viernes, 13 de septiembre de 2019

Hasta Por Los Codos

¿Es posible controlar nuestras palabras y expresarlas solamente cuando éstas aportarán algo productivo a la conversación? ¿De qué modo contener la incontinencia verbal para no pasar situaciones embarazosas o no vernos perjudicados gracias a un comentario prematuro e incorrecto?

La incontinencia verbal puede estar provocada por diferentes motivos. Ya hemos visto que puede actuar como mecanismo de defensa ante situaciones que nos provoquen ansiedad: puede ser incomodidad ante el silencio, inseguridad ante los demás, miedo a parecer aburrido o a ser invisibles (en el caso de que su autoestima sea baja), también se puede usar para dirigir la atención hacia otro tema y así no tener que hablar de lo que nos preocupa, etc…
Por otra parte la incontinencia verbal también puede ser debida a un exceso de querer llamar la atención y a acaparar las miradas de los otros. En este tipo de personas es posible que haya ciertos rasgos egocéntricos, suelen están convencidos de que saben de todo, y por supuesto intentan convencer a los demás de que es así, para ellos sus opiniones e intereses son más importantes que los de los otros.
Cuando nos encontramos ante este tipo de personas, surge una primera reacción que, si bien en un principio es de total aceptación (resultan amables, cálidos, extrovertidos, simpáticos…), con el tiempo acaban provocando el rechazo absoluto de sus oyentes.
Los que escuchan a estas personas acaban cansados y a veces irritados; esto es debido a que, en realidad, el que está hablando no les tiene en cuenta, no les escucha, simplemente usa a los demás para descargar una ansiedad que no puede dominar. El que habla quiere que el otro esté ahí, pero no le interesa ni lo que opina ni lo que siente, por ello estas personas acaban provocando rechazo.
Para solucionar la incontinencia verbal, y empezar a ser nosotros quiénes controlemos nuestras palabras y no al revés, el primer paso es descubrir las causas que nos llevan a hablar sin control, para ello es fundamental que nos observemos y prestemos atención a los momentos en que hablamos en exceso, e indagar sobre lo que estamos intentando conseguir con esa conducta.
En este sentido, el asesoramiento psicológico puede ser de gran ayuda, tanto a la hora de investigar sobre las causas que te llevan a actuar de esa forma y atenuar sus efectos, como para proporcionarte las herramientas adecuadas para controlar tu impulsividad cuando hablas y te comunicas con los demás.

Un siguiente paso, sería aprender a escuchar y a valorar el silencio. Para que una conversación fluya de forma natural resulta esencial que los interlocutores presten atención al diálogo, es decir, resulta tan importante saber escuchar cómo saber expresarse. Por otra parte, el silencio puede ser una herramienta importante para reflexionar y aprender a conocerse uno mismo.

Por último, si uno de los motivos de tu incontinencia verbal es debido a que estás atravesando un momento de especial nerviosismo, sería muy recomendable que practicaras técnicas de relajación y respiración profunda, te ayudarán a sentirte mejor, y a tomar la distancia emocional suficiente como para pensar antes de hablar, y así no tener que arrepentirte de tus palabras.

La capacidad de hablar o comunicarnos verbalmente, es una cualidad del ser humano la cual refleja algunas características particulares de la personalidad de un individuo. La forma en que éste vocaliza, su organización gramatical, el sentido de la estructura de su mensaje verbal, el volumen de su voz y el léxico utilizado son algunas de las principales características; aunque sin duda alguna sus pausas son las que determinan su comportamiento en dicha forma de comunicación.

Cuando establecemos cualquier tipo de comunicación verbal con otra persona, los roles de emisor y receptor se van intercambiando; ello es la base precisamente de una comunicación efectiva. La clave para poder mantener una conversación o dialogo con otra persona se basa en el intercambio fluido y sin reglas estrictas en la función del rol específico. Por tanto en pro de una conversación fructífera o cuando menos agradable, es menester dejar tiempos y espacios para que nuestro interlocutor pueda manifestarse para, posteriormente, adoptar así nuestro rol de emisor.



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