Pero, sobre todo, las buenas personas son por las que cada día coleccionas
motivos por los que merece la pena esforzarse y ser feliz.
Las buenas personas no son prepotentes ni paternales sino que, al
contrario, son personas pacientes. Porque la paciencia es
la virtud que enmarca la capacidad de dar libertad y margen de error a las
personas que tenemos delante.
El arte de la bondad es un bien escaso, pero quizás más común de lo que
creemos. No todos somos buenos y malos en nuestra totalidad, pues en nuestro
interior damos cabida a todo. Además, esto generalmente depende del cristal
desde el que se mire.
Sin embargo, hay ocasiones en las que nos tropezamos con personas que no
están corrompidas por la sociedad y sus intereses, y que son incapaces de hacer
daño a una mosca. Puedes reconocerlas fácilmente, pues desde que las
conociste eres mejor persona, te han fortalecido y han enriquecido
tu interior.
Las buenas personas tienen un sentido justicia y del bien que es
especial. Sus palabras siempre son esperanzadoras y, si tienen que elegir,
te darán una lección de vida.
Son personas íntegras que van más a allá de las obligaciones morales y
siempre tienden su mano para ayudar. Hacen lo correcto aunque nadie esté
mirando y eso es lo que las hace valiosas.
“Ninguna buena acción, por pequeña que sea, será una
pérdida” -Esopo-
Ser buena persona es una de las mayores cualidades que podemos alcanzar.
En algunas personas es innato y solo unos pocos afortunados tienen la
dicha de ser sensibles al sufrimiento ajeno y a la capacidad de ayudar. Lo
positivo de esto es que todos podemos ser personas buenas e íntegras.
Es esa sensibilidad especial las que hace a estas personas
inolvidables e incomparables.
Además hay veces que la bondad se mezcla con la amabilidad,
convirtiendo así a la persona en excepcional.
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