestros méritos a partir del cual hemos de contar y atrevernos en consecuencia.

La conciencia de poder-hacer nos empuja a la ambición, esto es, puesto que tenemos los medios podemos a través de un cierto trabajo, de un esfuerzo, llegar más lejos en el disfrute de la vida y en la adaptación al mundo social e histórico que nos toca vivir. Esta ambición en unas ocasiones es socialmente aceptada y premiada, como cuando un deportista supera un record o un padre ambiciona el éxito en la vida de su hijo, y no digamos la ambición modesta de sobrevivir; en otras ocasiones es censurada y castigada por la ley o por el desprecio público, como la ambición de un ladrón, o la ambición de un presumido o la pretensión de ser original.

El ánimo, la ilusión o desilusión, tienen como punto de partida creer que uno mismo tiene poder, posibilidades de dibujar en su horizonte futuro deseos que se realizarán con el esfuerzo.

Los juicios que hacemos sobre nuestro poder-hacer deben ser justos con nuestros verdaderos méritos y capacidades. si calculamos por encima, soberbiamente, chocaremos con la realidad, que no alcanzaremos como esperábamos ilusoriamente.

Calculamos por debajo, por falta de ambición de vivir con placer o por la falsa creencia de que no tenemos los méritos y capacidades suficientes, nos perderemos placeres que si hubiésemos pensado mejor obtendríamos con el esfuerzo adecuado.

En principio no resulta imposible, aunque sí difícil, saberse ajustar siempre a lo que precisamente podemos-hacer en cada momento para sacar el mayor partido a la vida.



jueves, 14 de junio de 2018

Nuestras Primeras Inquietudes

Filosofía
Nuestras Primeras Inquietudes
A través de la historia la filosofía se ha caracterizado por ser una actividad del pensamiento humano centrada en interrogar al mundo humano centrada en interrogar al mundo en buscar explicaciones satisfactorias frente a los diferentes problemas y acontecimientos que se presentan en todos los niveles de la vida.

La filosofía surge, no solo en Grecia sino también en la actualidad, precisamente del encuentro del ser humano con el mundo, de la admiración del hombre  frente a todo lo que existe. A diferencia de las demás ciencias, la filosofía no tiene un campo especifico de investigación, ya que se ocupa del mundo, de la totalidad de la realidad y por ello su reflexión tiene que ver con campos diversos como la cosmopología, la política, la psicología, la antropología, la ciencia, etc.

La interpretación que la filosofía ha hecho del mundo ha sido siempre distinta. por ello, su tarea ha tenido que ver más con la problematización de lo real que con ofrecer métodos o respuestas definitivas. El saber filosófico que presenta, entonces, como una serie de problemas entorno a los cuales se han desarrollado las principales corrientes y concepciones del pensamiento filosófico occidental.

 Las preguntas por la naturaleza de la vida humana, los valores, el conocimiento, lo trascendentes concierte en los grandes problemas abordados por la filosofía para intentar responder a las inquietudes mas apremiantes de la humanidad especialmente aquellas relacionadas con el ser con las cosas, del mundo del ser humano, la verdad, lo absoluto, etc.

El carácter problemático de la filosofía  permite que su comportamiento sea visto como una temática constante de puntos de vista, muchos considerados contradictorios e incluso inútiles. 

El saber filosófico está conformado por distintas maneras o perspectivas de abordar el mundo, las cuales se replantean y se someten a discusión constante.



Ética Y Vida Social


La crisis moral y la falta de ética ya es problema de todos, nos atañe a la familia, comunidad y escuela es común ver y oír a mujeres, hombres, jóvenes y niños en las calles, tiendas, medios de transportes y nuestros alumnos en el aula, con vocabularios obscenos, conversaciones, canciones y gestos que van en contra de los principios morales y las buenas costumbres.

Para la mayoría, este es un tema de poca importancia, sin ningún conocimiento sobre lo que es ética, valores y dignidad humana, mucho menos la relación que existe entre los valores, familia, comunidad, escuela y las dificultades o problemas que alteran la sociedad a nivel mundial.

Estamos olvidando los valores y la ética, que están relacionados con la familia, escuela y grupo de personas que nos rodean durante el periodo de desarrollo varían de grupo a grupo, incluso de persona a persona, son reglas no escritas pero que sabemos que existen, nos encontramos con grupos de personas que juzgan informalmente al prójimo en base a sus principios éticos y realizan acciones que usualmente van en contra de la ley y en una sociedad verdaderamente democrática, el valor más importante, debe ser el respeto a la ley. 

