sábado, 16 de noviembre de 2019

Crear Las Oportunidades


No conozco a ninguna persona que por más conformista o mediocre que sea no tenga algún anhelo en su vida. Lo que sí conozco es un montón de personas que han soltado sus sueños o simplemente se han sentado a acariciarlos y han preferido esperar a que las cosas sucedan, que les caigan del cielo, que aparezcan como por arte de magia, y créeme que por más espiritual y religioso que seas, eso no sucede, pues aún la fe, sin acción, no es nada.

Señores (y esto me lo digo a mí mismo): no hay que esperar a que las cosas se den. Hay que tener el valor de crearlas. Que hasta hace unas semanas me di cuenta que me la he pasado de víctima quejándome porque las cosas no me suceden, cuando en realidad aunque he ido a buscarlas, lo he hecho sin un plan estratégico, sin considerar primero qué necesito para llegar a donde deseo. Porque tampoco se trata de lanzarse al vacío de primeras a buenas y sin paracaídas.

Frecuentemente escucho discursos como “pobrecito, se quedó sin trabajo”, “qué pena lo del divorcio que le ocurrió”, “es que nadie me quiere”, “mi jefe me tiene envidia”, “si mi negocio hubiera quebrado yo estaría igual que él, en la depresión”, y millones más de justificaciones en plan de víctima. Excusas sobran, ¿a poco no? Lo que cada vez hay menos son personas decididas a lograr, a ser creativas, a buscar ideas, a encontrar soluciones y crear esas mejores oportunidades en sus vidas.
Hace unos días te preguntaba si tienes la vida que quieres y te aseguraba, y hoy te lo vuelvo a decir: tienes la vida que tú te estás creando, ni más ni menos, quizás no es la que mereces, pero sí estoy seguro que tienes justo por lo que has luchado. Si lo que realmente deseas no ha llegado, no estás haciendo todo lo necesario por tenerlo o bien, estás haciendo todo, pero en contra, para que eso se dé. Tomando en consideración también que quizás por ahora no es tiempo para eso, o que puede que eso que deseas no sea para ti o que la vida, Dios, el universo, la luz, la fuerza, tienen algo más grande para ti. Analízate.
¿Qué clase de vida quisieras experimentar en un año, en cinco años, de aquí a 10 años, a 20 años? Y sí, ya sé que muchos me van a salir con que no tenemos garantizado el mañana y aunque es bueno vivir el aquí y ahora, es decir, un día a la vez, también es muy saludable tener metas a largo y a corto plazo y que día a día vayas haciendo algo acumulable para esa meta.
Quienes realmente desean ir más allá de simplemente sentir anhelos y materializar sus sueños, se aprietan el cinturón y dicen, ‘vamos por todo y por más’.
Nuestros deseos y metas siempre los podemos lograr, imposibles no hay. Lo importante es que ocurran tres cosas: pedir, buscar y encontrar. Muchas personas se estacionan en el pedir y no salen a buscar y por eso no encuentran. El buscar y encontrar tiene que ver con el accionar, con el tomar las decisiones, aferrarnos con toda la intención, ejecutar, salir por eso que estamos deseando. Definitivamente si deseas algo en tu vida, tienes que tomar la acción.
Si tenemos sueños y no vamos tras de ellos, no son sueños, son simplemente una ilusión, porque no estamos ejecutando, porque no nos estamos comprometiendo, porque no estamos siendo responsables con nosotros mismos e ideando los mecanismos intentando una y otra vez la cantidad de posibilidades y caminos que existen para llegar a un mismo lugar.
Recuerda que somos únicos y cada quien tiene un cometido en esta vida, por más que tú quieras vivir la vida de otra persona esa no es tu vida, no es la que te corresponde. Empieza a crear tu propia vida, empieza crear tus objetivos y aunque es bueno ver cómo han llegado a esa meta otras personas que ya la tienen y son exitosas en ese campo, no necesariamente quiere decir que lo que ellos hicieron te sirva a ti, lo que sí es que puede ser una buena referencia para no cometer algunos errores que ellos señalen y que tú te puedes ahorrar.
No dejes que el miedo o las personas que te dicen que no te quiten el anhelo, las ganas y la motivación de obtener lo que es tuyo, si es lo que tú sientes en tu corazón.

¡No renuncies, sigue adelante! ¡Crea tus oportunidades, no las esperes!
Y recuerda: ¡a sonreír, agradecer y abrazar tu vida!


El Refugio Privado



Las personas nacemos y nos desarrollamos en escenarios sociales. Necesitamos de estos vínculos diarios con nuestra familia y amigos para subsistir, para delimitar lo que somos y también para establecer proyectos de vida. Pero al igual que nos movemos en esta sociabilidad continua, las personas necesitamos también alimentar nuestra intimidad.

