lunes, 4 de febrero de 2019

La Razón Humana


Lo que nos encontramos cuando hablamos de razón humana es la vastedad de la obra y del espíritu del ser humano y la grandeza del pensamiento no estrictamente emocional. Y con esos mimbres trazamos nada más y nada menos que el mundo.

Percibimos que la vida es sangre, sudor y lágrimas. Sentimos que nuestras vidas son efímeras, en primer lugar, pero también sujetas a derrotas, desvaríos y desvanecimientos. Nada nos puede consolar, en estos términos, salvo la razón.

El uso abundante o parco de la razón en nuestras relaciones con los demás y con nosotros mismos. La razón como elemento fundante de las construcciones que elaboremos en el mundo. Y también como criterio para la crítica y refutación.
Sabemos nadar y guardar la ropa, eso lo hacemos maravillosamente. Pero la razón nos indica que hay que saber nadar, por un lado y hasta bucear en las profundidades y desazones de la mente.

La seguridad del ser humano en su propia vida y fundamentos se basa, actualmente, en el uso de la razón. Que nos lleva a dividir y subdividir el mundo para explorarlo y parcelarlo y roturarlo mejor.
Los usos de la razón son los fulgores de una esperanza viva y fundamentada en el pasado, pues ya lleva la razón instalada entre nosotros un tiempo suficiente para haber dejado poso y sazón.

Los valores de la razón son ante todo los del espíritu humano transido de bondad. En efecto, la razón es siempre magnánima y ecuánime, y en el justo término se halla siempre ínsita la bondad.

La razón no sirve a muchos amos, sirve al hombre y la mujer para lograr salvar lo que de mayor calidad y calidez se contiene en sus pechos y sus corazones. La emoción que tiñe a la razón es de carácter amable y sonriente.

Uno de los mayores logros de la razón ha sido volver a la emoción razonable. Lejos de mandoblazos y puñales sutiles que todo lo envenenan, la razón con el tiempo ha ido tejiendo una red que permite contener y sujetar a la emoción.

Al tiempo que la deja expresarse en plena libertad, paradoja esta que es útil recordar para aviso de entendidos y sostén de avisados. Así la razón no constriñe a la emoción sino que la dota de una red que la mantiene firme y sujeta, de algún modo, a la realidad.

Porque la razón se ha mostrado ser el modo más fiel y prístino de sujeción a la realidad de las cosas. La realidad es otra, en efecto, desde que la razón está con nosotros. Ayudando a depurar la percepción y sensibilidad con que nos acercamos a ella.

¿La realidad es razonable? Sólo podemos afirmar que la realidad se deja amoldar a la razón siempre que esta se acerque a ella con tiento, cuidado y una cierta forma de cariño que le deja traslucir el ojo de la verdad.

Pues, ¿qué será la verdad sino la razón en acto? Confiadamente, como nos ha demostrado la razón en la historia, podemos afirmarlo alto y con rotundidad. La razón es el mejor contenedor de la verdad.
Ello se debe, quizá, a la circularidad de la razón, que es razón porque se aplica al mundo y el mundo se vuelve razonable porque, ¿hay razón en él? Evidentemente, sí. La razón surgió del mundo en un afán de devolverle el mundo que ya contenía.

Porque el truco de la razón es que desde su más remoto inicio, fue ya universal. Allá en la costa del Asia Menor o donde fuera que diese las primeras boqueadas ya se manifestaba una y firmemente una con la totalidad del mundo.

La razón es vida y afecto y está transida de emoción. Porque si no es una con el hombre no puede ser. Y como no puede dejar de ser una vez surgida a la luz, se acopla como un guante a todo lo que del hombre pueda saber.

Esto es, cualquier razonamiento brota de una emoción, la que embargase al ser humano que lo emitiese, y se dirige a una o diversas emociones, a las que suele aplacar y domar y mimar, todo al tiempo.

Insisto en que no hay razonamientos puros, en formol, sino que siempre responden a una situación y coordenadas humanas concretas. Aunque no lo trasluzcan en su contenido y estructura aparentes, un análisis más sosegado y cercano al hombre lo demostraría.

La cuestión práctica es, ¿qué nos importa el hombre que está detrás del razonamiento con sus sentimientos, sensibilidad y emociones? Y muy cierto es ello. ¿Qué nos importa? A efectos prácticos, nada.

Pues la razón se expresa con un lenguaje propio, el de la lógica, que puede manifestarse y desarrollarse en apariencia independiente de cualquier otro lenguaje humano, fundamentalmente el de la emoción.

A ello se debe en gran medida el prestigio histórico de la razón. A su apariencia de independencia, autonomía y perennidad. Pero yo os repito que todo razonamiento es de raíz emocional, como no puede dejar de ser humano.

Hasta en sus vertientes de razón instrumental y práctica, o de razón científica o filosófica podemos rastrear este componente tan humano como cualquier otro a la postre pero que anda cabizbajo aparentemente ante la gran fuerza de la razón.

Andaba por esos lares Ortega cuando acuñó la expresión de la razón histórica y otros muchos caminaron también por esos andurriales. Herederos de esa tradición no podemos dejar que se marchite o deje de florecer.

Hoy en día hay una fuerte corriente de irracionalidad en nuestro mundo, que tiende a desprestigiar a la razón. No sólo es el irracionalismo sino también todo aquello que pretende separar a la razón, loada en apariencia, del ser humano concreto.

Así, se tiende a elogiar la emoción o la poesía como si fuera un caballo de batalla su lucha encarnizada contra los peones de la razón en movimiento siempre hacia adelante. No lo veo yo así.
Bien es cierto que el único movimiento posible de la razón en acto sea hacia adelante, comiendo siempre cada vez mayor terreno al mundo sin desbrozar o roturar. Esto puede dar miedo a algunos.

Pero tenemos que comprender que si la razón no tiene marcha atrás, so pena de destruir al mundo realmente existente, ello no obedece a afanes conquistadores o de dominio sobre otras áreas del proceder humano.

Hemos visto que la razón se amolda como un guante a la emoción y una pequeña prueba adicional de ello es la crítica del arte. Que nos invita a ascender a las alturas de la emoción por vías racionales o argumentativas.

La razón no es nuestro enemigo, además hay que considerar que somos, constitutivamente, en parte entes razonables. Y no deberíamos, creo yo, intentar amputar una parte de nuestro cuerpo o espíritu.
Somos, los hombres y las mujeres de hoy día, herederos de una larga tradición que se renueva diariamente, en cada uno de nuestros movimientos mentales y de comportamiento. Es la razón que porta la antorcha que ilumina la oscuridad.