Las sociedades han mostrado que las civilizaciones requieren de un marco legal para poder funcionar civilizadamente, el cuerpo legal va a dar marco para regir la conducta de los individuos de la sociedad y el estímulo necesario para que la sociedad avance en una determinada dirección y su violación es un atentado, no sólo contra el presente, sino contra el futuro de la sociedad.

La ética es el ideal de la conducta humana que orienta a cada persona sobre lo que es bueno y correcto y lo que debería asumir, encaminando su vida hacia la buena relación con sus semejantes buscando el bien común. 

La ética descubre valores en todos los actos humanos. Los valores están en los seres humanos y se fomentan o modifican en las instituciones pues la primera institución es la familia y quien no la tiene o no reconoce el valor familiar difícilmente tendrá valores sólidos.
   
Los problemas de la sociedad siempre están relacionado con la ética ya sea violencia, corrupción, robos, maltratos y diferentes actitudes o actos que van degenerando una sociedad, esto es debido a que las familias o entorno mismo no inculca valores o principios desde el momento que nacen como ya sabemos nuestra niñez siempre está regida por el entorno familiar porque son ellos los que nos guían desde pequeños y con lo dicho entonces son ellos los que a veces tienen la culpa de que seamos o nos convirtamos en personas con antivalores, claro que no siempre se dan en casos así a veces también nos influencian nuestra malas amistades o el entorno “social” las cuales nos llevan hacer o actuar de mala manera y esto conlleva a hacer daño a la sociedad y por tanto también a nosotros mismos.

La solución para estos grandes problemas que se suscitan hoy en día debería empezar (como lo dicho anteriormente) por el entorno familiar, formándonos con principios éticos para así poder nosotros también inculcarlo en nuestras siguientes generaciones para así conseguir o ir construyendo un sociedad basada en principios éticos.


La Importancia De Saber Tu Opinión


Tener acceso a internet nos permite dar nuestra opinión sobre cualquier tema. Poder expresar los propios gustos y disgustos es importante para nosotros mismos porque nuestra opinión es algo que nos define y separa del resto. Opinar por internet significa poder expresar lo que pensamos y así compartir nuestras experiencias y explicar el porqué de nuestras opiniones con otros usuarios.

Al mismo tiempo, es importante también porque dar nuestra opinión significa darle al otro la posibilidad de cambiar, mejorar o revisar lo que no nos agrada.

 Hay muchas maneras de expresar tu propia opinión en internet:
1. Muchas personas tienen blogs sobre argumentos que los apasionan, para comentar o criticar hechos recientes en la industria en la que se especializan.
2. Otros comunican sus opiniones en redes sociales como Twitter o Facebook, así ayudando a otros usuarios con sus sugerencias o creando discusiones o charlas entre consumidores.
3. Algunos deciden expresar lo que piensan acerca de servicios o productos de empresas respondiendo a encuestas remuneradas por internet
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Al fin y al cabo lo importante no es el medio, sino el hecho de poder expresarnos sobre argumentos que nos interesan. Y hoy en día, teniendo acceso a todo tipo de discusiones por internet, ¡la verdad que no tenemos excusa para no compartir lo que pensamos!

Entonces, ¿por qué no todos lo hacen?
 Muchas personas tienen miedo de que expresar la propia opinión pueda influir negativamente sobre ellos. La mayor preocupación es que dar una opinión pueda tener consecuencias negativas en la vida laboral, si esta no coincide con la de la empresa o empleador. Este es un miedo comprensible ya que prácticamente todo lo que está en internet puede ser encontrado en los motores de búsqueda.

Pero es importante saber que hay muchos modos para lograr expresar lo que pensamos de manera completamente anónima, sobre todo cuando usamos métodos que están afuera de lo que son las redes sociales.


Tener una voz en capítulo y saber que de alguna manera podemos contribuir a mejorar comportamientos, productos o servicios que nos afectan en manera personal o como consumidores, es algo que deberíamos aprovechar más seguido y lo cual beneficia tanto al otro como a nosotros.

Lo Que Sentimos



¿Qué sientes, ahora mismo, mientras lees esto? ¿Sientes curiosidad? ¿Esperas aprender algo acerca de ti? ¿Estás aburrido porque esto es algo que tienes que hacer para la escuela y no tienes muchas ganas de hacerlo? ¿O estás feliz porque es un proyecto de la escuela que te gusta? Tal vez estás distraído por algo más, como la anticipación por tus planes de fin de semana, o triste porque estás pasando por una ruptura.

Emociones como estas son parte de la naturaleza humana. Nos dan información sobre lo que estamos viviendo y nos ayudan a saber cómo reaccionar.