Para ello, es necesario disponer de un espacio propio, de una habitación propia como diría Virginia Woolf. La privacidad es esencial para obtener un refugio emocional donde pensar, donde envolvernos en nuestra introspección y reflexionar sobre nuestra realidad y sobre nosotros mismos.
En nuestra vida existen épocas de intenso trabajo o complejas relaciones con familiares y amigos. Instantes vitales en que por un momento, piensas que vives enteramente para los demás y nunca dispones de tiempo para ti mismo. Seguro que te ha pasado alguna vez…

A veces, por las razones que sean, tendemos a priorizar a los demás, dejando a un lado nuestros deseos y necesidades. Nos relegamos a un segundo plano a favor de nuestros queridos o compromisos.

Está claro que en ocasiones, es primordial tener que dedicarnos a los demás, pero es una certeza que muchas personas entregan sin saberlo, todo su aliento, esfuerzo, y tiempo a los demás (hijos, parejas, amistades…e incluso el trabajo), estableciendo una dependencia absoluta. Dejan de tener un espacio propio, hasta en sus pensamientos. Desdibujándose poco a poco.

Hemos de tenerlo claro. Para tener relaciones sanas, también nosotros hemos de considerarnos una prioridad. Debemos reforzar ese “YO”, alimentándolo con un tiempo para él, ahí donde reconsiderar nuestros deseos, objetivos y necesidades…

Marcar los límites
El espacio propio es esa zona privada donde existe un límite con el exterior. Un palacio para nuestra mente y nuestras reflexiones, un espacio para nuestra intimidad. En estos límites tomaremos conciencia de nosotros mismos, definiendo cómo queremos relacionarnos con los demás. Es esencial que no nos invadan nuestro territorio y que nosotros, tampoco invadamos espacios ajenos.

Esta zona propia no es en absoluto una obligada desconexión del mundo ni una huida. Se trata solo de un espacio para conocernos, para ver el mundo desde una ventana y pensar sobre él,  y vernos a nosotros integrados en ese escenario. El espacio propio es esa zona donde nos encontramos frente a frente con nuestra intimidad.

En nuestra intimidad, en nuestro pequeño refugio es donde aprenderemos a reflexionar, a comunicarnos con nosotros mismos, a escucharnos, a entender nuestra coherencia, a reforzar nuestra autoestima y a conocernos mejor.


viernes, 15 de noviembre de 2019

Equilibrados


Tener equilibrio en nuestra vida es algo muy importante para estar sanos y lograr alcanzar la ansiada felicidad. De hecho, la felicidad más que un estado de máxima exaltación es un estado de equilibrio que se puede encontrar en todos los aspectos de nuestra vida.

Pero, ¿cómo podemos encontrar este equilibrio? Es algo difícil, ya que cada día está cargado de situaciones que nos desestabilizan, que nos hacen estar en lo más bajo y después en lo más alto. Algunas veces conseguimos estar equilibrados, pero otras no tanto.

El desequilibrio empieza cuando la ilusión sale por la puerta. Estar ilusionados por nuestro trabajo, por el nacimiento de un hijo, por la compra de ese coche que tanto querías… hace que nuestra vida sea saludable, que nosotros estemos sanos y equilibrados.

Piensa que no solo debes cultivar tu cuerpo, tu mente y tus emociones también deben tener la atención que se merecen. Puede que comas bien, que te cuides físicamente, pero si careces de ilusión notarás cómo tu vida no es tan plena como debiera ser.

Con el paso de los años, tendemos a perder la ilusión. ¿Ves a los niños? Ellos viven continuamente ilusionados, pero los adultos ya no. Esto es algo que debemos de cambiar. Recupera la ilusión, porque quien se ilusiona tiene muchas más probabilidades de vivir más saludablemente.

Las ilusiones, además, te permitirán hacer realidad tus sueños. ¿Cómo? te preguntarás. Es simple, si tienes ilusión por algo, por alcanzar una meta, te esforzarás para conseguir alcanzarla. Además, la ilusión te dará seguridad para superar cualquier límite.

Las personas que tienen coraje, también son más equilibradas y sanas. Ellas pelean por aquello que quieren lograr, da igual lo que cueste, da igual lo difícil que sea defender una causa. Si quieren conseguir algo, lucharán.

En nuestras vidas a veces tenemos que enfrentarnos a situaciones que no nos gustan nada. Pueden ser juicios, problemas familiares, situaciones delicadas en el trabajo… En todas estas situaciones a veces tenemos que pelear, luchar por lo que queremos.

Toda lucha que llevemos a cabo nos hará desarrollar ese coraje que está en nuestro interior, pero que a veces se encuentra dormido. Es el momento de que luches por lo que quieres, porque esto te brindará salud, pero también equilibrio en tu vida.

“Que tu coraje sea mayor que tu miedo”
-Anónimo-


Pero tener coraje no significa que no vayas a tener miedo. Siempre vas a tener miedo ante una situación desconocida o que no te guste. Lo ideal es que, si te encuentras equilibrado, tu coraje es mucho mayor que tu miedo, lo supere tanto que no te afecte para luchar por lo que quieres.


Insidiosos


Como insidioso se califica aquello que, pese a tener apariencia inofensiva o benigna, esconde un daño potencial. La palabra, como tal, es un adjetivo que proviene del latín insidiōsus.

