sábado, 21 de septiembre de 2019

La Vida En Sociedad


Los países son tan buenos como buena es su sociedad. Y para que una sociedad sea buena, requiere definir con claridad el país por el que está dispuesta a comprometerse, la forma de lograrlo y la exigencia que esto implica hacia el gobierno en turno, viendo a éste no como un obstáculo insalvable, sino como un aliado indispensable y conquistable ejerciendo, de ser necesaria, la presión indispensable para que atienda los reclamos de la ciudadanía a la que se debe.

Corrupción, palabra mil veces repetida para señalar el daño que causa a nuestra sociedad y que sigue rondando todos los ambientes y rincones de nuestro actuar, en lo político, en lo empresarial y en la sociedad.

Dios nos ha dado, al nacer, unas cuantas monedas. Muchas de ellas para hacer bien a nuestros semejantes, pocas para nosotros. Pero más que la cantidad que hayamos recibido, será importante, mucho más importante, la forma en que las utilicemos. Estoy convencido de que aquel que recibió pocas monedas pero las utilizó con excelencia, logró una vida plena llena de realizaciones, que no necesariamente son materiales. El recurso económico excesivo, puede ser una fuente extraordinaria para procurar el beneficio de la gente que nos rodea, pero cuando su propósito es el lucro a favor de quien la posee, generalmente acaba hundiendo a su poseedor, porque la riqueza es un amo implacable sin sentimientos ni moralidad alguna.

¿Qué necesitamos? Crear redes ciudadanas desde las comunidades vecinales, escolares y gremiales, e integrarnos en proyectos de gran dimensión social que procuren el beneficio de la comunidad y persigan objetivos de gran visión hasta alcanzarlos sin reparar el gran esfuerzo que esto implica. Proyectos locales, de abajo hacia arriba, de los municipios a los estados y a la nación. Sin prisa pero sin tregua. Y pensar que los grandes proyectos empiezan, muchos de ellos, por pequeños proyectos impulsados por líderes sociales que infunden respeto y ánimo y que poco a poco van creciendo o uniéndose a otros hasta alcanzar una dimensión insospechada que transforma para bien el entorno político, económico y social en donde se desarrollan.

Con la vida y con la humanidad. Comprometidos con la solución de los problemas que aquejan a la humanidad de nuestro tiempo. 

Esto, junto con los rasgos anteriores, se contrapone al individualismo egoísta que sólo va a lo suyo, sin importarle los males de los demás. A la compasión el compromiso le añade actuación con visión de la realidad, la comprensión de las causas de los males, la construcción de instituciones y estructuras de valor. 

En un mundo tan interrelacionado e interdependiente el comprometido asume lo público, como plataforma de bien común, nacional e internacional. 

El comprometido busca su bien, pero al mismo tiempo busca que sea bueno para los demás. 

Busca estructuras sociales e instituciones para que todos tengan oportunidad de vida digna, pues las sociedades que excluyen y niegan a una parte de ellas cultivan a la larga el conflicto y la mutua destrucción. 

El comprometido tiene creatividad de nuevas posibilidades partiendo con una visión crítica de las negaciones que mutilan la humanidad.



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