Sentimos las emociones desde que somos bebés. Los bebés y los niños pequeños reaccionan ante sus emociones con expresiones faciales o con acciones como reírse, dar un abrazo, o llorar. Sienten y muestran emociones, pero aún no tienen la capacidad de darle un nombre a la emoción o decir por qué se siente de esa manera.

A medida que crecemos, nos volvemos más hábiles al entender las emociones. En lugar de reaccionar cómo reaccionan los niños, podemos identificar lo que sentimos y ponerlo en palabras. Con el tiempo y la práctica, nos volvemos mejores para descifrar lo que sentimos y por qué. Esta habilidad se llama conciencia emocional.

La conciencia emocional nos ayuda a develar lo que necesitamos y queremos (o no queremos). Nos ayuda a construir mejores relaciones. Esto se debe a que el ser conscientes de nuestras emociones nos ayuda a hablar claramente sobre nuestros sentimientos, evitar o resolver mejor los conflictos y superar los sentimientos difíciles con mayor facilidad.

Algunas personas están naturalmente más en contacto con sus emociones que otras. La buena noticia es que todos pueden ser más conscientes de sus emociones. Solo hace falta práctica. Pero vale la pena el esfuerzo: la conciencia emocional es el primer paso hacia la construcción de la inteligencia emocional, una habilidad que puede ayudar a las personas a ser más exitosas en la vida.


Lo Que Nos Hace Humanos

En 2005, el escritor David Foster Wallace inició un discurso con el siguiente relato: "Van dos peces jóvenes nadando y se encuentran con un pez viejo en sentido contrario, les saluda con la cabeza y dice 'Buenos días, chicos. ¿Cómo está el agua?' Los dos peces jóvenes nadan un poco más y entonces uno de ellos exclama '¿Qué diablos es el agua?'"

Las realidades más importantes son las más complicadas de ver y sobre las que es más difícil hablar. Como el hecho diferencial que nos hace humanos es que somos conscientes de ello, aunque no lo apreciemos y tengamos dificultad de expresarlo.

Los homínidos, desde que surgimos en África, nunca fuimos los animales más fuertes o rápidos y las amenazas han sido evidentes. ¿Cómo hemos llegado a sobrevivir a las dificultades de una naturaleza agresiva? La clave es el desarrollo de una corteza cerebral, que nos ha dotado de una inteligencia cognitiva y emocional. Gracias a esta ventaja evolutiva, nos hemos extendido por todo el planeta, hemos superado las limitaciones físicas e incluso exploramos los confines de nuestra galaxia.

Además, este intelecto aplicado al conocimiento médico, ha llevado a que seamos el único organismo que ha vencido a la evoluciónllegando en el mundo occidental a duplicar la esperanza de vida, que debería ser 40 años como en todos los grandes primates.

Al mismo tiempo esa inteligencia se ha enfocado hacia nuestra mortalidad, pues somos conscientes de que existimos, pero que también que dejaremos de existir. Tenemos una identidad individual, a diferencia de los unicelulares no somos clónicos y no habrá jamás otro ser igual a cada uno; la contrapartida es la limitación temporal. 

No obstante, es la actuación de nuestro cerebro lo que determina esa individualidad: allí anidan nuestros recuerdos, lo que aprendemos, repudiamos o anhelamos, nuestra forma de entender y asumir nuestro entorno (externo e interno) y lo que cada uno quiere representar. Por eso, aunque se pudiera hacer un transplante de cerebro, no funcionaría, pues dejaríamos de ser, para convertirnos en otro, y lo que éramos desaparecería. 

La angustia ante la muerte nos ha marcado en toda época. El culto a los muertos es propio de los humanos, desde muy al principio, y ello, junto con el temeroso asombro de nuestra ignorancia primigenia frente a las realidades naturales, debió impulsar la aparición de las religiones y también, como diría Fukuyama, las estructuras para el desarrollo de las sociedades.

Esa angustia hacia lo desconocido, ha incitado un deseo de perdurar por dos caminos paralelos: la curiosidad y dominio de nuestro hábitat -base de la filosofía, tecnología y ciencia, junto al intento de inmortalidad en las obras que nos perduren, - como un legado a las futuras generaciones -fundamento de todo lo artístico y cultural de nuestras vidas-.

Los frutos de ambos senderos son evidentes, con una mejora en la calidad y duración de nuestra vida (resultados de la primera opción) y una posibilidad de comunicarnos con los que ya no están a través de sus obras plásticas y literarias, aprendiendo de las raíces culturales de otras épocas (regalos de la segunda alternativa); en eso último, las artes nos dan opción también de prolongar nuestra existencia, con el viaje intelectual a otras vidas reales o soñadas. 