En este sentido, insidiosa puede ser aquella persona que se muestra bondadosa e inicua, incluso ingenua y que, no obstante, arma asechanzas, urde engaños o esconde pensamientos perversos. De allí que una persona insidiosa sea traicionera, desleal, vil e indigna de confianza.

Insidioso también puede aludir a aquella conducta o forma de actuar que oculta fines malvados, pese a disfrazarse de apariencias inofensivas, benignas. En este sentido, un comportamiento insidioso es sinónimo de malintencionado, engañoso, avieso o perverso.

Se dice de una persona que arma alguna asechanza o un engaño. Se puede emplear como sustantivo. Que se hace con asechanza o también una conspiración o confabulación con la finalidad de hacer daño. Malicioso, malintencionado o dañoso con apariencia inofensiva. (en medicina) se dice especialmente de una enfermedad, que bajo apariencia benigna, oculta gravedad o maligna.
Lo capcioso parece dirigirse a sorprender la inteligencia y la razón, alucinando a aquella con falsas apariencias de verdad, y oscureciendo a esta con falsas deducciones. El adjetivo capcioso se aplica a los discursos, razonamientos, cuestiones y cosas semejantes.
Es capcioso un discurso cuando por un sagaz encadenamiento o enlace, o por una sutil combinación, se conduce al que se quiere engañar a consecuencias que al principio no podia ni sospechar, ni prever. Es capcioso un argumento, cuando apoyándose en principios que aparecen como verdaderos, se deducen de ellos falsas consecuencias, etc.
Parece que lo insidioso se dirige a interesar y dominar el amor propio, a la vanidad y a nuestras naturales inclinaciones: todo esto es tender lazos al sujeto a quien se acecha.
Ya se insinúa el insidioso con agrado, ya halaga con apariencias de efecto, ya lisonjea con alabanzas, ya atrae con sutiles sugestiones, o con delicadas finezas y aun con regalos. Los medios capciosos se dirigen a que uno caiga en el error, los insidiosos a atraer insensiblemente a un lazo bien armado. El que teniendo poca malicia conviene en un principio que conduce a una falsa consecuencia, ya cayó en el lazo, porque no puede menos de advertir esta consecuencia.
El que se deja seducir por medios insidiosos, camina sin conocerlo a su perdición, y se halla cogido en la red cuando menos lo pensaba.
El que se deja engañar por medios capciosos, parece que consiente él mismo en el error que ha adoptado, y en el que llega a obstinarse. El que cayó en el lazo por medios insidiosos conoce al fin su error, querría salir de él, pero ya no puede.
Deslumbran los medios capciosos; seducen y arrastran los insidiosos.


jueves, 14 de noviembre de 2019

Intrépidos


La palabra intrépido es un término que en nuestro idioma se puede usar para referir a aquel individuo que no presenta temor ante los peligros que se le puedan presentar de pronto en la vida; y por otra parte, también es posible usar la palabra cuando se quiere expresar que alguien es osado a la hora de actuar, de comportarse, o en lo que atañe a la realización de alguna actividad especial, deporte, entre otros.

La persona intrépida dispone de un notable coraje, valor y fuerza de voluntad que es lo que le facilitará someterse a los más difíciles entornos y situaciones sin temor a fracasar en ese intento. Como generalmente los obstáculos provocan en las personas miedo, la disposición de coraje es lo que le permite a una persona neutralizar el temor y seguir adelante en la acción propuesta.

Ahora bien, cabe destacarse que intrépido no es una palabra que esté muy extendida en nuestro idioma para justamente expresar las cuestiones indicadas. La realidad es que para expresar tal situación solemos usar un término mucho más popular y extendido, como ser el de valiente y que es el sinónimo más reconocido de la palabra que nos ocupa.

El concepto de valiente es el que habitualmente usamos cuando queremos expresar que un individuo sobresale por su arrojo y que por tanto no demuestra miedo a la hora de actuar o ante aquello que está por venir y tendrá que enfrentar. Para el valiente es algo natural invertir esfuerzos para conseguir cosas para sí mismo o para el entorno que lo rodea.

Entonces, intrépido, así como su sinónimo más popular, valiente, pueden ser usados para dar cuenta de aquellas acciones que implican un importante valor y osadía. Arrojarse al mar para salvarle la vida a una persona que se está ahogando es de intrépido, de valiente. Entrar a una casa que se está incendiando para salvar a un anciano, asimismo, es ser intrépido.

El concepto opuesto al de intrépido es prudente, ya que refiere a aquella persona que se caracteriza por actuar con cautela y moderadamente.
Intrépido es quien no necesita aferrarse a puntos de vista ni a opiniones, quien mantiene su mente abierta y su conducta tolerante ejerce el respeto hacia toda criatura sensible. Esta persona vive consciente y en armonía, obra apropiadamente, no se recrea contemplando los errores o desgracias propias o ajenas y sabe compartir con generosidad sus bienes. Trabaja para superar la ofuscación y comprender y transformar los estados perniciosos de su mente, habla con cordura y, en la mayoría de los casos, con amabilidad. Es firme, pero no arrogante; es manso, pero no pusilánime. Confía en la moral, pero no en la ética convencional. Se hace responsable de sus actos y asume las consecuencias de los mismos. Valora el sosiego y la paz interior. Hay que ser muy intrépido para vivir, en un mundo como este, atento y lúcido; para, en una sociedad orientada hacia la codicia, mantenerse desapegado.

