martes, 17 de septiembre de 2019

Todos Por Uno


Suiza no tiene un lema definido en su constitución o en sus documentos legales. La frase, en sus versiones alemanas ("Einer für alle, alle für einen"), francesas ("un pour tous, tous pour un"), e italianas ("Uno per tutti, tutti per uno"), se popularizó durante el siglo XIX, cuando tras las lluvias de otoño de 1868 en los Alpes, las autoridades lanzaron una campaña de ayuda bajo ese lema, usándolo a propósito para evocar un sentido de unidad nacional en la población del joven país (Suiza era una república federal desde hacía sólo veinte años antes y la última guerra civil en Suiza había sido en el año 1847).

Se imprimió el lema en los periódicos de todo el país para usarlo como propaganda. La frase se asoció cada vez más con las historias de la fundación de Suiza, que también tienen en la solidaridad un tema central, al punto que el lema se escribió en el Palacio Federal en 1902. Desde esa época, se considera como el lema del país. Políticos de todas regiones y todos los partidos políticos lo reconocen como el lema nacional de Suiza.

El famoso juramento de unión y auxilio mutuo de ¡Todos para uno y uno para todos! bien que podría aplicarse en el entendimiento e implementación de la próxima agenda para el desarrollo sostenible que será aprobada próximamente por los Estados miembros de la ONU.

La frase de la novela Los Tres Mosqueteros viene a mano a la hora de entender que la interdependencia e integración será crucial para el éxito de los 17 Objetivos que se establecerán.
Para alcanzar esta ambiciosa propuesta se requerirá de un nivel sin precedente de cooperación que permita la máxima explotación de los recursos financieros y de conocimientos disponibles.
Un ejemplo que ilustra esta afirmación es el Objetivo 15 vinculado a la protección de la naturaleza. Este pide restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica.

Los mosqueteros arden en su tumba viendo como hemos destrozado su lema. Esta carrera de la individualidad te hace mirar hacia delante pero no a tu alrededor, enfocándote en el qué y perdiendo de vista el con quién. Se nos podría aplicar a todos el famoso dicho de “el árbol no te deja ver el bosque”. Y es que nos centramos en lo importante perdiendo de vista lo esencial.

Desvinculados de nuestro propósito, navegamos sin rumbo y encontramos en el entretenimiento una forma de búsqueda, que a veces nos pierde más. La carrera del sin sentido continúa rumbo a ningún lugar, donde el aburrimiento y su hermano mayor la depresión campan a sus anchas.
Esta forma de vida en la que preferimos mantener encendida la televisión y apagada la conciencia consigue adormecer nuestros impulsos y en lugar de perseguir sueños con ilusión buscamos metas con sacrificios. 

Y mientras, sobrevivimos como podemos, buscando y valorando más lo de fuera que lo de dentro. El “nadie es profeta en su tierra” y el “titulismo” marcan nuestra forma de mirar y de encasillar a los demás, haciendo de la parálisis por análisis nuestro credo. Y en cuanto a viajar se refiere, mientras más lejos sea el viaje más grandioso se considera. 

Todo ese foco en lo externo, lo lejano, lleva irremediablemente a ese estilo de vida de fuera hacia dentro que tanto nos hace perder nuestro centro y nuestra serenidad.

Empieza por parar y contemplar con quién estás y no tanto lo que te falta por alcanzar. Por admirar y apoyar a todas esas personas que en tu alrededor están tratando de vivir con lo que pueden y saben hacer.  A hacer escapadas hacia tus adentros, no sabes la de recovecos poéticos que puedes encontrar. A tener una vida en la que prime el “si tú estás bien yo también estaré bien”. Comenzando con nuestro círculo más pequeño, el importante, el que se encuentra dentro y no fuera.

Una conversación verdadera puede resolver más problemas que cualquier terapeuta pero la cuestión es que esta rapidez con la que vivimos viene acompañada de sordera crónica. Poco se escucha y mucho se habla sin decir nada, entrando en un círculo vicioso del que ninguno se beneficia.
Estamos entrando en la era de la conciencia, de saber que todos importamos y aportamos y que si no nos ayudamos entre nosotros nos vamos al garete. Quizás debamos empezar por escucharnos un poco y valorarnos más, porque dentro de cada persona habita la verdadera universidad de la vida, así que o aprendemos a estudiarnos o siempre estaremos más lejos que cerca de lo esencial y de una vida más sencilla y solidaria.