Pero a su vez, aunque no tengamos méritos filosóficos, científicos o artísticos, hay una tercera vía a la que todos estamos impelidos y sobre la que ha reflexionado Javier Gomá en su reciente libro La imagen de tu vida: el ejemplo ético que aportamos a los demás en nuestro transcurrir vital, como una condensación del imperativo categórico kantiano; aunque, de alguna manera, esto también se contempla en las obras de Fernando Savater quien, siguiendo a Spinoza, plantea la idea de la ética del querer.

Como sucede con los primates, los humanos actuamos socialmente por imitación, para bien o mal, tendemos a seguir los comportamientos de aquellos a quienes más valor otorgamos (cambiando según los momentos de nuestras vidas); por eso, toda nuestra imagen es pública y siempre influye en alguien.

De ahí, la importancia de que cada uno, en su parcela personal, se comporte con ejemplaridad y eso puede ser más determinante en los que asuman mayores responsabilidades, como nuestros políticos y gobernantes

Los casos de corrupción en la política de nuestro país, pueden llevar a pensar si son una anomalía temporal de nuestra sociedad o un reflejo de lo que somos; pero en cualquier caso, no constituyen un limpio ejemplo de conducta a seguir y ese es el grave problema, pues una sociedad sin referencias éticas en su dirigentes es como un barco con el timón roto en plena galerna: suele encallar o naufragar.

Según los clásicos, nadie está muerto, mientras se le recuerde; aunque al final quien nos recuerde también desaparecerá, pero si nuestra conducta sirve de ejemplo, igualmente la de ellos será recordada para bien, avanzando el circulo virtuoso de las auténticas revoluciones.




La Imaginación Humana


La ciencia está descubriendo que la imaginación juega un papel fundamental en la percepción que tenemos de la realidad y en la elaboración de los recuerdos, los sueños y los pensamientos. La inteligencia depende de ella, al igual que la creatividad, y solo potenciándola podemos avanzar hacia una sociedad más sana y más sabia.

El escritor Gabriel García Márquez afirmó en una ocasión: “La vida no es lo que uno vivió, es lo que uno vivió y cómo lo recuerda para contarlo”.

Efectivamente, lo que vives y lo que recuerdas está impregnado de imaginación. Fuente de placeres y temores, de descubrimientos y creaciones, la imaginación no es una facultad menor, sino esencial en nuestra vida interior.
¿Qué es la imaginación?

Numerosos filósofos han visto en la imaginación una dimensión clave de la actividad mental; en cambio, la psicología desdeñó durante mucho tiempo el papel de la imaginación, considerándola como una facultad marginal, que nada tendría que ver con otras más elevadas, como la percepción o el conocimiento.

Sin embargo, la ciencia contemporánea está descubriendo que la imaginación es una función cognitiva fundamental, que desempeña un papel clave en todas las formas de vida mental, desde la percepción a los recuerdos, sueños y pensamientos.

Gracias a la imaginación podemos pensar más allá de los confines de nuestra situación inmediata, generando vívidos contenidos mentales con los que podemos revaluar el pasado o evocar un posible futuro.

La mayoría de las ideas, por más abstractas que parezcan, nacen como imágenes. De hecho, etimológicamente, la palabra griega idea significa “visión”. En este sentido, idear es imaginar. Pero la imaginación no solo surge de las imágenes. También puede ser desencadenada por una descripción verbal, al leer una novela o un poema, por ejemplo.

En cualquier caso, sin imaginación no habría lenguaje. Aprendemos a leer gracias a la imaginación, que convierte marcas de tinta sobre un papel en evocaciones de cosas ausentes. El poder transformador de la imaginación es tan grande que la simple lectura de un texto escrito puede llegar a conmovernos profundamente.



La Superficialidad De Algunos


Básicamente ser superficial es depender de algo o de alguien. Depender psicológicamente de ciertos valores, de ciertas experiencias, de ciertos recuerdos contribuye ciertamente a la superficialidad. 

Cuando dependo de ir a la iglesia todas las mañanas, o todas las semanas, para levantarme el ánimo o recibir ayuda, si tengo que cumplir ciertos ritos para mantener mi sensación de integridad o para recordar algún sentimiento que pude haber tenido alguna vez me vuelve superficial ¿no me hace superficial? ¿No me vuelve superficial el que yo me entregue a un país, a un proyecto, o a determinada agrupación política? Lo cierto es que todo el proceso de dependencia es una evasión de sí mismo; esta identificación con lo más grande es la negación de lo que yo soy. Pero, no debo negar lo que yo soy, que es la realidad, debo comprender lo que soy y no tratar de identificarme con el universo, con Dios, con determinado partido político o con lo que fuere. 