No es intrépido el hostil, el agresivo, el que intenta imponerse por la fuerza, el que con su odio crea toda suerte de enemigos, el que manipula, explota y somete. No es intrépido el que acepta riesgos inútiles o, menospreciando su vida, se la juega o necesita de sensaciones tan “fuertes” que se pone en peligro o pone en peligro a los demás. No, éste únicamente es mezquino, cobarde y brutal. 

Dejarse conducir por inclinaciones de hostilidad o destrucción es fácil, no requiere ninguna intrepidez. Ser consciente y obrar adecuadamente, reorientar las energías vitales hacia lo constructivo, eso es verdadera intrepidez.

No es intrepidez no tener miedo, sino saber afrontarlo y tratarlo si llega el caso. Normalmente, el que nunca tiene miedo no es un intrépido, sino un inconsciente. El miedo surge ante una amenaza y es una respuesta defensiva que ayuda a sobrevivir. 

La intrepidez se alimenta con determinación y motivación, pero la persona espiritual no tiene la falsa expectativa de que puede llegar a no tener miedo de nada, sino la visión clara de que en el miedo cabe la intrepidez y que incluso el miedo, bien tratado, nos hace más intrépidos, sagaces y diestros. La intrepidez surge cuando se vive espiritualmente, pues innumerables temores y condicionamientos del ego se deben ir superando.


Deshojando Margaritas


Recordando un caso en el que me pidieron consejo, voy a hablar sobre la manipulación emocional invisible.
Todos conocemos formas de manipular, desde los chantajes, insultos, mal humor, etc...

Pero hay otro tipo de manipulación muy dañina, la cual es difícil de detectar en un principio, es una trampa en la que se va cayendo poco a poco…

Hoy en día todo se compra, todo se vende, todo se soluciona con la tecnología. Por increíble que parezca hasta tenemos una aplicación que nos dice quién nos conviene, quién no o cual en definitiva si esa persona te conviene en tu vida, increíble ¿No?

La aplicación consiste en un algoritmo que lleva una pulsera. Esta nos mide la reacción que tenemos cuando estamos delante de una persona; nuestro grado de excitación, de estrés… además de todo esto también analiza las conversaciones por mensajería instantánea, los mensajes de texto y las fotos que se reciben en el dispositivo…

Cuando nuestra aplicación tiene los datos suficientes es como un amigo sensato… nos dice “esta persona aléjala de tu vida”, bueno no exactamente así, simplemente nos borra a las personas. Cuanto menos es curioso, ¿no?

Y es que la tecnología, la falta de tiempo, la perdida de la comunicación directa con los demás son fenómenos sociales que están cambiando la forma de relacionarnos con los demás. Ahora puedes encontrar pareja eligiendo entre toda una selección de candidatos por Internet y quedar con ellos, eso de ir a un bar y preguntar, ¿Estudias o trabajas? Parece que se ha quedado más que antiguo para algunos.

¿Cómo elegir a la pareja, al amigo, que nos conviene y no equivocarnos?

Pues precisamente ahí está la chispa de la vida, en que no hay fórmulas mágicas para elegir siempre a las personas adecuadas sin equivocarnos. Y es que precisamente en las equivocaciones, en los desengaños, en los aciertos… está el sentido del juego de la vida. Porque así es la vida y así debemos tomarla. Aprender de nuestros errores, de los errores de los demás, aprender a perdonarnos y a perdonar… En definitiva vivir sin miedosin rencor y sin temores.

Y es que ¿Cuántas veces nos hemos dicho a nosotros mismos, “no me lo esperaba de esa persona”, “Hay que ver lo que me ha hecho”, “ya no vuelvo a confiar en nadie”? Pues sí, los demás se equivocan y nosotros… también; y es que el ser humano es imperfecto por naturaleza y así debemos tomarlo dándole la importancia justa y sin lamentarnos continuamente por todo.

Porque muchas veces entramos en un monólogo interior realmente dañino; somos los más desgraciados, todo nos pasa a nosotros, siempre nos topamos con la persona no adecuada… Dejemos de dramatizar y vivamos más felices, si en el momento nos duele pero luego… a continuar…

La vida está llena de personas que nos aportan cosas positivas, cosas negativas, personas que nos ayudan, que nos desengañan, personas con una escala de valores diferentes a nosotros; pero de todo se aprende y hay que intentar siempre ver el vaso medio lleno y no medio vacío.

Esta aplicación seguro que se convierte en todo un éxito, porque cuanto menos es curiosa, posiblemente pronto la veamos en otros países. Pero no olvides dejar de apostar por tu intuición, tu propio criterio unas veces acertado y otras veces erróneo y anímate a conocer gente nueva.

Vivimos en un mundo donde la boda importa más que el amor, el físico más que el intelecto y el funeral más que el muerto. Vivimos en la cultura del envase, que desprecia el contenido. 
Eduardo Galeno.