Depende De Cada Uno


“Felicidad es la experiencia de alegría, satisfacción o bienestar positivo, combinada con la sensación de que nuestra vida es buena, tiene sentido y vale la pena" (Sonja Lyubomirsky).
De acuerdo con la doctora Sonja Lyubomirsky, experta en Psicología social, la felicidad es un bienestar subjetivo. Es decir, que lo que puede dar felicidad depende más de la persona que del hecho en sí. Ella considera que nuestra felicidad depende de tres puntos básicos:

 Las circunstancias de nuestra vida

Me había preguntado muchas veces por qué existen personas que en apariencia tienen todo en la vida: una gran familia, amor, salud y una buena situación financiera, pero, aun así, no son felices. La respuesta es simple: solo diez por ciento de nuestra felicidad depende de todas estas circunstancias. ¿Sorprendido? Yo también lo estuve al leer estas afirmaciones en el libro de esta psicóloga, Los cómos de la felicidad (The how of hapiness).
Según sus teorías, esto se debe a lo que se llama “adaptación hedónica”. En palabras simples y claras: las personas nos acostumbramos muy rápido a las cosas buenas. Si camino por la calle de mi ciudad, en un día de verano, donde la temperatura alcanza más de 40 grados centígrados, al llegar a un lugar en el que haya un buen sistema de refrigeración (aire acondicionado), es probable que en media hora me esté quejando de lo frío que está el lugar.
De igual manera las personas dejan de apreciar que tienen un buen matrimonio, o una buena salud. Es algo que se han acostumbrado a ver tan normal que no les es fácil apreciarlo. Sin embargo, científicos como Michael McCullough, profesor de Psicología en la Universidad de Miami, que ha llevado a cabo diversos estudios sobre los pensamientos positivos, ha encontrado que las personas más propensa a expresar gratitud por las cosas buenas en sus vidas, son más felices.
Si lo que nos hace felices va más allá de nuestras circunstancias de vida, ¿qué es lo que dispara o detiene nuestra felicidad? En la teoría científica se afirma que la genética lleva una gran parte de la responsabilidad en nuestra felicidad; hasta 50 por ciento. Se considera que las personas conciben los logros a su alrededor de una forma diferente dependiendo de sus genes.
Pero todo esto, según la doctora Lyubomirsky, no es más que un “punto de ajuste” (set point), justo como lo puede ser la disposición genética a engordar: hay gente que tiene que luchar con el peso cuidando su alimentación o su ejercicio, mientras que otros, sin cuidarse, mantienen una figura delgada. Así que, con disciplina, es posible que se puedan vencer esas predisposiciones biológicas. Esto nos llevaría a explorar el tercer punto.
Si mi predisposición genética me hace engordar, entonces tomo las riendas de esta situación con un plan de ejercicio y dieta que me mantenga sano. De la misma manera, tengo que aprender a estar en forma para la felicidad. Es sencillo. De acuerdo con esta psicóloga, debemos controlar nuestros pensamientos y sentimientos, transformarlos en sentimientos positivos. Esto significa que debemos trabajar en “actividades intencionales”. Pero, ¿qué tipo de actividades deliberadas debo realizar para ser feliz?
La doctora Lyubomirsky sugiere doce actividades. Yo me atreví a clasificar estas actividades en cuatro ámbitos de nuestra vida:

1Espiritualidad

Ser agradecido, Practicar actos de bondad, Cultivar el optimismo, Aprender a perdonar, y Practicar la religión y la espiritualidad.

2. Sociabilidad

Cultivar relaciones sociales, y Evitar el pensar demasiado y la comparación social.

3. Saber vivir

Desarrollar estrategias para enfrentar todas las situaciones, y Saborear las alegrías de la vida.

4. Desarrollo profesional y personal

Incrementar experiencias que nos hacen fluir, Cumplir tus objetivos, y Cuidar tu cuerpo (incluye desde la actividad física hasta una actitud positiva).
De todas estas actividades debemos elegir las que nos satisfagan más y ajustarlas a nuestra vida. Podemos hacerlos nosotros mismos.
En lo personal, si tuviera que elegir las que considero más importantes en cada una de las áreas de mi vida, optaría por: ser agradecido, cultivar las relaciones sociales, saborear las alegrías de la vida y cumplir mis objetivos. ¿Por qué? De manera simple, porque incluyen a mi familia, a mis amigos, mi trabajo y a Dios dentro de mi vida.

Un Motivo



 ¿Por qué estás aquí? ¿Cuál es el motivo de tu existencia?

¿Y por qué eres cómo eres? ¿Por qué tienes unas determinadas características personales y no otras? ¿Es solo cuestión de buena o mala suerte?

Todos nos hemos hecho estas preguntas alguna vez. Lo que pasa es que tendemos a creer que no tienen respuesta. Que la vida no tiene ningún sentido especial, y no que no estamos aquí por ningún motivo concreto.