Porque sigue habiendo oscuridad a nuestro alrededor y ¿qué otra luz puede iluminar nuestro camino? Una luz que tenga en cuenta, claro es, las cualidades y claridades más íntimas del ser humano.

Semejamos a la razón en muchos de nuestros hábitos y costumbres, no así en muchos otros, el camino todavía es largo hasta la superación y constitución de la realidad humana tal y como nos indicaron unos pioneros vacilantes allá en la Antigüedad.


No me cabe duda de que superaremos este pequeño bache de desprestigio relativo de la razón y volveremos a ser cabales creyentes en ella y la adoraremos y haremos sacrificios en su honor.

domingo, 3 de febrero de 2019

Cuando Malcriamos

Sin que los padres se den cuenta, están criando a niños caprichosos, frágiles y llenos de inseguridades. Esto ocurre porque no se les enseña a los niños a ser resistentes a la frustración, porque los padres solo piensan en que sus hijos sean felices… sin darse cuenta de que igual de importante es que sean felices, es que aprendan a manejar las frustraciones que la vida les va poniendo delante.

Los niños que no aprenden a manejar las frustraciones creen que otra persona les debe garantizar su felicidad, que ellos no son capaces de conseguirlo por sí mismos. Grave error, puesto que si alguien (sea quién sea o lo que sea) no les garantiza la seguridad caen en una desgracia emocional de la que les cuesta salir por sí mismos. Cuando los niños crezcan, la sociedad no se va a fijar en su felicidad, se les pedirá que actúen y que sepan cómo funcionar.

Cuando los niños no aprenden de la frustración
Los niños que no aprenden a tolerar la frustración se convertirán en adultos infelices, que no estarán nunca satisfechos con nada. Sentirán gran vacío emocional que no se llenará con absolutamente nada, además, tendrán dificultades para entender sus propias emociones y también las de los demás. Por si fuera poco, al no tolerar la frustración pueden aparecer problemas de agresividad, problemas con el respeto de las normas y con la autoridad.

Cuando se intenta evitar el sufrimiento a los niños, los padres estarán evitando que se enfrenten a frustraciones diarias, necesarias para que después afronten la vida. La sobreprotección solo causará problemas emocionales ya que se les está vetando la capacidad para aprender por sí mismos, de resolver los problemas, de ser independientes y de enfrentarse a la realidad que tienen delante. La vida está llena de problemas, evitarlos no es la solución. La solución es aprender a manejarlos.
No se puede tener todo lo que se quiere

No importa la edad que tengan tu hijos, es importante ayudarles a manejar su frustración para que sean capaces de expresar cómo se sienten, poniendo palabras a las emociones. De esta forma, cuando tengan una rabieta podrán manejarla antes. La comunicación y el diálogo son fundamentales para que los niños aprendan a expresar cómo se sienten o qué necesitan en cada momento.

Si las rabietas no se corrigen o si el adulto la tiene al mismo tiempo que el niño, esto puede transformarse y que se convierta en un verdadero problema. Un niño de diez años con rabietas no es lo mismo que un niño de tres. El de tres llora, el de 10 insulta e incluso puede amenazar a los padres por no saber controlar esas emociones que siente tan intensas, por no entenderlas… Por no haber aprendido a que las emociones deben sentirse pero también deben controlarse.

Sin frustraciones aparecen los problemas
No queremos decir que los niños se frustren todos los días, pero sí que si se evitan las frustraciones cotidianas, los niños se pueden convertir en déspotas, en niños tiranos. Tendrán apego a las cosas materiales sin valorar lo que tienen porque no se les ha enseñado a valorar las cosas. No serán tolerantes, no sabrán empatizar y no entenderán las emociones. Se convertirá en un adulto infeliz y frustrado.

No hay que darles todo lo que piden, ni tampoco quitarles todos los problemas para ver su sonrisa en el rostro. Los niños no pueden estar sobreprotegidos dentro de una burbuja, porque se convertirán en seres frágiles, fáciles de romper.

Es muy importante que los padres y educadores de los hijos vayan siempre por el mismo camino. Necesitan coherencia en la crianza para sentirse seguros y protegidos, pero no… sobreprotegidos.

Aceptar Las Cosas Como Son

Una de las fuentes de sufrimiento más comunes en el ser humano es la dificultad para aceptar las cosas tal como son. Aceptar las cosas como son no significa resignarse ni bajar los brazos frente a lo que quisiéramos cambiar, Todo lo contrario. Es a través de la aceptación que es posible introducir modificaciones en uno mismo, en el mundo y en la vida de cada uno.
El pensador estadounidense Reinhold Niebuhr escribió:

“Señor, concédeme serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, valor para cambiar lo que sí puedo y sabiduría para reconocer la diferencia”.

De eso se trata. De poder aceptar que hay cosas que se pueden cambiar, y que uno puede ponerse a trabajar para conseguir esos cambios, pero que hay otras que no se pueden cambiar.
Es una pérdida de tiempo y de energía protestar, amargarse, y enojarse por las cosas que no nos gustan y no se pueden cambiar.

Mucha gente malgasta su vida sufriendo y quejándose de cosas que no tienen solución en vez de ocuparse de las que sí la tiene.

Las relaciones con los demás
Del mismo modo que resulta difícil aceptar las cosas como son, también cuesta aceptar a los demás tal como son. En general se espera que los demás actúen y se comporten como uno lo haría. Pero esto no es así. Por ejemplo: si le hacemos un favor a un conocido, nos duele si no obtenemos el mismo trato por su parte cuando lo necesitamos. Esperamos que actúe como nosotros mismos lo hicimos y nos desilusiona si no lo hace.

Esperamos de los demás un funcionamiento similar al nuestro. Y vivimos desilusionados o enojados con los otros si no lo hacen.

En esta clase de actitud está el punto de partida de la mayoría de conflictos interpersonales. Nos cuesta aceptar que el otro es distinto, que se conduce de otra manera y que tiene una forma diferente de expresar su cariño o su apoyo.

Al esperar que los demás se comporten de determinada forma les estamos negando el derecho a su identidad. Ser o actuar de modo distinto a nosotros no tiene por qué ser negativo.

Cada persona tiene una combinación única de defectos y virtudes. Podemos aceptar su singularidad y disfrutar de las cosas buenas que nos ofrece. O vivir sufriendo y quejándonos porque esa persona es diferente a uno.
La aceptación y la pareja
Este tipo de problemas es común en las parejas. Muchas de ellas terminan rompiendo el vínculo por la imposibilidad de aceptar al otro como es.

