¿Y por qué eres cómo eres? ¿Por qué tienes unas determinadas
características personales y no otras? ¿Es solo cuestión de buena o mala
suerte?
Todos nos hemos hecho estas preguntas alguna vez. Lo que pasa es que
tendemos a creer que no tienen respuesta. Que la vida no tiene ningún sentido
especial, y no que no estamos aquí por ningún motivo concreto.
Cuando no sabemos cuál es la función de una cosa, podemos intentar
descubrirla a través de su forma. Es decir, si miramos un objeto desconocido,
podemos intentar descubrir para qué sirve analizando cómo es. ¿Tiene ruedas?
¿Es grande o pequeño? ¿Tiene algún mecanismo? A través de estas y otras
preguntas, podemos ir deduciendo cuál es su función.
Esto mismo lo puedes hacer contigo mismo. Puedes analizar tu forma como
persona: ¿cómo eres? ¿Qué habilidades tienes? ¿Qué te gusta? ¿Qué sabes hacer
mejor? Todas estas cuestiones hacen referencia a tu manera de ser, y apuntan en
una dirección: tu lugar en el mundo.
Los sentimientos son una parte importantísima de nuestra vida que,
desgraciadamente, a menudo dejamos en segundo plano. Pensamos que la razón es
mucho más sólida y fiable, cuando la realidad es todo el contrario: los
sentimientos son los que realmente saben cuál es nuestro camino.
Al fin y al cabo, ¿de qué va la vida? ¿De trabajar? ¿De formar una
familia? ¿De luchar para sobrevivir? Bien, un poco sí que va de todo esto, pero
detrás hay un objetivo mucho más básico: sentirse bien. Esta es la finalidad
principal de la vida; es lo que todos queremos conseguir.
Y los sentimientos son los que saben qué es lo que nos hace sentir
bien. En el fondo, nos están marcando un camino; nos están diciendo qué tenemos
que hacer para ser felices.
¿Qué te gusta hacer? ¿Qué experiencias quieres vivir? ¿De que te
gustaría trabajar? ¿Con qué tipo de personas quieres relacionarte? Las
respuestas a este tipo de preguntas te están indicando cuál es tu lugar al
mundo.
Simplemente escuchando nuestros sentimientos, podemos ver claramente
cuál es nuestro lugar en el mundo. Una persona que está conectada con lo que
siente no tiene nunca ninguna duda. Pero esto no siempre es fácil, ¿verdad? Por
esta razón, es útil analizar también nuestras capacidades.
¿Qué se te da bien? ¿Qué habilidades tienes? Si respondes a estas
preguntas, verás que tus capacidades también indican un camino: el de las cosas
que sabes hacer mejor. ¡Y este camino coincide con lo que te gusta hacer! No
es por casualidad, el universo es muy sabio.
Así pues, tu lugar en el mundo es la respuesta a dos preguntas:
“¿qué te gusta?” y “¿qué sabes hacer?”.
Estás preparado para hacer aquello que más te gusta. Esto es lo que has
venido a hacer a la Tierra, y lo que el universo espera que hagas.
Indaga profundamente en tu interior cuál es tu sino, cuáles son tus
talentos, cuales los lenguajes con los que ansias expresarte, y luego actúa. No
te limites a una sola forma de expresión, emprende la aventura de descubrir de
cuantos modos puedes llegar a los demás con tu mensaje. Cada conducta es una
forma de manifestación, no te limites al desempeño de un único papel en tu
vida. Cambia, amplía tu experiencia, pruébate en cosas nuevas, ensaya algo
distinto en tu casa, en tu trabajo, en tus pasatiempos, en la forma de
vincularte con los demás, en tu búsqueda de Dios y en el modo de amar a los que
amas.
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