Cuando no sabemos cuál es la función de una cosa, podemos intentar descubrirla a través de su forma. Es decir, si miramos un objeto desconocido, podemos intentar descubrir para qué sirve analizando cómo es. ¿Tiene ruedas? ¿Es grande o pequeño? ¿Tiene algún mecanismo? A través de estas y otras preguntas, podemos ir deduciendo cuál es su función.

Esto mismo lo puedes hacer contigo mismo. Puedes analizar tu forma como persona: ¿cómo eres? ¿Qué habilidades tienes? ¿Qué te gusta? ¿Qué sabes hacer mejor? Todas estas cuestiones hacen referencia a tu manera de ser, y apuntan en una dirección: tu lugar en el mundo.

Los sentimientos son una parte importantísima de nuestra vida que, desgraciadamente, a menudo dejamos en segundo plano. Pensamos que la razón es mucho más sólida y fiable, cuando la realidad es todo el contrario: los sentimientos son los que realmente saben cuál es nuestro camino.

Al fin y al cabo, ¿de qué va la vida? ¿De trabajar? ¿De formar una familia? ¿De luchar para sobrevivir? Bien, un poco sí que va de todo esto, pero detrás hay un objetivo mucho más básico: sentirse bien. Esta es la finalidad principal de la vida; es lo que todos queremos conseguir.
Y los sentimientos son los que saben qué es lo que nos hace sentir bien. En el fondo, nos están marcando un camino; nos están diciendo qué tenemos que hacer para ser felices.

¿Qué te gusta hacer? ¿Qué experiencias quieres vivir? ¿De que te gustaría trabajar? ¿Con qué tipo de personas quieres relacionarte? Las respuestas a este tipo de preguntas te están indicando cuál es tu lugar al mundo.

Simplemente escuchando nuestros sentimientos, podemos ver claramente cuál es nuestro lugar en el mundo. Una persona que está conectada con lo que siente no tiene nunca ninguna duda. Pero esto no siempre es fácil, ¿verdad? Por esta razón, es útil analizar también nuestras capacidades.

¿Qué se te da bien? ¿Qué habilidades tienes? Si respondes a estas preguntas, verás que tus capacidades también indican un camino: el de las cosas que sabes hacer mejor. ¡Y este camino coincide con lo que te gusta hacer! No es  por casualidad, el universo es muy sabio.
Así pues, tu lugar en el mundo es la respuesta a dos preguntas: “¿qué te gusta?” y “¿qué  sabes hacer?”.
Estás preparado para hacer aquello que más te gusta. Esto es lo que has venido a hacer a la Tierra, y lo que el universo espera que hagas.

Indaga profundamente en tu interior cuál es tu sino, cuáles son tus talentos, cuales los lenguajes con los que ansias expresarte, y luego actúa. No te limites a una sola forma de expresión, emprende la aventura de descubrir de cuantos modos puedes llegar a los demás con tu mensaje. Cada conducta es una forma de manifestación, no te limites al desempeño de un único papel en tu vida. Cambia, amplía tu experiencia, pruébate en cosas nuevas, ensaya algo distinto en tu casa, en tu trabajo, en tus pasatiempos, en la forma de vincularte con los demás, en tu búsqueda de Dios y en el modo de amar a los que amas.


lunes, 16 de septiembre de 2019

Dentro De Cada Uno


Dentro De Cada Uno

Si cuando estoy mal me recuerdas lo oscuro que está el cielo hoy o el frío que hace, vete.
Si cuando estoy mal no me dices que siempre hay luz al final del túnel, que siempre hay una salida y que podemos deshacernos de las pesas que nos mantienen en el fondo, apártate de mí. Porque sí, porque no te necesito y no te quiero cerca, porque no me aportas nada y a día de hoy necesito a gente que me de vida.

Apártate si eres gris, negro o blanco porque yo quiero ser de colores, vivir sin límites y rodearme de gente que tampoco crea en ellos. Quiero gente a mi alrededor que ni los vea ni los busque y que si lo hace, sea sólo para saltárselos a lo grande, para poner una cinta métrica y mostrar al mundo cómo de alto y de largo pueden ser sobrepasados. Quiero gente infinita a mi alrededor, quiero gente que crezca, que crezca mucho y en todos los sentidos, que se hagan tan altos y grandes que conozcan el olor de las nubes y el frío que hace cuando superas esa altura. Quiero gente capaz de abrazar la Tierra y la luna. Quiero gente sin miedo, gente diferente, valiente y con mucho brillo en los ojos porque ese tipo de gente es la que hace que te tires de cabeza y sin bañador en busca de tus sueños. Sin seguros ni salvavidas, sólo con la certeza irracional de que serás capaz de nadar.