Nos gustaría que nuestra pareja fuera más cariñosa, o más simpática, o más alegre, y vivimos amargados y peleando porque no es tal como queremos. Esta insatisfacción va generando un clima de frustración y de desencanto en la vida de pareja.

Por otro lado la no aceptación de las diferencias impide la comunicación, la intimidad, y la posibilidad de hacer algo distinto con lo que nos resulta difícil de entender.

La aceptación de uno mismo
Otro enorme desafío con el que nos enfrentamos a diario es el poder aceptarse uno mismo, con las virtudes y los defectos que cada uno posea.

Es muy habitual que se tenga una imagen distorsionada de uno mismo. A veces nos creemos menos de lo que somos, a veces nos creemos mejores de lo que somos. Esto lleva a vivir en un mundo irreal, teñido de falsas ideas con respecto a uno mismo. Es como si nos miráramos en un espejo que deforma y sólo tuviéramos de nosotros mismos esa imagen deformada.

Poder aceptarse es fundamental para evolucionar interiormente y para construir el resto de los vínculos con el mundo y con los demás.

PARA APRENDER: Una anécdota
La historia tiene como protagonista a un violinista que en pleno concierto en Nueva York vio cómo se rompía una de las cuatro cuerdas de su violín. En lugar de detenerse, decidió adaptar la melodía a las otras tres cuerdas, algo realmente difícil con este instrumento. Cuando le preguntaron por qué había elegido esa opción, respondió: “Hay momentos en los que la tarea del artista es saber cuánto puede llegar a hacer con lo que le queda”.

Todos estamos expuestos a circunstancias indeseadas. Para el violinista la cuerda rota fue una de esas situaciones indeseadas. En lugar de paralizarse, lamentar su suerte y no aceptar lo que estaba pasando, el músico decidió ver qué es lo que quedaba sin romperse y siguió adelante con lo que había.

Aceptar lo que ocurre es una oportunidad de encontrar soluciones.


Saber Escoger El Camino

Normalmente tendemos a plantearnos el camino de la vida cuando hemos sentido perdidas en algún momento o nos hemos sentido pequeños ante ciertos obstáculos.

Esto puede generar sentimientos de tristeza, derrota y decepción. Pero, ¿de qué trata el camino de la vida exactamente?

¿Podemos evitar sentirnos así cuando creemos que estamos algo perdidos o desorientados?
Es importante destacar que la vida está llena de opciones que pueden ser vistas como:

Desvíos
Esquinas
Cruces de caminos

Y, aunque todo lo que se experimenta en esta vida genera un aprendizaje, todas estas opciones están divididas como buenas y malas para la vida de las personas.

Por lo que a la hora de escoger uno de estos caminos, se debe escoger correctamente.

En muchas situaciones es posible acabar perdido en un camino desagradable del que será difícil escapar por cometer el error de escoger sin pensar en las consecuencias que podría generar.

Existen muchas maneras de escoger un buen camino, por lo que es necesario hacerle frente a la situación y analizarlos uno por uno, con sus pros y sus contras.

Entre las cosas que ayudarán a escoger exitosamente el camino correcto se encuentran las siguientes:
Disfruta del camino, pero elige el camino adecuado

Cuando se trata de escoger un nuevo camino de la vida es necesario organizar todas aquellas cosas que han quedado por mucho tiempo pendiente, incluyendo los pensamientos.

De esta manera, al aclarar todo lo que era necesario organizar, no solo se evitarán aquellos pensamientos y sentimientos de indecisión; también hará la selección más sencilla con una buena motivación.

Es necesario cuestionarse tanto como sea posible antes de tomar una decisión. Esto nos brinda perspectiva y nos permite ser críticos.

Entre las preguntas que debemos hacernos se encuentran: ¿Qué es lo que se desea conseguir?, ¿En cuánto tiempo se desea conseguirlo?, ¿Qué acciones se deben hacer para lograrlo? y ¿Cómo saber si realmente lo que se desea?

Al conseguir las respuestas a estas preguntas y sentirse cómodo con las mismas se estará suficientemente preparado para escoger el nuevo camino de la vida.

A la hora de tomar una decisión importante es necesario saber si realmente vale la pena, y esto sólo puede determinarse al encontrar pasión la consecución del objetivo final.

La pasión en la vida se traduce en energía y la consecuencia es que nos moveremos sin mucho esfuerzo.

Quien vive sin pasión le cuesta más cumplir con sus objetivos y siente una pereza que le obstaculiza la acción; incluso puede surgir el miedo o vértigo.

Si analizamos la trayectoria de personas que han tenido éxito en su vida, en la mayoría de los casos, han sido apasionados con su actividad.


La pasión pone en marcha el esfuerzo, y no hay éxitos sin una buena dosis de esfuerzo.

La Mente Y Nuestro Ahora


Nuestro Cerebro necesita medio segundo de tiempo para que un estímulo pase del inconsciente al consciente, según ha descubierto el neurólogo de la Universidad de California Benjamín Libet. Según sus investigaciones, adquirimos conciencia de la realidad con cierto retraso respecto a la velocidad de los acontecimientos, tan sólo una vez que ha transcurrido medio segundo.
 

Para Benjamín Libet, por ello no tenemos ninguna posibilidad de alcanzar la velocidad de los acontecimientos, ni por tanto de atrapar el tiempo que transcurre. Lo explica en su nuevo libro Mind Time: The Temporal Factor in Consciousness, del que Stephen M. Kosslyn ha realizado un interesante extracto. La obra constituye una presentación de los últimos trabajos de Libet sobre los mecanismos de la conciencia. 

En uno de sus experimentos, Libet puso electrodos sobre el córtex somatosensitivo de pacientes despiertos. El córtex somatosensitivo es la región del cerebro sobre las que circulan las informaciones sensoriales registradas a lo largo del cuerpo. Puede consultarse al respecto el trabajo de Kulisevsky La organización del movimiento: estructura y función de los ganglios basales. 

Con la ayuda de una débil corriente eléctrica, Libet provocó sensaciones en la superficie de la piel de los pacientes cuya duración temporal variaba deliberadamente. Comprobó que si disminuía la duración de los impulsos eléctricos, los pacientes percibían cada vez menos esta agresión y que por debajo de las 500 milésimas de segundo, no se enteraban de nada de lo que ocurría sobre su piel. 