Todo esto conduce al pensamiento superficial, y de este pensamiento superficial surge una actividad que es permanentemente dañina, sea a escala mundial o a escala individual.

Justificamos esta actitud diciendo "por lo menos luchamos por algo mejor" y, cuanto más luchamos más superficiales somos. Esto es lo primero que tenemos que ver, y esta es una de las cosas más difíciles: ver lo que somos, reconocer que somos necios, frívolos, celosos, de miras estrechas. Si yo veo lo que soy, si lo reconozco, entonces por ahí puedo empezar. Sin ninguna duda es la mente superficial la que huye de lo que es, y no escapar requiere una ardua investigación, no ceder a la inercia. 

En el momento en que sé que soy superficial, ya hay un proceso de profundización, siempre que no haga nada con esa superficialidad. Si la mente dice: "soy mezquino; voy a examinarlo, voy a comprender la totalidad de esa mezquindad, de esa influencia limitativa", entonces existe una posibilidad de transformación. Pero la mente mezquina, que reconoce que lo es y trata de no serlo ya sea leyendo, reuniéndose con la gente, viajando, estando incesantemente activa como un mono, seguirá siendo una mente mezquina.

La mente superficial jamás podrá conocer grandes profundidades. Puede tener abundancia de conocimientos, de información, puede repetir palabras. Pero si sabemos que somos superficiales, poco profundos, y observamos todas las actividades de la superficialidad sin juzgar, sin condenar, pronto veremos que lo superficial desaparece sin ninguna acción por nuestra parte. Pero eso requiere atención y paciencia, no el ansioso deseo de resultados, de éxito. Sólo la mente superficial desea conseguir resultados.

Cuanto más claro percibamos todo este proceso, tanto mejor descubriremos las actividades de la mente; pero debemos observarla sin tratar de darles una finalidad, porque en cuanto persigamos un fin, nos veremos de nuevo atrapados en la dualidad del "yo" y del "no yo", con lo cual continuará el problema".



Superar Cualidades


Cuando tengamos claro que es lo que tenemos que mejorar de nosotros mismos, porque no nos acerca a donde queremos, debemos de recurrir a información y referentes que nos puedan guiar en nuestro camino hacia nuestra mejora.

Esos referentes pueden ser un coach, un amigo que haya superado lo que quieres superar, o maestro, pero lo cierto es que muchos andamos perdidos, si no recurrimos a alguien que nos muestre el camino.

Son muchas las personas que quieren que su vida mejore, pero aunque tienen ese gran deseo, no son conscientes de que para mejorar lo que les rodea, tienen que mejorar varios aspectos de ellos mismos.

Lo cierto es que muchos no somos conscientes de que podemos mejorar y afilar muchas de nuestras cualidades, y que si lo hacemos, la calidad de la vida que nos rodea, mejorara.

Nunca nos deberíamos conformar con la peor versión de nosotros mismos, nosotros tenemos la capacidad de dar brillo a todas esas herramientas internas, que pueden beneficiar nuestra vida.

Cómo podemos comenzar a mejorar nuestras cualidades internas
Para que comencemos a mejorar, nos tenemos que proponer superarnos como personas o atravesar esos límites que nos impiden conseguir lo que queremos, esos límites que muchas veces nos imponemos nosotros mismos.

Tenemos que analizar todas esas cosas que nos gustaría hacer o lograr, pero a las que no hemos podido llegar, porque no teníamos las cualidades o herramientas lo suficientemente afiliadas para llegar a ellas.

Cuando tenemos claro que es lo que queremos mejorar de nosotros mismos y cómo lo podemos hacer, tenemos que ser constantes y perseverantes, superándonos día a día.

Lo cierto es que superarnos día a día como personas en varios aspectos de nuestra vida, en el trabajo, en nuestra relación, familia, etc., es un ejercicio diario, que debiéramos practicar, solo por la gran satisfacción que nos va a dar.

Cuando nos superamos a nosotros mismos, el solo hecho de habernos superado, nos llena de energía positiva, nos motiva y estimula, y nos hace querer mejorar continuamente
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No debemos de olvidar que en la vida es más importante y aporta más crecimiento y satisfacción, el camino que el logro conseguido, por eso debemos de enfocarnos en nuestro propia evolución y superación, si nos queremos sentir llenos.


El Ser Social


"El hombre es un ser social por naturaleza" es una frase del filósofo Aristóteles (384 a. C.-322 a. C.) para constatar que nacemos con la característica social y la vamos desarrollando a lo largo de nuestra vida, ya que necesitamos de los otros para sobrevivir.

