Cada día que la vida nos ofrece lo transitamos como quien ingresa en su propio huerto, bien temprano por las mañanas, inhalando el aroma tan sutil y vivificante de sus esencias, sintiendo bajo nuestros pies la firmeza y rusticidad de un camino muchas veces recorrido al adentrarnos en sus senderos donde germinan y crecen nuestros pensamientos.
Muchos me han preguntado de dónde saco el tiempo que me permita publicar los artículos que son expuestos en el blogger y yo les respondo que es precisamente este tiempo que mencionan el que me proporciona la información contenida en cada una de las vivencias expuestas.
Son tantas las cosas que ocurren en este escenario de las “vivencias humanas” que sólo es necesaria la observación de tales acontecimientos algunos de los cuales ni siquiera es preciso la observación sino que su manifestación, por su magnitud, suele hacerse sentir, “de la piel para adentro” atravesando nuestra sensibilidad impactando directamente en lo profundo de nuestro ser.
Tales observaciones son las que nos motivan a la reflexión, a intentar comprender lo muchas veces incomprensible de nuestras acciones humanas, cierto es que los años que han transcurrido desde nuestra venida al mundo nos constituye en una especie de atalaya, o mejor dicho, como viejos faros que desde su ubicación emiten una luz intermitente y permanente a la vez, intentando advertir las dificultades del camino para que puedan tomarse las debidas precauciones al decidir la ruta que preferimos transitar.
Esto es lo que nos conmueve y motiva
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