No hay conciencia sin tiempo 

Su conclusión es que para que un acontecimiento pase el umbral de la conciencia y sea registrado por un sujeto, el tiempo desempeña un papel fundamental, ya que si el acontecimiento ocurrido sobre la piel no dura más de medio segundo, el consciente humano sencillamente lo ignora. 

No es la primera vez que Benjamin Libet sorprende con sus descubrimientos sobre la conciencia. Anteriormente había demostrado también que nuestro cerebro toma las decisiones casi un segundo antes de que las asumamos conscientemente. Esta constatación ha llevado a algunos científicos, como Wolf Singer, a dudar de la real existencia del libre albedrío. 

Para obtener este resultado, Libet utilizó pacientes que se mantuvieron despiertos cuando eran sometidos a un episodio de cirugía cerebral. Les pidió que movieran uno de sus dedos mientras observaba electrónicamente su actividad cerebral. De esta forma pudo comprobar que hay un cuarto de segundo de retraso entre la decisión de mover el dedo y el momento presente. 

Roger Penrose, en su obra La Nueva Mente del Emperador (1989), ya describía dos experimentos que tienen que ver con el tiempo que necesita la conciencia para actuar y ser activada. El primero de estos se refería al papel activo de la consciencia y el segundo a su papel pasivo. 

La decisión necesita un segundo 

El primero de los experimentos descrito por Penrose fue realizado por Kornhuber en 1976. Unos voluntarios permitieron que se registrasen las señales eléctricas en un punto de sus cabezas (electroencefalogramas), y se les pedía que flexionaran varias veces, y repentinamente, el dedo índice de sus manos derechas a su capricho. 

La experiencia descubrió algo curioso: hay un aumento gradual del potencial eléctrico registrado por el cerebro durante un segundo entero, y hasta un segundo y medio, antes de que el dedo sea flexionado. Esto parece indicar que el proceso de decisión consciente necesita un segundo para actuar. 

El segundo experimento al que se refiere Penrose es al de Benjamin Libet, según el cual cuando se aplica un estímulo sobre la piel de los pacientes, transcurre aproximadamente medio segundo antes de que sean conscientes de dicho estímulo. 

Para Penrose, de ambos experimentos se desprende que el tiempo de nuestras "percepciones" está atrasado alrededor de medio segundo respecto al tiempo real de los acontecimientos. Es decir, aparentemente, el reloj interno de cada uno de nosotros está atrasado medio segundo respecto a la velocidad real de los acontecimientos.


Mente Y Cerebro


El cerebro humano es una máquina tan perfecta, tan asombrosa que no hay manera de que entendamos su infinita profundidad y la manera en que funciona. Tan misterioso como el universo mismo.

Descubriremos cómo el cerebro es todo lo contrario a la mente. La mente como la humanidad la entendido en su limitada percepción.

El cerebro no puede distinguir la diferencia entre realidad e imaginación.

Cuando estamos en un sueño profundo y de repente nos damos cuenta que nos está persiguiendo un perro, el cuerpo reacciona a ese estímulo y pareciera que en realidad nos está sucediendo. El cuerpo empieza agitarse y a sudar en base a lo que está viviendo en la mente.

Se han hecho experimentos a deportistas de alto nivel y los conectan a unas máquinas donde se mide la actividad cerebral y les piden a estos deportistas que se imaginen a ellos mismo ya en la carrera o en la actividad deportiva que estos hacen.

Es increíble los resultados, porque la mente no sabe diferenciar de la realidad a la imaginación. Si te das cuenta de este ejemplo puedes darte cuenta que entonces lo que pensamos conscientemente o inconscientemente impacta a nuestro cuerpo y a nuestro sistema nervioso. De misma forma eso nos está sucediendo constantemente en la vida cotidiana.

La mente común está inmersa en miles de pensamientos al día. Normalmente estos pensamientos están sucediendo en la parte inconsciente de nosotros mismos. En un diálogo interno tan profundo que no alcanzamos a darnos cuenta el impacto que este tiene sobre nosotros mismos.

 Los patrones de pensamiento están constantemente dialogando, etiquetando y fantaseando acerca del pasado y del futuro
.
Viviendo en lo que fue y lo que pudiera ser. Lo fascinante de esto es que la mayoría de los pensamientos no son positivos, normalmente están llenos de culpas, miedos, violencia, etc.

Entonces lo que pensamos lo experimentamos en diferente niveles y estos nublan la vida y estos llegan a cristalizarse tanto en nuestra mente, que creemos fielmente que esa es la realidad.

Si te das cuenta las ondas cerebrales están dispersas, con muchos altos y bajos. Esto es el reflejo de cómo estamos en un diálogo interno la mayoría de la parte del tiempo.

Por lo mismo, como NO tenemos una mente madura y no hay consciencia de lo que es la mente y dónde está el lugar donde la mente descansa y entra en armonía con sigo misma. Andamos por la vida con mentes inconcientes y éstas están activas y en automático, constantemente etiquetando la vida, conceptualizando, analizando y con muy poco espacio para el asombro y para la maravilla. 


Entonces lo que pensamos se vuelve nuestra realidad, si pienso en miedo, nuestro cuerpo reaccionará a lo que estamos alimentando, el miedo. Lo mismo pasa si pensamos en cosas buenas, nuestro cuerpo de igual manera reacciona a estos pensamientos. Lo que sucede es que pareciera que estamos en una montaña rusa de emociones, pareciera que estamos destinados a subir y a bajar, y hay veces que la subida es tan alta que la caída también tendrá ese peso. 

Normalmente las caídas duelen más que las subidas.

Filosofía De La Aventura


El ser humano comenzó a explorar territorios desde los oscuros tiempos de la prehistoria, pues siempre ha existido la necesidad de saber qué hay más allá, término este que en latín (plus ultra) se convirtió en una fórmula de magia incógnita, la cual se mantuvo por muchas centurias a partir de las grandes civilizaciones históricas.


Los primeros viajes debieron haber ocurrido cuando los seres prehistóricos tuvieron que trasladarse de un territorio amenazante o inseguro hacia otro mejor dispuesto a su vida llena de riesgos. Fue ese un enorme período de nomadismo, que al paso de los milenios formó sociedades cada vez más complejas. Así se fueron creando los grandes asentamiento de grandes vidas sedentarias, que luego llegaron a la creación de las civilizaciones madres. Pero los humanos no pararon aquí de andar y desandar territorios.