El Cuento Que Nos Contamos


“Un cuento siempre adquiere los colores que le otorgan el narrador, el ámbito en que se cuenta y el receptor”
-Jostein Gaarder-

Es como si muchos de nosotros dispusiéramos de un férreo esquema auto-construido sobre lo que esperamos de los demás, sobre lo que consideramos como adecuado y respetable, sobre lo que entendemos como nobleza o bondad. Así, cuando algo de esto falla, cuando un solo elemento de esa receta interna no se cumple, no se expresa o no aparece, no dudamos en calificar a esa persona como desconsiderada, tóxica o incluso “malvada”.

Ser el lobo en el cuento de alguien es algo bastante común. Sin embargo, en muchos de estos casos es necesario analizar a la persona que habita bajo la caperuza roja.

Caperucita es una niña obediente. En su trayecto por el bosque sabe que no debe salirse del camino marcado, que hay seguir las normas, actuar según lo establecido. Sin embargo, cuando aparece el lobo sus perspectivas cambian… Se deja cautivar por las bellezas del bosque, por el sonido de los pájaros, el tacto de las flores, la fragancia de ese mundo nuevo cargado de sensaciones. El lobo, en el cuento, representa por tanto la intuición y ese reverso más salvaje de la naturaleza humana.

Esta metáfora nos sirve sin duda para entender un poco más muchas de esas dinámicas con las que nos encontramos a diario. Hay personas que, como Caperucita al inicio del cuento, muestran un comportamiento rígido y pautado. Tienen interiorizadas cómo deben ser las relaciones, cómo debe ser el buen amigo, el buen compañero de trabajo, el  buen hijo y la excelente pareja… Sus cerebros están programados para buscar esas dinámicas en exclusiva y esa uniformidad, porque es así como obtiene lo que más necesita: seguridad.

No obstante, cuando acontece la disonancia, cuando alguien reacciona, actúa o responde de forma diferente al plan previsto, entran en pánico. Aparece la amenaza y el estrés. Una opinión contraria se ve como un ataque. Un plan opuesto, una negativa inofensiva o una decisión inesperada se siente al segundo como una desoladora decepción y como una inmensa afrenta.

Así, casi sin buscarlo, sin preverlo y sin ni tan solo quererlo, no convertimos en el “lobo” del cuento, en ese alguien que por seguir su intuición hirió al ser frágil que habitaba en el interior de una caperuza.

Por otro lado, hay algo que tampoco podemos negar: muchas veces nosotros mismos somos esa caperucita que comete el error de crear su propio cuento. Trazamos e ideamos planes sobre cómo debe ser nuestra vida, cómo esa familia ideal, como ese mejor amigo y ese amor perfecto que nunca falla y que encaja con todas nuestras piezas sueltas. Imaginarlo nos ilusiona, que ocurra nos dota de seguridad y luchar para que todo siga así nos define como persona.

Sin embargo, cuando el cuento deja de ser cuento y se convierte en un ensayo de la realidad, todo se derrumba y aparece al instante esa manada de lobos devorando nuestra fantasía casi imposible.

Ser el lobo en el cuento de alguien no es agradable. Puede que existan razones concretas para que lo seamos y puede que no. Sea como sea, son vivencias incómodas para todas las partes. Ahora bien, hay un aspecto muy básico que no podemos dejar de lado. 

En ocasiones, ser el “malo” en la historia de alguien nos ha permitido ser el “bueno” en la nuestra. Pudimos ser, por ejemplo, ese héroe que fue capaz de salir de una relación desgastante e infeliz o ese personaje que se atrevió a poner “fin” a un relato que ya no daba más de sí.

El lobo siempre será malo si solo escuchamos a Caperucita


miércoles, 13 de noviembre de 2019

Sentir El Calor Humano



 Es curioso cómo detrás de muchas dolencias con las que me he encontrado, y encuentro, está la idea de “calor humano“. O, mejor dicho, la falta o insuficiente cantidad de calor humano
.
Aunque no lo reconocemos demasiado, mira que nos apetece sentirnos acogidos, acompañados, escuchados y entendidos, si eso es posible, en la mayor parte de las ocasiones. En definitiva, buscamos el calor humano, tanto físico como emocional.

Si algo hay que decir, es que el fuego se inventó (en realidad, más bien nos topamos con él. Lo que aprendimos fue a gestionarlo) para comer calientes los alimentos, evitando digestiones algo pesaditas, y por simple cuestión de supervivencia ante las extremas temperaturas exteriores. Y alguna que otra importancia tuvo este descubrimiento en que aún sigamos dando vueltas por este planeta. Si, de nuevo, algo hay que decir, es que el calor humano se diseñó para alimentarnos como especie y permitirnos seguir vivos siglo tras siglo.

También es cierto que tanto calor, en muchas ocasiones, nos hace saltar la línea y machacarnos entre nosotros a base de bien, guerras mundiales, locales, discusiones territoriales, posesivas, etc., pero se trata de otro calor mucho más relacionado con la combustión generada por la información genética, instintos, pasiones, emociones, necesidades internas, déficits, excesos, expectativas personales y sociales, vivencias, sentido de pertenencia… El otro, el que se transmite y se busca a través de la relación, comunicación, y va enfocado a completar y complementarnos mediante el encuentro, también puede surgir de esas fuentes, pero no es guerrero, ni busca el dominio o la posesión.             A menos que sea el lobo anterior vestido de corderito intentando darnos gato por liebre.