Para Aristóteles se "es" en tanto se "co-es", lo que significa que, a pesar de que cada hombre posee una dimensión individual que desarrolla nuestra personalidad o nuestro "ser", esta dimensión está inserta en la dimensión social del hombre para la convivencia en comunidad desde que nacemos, para el desarrollo de nuestra coexistencia.

La dimensión individual del hombre son las cualidades que el hombre posee, reconoce, explora y usa para convivir en comunidad pacíficamente y beneficiarse los unos a los otros. La dimensión individual, donde radica el ser, debe aprender a concordar con la dimensión social para convivir en sociedad. Este aprendizaje se llama proceso de sociabilización.

El proceso de sociabilización es el conjunto de aprendizajes que el hombre necesita para relacionarse con autonomía, autorrealización y autorregulación dentro de una sociedad como, por ejemplo, la incorporación de normas de conductas, el lenguaje, la cultura, etc. En suma, aprehendemos elementos para mejorar la capacidad de comunicación y la capacidad de relacionarnos en comunidad.

Dice Aristóteles: "El ser humano es un ser social por naturaleza, y el insocial por naturaleza y no por azar o es mal humano o más que humano (…). La sociedad es por naturaleza anterior al individuo (…) el que no puede vivir en sociedad, o no necesita nada para su propia suficiencia, no es miembro de la sociedad, sino una bestia o un dios".

En función de satisfacer las exigencias físicas y espirituales, el hombre necesita vivir en sociedad ya que el hombre racional e individual no es autosuficiente y requiere de la ayuda y protección de los demás de su especie, formando lo que llamamos comunidades.



miércoles, 13 de junio de 2018

Congelar El Tiempo


Aprovechar el tiempo. Perder el tiempo. Gastarlo. Invertirlo bien. ¿Qué hacer con él? “El tiempo es oro”, dijo alguna vez Benjamin Franklin (1706-1790), político, científico y uno de los padres fundadores de Estados Unidos, e instó a no desperdiciar ni un gramo de ese oro. “Es la materia de la cual está hecha la vida”, señalaba.

Menos materialista, San Agustín, confesaba: “Sé muy bien lo que es el tiempo si no me lo preguntan, pero si me preguntan ya no lo sé”. Desde que los seres humanos percibimos su existencia y se nos dio por medirlo, envasándolo en segundos, minutos, horas, días, semanas, meses, años, décadas y centurias, se multiplicaron los intentos por atrapar al tiempo en una definición y siempre se ha escurrido.

Ajenas a las dudas de los filósofos o los científicos e inmersas en la era de la ansiedad, la mayoría de las personas corre detrás de minutos, horas y días inatrapables, se lamenta por años que pasan, hace proyectos (sobre todo en estos días) para llenar todos los casilleros durante los próximos doce meses sin que quede un instante libre o “perdido”, o “sin aprovechar”. Ganados por el productivismo nos convencemos de que cada momento del que no salga algo tangible, mensurable, cotizable (llámese un negocio, una relación, un proyecto, una adquisición, una idea, un aprendizaje o lo que fuere) habrá sido miserablemente desperdiciado. Ese empeño lleva a conceptos contradictorios, como el de “ocio productivo”. Si es ocio no es productivo, y si es productivo no es ocio. Aristóteles fue claro respecto de esto, al hablar de trabajo, descanso y ocio. 

Mientras el trabajo y el descanso se relacionan entre sí (durante el primero se produce lo necesario para vivir y durante el segundo se recuperan energías para seguir produciendo), el ocio es algo diferente: es el no hacer, la libertad de flotar en el tiempo sin ir en ninguna dirección. Es fácil entender por qué, etimológicamente, las palabras ocio y negocio se oponen. La partícula “neg” de la segunda niega por completo a la primera. Así, quien no “pierde” tiempo hace negocio (niega el ocio).

Cuando nos medimos y valoramos por lo que producimos, el verdadero ocio adquiere connotación negativa. Se lo considera “pérdida” de tiempo. De ese modo nos encontramos justificando nuestro tiempo de ocio con frases del tipo “Aproveché para hacer un montón de cosas atrasadas”, “Adelanté trabajo”, “Me puse al día con…”. Como si el hacer nada fuera un delito del que no queremos ser acusados. Como si fuera robarle a otro lo que a éste le falta. Y, también y sobre todo, como si llenar “productivamente” todos y cada uno de los segundos de nuestra vida pudiera servir para detener el tiempo, impedir su transcurso.