Cada civilización creció conquistando otras tierras, y paradójicamente, cada pueblo conquistador en algún momento fue conquistado. Esto propició una especie de movilidad cultural sobre el globo terrestre.

A partir de las últimas décadas del siglo XVI comenzaron las grandes exploraciones de los navegantes marinos. Los barcos europeos literalmente redondearon la Tierra, y en los diferentes trayectos los reinos poderosos fueron aumentando su poder y riqueza mediante la conquista, pero también se enriqueció el conocimiento humano y comenzó a ser otra la ciencia, la filosofía, el arte, la historia. 

¿Y qué otra cosa es explorar, sino sencillamente investigar, descubrir, conocer? Por eso el ser humano busca explorarlo todo, pues, citando a ese príncipe triste de Dinamarca: Más cosas hay en el cielo de lo que los ojos ven, y más cosas hay bajo la Tierra que sobre allá, y en el mar, y en la mente humana y en la creación humana. Los grandes místicos han explorado el sentimiento religioso. Filósofos y psicoanalistas han explorado el alma, el cuerpo humano, nuestro más humano, nuestro más cercano espacio. Y no hay más meta segura: viajeros, científicos y artistas seguirán buscando en lo todavía desconocido, incansablemente, pues el horizonte es amplio y siempre está más allá. Exploración, tras exploración, el ser humano ha crecido y, entre la afición y la entrega, siempre encontraremos algo inexplorado que nos está esperando a darse a conocer.

Porque ahí están, respondió el alpinista británico George Leigh Mallory por su interés por escalar montañas, y dentro de esa sencilla explicación se encierra la gran filosofía de la aventura. Simplemente porque ahí están, porque existen.

Coincidencias

Seguramente cada persona, alguna vez, ha vivido situaciones en las que no logra explicar las infaltables coincidencias. Por ejemplo, de pronto decidiste llamar a un viejo amigo y en ese mismo instante él te llama; o por casualidad te encontraste con un conocido en la calle y, después de conversar con él, tu vida cambió de pies a cabeza; o te hiciste una pregunta en la mente y recibiste la respuesta en un cartel publicitario.

Y a veces las coincidencias son tan perfectas que es imposible creer en ellas. Un excelente ejemplo de ello es la historia del actor Anthony Hopkins. Se estaba preparando para la grabación de la película "La chica de Petrovka" basada en la novela de George Feifer. Para estudiar a su personaje, necesitaba la versión original de la obra que no podía encontrar en ninguna de las librerías, ni en la biblioteca ni con sus amigos. El actor estaba completamente desesperado pero por accidente encontró un ejemplar de la novela, olvidado por alguien, en una banca en el metro. 

Más adelante, cuando iba a tomar su vuelo para ir al set, el actor por casualidad se topó en el aeropuerto con Feifer, el autor de la obra, quien se quejó con Hopkins porque le había prestado a un amigo el ejemplar más valioso de su libro con sus notas de autor, y aquel lo perdió en algún lugar en el subterráneo.

Parece que todos los eventos del mundo, todas las personas y toda la información están conectados entre sí con unos hilos invisibles que a veces brillan. Y, según la opinión del famoso psiquiatra Carl Gustav Jung, de verdad es así. Este fenómeno se llama sincronicidad y tal vez sea el más misterioso en el Universo.

Jung llegó a la conclusión de que existe una relación estrecha entre el ser humano y lo que lo rodea, más bien, con el espacio, tiempo, lo consciente y lo inconsiente. 

Y en ciertos momentos, bajo la influencia de sentidos objetivos, en esta relación surge una atracción fuerte, la cual provoca coincidencias inesperadas que, por lo general, solemos llamar coincidencias fatales, destino, suerte increíble o incluso milagro.


Sincronicidad



Sincronicidad es un término acuñado por Carl Gustav Jung para describir la coincidencia significativa de dos o más sucesos cuyo contenido sea similar o igual y relacionados entre sí de una manera no causal. Dicho con otras palabras, se trata de una coincidencia tan grande que no podemos creer que sea producto de una mera casualidad o al menos intuimos que esa casualidad tiene un significado profundo que desconocemos, como si detrás de esas coincidencias se escondiera un mensaje oculto que no llegamos a desvelar. Por este motivo Jung también las llamó «casualidades signicativas». 

Es, por ejemplo, ir pensando en una persona determinada por alguna circunstancia y de repente encontrarnos con ella de cara. Y parece que hay personas bastante propensas a este tipo de coincidencias significativas. El propio Jung fue uno de ellos, como ha dejado por escrito en multitud de ocasiones, y quizá haya sido esta serie de coincidencias lo que le llevara a plantear el concepto.

Otra persona también muy propensa a las sincronicidades fue Wolfgang Ernst Pauli. De hecho, como tocados y unidos ambos por el concepto de sincronicidad, el gran ensayo de Jung sobre su concepto, titulado «Sincronicidad como principio de conexiones acausales», aparece publicado junto a un ensayo de Pauli sobre Kepler en el volumen Interpretación de la naturaleza y la psique.

La sincronicidad de Pauli es muy curiosa. Si el físico estaba presente o cerca lo habitual que los equipos técnicos se averiaran y que los experimentos se echaran a perder. Como Horacio Quiroga ‒que es considerado el gafe de los escritores‒, Pauli es el gafe de los científicos: se dice que cualquier experimento se autodestruía con su sola presencia. Una anécdota cuenta que el físico Otto Stern, amigo de Pauli, le prohibió acercarse a su laboratorio en la Universidad de Göttingen porque iba a hacer un experimento. Todo iba bien pero de repente el dispositivo dejó de funcionar. La idea inicial fue culpar a Pauli, pero alguien dijo que era imposible porque en aquel momento se encontraba en Zúrich. Cuando le contaron la historia a Pauli confirmó que en realidad se encontraba en la estación de Göttingen, dispuesto a tomar un tren. A esa serie de desdichadas casualidades se le acabó llamando «efecto Pauli», un fenómeno que para Pauli no solo era real sino del que además se sentía orgulloso.

Aunque nunca la hayamos experimentado por nosotros mismos ‒o tal vez nos haya pasado desapercibida‒, la sincronicidad es más habitual de lo que pudiera parecer. Si se analiza la Historia se verá fácilmente que está llena de estas casualidades significativas. Hay tantas, en ámbitos tan distintos y en épocas tan diferentes, que un simple listado de todas daría para llenar más de un libro.
 
Una de las que se suele repetir más frecuentemente tiene a Anthony Hopkins como protagonista. 

