domingo, 22 de septiembre de 2019

Crueldad Y Egoísmo


Esta mañana un hombre aparcaba su coche y el de detrás, esperando más de lo que le gustaría por lo complicado de la maniobra, ha comenzado a tocar fuertemente su bocina.

Cuando finalmente ha podido pasar y ha estado a la altura del primer conductor, le ha echado una mirada de auténtico odio. ¿Qué pretendemos cuando lanzamos esas miradas?

Una de las aproximaciones más ingenuas y parciales a la moral humana es la que determina que hay personas buenas y personas malas, así, tal cual, sin matices, como en una película maniquea de superhéroes y supervillanos.

Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Las personas buenas pueden ser malas en determinadas circunstancias, y viceversa (sin contar lo porosos y mutantes que resultan los términos “bueno” y “malo”.)

Un fenómeno que pone en evidencia hasta qué punto las personas más aparentemente normales y civilizadas son capaces de comportarse de forma cruel se produce en las muchedumbres. Los psicólogos lo denominan multitudes encarnizadas.
Grupos de personas que, por ejemplo, son capaces de azuzar a un suicida que está a punto de tirarse desde las alturas a que no se lo piense tanto, que salte ya, que se muera de una vez.
Por ejemplo, es lo que ocurrió en Seattle en agosto de 2001, cuando una mujer de veintiséis años amenazaba con saltar desde el puente Seattle Memorial.

Llegado el momento, aprendes a saber poner a las personas en su lugar. No siempre hay que poner la otra mejilla y comprendes que cuando lo haces así no eres una mala persona.

Ser egoísta, en ocasiones, es más que positivo. No tienes por qué estar a merced de los demás, pues los demás no están a tu merced. 

Sé libre para decir “no”, sé libre para no permitir que nadie te haga sentir que eres una mala persona.

Es muy fácil ser bueno con los demás cuando la vida nos sonríe y los demás son buenos con uno y hacen y dicen justo lo que esperamos y lo que queremos.

Mas ¿qué pasa cuando eso no sucede?

Es ahí donde se nota la verdadera entraña de cada uno de nosotros. ¿Seguimos siendo buenos? ¿O arañamos a quien tenemos enfrente sólo porque no son lo que queremos ni esperábamos?


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