Respecto de esto, viene al caso una reflexión del psiquiatra y psicoterapeuta austriaco Viktor Frankl, autor de “El hombre en busca de sentido” y “La presencia ignorada de Dios” entre otras valiosas obras: “La muerte como final de tiempo que se vive sólo puede causar pavor a quien no sabe completar el tiempo que le es dado a vivir”. Todo el trabajo de Frankl se centró en resaltar el hecho de que cada vida tiene un sentido y que ese sentido debe ser encontrado por quien la vive. Podrá hacerlo mediante el modo en que actúa sus valores, o cómo construye sus vínculos, o cómo aborda sus tareas, e incluso en su actitud ante el sufrimiento y ante el imponderable, aquello que no depende de él. 

Esa búsqueda necesita de una “voluntad de sentido”, como la llamaba Frankl, y el sentido de la existencia no aparece de una vez y para siempre, sino en momentos. Momentos de sentido que bien pueden pasar inadvertidos o simplemente no ser captados, como ocurre cuando se está empeñado en no “perder” el tiempo o en “ganarlo”. Es decir, en congelar la vida sin explorarla en su verdadera dimensión.

La cuestión, en fin, no es cuánto tiempo se gana, se pierde, se aprovecha, se desperdicia o se ahorra. ¿Dónde se guardaría el tiempo “ahorrado”? ¿Cómo se sabe que el tiempo “perdido” no se “ganó” de otra manera? ¿”Aprovechar” el tiempo no es, a menudo, desaprovechar oportunidades de estrechar vínculos, vivir experiencias espiritualmente transformadoras, contemplar el mundo que nos rodea y descubrir en él aspectos insospechados y gratificantes? 

Al no poder definir el tiempo San Agustín se preguntaba si este no sería una extensión del alma, que es también indefinible e intangible. Si fuera así, no estaría de más recordar que el alma no usa reloj.




El Aprender De Cada Día


Se aprende algo nuevo cada día. Es importante que este aprendizaje sea de forma consciente, es decir, que sepas perfectamente qué cosa has aprendido cada día y por qué.

Hace poco estuve revisando un interesantísimo estudio de la Universidad de California basado en técnicas de neuroimagen que demostraba que cuanto mayor es el nivel de curiosidad que nos despierta algo, más predispuesto está nuestro cerebro a aprender.

No me canso de repetirlo: si algo somos los seres humanos es curiosos. Mucho. Demasiado. La curiosidad nos mueve, para bien o para mal. Si es para bien seguro que el aprendizaje será un gran compañero de viaje.

El aprendizaje es como el mejor de los regalos para nuestro cerebro. El descubrimiento de una novedad siempre nos genera cierto placer, de alguna forma obtenemos la apertura de un registro de recompensa que nos genera todavía más motivación para seguir buscando motivos emocionales.

Todo aquello capaz de sorprendernos gratamente es capaz de activar una zona muy concreta de nuestro cerebro, el núcleo accumbens, un área considerada como en núcleo principal del placer, y más si esto sucede de forma imprevista.

A partir de esta introducción, la propuesta es que te propongas este reto diario, buscando esos motivos capaces de provocarnos la emoción placentera de descubrir, conocer, aprender y poner la semilla de la siguiente experiencia.

Dicen que el saber no ocupa lugar, quizás porque el saber es tan placentero que consideramos que es ligero, etéreo y gratificante. Sócrates, un gran conocedor, lo dejó muy claro hace muchísimos años: sólo sé que no sé nada.

¿Cuál va a ser tu reto de hoy para aprender? Porque el reto empieza hoy, ya sabes: no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. Mañana, además, también deberás hacerlo. Un autocompromiso en el que espero que me acompañes cada día.


La Fuerza De Las Convicciones


Las convicciones no surgen ni se construyen solas; son principios y valores que determinan conductas y decisiones como resultado de un proceso de formación; el cual inicia, por lo regular, en el seno del hogar o de la familia, y va cobrando forma con el tiempo a partir de las ideas y enseñanzas que recibimos de las experiencias en nuestra relación con otras personas, en la escuela, en la comunidad, en centros de trabajo o en la experiencia diaria.

Las convicciones nos empujan, definen e incitan a actuar en lo cotidiano. Si formulamos que todos los seres humanos tienen convicciones que los distinguen, debemos notar la consistencia que cada quien tiene para con ellas, porque aun cuando las poseemos, no siempre somos conscientes acerca de éstas, de manera que podamos ordenarlas y examinarlas a fin de que continúen rigiendo nuestras elecciones y comportamientos.

De ahí que algunas personas lleguen a establecer una escala conceptual de principios y valores que derivan en causas e ideologías; dicho sea de paso, estas últimas se relacionan con tener razones para proceder y banderas que defender.