Antes de que comenzara el rodaje de La mujer de Petrovka el actor británico buscó por todas las librerías de Londres la novela de George Feifer en la que se basaba el guión, pero no consiguió encontrarla. Un día, en la estación de metro de Leicester Square encontró precisamente ese libro en un banco. Un par de años más tardes, durante el rodaje de la película, Hopkins tuvo ocasión de conocer al propio Feifer y le refirió la anécdota. La sorpresa del escritor fue mayúscula porque el había perdido un ejemplar de la novela exactamente por las mismas fechas. 

No fue difícil deducir que se trataba del mismo ejemplar, ya que Feifer había llenado el libro de anotaciones en los márgenes. En fin, existen muchísimos más ejemplos sorprendentes de sincronicidad.  

Se han relatado varios casos de sincronicidad, como el de Bobby Leach, que sobrevivió a una caída por las cataratas del Niágara para morir pocos años después al resbalar con la cáscara de una naranja; o el del rey Humberto I de Italia, que se encontró con su doble el día antes de su muerte. Y tampoco hay que olvidar la serendipia, un concepto que también guarda una estrecha relación con el de la sincronicidad.



sábado, 2 de febrero de 2019

Decisiones

La toma de decisiones es una capacidad puramente humana propia del poder de la razón unido al poder de la voluntad. Es decir, pensamiento y querer se unen en una sola dirección. El pensamiento es como la luz que aporta claridad al corazón y la voluntad guiada por esa luz persigue la elección correcta. La toma de decisiones muestra la libertad personal de cada ser humano que tiene el poder de decidir qué quiere hacer.

Proceso de reflexión, que no hay que apresar

Tomar una decisión es un proceso reflexivo que requiere de tiempo para valorar distintas opciones y también, las consecuencias de cada decisión. Con frecuencia, las personas se exigen demasiado a sí mismas cuando quieren tomar una decisión y aspiran a acertar en su elección cuando en realidad, en la vida, no importa el camino que tomes porque siempre vas a asumir riesgos.
Pero además, merece la pena recordar que no existe un único camino correcto. Por otra parte, también es aconsejable recordar que tomaste una decisión de acuerdo a tu madurez de aquel momento, por tanto, hiciste las cosas lo mejor que supiste.

Consultar la experiencia de otras personas

Todo ser humano tiene los recursos internos necesarios para tomar decisiones, sin embargo, las personas también tienden a buscar apoyo externo en la toma de una decisión importante. Por ejemplo, el consejo de un amigo, un proceso de coaching, la ayuda de un mentor...
Cada día tomamos decisiones en nuestra vida. Algunas son trascendentales y otras son muy rutinarias y cotidianas, sin embargo, todas ellas influyen de manera directa en nuestra felicidad porque en cada decisión nos acercamos o nos alejamos de nuestros objetivos. Este es un buen criterio a la hora de tomar una decisión: valora si ese paso te acerca o te aleja de tu objetivo.

Los padres deben dejar que sus hijos decidan por sí mismos, para que aprendan de sus propias experiencias

A la hora de tomar decisiones de una forma efectiva, la experiencia es un grado. Es decir, gracias a todas las vivencias acumuladas en el corazón, una persona puede tomar la elección correcta de una forma más efectiva. Los padres tienen una tendencia natural a la hora de proteger a su hijo de todos los peligros, sin embargo, pronto descubren que no pueden hacerlo y que tienen que dejar los hijos tomen sus propias decisiones por sí mismos y asuman el riesgo de equivocarse porque es así como se aprende.

La decisión más importante que un ser humano puede tomar en su vida es la de ser feliz. Iniciar este camino merece la pena.

Atrapar Desde Pequeño Al Consumidor


La organizaciones cada vez usan más técnicas para fidelizar y llegar a más público, y con la evolución de las nuevas tecnologías y de los sentidos se impulsan para crear nuevos marcadores en la mente de los consumidores que les atraigan, les fidelicen, les creen gusto para que su marca se posicione lo mejor posible en la mente del consumidor.


El objetivo de las organizaciones es difundir los productos e imágenes de su marca lo antes posible y a la más tierna edad, ya que de esa manera  consiguen un reconocimiento temprano de la marca, pero no sólo eso, si no que aquellos niños que recuerden el slogan concreto de la marca serán propensos a consumir en un futuro dicha marca. Un ejemplo de esto son los juegos  gratuitos que se ofertan en muchas cajas de cereales. 

Ese juego gratuito lo que hace es crear un vínculo  con los pequeños, convirtiendo el juego en un contenido viral y sorteando muchas barreras impuestas en la publicidad sobre anuncios a menores,  quedando así plasmado que logos son más fáciles de recordar para los más pequeños de la casa.

Desde El Holocausto


El hombre en busca de sentido. 

Viktor E. Frankl era antes de la guerra un reputado neurólogo y psiquiatra de una familia de origen judío. En los campos de concentración en los que fue internado, era solo el prisionero 119.104: allí los prisioneros solo tenían la existencia desnuda, la identidad reducida a un número. El psicoanalista Erich Fromm señaló en su ensayo Tener y ser que, si basamos nuestra existencia en el tener, cuando todo se nos arrebata, nada somos. Si basamos nuestra vida en el ser, nos quedan las experiencias humanas, independientes de las cosas materiales. De la existencia desnuda de los prisioneros surgen dos actitudes: una vuelta al primitivismo más salvaje e individualista o un regreso a lo que nos hace humanos.

Viktor E. Frankl relata cómo, aun en las circunstancias más adversas, permanece la esperanza y solo los fuertes sobreviven, pero no los fuertes en el sentido físico sino aquellos que tienen una vida interior más desarrollada en la que poder refugiarse. Podían arrebatar todo a los prisioneros excepto sus recuerdos y su capacidad de soñar. Ningún poder de la tierra podrá arrancarte lo que has vivido. Esas ensoñaciones eran una tabla de salvación entre los barracones y la tierra helada en la que, aun así, se podía encontrar una brizna de belleza:

"De vez en cuando levantaba la vista al cielo y veía diluirse las estrellas al primer albor rosáceo de la mañana que comenzaba a mostrarse tras una oscura franja de nubes. Mi mente se aferraba a la imagen de mi mujer, a quien vislumbraba con extraña precisión. La oía contestarme, la veía sonriéndome con su mirada franca y cordial. Real o no, su mirada era más luminosa que el sol del amanecer. (…) Por primera vez en mi vida comprendí la verdad vertida en las canciones de tantos poetas y proclamada en la sabiduría definitiva de tantos pensadores. La verdad de que el amor es la meta última y más alta a que puede aspirar el hombre. Fue entonces cuando aprehendí el significado del mayor de los secretos que la poesía, el pensamiento y el credo humano intentan comunicar: la salvación del hombre está en el amor y a través del amor."