Quiero gente que me enseñe el valor del trabajo, de las risas, quiero gente que brille y me haga brillar. Quiero gente que trasmita, que sepa cuándo debe mantener los modales y cuando perderlos. 
Gente loca, gente de esa que aún cree que los sueños están para cumplirse y que las miradas pueden decir más cosas incluso que las palabras. Gente que se atreva.

En definitiva, y como dijo Rayden, yo lo que quiero es gente que aporte, que aporte mucho porque si no lo haces, te puedes ir en silencio y sin hacer mucho ruido por dónde has venido.

Siempre cuando escucho la frase “por lo menos lo he/ha intentado” se me ponen los pelos de punta. El uso de esta palabra implica el fracaso. Intentar es asumir que no lo vas a conseguir. ¿Has escuchado que el éxito empieza en tu cabeza? No lo intentes, simplemente hazlo. Si no sale a la primera repite y hazlo otra vez pero no te limites nunca a simplemente intentarlo.

En la vida no falta el tiempo sino las prioridades. Asume que no puedes hacerlo todo en la vida. Es el primer paso para ser más feliz. No digas que no tienes tiempo cuando en realidad no quieres realizar el “esfuerzo” que supone hacer deporte, quedar con amigos, perder peso, aprender un idioma, etc.


La Fuerza Interior


Todos hemos soñado, en algún momento, con ser los protagonistas de los viajes y aventuras de las novelas de Julio Verne pero, ¿habríamos tenido valor para ello?.El autoconocimiento emocional (o el conocimiento de uno mismo) es la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, y constituye un factor esencial en la inteligencia emocional. Es una especie de "Viaje al centro de ti mismo". ¿Te atreves? 

Nuestras emociones pueden proporcionarnos información valiosa sobre nosotros mismos, sobre otras personas y sobre determinadas situaciones.

Si escuchamos la información que nos proporcionan las emociones, podemos modificar nuestras conductas y pensamientos con el fin de transformar las situaciones.  Y no me refiero únicamente al ámbito personal, las emociones desempeñan también un papel importantísimo en el ámbito laboral. 

De la ira al entusiasmo, de la frustración a la satisfacción, cada día nos enfrentamos a emociones –propias y ajenas- en el trabajo.

La clave está en hacer que nuestras emociones trabajen en beneficio propio, de modo que nos ayuden a controlar nuestra conducta y nuestros pensamientos para obtener mejores resultados.

El autoconocimiento emocional (o el conocimiento de uno mismo) es la capacidad de reconocer un sentimiento en el mismo momento en que aparece, y constituye un factor esencial en la inteligencia emocional. Ser consciente de uno mismo es ser consciente de nuestros estados de ánimo y de los pensamientos que tenemos acerca de esos estados de ánimo.

“De todos los conocimientos posibles, el más sabio y útil es conocerse a sí mismo” - William Shakespeare

La persona consciente de sí misma es consciente de sus estados de ánimo. Son personas que conocen bien las facetas de su personalidad, saben qué están sintiendo y por qué, comprenden los vínculos existentes entre sus sentimientos, pensamientos, palabras y acciones, conocen el modo en que sus emociones influyen en su rendimiento.

Son conscientes de sus puntos fuertes y de sus debilidades. Son sensibles al aprendizaje de la experiencia, a los nuevos puntos de vista, a la formación continua y al desarrollo de sí mismos. 

Y, muy importante, están abiertas a la crítica sincera y bien intencionada y cuentan con un sentido del humor que les ayuda a tomar distancia de sí mismos.


Caritativos


Definición de caridad. Caridad es un término que sirve para definir una virtud teologal perteneciente a la religión cristiana, que consiste en amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo. Se trata de un amor desinteresado que surge por el mero deseo de darse a los demás sin pretender nada a cambio.

Para el cristianismo, la caridad es una de las tres virtudes teologales, junto a la fe y la esperanza. El cristiano ama a Dios por Él mismo y a su prójimo por amor de Dios. La caridad implica que el fin de todas las acciones es el amor.

A partir de este sentido, el concepto de caridad también se utiliza para hablar del auxilio que se presta a los necesitados, siendo una obra de caridad la acción desinteresada de un individuo en favor de otro que se encuentra desamparado. 

A simple vista, un acto que puede surgir de la compasión y el respeto por el otro, puede convertirse en una obra dañina para la propia persona en el primer caso o para toda la sociedad, en el segundo.