Y es que somos, que yo sepa, un animal, porque, seamos humildes, seguimos siéndolo, con nuestro viejo cerebro reptiliano envuelto por los más modernos límbico y neocortex. Eso sí, un animal muy, muy complejo. En realidad, estamos lejos de comprender ni medianamente bien nuestro comportamiento. De hecho, llevamos milenios preocupándonos de aspectos relacionados con la psicología, pero ésta, como disciplina formal, anda por el siglo y medio.

El calor humano lo sentimos cuando tenemos desde la sensación hasta la certeza, pasando por el estoy casi seguro, de que se nos valora. Y esto no se refiere sólo a la transferencia de calor entre dos o más cuerpos humanos con distinta temperatura, sino, además, al calor de saberse, insisto, valorado, escuchado, preguntado…, respetado. Que contamos, en definitiva. Y, así, a casi todo lo negativo que ocurra después, se le irán encontrando atenuantes y explicaciones favorables al transmisor de ese calor humano. Esa sensación nos predispone en positivo y nos hace vivir la pertenencia a algo. Vaya, pues no está mal el botín.

Sonrisas y lágrimas son consustanciales a nuestra naturaleza. Tenerlo en cuenta es caminar con pie más firme a través de un camino largo y desconocido, pero enormemente sorprendente si levantamos la vista del suelo y de nuestros pensamientos y nos decidimos a mirar lo que nos rodea y, casi más importante, a querer verlo. 

Vámonos a la calle un rato a mirar, ver e interactuar, que todo está ahí para nosotros, a nuestra disposición.


Crecer Desde El Pie

“Desde que nacemos hasta que dejamos de existir aquí en la tierra, estamos creciendo” 

transformándonos día a día, en todos los aspectos. Bueno en el aspecto humano, normalmente decrecemos, por ello, después, hemos de volver a crecer.

La autosuperación o Crecimiento Personal, es una tarea de investigación interna, que nos comunica desde nuestro sentir, con el sentir de todo cuanto nos rodea, sensibilizándonos con, personas, naturaleza, arte… Y la elección  más acertada.

De todos los pasos que iniciemos en nuestra vida, normalmente, los que damos desde el corazón, tienen más garantía para trasladarnos hacia la verdadera libertad y amor, que necesitamos y ansiamos para ser felices.

¿Por qué ahora y cómo?

¿Porque ahora es cuando me da por plantearme casi todas las preguntas  a la vez?, tales como:
¿Dónde estoy?. ¿Quién soy realmente?. ¿Estoy contento con mi vida?. ¿Las personas, lugares y trabajos con los que me relaciono, ¿son afines a mí?. ¿Soy honesto conmigo mismo?. ¿Por qué me cuesta aceptar los cambios?. ¿Soy feliz o me estoy engañando?
Si te has hecho este tipo de preguntas, ¡Aleluya!. Ya estás en el Camino del Crecimiento personal o autosuperación.

Hay veces en que la vida nos sitúa en un punto donde tienes que decidir caminos disyuntivos: izquierda derecha, norte o sur, este u oeste. Situaciones en que te puedes ver consumidas por el peso de tomar decisiones igualmente inciertas, sin ningún punto claramente a favor o en contra. Opciones que parecen semejantes, tanto en costes como en beneficios. Con el reloj en tu contra, forzándote a tener que decidir con una nube espesa de incertidumbre oscureciendo tu consciencia.

El destino no está escrito, está en continuo movimiento. El futuro siempre es incierto. Las probabilidades son volubles y nunca hay nada garantizado. Condicionar tu felicidad a las circunstancias te pone en peligro. Lo único con lo que puedes contar es con tu Fuerza Interior, tu capacidad de esfuerzo y de sacrificio, tu resistencia a los golpes de la vida y tus ganas de levantarte una y otra vez, con más energía aún que en la última caída. Ése es el camino del guerrero.

Sí. La vida es hoy. No es ayer, ni mañana. La vida es hoy. Y hoy es cuando debes empezar a construir todo aquello que siempre esperas que se cumpla mañana. Mañana es nada. Electricidad cerebral que se disipa en un pensamiento. El escondite perfecto donde resguardarte del miedo a crecer. Pero el tiempo es finito. Y no se detiene ante miedos o complejos.

El tiempo es quien marca los límites de tu existencia. Y es un tren que no espera: hay que subirse a él justo en el momento.



martes, 12 de noviembre de 2019

Discernimiento


El discernimiento es el juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas. 

El término discernimiento se forma a través del sufijo “mentum” que significa “medio o instrumento” y discernir que proviene del latín “discernere” que expresa “distinguir o separar”
.
El acto de discernir es una virtud ligada a un juicio moral que permite al individuo valorizar si una acción es buena o mala. El discernimiento como juicio moral es la habilidad o capacidad que posee una persona para certificar o negar el valor moral de una determinada situación. 

