El valor de ser servicial, es el valor de sentir el
amor y la disposición de ayudar a otros cuando nos necesitan, de darle una mano
a quien la pide a gritos.
Ser una persona servicial, es pensar en los demás y en su bienestar, y más que eso, es idear la manera de ayudarlos a que sean felices y motivarlos a lograr sus sueños.
Dejamos de pensar que "siempre me lo piden a
mí". Observemos cuantas veces nos negamos a servir, seguramente muchas y
muy frecuentes.
Las personas serviciales solo tienen como interés
sentirse bien con los demás y sobre todo con ellas mismas, al saber que están
dando de lo que tienen, para provocar sonrisas y bienestar en los que están a
su alrededor.
Servir implica ayudar a alguien de una forma
espontánea, es decir adoptar una actitud permanente de colaboración hacia los
demás. Una persona servicial supone que traslada esta actitud a todos los
ámbitos de su vida: en su trabajo, con su familia, ayudando a otras personas en
la calle, cosas que aparecen como insignificantes, pero que van haciendo la
vida más ligera y reconfortante.
Es posible que recordemos la experiencia de algún
desconocido que apareció justo cuando necesitábamos ayuda, que luego después de
ayudarnos, se perdió y no supimos nada más.
Las personas que son serviciales están
continuamente atentas, observando y buscando la oportunidad para ayudar a
alguien. Siempre aparecen de repente con una sonrisa y las manos por delante
dispuestos a ayudar, en todo caso, recibir un favor hace nacer en nuestro
interior un profundo agradecimiento.
Todo esto nos lleva a una conclusión: esperar a
recibir atenciones tiene poco mérito y cualquiera lo hace, para ser servicial
hace falta iniciativa, capacidad de observación, generosidad y vivir la
solidaridad con los demás, haciendo todo aquello que deseamos que hagan por
nosotros, viendo en los demás a su otro yo.
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