La caridad es sufrida. Frase sencilla pero profunda. Hay que sufrir si uno desea que los otros nos sufran también a nosotros para darse cuenta qué alejados estamos en realidad de la caridad perfecta, de la auténtica misericordia, de la humildad extrema. Hoy esta simple frase me adentra en una idea: tengo que aprender a sufrir cada día con paciencia por muy molestas que sean las flaquezas, defectos, debilidades o fragilidades de los otros porque yo también tengo demasiadas imperfecciones que los otros deben sufrir a costa mía. 

Me pongo hoy en el lugar de mi prójimo, de ese que no soporto, y considero cómo desearía que él me tratase si yo tuviera sus mismos defectos, debilidades y flaquezas. 

La caridad es sufrida, pero comienza por uno mismo.

La caridad de los Estoicos

El Estoicismo, unan antigua escuela de pensamiento que data de alrededor del 300 AC, y que estaba vigente en los primeros siglos de la era cristiana, es citada en ocasiones como una línea pre-cristiana de pensamiento que de hecho recomendaba hacer el bien al otro sin esperar nada a cambio.
Para estar seguros, los estoicos sí enseñaban que el buen hombre era un ciudadano del mundo que disfrutaba de un espíritu de fraternidad con todos los hombres y por esa razón parece que pueden haber sido mensajeros de la caridad, pero también enseñaban la supresión del sentimiento y las emociones, cosas que eran impropias en un hombre. El hombre no debía ser perturbado por eventos externos, incluso los más trágicos. Pensaban que el hombre posee una maestría personal tan fuerte como para ser capaces de afrontar la peor de las catástrofes con un espíritu de absoluta indiferencia. Y ese fue el espíritu con el que los sabios asistían a los menos afortunados: no era la idea compartir la pena y el dolor de aquellos a los que se ayudaba o hacer la conexión emocional con ellos, sino un espíritu desinteresado y sin emociones de quien simplemente está cumpliendo su deber. 

Por eso Séneca escribió:

El sabio consolará a los que lloran, pero sin llorar con ellos, socorrerá a los afligidos, dará hospedaje a los proscritos y limosna a los pobres,. . . devolverá el hijo a las lágrimas de una madre, salvará a los cautivos de la arena y enterrará incluso al criminal, pero en todo su mente y su semblante permanecerán serenos. No sentirá tristeza. Ayudará, hará el bien, porque ha nacido para ayudar a sus hermanos, para obrar el bienestar de la humanidad y para darle a cada uno su parte. . . Su semblante y su alma no mostrarán emociones mientras observa las piernas atrofiadas, los harapos, la postura doblada y descarnada del mendigo, pero ayudará a los que valen la pena y, como los dioses, su inclinación será para con los miserables. . . Solo los ojos enfermos se humedecen al contemplar las lágrimas de otros ojos. . .

Proverbios:
Tirarle el hueso al perro no es caridad. Caridad es compartir el hueso con el perro cuando se está tan hambriento como él.
Jack London (1876-1916) Escritor y activista americano

Ciertos hombres de mal corazón creen reconciliarse con el cielo cuando dan una limosna.
Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799) Profesor de física y científico alemán.



Lo Esencial


En lo más profundo de nuestro ser reside nuestra Esencia, una fuerza innata que trasciende los límites de lo físico

Se trata de una inteligencia más profunda y antigua que aquella que rige nuestro desarrollo morfológico, nuestros gustos, nuestro carácter o nuestras aptitudes. 

Es algo que va más allá de nuestro ADN, nuestra educación o nuestro carácter. Algunas culturas lo llaman conciencia, otras culturas lo llaman alma y a mi me gusta llamarlo Esencia. Es la parte del Todo que vive en cada uno de nosotros y nos conecta al universo y sus principios. Nuestra Esencia, además, es la fuente que nutre nuestra brújula interna y constituye la guía principal que debe orientar nuestros pasos en la vida.

Cada persona es cuerpo, es mente y tiene un carácter único e irrepetible. Pero cada persona es también Esencia. Ésta última parte no es más que un testigo silencioso. Es la parte de la Gran Consciencia que yace en nuestro interior y cuyo mayor anhelo es poder manifestarse en todo su esplendor durante su existencia física. 

Nuestra Esencia es la parte de nosotros mismos que nos convierte a todos en hermanos, pues ésta forma parte de un mismo todo cuya sabiduría infinita yace en el fondo de nuestro ser. Pero, a la vez, nuestra Esencia es también aquello que nos hace diferentes, únicos e irrepetibles, pues es allí donde yace la misión que cada uno de nosotros viene a cumplir en este mundo. Una misión propia que cada cual debe encontrar y experimentar en el juego de la vida a través de sus propias circunstancias, entorno y posibilidades físicas.