La visión de Frankl del rostro de su esposa recuerda a los que son considerados como los versos de amor más hermosos de la literatura francesa medieval. Perceval se levanta una mañana en la que el cielo está cubierto de nieve. Un halcón ha herido a unas ocas y han caído tres gotas de sangre sobre la nieve:

"La sangre y la nieve juntas le asemejan los frescos colores del rostro de su amiga quedando absorto en ese pensamiento ya que en su cara se mostraban el color rojo sobre el blanco de la misma manera que las tres gotas de sangre se aparecían sobre la blanca nieve. La contemplación en la que estaba sumido le placía tanto porque le parecía que estaba viendo el color de la faz de su hermosa amiga". 


Pero ahora ya no es un caballero el que se abstrae en la contemplación de la amada, es un prisionero en un campo de concentración. No es un prado cubierto de nieve blanca, es un paisaje hecho de fango. Sin embargo, la experiencia estética, precisamente por escasa y breve, se hace más intensa y adquiere connotaciones casi epifánicas, místicas, platónicas y panteístas. Frankl recupera el sentimiento amoroso como tabla de salvación en medio de la barbarie. Es el amor que salva, el amor que redime, que eleva y que da sentido a la vida, y que demuestra que, a pesar de las fuerzas oscuras que intentan aplastar al espíritu humano, el corazón puede albergar en su interior algo mucho más digno y hermoso que cualquier ideología fanática.

Viktor E. Frankl encuentra que sigue existiendo libertad de actitud en pequeños actos humanitarios: los prisioneros que iban de barracón en barracón consolando a los demás, dándoles el último trozo de pan que les quedaba o uno de los guardianes del campo que proporcionó medicinas de su propio bolsillo a los enfermos del campo. Pequeños actos de humanidad, pequeños trozos de belleza que se engrandecen en medio del horror. Al igual que en la caja de Pandora, después de ese horror desatado solo queda la esperanza, como una pobre polilla acurrucada en el fondo, resistiéndose a quedar encerrada y pugnando por salir a pesar de la barbarie, a pesar de las torturas, a pesar de la degradación.

viernes, 1 de febrero de 2019

Confianza Y Aplomo


Dentro de un contexto de la persona segura de sí misma la confianza y el aplomo, pueden ser consideradas palabras sinónimas  si bien la primera está más referida al ánimo de creer más en los talentos y capacidades propias y la segunda tiene que ver con la serenidad a la hora de actuar.

 Ambos conceptos son características inherentes a una persona con alto grado de inteligencia emocional y por ende empática.

Pero la seguridad y el aplomo no son algo que  pueda conseguirse de la noche a la mañana, mucho menos para personas que nunca se han preocupado por su control mental y siempre han estado más preocupadas por el camino de sus  semejantes que el del propio.

 No hay otra forma de desandar ese camino de inseguridad personal que hacer un plan serio para cambiar de mentalidad.

 El esquema mental que hasta ahora les ha guiado debe ser cambiado en sus bases principales: rutinas, costumbres, ideas, creencias, desidia, taras.

 Un cambio de hábitos desde la forma de pensar ante cada imagen que se ve y actuar ante cada circunstancia que se presenta.

 Una autoprogramaciòn mental no es fácil de lograr pero es posible si se está movido por la fe y la perseverancia  más incluso que el conocimiento que siempre es algo deseable.

 Si se tiene fe se tiene un arma fundamental para lograr tener confianza en sí mismo. Con la fe y la perseverancia cada cosa que hagamos por superarnos  tendrá su recompensa.

 La fe nos da la motivación y ya con esta última, cada cosa que hagamos por ser una persona segura, funcionará.

Podrás incluso escoger la forma o los recursos para auto programarte: podrías elegir  leer cientos de libros; autosugestionarte; dejar que un gurú te oriente; practicar meditación o yoga; cambiar de hábitos radicalmente; hacer una lista de sueños en tu diario; orar al santo de tu predilección o a Dios. Podrías combinar cualquiera de esas opciones a tu gusto.

 Cualquier cosa que desees la puedes conseguir en realidad siempre que tengas fe en los medios que utilices para conseguir tus metas  ¿Por qué no empiezas con obtener esa confianza y aplomo que deseas? 

 Será un viaje extraordinario a través de los pensamientos positivos y optimistas de la mente guiados por la fe que es una virtud tan imprescindible como misteriosa.

 Terminamos este post recordando una frase del gran escritor y parapsicólogo francés  Paul Clement Jagot en su libro “Autosugestión y Sugestión” de comienzos del siglo XX:

“Son los pensamientos optimistas y positivos los que conviene retener, contemplar y desarrollar. Aparte su valor estimulante en el trabajo y los negocios, previenen todo desorden psíquico y físico. 

Nada facilita más a estos pensamientos que un objeto bien definido y un plan de existencia seriamente elaborado para llegar con los años al éxito, después de muchos estados progresivos que se procurará alcanzar sucesivamente. 

Se evita así pensar y vivir con esa incoherencia madre de todos los desórdenes”


Identidad Colectiva

Vascos
Identidad Colectiva
A partir de documentos, interpretaciones de datos y acontecimientos históricos la identidad colectiva vasca se ha ido simplificando hasta verse reducida a un conjunto de rasgos diferenciales con un alto contenido simbólico. Como toda identidad colectiva, posee un centro simbólico en el que se sitúa determinado rasgo o conjunto de rasgos, que son utilizados como elementos capaces de marcar límites y fronteras en relación con otros grupos.

Estos rasgos de adscripción son utilizados como diacríticos para generar solidaridad hacia el interior, y construir un hilo de memoria en el que se puedan reconocer la mayoría de sus miembros. Durante mucho tiempo, la identidad colectiva vasca ha descansado sobre un pasado remoto y, en parte, desconocido digno de respeto y admiración, posibilitando la idealización de una sociedad tradicional arraigada en lo pre moderno. Con el proceso de urbanización e industrialización que comienza en el siglo XIX y, sobre todo, se profundiza en el XX, esa imagen se transforma muy ligeramente, permaneciendo con leves cambios hasta la segunda mitad del siglo XX.