La palabra discernir es sinónimo de juicio, perspicaz, distinguir, comprender, es decir, cuando una persona discierna algo debe de comprender, distinguir lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto y ser prudente en su manera de actuar, por ejemplo: una persona que le proponen un trabajo debe de discernir, es decir, debe de analizar lo bueno y lo malo de esa propuesta de trabajo para poder tomar una correcta decisión o, cuando se desenvuelve en un grupo de personas, el individuo debe de observar su entorno para observar lo bueno y lo malo, lo correcto e incorrecto de sus acciones para realizar las acciones pertinentes con el fin de llevar una convivencia saludable.

Por otro lado, lo contrario de discernir es imprudencia, inocencia, insensatez, irreflexión, entre otros, es decir, es una persona que no capaz de hacer un juicio cabal sobre la situación y sin apreciar las consecuencias de sus actos.  

Siempre que se nos presente frente a nosotros más de una opción será necesario tomar una decisión al respecto y entonces ahí es donde entrará en juego la distinción de una cosa de otra para así poder proceder, decidir, entre otras posibilidades, de la mejor manera posible, inclusive determinar si algo es verdadero o falso, bueno o malo, entre otros.

Muchas veces este concepto se usa como sinónimo de entender algo.

Conocer algo o a alguien nos permitirá comprenderlo, lo incorporarnos a nuestra estructura mental.

Cuando es entendido tendrá sentido, a partir de ese momento será claro, y por caso se lo podrá juzgar, valorar, y poder aplicar la experiencia a otros casos símiles, permitiendo solucionar cuestiones domésticas, de todos los días que se nos suscitan, y por otra parte, cuestiones inherentes al ámbito científico, cuando por ejemplo se logra discernir una cuestión que está bajo estudio o investigación en un laboratorio.

Cuando una persona consigue entender, discernir, sobre un asunto, su mente estará capacitada para actuar, para decir, o para evitar algo, porque ya sabe si es algo positivo o negativo para su vida, por caso.

Si actuamos o decidimos algo porque otro nos lo sugiere o nos lo impone, seguramente, ello no se corresponderá con nuestros reales deseos o comportamientos, básicamente, porque estamos actuando en función de lo que otro nos dice, y no aplicando nuestro propio discernimiento en aquello que queremos o no.

La atención dispuesta en el presente no requiere ser mantenida con esfuerzo, puesto que es presente; requiere que tu mente jamás se distraiga de lo que tiene que hacer.
Ante los diversos episodios de la vida cotidiana, por ejemplo, el hecho de estar en el acto de conducir, se requiere estar pendiente y atento a la acción en vez de estar recordando cualquier evento inexistente en ese momento. 

Cuando camines, hazlo contemplando lo que te rodea y no recordando cosas que en ese momento no son parte del panorama. Y ante la locura del sentimiento, las caricias o la pasión, prefiere ese instante y no el recordar lo que hubieras querido que ocurriera y nunca fue… ¿entiendes? Lo que se te pide es que el sistema sea capaz de posarse una y otra vez en los eventos que acontecen y reaccionar exclusivamente ante ellos. 

Entiende: no se pide que no reacciones ante la vida, al contrario, debes seguir y realizar una a una tus responsabilidades, desde la simpleza de tender tu cama hasta el compromiso de dar lo mejor de ti en tu trabajo y ante los que te quieren.


El Pan Diario


Cada día de vida encierra momentos maravillosos de los que no siempre somos conscientes. Un día de los que llamamos “normales” está lleno de situaciones llenas de significado y que a veces convertimos en rutinas sin sentido cuando no pasamos por ellas con los sentidos cerrados.

Felicidad es una palabra tan grande que parece evocar solo a los grandes acontecimientos o logros. Así, como esos instantes no son frecuentes, pensamos entonces que tal felicidad se sirve de manera espaciada en dosis muy grandes, solo así. Sin embargo, puede que estemos equivocando el enfoque. Quizás la felicidad no está en lo extraordinario, sino en muchos momentos cotidianos que a veces dejamos pasar sin más.

Muchas personas piensan que la felicidad reside justo al lado de las metas que nos proponemos, quedando así aplazada hasta que las alcancemos. Otras personas se creen que para encontrarla, deben tener un número con muchos dígitos en su cuenta o disponer de lujosas pertenencias materiales.

Sin embargo, nada más lejos de la realidad, la felicidad no está relacionada con la consecución de sueños o los bienes materiales que tengamos, es mucho más simple de encontrar.
La felicidad es la senda que recorremos cada día, es el proceso de conseguir las cosas, es el hecho de poder saborear cada minuto, de disfrutar lo que estamos haciendo, de saber que llegaremos a nuestra meta pero sin importar el camino porque nos gusta recorrerlo.

La felicidad es saber que de los errores se aprende, que la frustración es un maestro y que las personas que están a nuestro alrededor son las que realmente merecen estarlo.La fórmula mágica para encontrar este maravilloso camino no es más que disfrutar de la sencillez de las pequeñas cosas, los pequeños momentos se convertirán en grandes recuerdos en nuestro corazón.