De hecho, la vida no es más que un gran juego, un gran teatro confeccionado para jugar y aportarnos las más variadas experiencias. Nuestro cuerpo no es más que un medio para que nuestra Esencia pueda experimentar dicho juego. Y la realidad física no es más que un grande e inmenso decorado en el que jugar. Por tanto, juguemos, pero no nos preocupemos tanto por lo externo, es decir, por el medio o por el decorado. 

Nuestro camino y nuestros intereses deberían partir de nuestra Esencia y dirigirse hacia ella a la hora de manifestarse en el mundo físico. Nunca al revés.

Puede que nuestro cuerpo cambie con el paso de los años, al igual que también cambian nuestras circunstancias personales o la forma cómo reaccionamos o nos comportamos ante los sucesos de la vida. Lo que no cambia es nuestra Esencia, la parte inmutable y eterna del ser. 

Cuando converso con alguien sobre este tema, siempre doy el mismo argumento:

“Lo que la persona es, es. No cambia ni cambiará nunca. Sin embargo, si definimos cambiar al hecho de manifestar algo latente que no se manifestaba antes, entonces la persona sí cambia. Pero aquello nuevo que ahora se manifiesta siempre estuvo, siempre estará. Y proviene del potencial infinito que yace en lo más profundo de cada ser”
“La sociedad nos programa para repetir un modelo prefijado pensado para la supervivencia del propio modelo social en lugar de la felicidad y autorrealización de las personas que lo sostienen”

domingo, 15 de septiembre de 2019

Aprender A Leer


"Enseñar no debe parecerse a llenar una botella de agua, sino más bien a ayudar a crecer una flor a su manera", sostiene el lingüista Noam Chomsky.

La falta de interés por la lectura, resulta cada vez más notoria en la población juvenil, son muchas la distintas actividades que realiza un joven durante el día y si las evaluamos resultaría incluso extraño que una de ellas sea leer por “gusto o porque le apasiona”. 

La mayoría de los adolescentes leen por asignaciones, trabajos, evaluaciones, entre otros; notándose que no les provoca interés en informarse o culturalizase sobre distintos temas.

Una de las causas que podrían influir en esta problemática es el costo elevado de los libros o revistas (en algunos casos), esto implica que la población con posibilidad de adquirirlos sea reducida. 

Sin embargo,  hoy día existen múltiples maneras de obtener libros o espacios de lectura mediante la web o visitando las bibliotecas, las cuales están siendo olvidadas por que los lectores son pocos. También, el gusto por otras actividades como los videojuegos, la televisión, o simplemente porque no les gusta, han provocado que el desinterés por la lectura aumente y no sea parte de la rutina de los jóvenes.

La mayor parte del tiempo en que aseguran leer los jóvenes, es durante el período educativo, esto se refleja con el artículo publicado por Celina Peña de la Comunidad y Cultura Local de México en el que se estableció un estudio sobre el poco consumo de los libros o el hábito de leer, donde menciona lo siguiente: “Los jóvenes de 18 a 22 años son los que reportaron mayor actividad lectora con el 69.7 por ciento. Mientras que si ya se han insertado en el ámbito laboral modifican sus hábitos de lectura, disminuyendo el número de lectores considerablemente. Los que menos leen son los jóvenes de 22 a 30 años. 

La conclusión de dicha encuesta determinó que la universidad es el nivel educativo donde se tiene mayor acceso a la lectura”. Estos análisis hacen notar que los jóvenes leen por “el deber y no el querer”, siendo una situación preocupante que se da en muchos países, y mientras la tecnología siga aumentando y ofreciendo nuevos atractivos, el hábito de la lectura disminuirá continuamente y la pobreza cultural de la juventud crecerá.

Bibliografía:
 Bibliografía consultada: Peña, C. (2009). "Desinterés de jóvenes por la lectura", Extraído de: http://www.oem.com.mx/esto/notas/n1281486.htm.

Se la suele definir a la lectura como el proceso de socialización y aprendizaje encaminado al desarrollo intelectual y ético de una persona. Según el grado de concienciación alcanzado, los valores intelectuales, emocionales y sociales pueden durar toda la vida o sólo un cierto período. La educación es fundamental no sólo en el desarrollo del ser humano, sino de una sociedad. Desde hace más de dos décadas, se habla de la crisis educativa.

Se han intentado cambios que no han dado los resultados esperados, si se tienen en cuenta los resultados de las evaluaciones que anualmente se efectúan.

Habría tal vez que volver a formularse las preguntas esenciales: ¿Para qué formamos? ¿Para obtener personas decentes, jóvenes capaces de elegir su futuro, ciudadanos probos, profesionales capaces, dirigentes honestos que trabajen para el bien común, seres económicos, para diseñar estadísticas que muestren resultados positivos? 