En la medida en que las convicciones constituyen un ejercicio de certeza y persuasión respecto a ideas a las que estamos firmemente adheridos, entonces nos conducen a adquirir compromisos y asumir responsabilidades; y valga decir, estos dos componentes son los motores para cumplir metas y obtener resultados en consecuencia.

Nuestras convicciones anuncian a otros lo que nos motiva y las pautas bajo las cuales nos disponemos a alcanzar objetivos. Para afirmarse como tal, la convicción necesita ser probada y esto ocurre cuando se enfrenta a sucesos o circunstancias que la amenazan o desafían.

No es casual que una de las acepciones de la palabra convicción sea "prueba". Desde esta perspectiva, nuestra convicción puede o no pasar el examen de su solidez. Si lo hace, afirma que nuestras acciones están en línea con lo que hemos creído; si no, evidencia que la convicción no era tal o que se reducía a un plano estrictamente dogmático.


Lo importante es que en lo relativo a cuestiones en el plano individual y de bienestar colectivo, nuestras convicciones deben ser firmes e inalterables, ya que mantenerlas así, es fundamental para fortalecer la identidad y permitirnos tomar decisiones que den congruencia al pensar, decir y actuar. 

Lo Mejor De La Vida


Para afrontar el futuro con optimismo hay que aprender a pensar de una manera positiva, olvidarse de hechos pasados que no ayudan y alejarse de personas que solo aportan negatividad.

Hoy elijo ser feliz, he decidido enfocar mi horizonte en todo aquello que es importante. Hoy decido no amargarme por nada ni por nadie y permitir que lo me queda de existencia sea lo mejor de mi vida.

Queda claro que todos nosotros deseamos aplicar estas mismas palabras en nuestro futuro próximo, pero el problema esencial es que no siempre sabemos priorizar qué es lo importante, ni gestionamos de modo adecuado muchas de esas emociones que nos impiden ser felices.

Según el psicólogo Paul Watzlawick en su libro “El arte de amargarse la vida”, las personas tenemos una habilidad especial para complicarnos la vida de una forma casi asombrosa.

Sabemos que no es fácil admitirlo, que nos cuesta mucho llegar a aceptar que de hechos sencillos acabamos generando auténticos laberintos que nos traen la infelicidad. Por ello, bastaría solo con tener en cuenta estas recomendaciones en las que pensar y que introducir en nuestra cotidianidad.

¿Lo has pensado alguna vez? Tus pensamientos determinan tus emociones y, en consecuencia, la forma en que orientas tus acciones y comportamientos.

En ocasiones, muchos de nosotros nos quejamos de determinadas personas: “mi compañero de trabajo me pone de los nervios”, “está claro que ya no voy a tener más oportunidades en esta vida”…

Este tipo de razonamientos lo que consiguen, en realidad, es generarnos emociones negativas. Si me pone de los nervios, alimento esa sensación incómoda, y si pienso “que mi tren” ya ha pasado, entonces veré el día a día como un túnel sin salida.

Cambia el pensamiento y tus emociones te ayudarán a ver el mundo de otra forma: “hoy decido que mi compañero de trabajo ya no va amargarme la vida, no voy a hacerle caso, desactivo todo lo negativo que me produce”.


Hoy decido que mi futuro va a traerme nuevas oportunidades porque merezco ser feliz, porque tengo muchas cosas que descubrir aún.

Las Oportunidades


Cierta frase famosa dice: “Las oportunidades, favorecen a aquellas mentes que se encuentran preparadas.”

En vez de confiar en la suerte, yo más bien confiaría en el hecho de que se debe ser la persona correcta, en el momento justo. Y ser la persona correcta dependerá de nuestra preparación, así como crear y atraer todos aquellos momentos justos en donde la oportunidad toque a nuestra puerta.

Idealmente, si quieres potenciar tu “factor de suerte” o –en otras palabras– si quieres tener gozar de más suerte en la vida, lo que deberías hacer es, por un lado: Prepararte para las oportunidades que puedan presentársete, y por otro, ubicarte en cierta posición que facilite el hecho de atraer más oportunidades.

Con atraer oportunidades, también nos referimos al hecho de poder detectarlas, existen personas que simplemente tienen las oportunidades frente a sus ojos, pero no logran detectarlas, o lo hacen cuando ya es demasiado tarde.

Ambas cosas son importantes, debido a que nos permiten aprovechar todo aquello que se presente en nuestras vidas, sin embargo, aprender a prepararse para las oportunidades, en principio es más vital, debido a que simplemente pueden llegar a tu vida miles de oportunidades, pero si no sabes aprovecharlas, difícilmente lograrás algo bueno con ellas.