El nacionalismo vasco, con distintos matices, ha asumido e incorporado en su definición de la identidad vasca esos rasgos. Las condiciones políticas excepcionales de la dictadura posterior a la guerra civil (1936-1939) y durante las primeras décadas de la transición a la democracia posibilitaron la emergencia de una imagen de lo vasco que sin romper con la anterior profundiza el estereotipo de pueblo resistente a la opresión. Los últimos años han dado paso a una imagen más compleja de lo vasco que durante mucho tiempo se ha negado u ocultado.

47A partir de documentos, interpretaciones de datos y acontecimientos históricos la identidad colectiva vasca se ha ido simplificando hasta verse reducida a un conjunto de rasgos diferenciales con un alto contenido simbólico. Como toda identidad colectiva, posee un centro simbólico en el que se sitúa determinado rasgo o conjunto de rasgos, que son utilizados como elementos capaces de marcar límites y fronteras en relación con otros grupos. Estos rasgos de adscripción son utilizados como diacríticos para generar solidaridad hacia el interior, y construir un hilo de memoria en el que se puedan reconocer la mayoría de sus miembros. Durante mucho tiempo, la identidad colectiva vasca ha descansado sobre un pasado remoto y, en parte, desconocido digno de respeto y admiración, posibilitando la idealización de una sociedad tradicional arraigada en lo premoderno. 

Con el proceso de urbanización e industrialización que comienza en el siglo XIX y, sobre todo, se profundiza en el XX, esa imagen se transforma muy ligeramente, permaneciendo con leves cambios hasta la segunda mitad del siglo XX. El nacionalismo vasco, con distintos matices, ha asumido e incorporado en su definición de la identidad vasca esos rasgos. Las condiciones políticas excepcionales de la dictadura posterior a la guerra civil (1936-1939) y durante las primeras décadas de la transición a la democracia posibilitaron la emergencia de una imagen de lo vasco que sin romper con la anterior profundiza el estereotipo de pueblo resistente a la opresión. 

Los últimos años han dado paso a una imagen más compleja de lo vasco que durante mucho tiempo se ha negado u ocultado. Aunque es necesaria mayor profundización en esta idea, mediante la ampliación de futuras investigaciones, aportando más indicios y productos culturales que reflejen los estereotipos de la identidad vasca y sus cambios, consideramos que este artículo contribuye a repensar las relaciones entre identidad colectiva, cultura y política en contextos de modernidad avanzada.


El Querer Ser

Metafísica
El Querer Ser


El que las cosas son constituye uno de los elementos esenciales de la metafísica, porque si no tuvieran ser no sería posible realizar ninguna ciencia sobre lo que no es. La aproximación intelectual de la metafísica se realiza desde el cómo son las cosas, porque sin especificación sería imposible hacer ciencia, ya que todo sería uno mismo, e incluso para tener conocimiento del ser de ese uno habría sido preciso realizar una especificación para conceptuarlo como ser. 

Admitida un metafísica del ser, que contempla asimismo los procesos mentales del conocimiento del ser, otro estadio a estudiar corresponde al de la necesidad de la realidad de las cosas y su determinación para ser. ¿Puede lo que es querer ser o querer dejar de ser? La respuesta a esta cuestión metafísica será trascendental, entre otras muchas ciencias, a la etología en lo referente a la naturaleza de la libertad. 

Para que algo que es pueda ser especificado desde el querer ser es necesario que ese algo pueda ser abarcado y reducido por sí o por otro ente que lo justifique, no en su ser, sino en su permanencia en el ser, ya que lo que es no puede ser cuestionado en su ser -en todo caso en su modo de ser- pero cabe admitir si su ser puede ser aniquilado, dejando de ser, y si ese acto puede ser propio o necesariamente externo.
 
El punto de partida para la configuración del proceso de aniquilación del ser de cada cosa radica en la concepción misma del ser propio, ya que, si se atiende a su esencia o naturaleza, cada cosa es según su especificación, y ésta lo es como resultado de una caracterización que hace que que cada cosa que es sea distinta a las demás, bien por la  esencia que comporta o por la singularización material. 

Entender el ser de la entidad de cada cosa fuera de su realidad no deja de ser una abstracción metafísica, ya que todo lo que es, porque tienen realidad, es; y todo lo realmente conocido son sustancias compuestas cuya convergencia de sus partes la configuran en un modo de ser, sin que ninguna de ellas haya podido ser simple o carente de composición. Hasta las partículas más atómicas, cada una de ellas con su ser propio, a su vez admiten composición. 

El ser de cada sustancia supone su máxima perfección, porque da realidad a la culminación de un proceso de composición cuyos elementos son también realidades sustanciales con propio ser. Esta composición de la materia que genera sucesivas sustancias podría mostrarse como de creación de nuevos seres, pero ello no parece que sea cierto, ya que más bien lo que se produce en la composición es el compromiso del ser propio de cada sustancia componente para constituir otra nueva soportada en el mismo ser. 

La concepción física, en cuanto que se rige por leyes determinativas, no permite a los seres querer no querer su ser, dado que cada objeto, desde el átomo al universo, siguen la necesidad que le marca una ley. No obstante puede admitirse que un objeto, aunque no pueda no querer su ser, sí pueda no querer otro ser que le sea ajeno, lo que será posible siempre que pueda abarcar y comprender la realidad externa hasta el punto de modificar la composición que enmarca una ley y aniquilar el ser de un objeto por la desintegración de las partes que lo constituyen y lo mantienen en el ser. 

De alguna manera, algunos seres vivos, al menos el ser humano, se margina de la determinación absoluta al ser, pues en el conocer su propio ser puede elegir el querer no ser y poner fin a su existencia. Para que este proceso pueda darse habría que admitir que además de la composición material del hombre la conciencia sobre su propio ser tenga un soporte con suficiente autonomía para abarcar la comprensión defectible de ser corporal. El querer no ser del ser humano, que le mueve incluso al suicidio, induce necesariamente a que el sostenerse en la vida también exige, al menos implícitamente, el querer ser, pues ambas deliberaciones se corresponden a un mismo acto intelectual. 

Lo que faltaría por resolver es si en el no querer ser que induce al suicidio se busca expresamente la aniquilación del cuerpo como forma de liberación de la conciencia o como medio de destrucción de esta última. En la medida que el ser del ser humano es aprehendido por la conciencia, puede considerarse como algo reducido por  la misma, por la que ella habría de tener un modo de ser más amplio que el correspondiente al cuerpo, lo que exigiría no una composición, sino una unión entre lo que configura el ser material y la propia conciencia, que haría posible no quererse en el propio cuerpo.