"Enseñar no debe parecerse a llenar una botella de agua, sino más bien a ayudar a crecer una flor a su manera", sostiene el lingüista Noam Chomsky.


Expectativas


Seguramente todos seamos la suma de lo que fuimos, más lo que somos realmente, más lo queremos ser y lo que esperan que seamos (deberíamos ser). Somos pasados, presentes, futuros y condicionales, al mismo tiempo.

Lo que más nos condiciona de esto es justamente lo que deberíamos ser y no somos. Muchas veces proyectamos en el otro nuestros deseos, nuestros fracasos, y como el otro no se hace cargo de ellos, porque no le son propios, nos decepcionamos.

Las personas no deberían ser de ninguna manera más de la que ellas quieren ser. 

Y para ser, simplemente hay que ser conciente de lo que fuimos, de lo que somos y queremos ser, y dejar de lado lo que los demás esperan de nosotros. Hay que completar la trilogía pasado, presente y futuro.

Generalmente lo que fuimos es el camino para saber lo que somos. Todo lo que alguna vez hicimos, bien o mal, sirve para querer lo mismo o para cambiarlo. No hay que olvidarse de lo que uno fue y eligió, sino por el contrario, hay que recordarlo para no repetir los mismos errores una y otra vez.

Todo lo que vivimos es lo que nos hace. El pasado es nuestro presente. Todo lo que hicimos es lo que somos. No estoy de acuerdo con la frase todo tiempo pasado fue mejor. Lo mejor siempre es aquí y ahora. Por eso es que dicen que hay que vivir cada instante, porque viviendo cada momento somos lo que queremos ser.

Si nos disociamos, si saltamos del pasado al futuro, sin escala en el momento presente, nos vamos a estar perdiendo una etapa de construcción de nosotros mismos. Y eso pasa, nunca estamos completos porque nos falta la construcción del SER.

Para llegar a construir ese ser, es necesario que veamos que cosas de las que fuimos queremos seguir siendo y que cosas queremos dejar de ser. Es necesario un saneamiento del pasado y redescubrir nuestras heridas. Una vez que hayamos elegido lo que queremos seguir siendo, y desechar lo que ya no nos sirve para ser, es cuando realmente empezamos a ser.

El futuro es algo incierto, es algo que nos genera miedo. Seguramente ese porvenir es lo que nos mantiene siempre a la espera de “algo”. Ahora que leo la palabra espera, puede ser que derive de ESPERANZA. Porque la esperanza nos deja esperando algo mejor. Es otra de las tantas vías del conformismo.

El futuro nos deja atrapados, nos encandila con lo que esta por venir. Pensando en lo que vendrá, no somos. Pensando en lo que fuimos tampoco somos. Sólo somos cuando abarcamos las tres dimensiones, pasado, presente y futuro.


Cuando somos concientes de nuestro pasado y nos hacemos cargo de él, estamos siendo todo aquello que un día fuimos. Entonces podemos ver lo que queremos y dejar de ser aquello que ya no tiene sentido. Y a la vez estamos sembrando lo que queremos ser.


Realidad Y Límites


No aceptar nuestras propias carencias tiene consecuencias limitantes en nuestra relación con los demás y con nosotros mismos.

 Nuestra valía como personas desde la exigencia, se sostiene con alfileres y nos orienta hacia una imagen idealizada de lo que “deberíamos ser”. Esto produce un gran desgaste, ya que la relación que establecemos con nosotros mismos se convierte en una lucha incesante en la que no hay tregua: deberías de…” “tendrías que…” “si no haces esto o aquello eres un…”,….

Con respecto a la relación que establecemos con los demás, esta entelequia nos lleva a manifestarnos como alguien que no somos, escondiendo aquello que no aceptamos de nosotros mismos. Desde esta perspectiva limitante, cuando tenemos frente a nosotros alguien que posee aquello de lo que nosotros carecemos, se despierta la envidia y el rechazo. Por tanto, ni somos honestos al no mostrar nuestra verdadera naturaleza, ni vemos al otro (sólo vemos aquello de lo que carecemos).

Quienes no pueden aceptar sus carencias están presos de la lógica del todo o nada, es decir, si no puedo todo, no valgo nada. En cambio, quienes aceptan sus carencias, están en paz consigo mismos y pueden disfrutar de más ocasiones de placer. No invierten todas sus energías en mostrase “perfectos” (tarea imposible), sino que aprenden a buscar la satisfacción en otras fuentes, aquellas que les permiten explotar sus potencialidades. La parcialidad posible siempre es más satisfactoria que pretender lo absoluto inalcanzable.