Cuando puedes dormir y sueñas, tus emociones se equilibran, tu cuerpo se renueva y, de hecho, te vuelves más inteligente: asimilas con mayor facilidad los nuevos contenidos y fijas lo que aprendiste en la jornada anterior. Poder dormir también es uno de esos pequeños milagros cotidianos a los que no siempre les damos el valor que tienen.

Como ves, cada día está lleno de momentos maravillosos. Que muchas personas los desprecien y los ignoren no significa que no tengan en sí mismos un gran valor. Quizás, si aprendes a descubrir la maravilla escondida en esos momentos cotidianos también aprendas a hacer de tu vida algo más que una rutina. Esa que lejos de grabarse en tu memoria deja la misma huella que el viento en calma en el rostro.

El maravilloso cerebro emocional de las personas resilientes

Las personas resilientes saben que nadie es inmune al sufrimiento, a la adversidad. Comprenden que cuando aparecen esos instantes de oscuridad y desesperanza, tenemos dos opciones: dejarse vencer o sobreponernos, luchar con todas las estrategias que nos sea posible, porque la vida es maravillosa si no se le tiene miedo.

Te gustará saber que el término “resiliencia” proviene en realidad del campo de la física. Hace referencia a la cualidad de algunos materiales para resistir la presión y doblarse con flexibilidad para volver a forma original. Ahora bien, la resiliencia, aplicada a la psicología presenta otra dinámica existencial más interesante: la de hacernos crecer.

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.”
-Benjamin Franklin-


Las Habilidades

La habilidad es la aptitud innata, talento, destreza o capacidad que ostenta una persona para llevar a cabo y por supuesto con éxito, determinada actividad, trabajo u oficio.

Casi todos los seres humanos, incluso aquellos que observan algún problema motriz o discapacidad intelectual, entre otros, se distinguen por algún tipo de aptitud.

En tanto y de acuerdo con que no todos los individuos somos iguales, venimos del mismo lado o nos gusta lo mismo, no todos los seres humanos observan la misma destreza para las mismas cosas y por suerte, gracias a esto es que existe la diversificación de tareas y trabajos. Es así que hay personas que poseen y demuestran una propensión a desarrollar habilidades físicas, ya sea porque cuentan con una formidable genética, capacidad de recuperación que se los permite y lo más importante en este sentido, un determinado talento especial, por ejemplo, un futbolista que vive con una pelota en los pies o como suele decirse figuradamente, "atada a los pies", "haciendo jueguito". A este tipo de habilidades físicas, generalmente, se las denomina destrezas. Para los modelos actuales de análisis neural, se postula que esta habilidad física habitualmente innata requiere de la potenciación mediante la práctica frecuente para dar lugar a la explotación de una forma de inteligencia que difiere del concepto convencional de esa expresión.

Luego están aquellos que, por ejemplo, carecen de estas destrezas físicas que caracterizan a la práctica de actividades deportivas, pero presentan una increíble capacidad para los números; a modo de ejemplo, se trata de aquellos individuos que estiman con facilidad cuántas pelotas entran en una bolsa, pero no cómo patear tan sólo una de ellas al arco. A este tipo de habilidad con los números y que requieren la intervención de la inteligencia formal, se las conoce como aptitudes. Esta potencia intelectual, al igual que las destrezas físicas, requiere de su potenciación e incremento por medio de la puesta en práctica y el entrenamiento. Muchos sujetos presentan un formidable potencial para alguna de estas áreas, pero la insuficiente puesta en práctica reduce el rendimiento de un modo destacado.

También la habilidad o talento puede estar en las manos de una persona, por ejemplo, la costura es un talento. En tanto, los talentos pueden ser heredados: la mamá de Ana es una excelente costurera, entonces, Ana tendrá muchas chances de heredar la habilidad de coser. También es posible aprender un talento, aunque claro está que, en este caso y a diferencia de lo que ocurre con las personas que innatamente poseen uno, quien aprende a hacer algo deberá siempre practicarlo, porque la ausencia de práctica en el tiempo provoca un olvido.

Vale señalar que ciertas habilidades sólo se adquieren mediante el aprendizaje. Este caso está representado por lo que se denomina programa motor o, en términos técnicas, engrama motor. El ejemplo más característico lo constituye la capacidad para conducir un vehículo. Con este objetivo, se requiere la prolija coordinación de los cuatro miembros, la visión, el oído, el equilibrio, la inteligencia y el control de las emociones. Estas tareas, a su vez, deben amalgamarse en la dosis adecuada y en el momento apropiado. Tras las prácticas iniciales de quien comienza a conducir, la habilidad para manejar un vehículo de motor se "graba" en forma de circuitos neurales que dan practicidad y automatismo a los movimientos. 

Por lo tanto, la conducción de un vehículo es una habilidad que no representa estrictamente una destreza, un talento o una aptitud, sino una conjunción de variables en la que todos estos elementos aportan en mayor o menor grado. Es por ello que algunos individuos nunca logran manejar, mientras que otros adquieren la habilidad suficiente para conducir un trasporte de pasajeros o un móvil de competición.