Quiere comprar lo que no tiene pero nada es suficiente, el agujero se
hace más grande cuanto más consume.
Casi nunca se pregunta qué es la felicidad.
El tiempo no le alcanza por lo mucho que debe trabajar para construir su
propia jaula.
No tiene tiempo para escuchar las advertencias del cuerpo y la razón.
El hombre inconcluso creció esperando ser grande para estar, al fin,
entero. Ahora grande, ya no sabe ni lo que busca. Solo sabe que le falta algo.
Es un desconocido para sí mismo, su propia imagen es lo que cree que
piensan los demás sobre él.
No tiene vida interior ni intimidad y vive más pendiente de su
apariencia externa que de su estado interior.
Ha olvidado que es un hombre hecho de cosas que no se compran.
Su cabeza es una multitud de voces egoístas y ajenas. Hace lo
que hace pensando en lo que hará después.
Hace callar a su hijo para escuchar a un desconocido por televisión.
Pero deja todo, incluso al televisor, si suena su teléfono.
Engulle la comida apurado como si fuera una obligación. Y
obligado por el mismo, va a cumplir con un fin ajeno. Un objetivo que no es
suyo, algo que persigue ansiosamente solo porque muchos desean lo mismo.
No sabe que ese puede ser su ultimo almuerzo y la última vez que vera a
su familia.
No sabe que el milagro del sol cada mañana y de la luna cada noche
Acabará sin su consentimiento.
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