 Las víctimas del ideal de perfección son personas que viven la vida con ansiedad, que no cesan en su empeño por tener una “silueta diez”, poseer más y más conocimientos, más bienes, más poder,… La frase que resume este estado de búsqueda incesante de la perfección es “nunca es suficiente”. Cuando se llega al objetivo marcado (perder 5 kg, hacer un nuevo máster, ganar un sueldo extra,….) de nuevo la meta se aleja para dejar una sensación de frustración y vacío enorme. Esta es una búsqueda sin final, porque la verdad es que la perfección no existe, es un ideal, no una realidad. Miento… la perfección es precisamente saberse y conocerse, y aceptar esta realidad “perfecta”, sin aditivos ni conservantes.

Todo esto no quiere decir que renunciemos a evolucionar, a mejorar ciertos aspectos de nosotros mismos. Pero, evolucionar como personas es diametralmente opuesto a destruirnos por un ideal. 
Esto último es algo impuesto. Impuesto por nosotros mismos, para satisfacer a una sociedad que predica ideales de perfección, para satisfacer a nuestros padres, a nuestros amigos,…, en definitiva, para sentirnos aceptados. La aceptación…., a veces se parece tanto a sentirnos queridos…, que nos volvemos adictos a ella. ¿Cuál es el coste?

Nos esclavizamos cuando decretamos que no somos suficientemente bellos si no pesamos x kilos, o que no somos suficientemente buenos en nuestro trabajo si no ganamos x dinero,… La libertad se obtiene desde la elección, no desde la imposición de cánones establecidos.

Reconocer nuestros propios límites y que no podemos con todo, no nos convierte en menos valiosos, sino que nos capacita para pedir y aceptar ayuda sin sufrir por ello. Quienes luchan por abarcarlo todo y pretenden hacerlo además maquillados con una sonrisa, están condenados a la frustración y la impotencia. El ideal de omnipotencia limita a la persona y la aleja de la realidad, empobreciéndola, al dejarla constreñida en su propia fantasía.

Quien es exigente consigo mismo, también lo es con los demás. Esto se hace muy evidente en las relaciones de pareja. Así, quienes tienen un concepto idealizado de cómo habrían de ser ellos mismos, también lo tienen respecto a la pareja. Y aquí es donde le exigimos al otro que cambie para que pueda encajar en nuestro ideal. En este caso, igualmente, matizamos que en una relación siempre se generan ajustes, pero es esencial que se haga desde la libertad de cada uno.



El Universo De La Mente


Es fácil encontrarse a diario, con personas que piensan de manera distinta entre sí.

También es fácil, notar como entre las diferentes mentalidades de las personas, se evidencian algunos patrones. Y con la palabra mentalidad, me refiero a la manera de pensar o reaccionar frente a los eventos cotidianos y quizás, en su debido momento, frente a aquellos sucesos inesperados.

Se dice que cada cabeza es un mundo. de Que cada ser pensante de este planeta, percibe su entorno de manera diferente. Pues lo que cada uno de nosotros vemos como la realidad, ciertamente no es más que la representación del universo, que logra nuestro cerebro darnos a entender.

Ahora bien, si nuestros cerebros interpretan las variables del universo, cada uno a su modo -por decirlo de cierta manera- entonces, porque comúnmente nos encontramos con que las personas tienden a seguir patrones masivos de comportamiento? Y peor aún, patrones de comportamiento irrisorios?

Porque pareciera que mientras más individualistas e independientes predicamos ser, más tendemos a ir en manadas junto con los demás integrantes de nuestra especie, hacia el primer barranco que vemos?

Inténtalo aunque sea una vez; un árbol, o al menos un buen pedazo del cielo, se puede ver en cualquier lugar. 

Ni siquiera tiene que ser un cielo azul; la luz del sol, de un modo u otro, siempre se hace sentir. 

Acostúmbrate cada mañana a mirar por un momento el cielo, y de repente, serás consciente del aire que te rodea, del olor de la frescura de la mañana que se te regala para que lo disfrutes entre el sueño y el trabajo... [Luego] Observa si durante el resto del día permanece en ti un remanente de satisfacción y un toque de convivencia con la naturaleza. 

Poco a poco y sin esfuerzo, el ojo se entrena para transmitir muchas pequeñas delicias, contemplar la naturaleza y las calles de la ciudad, apreciar la inagotable diversión de la vida cotidiana. Desde ese punto, hasta adquirir un ojo artístico totalmente entrenado, queda la mitad más corta del viaje. La principal es la primera: abrir los ojos.

Y con el ver llegan la alegría y el amor y la poesía. El hombre que por primera vez recoge una pequeña flor para poder tenerla cerca mientras trabaja, ha dado un paso hacia la alegría en la vida.

¡Cabeza arriba amigo mío!, y se feliz.