domingo, 12 de abril de 2020

Nuestra Capacidad

El cerebro es lo que nos da una gran capacidad humana. Y es por eso que debemos cuidarlo y, mejor aún, potenciarlo.

Cómo desarrollar la capacidad humana
Lo primero que debemos saber para desarrollar la capacidad humana es que no necesariamente tenemos que quemarnos la cabeza, no necesariamente tenemos que terminar muertos en la cama al final del día. Más bien tenemos que cuidar más nuestro cuerpo porque demasiado estrés lo cansa tanto que no podrá aprovecharse al máximo.

Muchas personas creen que trabajando más al día van a ganar más. Sin embargo está comprobado que después de 4 horas de trabajo el cuerpo se cansa y es la mitad de productivo. El cerebro se cansa aun más rápido que el cuerpo (cada hora).

Si queremos comprender mucho mejor lo que estamos leyendo tenemos que descansar cada hora unos cinco minutos. Si queremos trabajar mejor en algo que requiere esfuerzo físico entonces tenemos que descansar, por lo menos, cinco minutos cada hora.

El secreto está en descansar (hacer una pausa) antes de cansarse.

Este consejo me ha servido bastante para desarrollar mi capacidad humana, especialmente porque el cerebro quien trabaja sin parar, necesita un pequeño descanso cada cierto rato para poder restablecerse y funcionar con toda normalidad.

Cuando trabajaba en el edificio de mi tía, en donde necesitaba moverme casi todo el día tenía que descansar cada cierto rato (o sino sentía que mis piernas se me caían) y una vez que terminaba mi pequeño descanso de 5 minutos mis piernas estaban como nuevas.

Lo mismo también aplico al momento de escribir. Si un día quiero escribir bastante no me voy a poner a escribir 5 ó 6 horas seguidas. Es más, cuando trato de hacerlo seguido me canso mentalmente a las 2 ó 3 horas de haber empezado y mi cerebro no puede dar para más, no puedo ser productivo.

Es importante descansar para desarrollar la capacidad humana
Cuando descansas te vuelves más productivo y cuando eres más productivo te vuelves más experto en lo que haces.

Si en un día hacías determinada cantidad de trabajo, descansando podrás hacer el triple de lo que hacías en un día normal. Y cuanto más practiques algo que te gusta naturalmente te vas a volver experto, te volverás mejor competidor antes los demás.

Y, sobre todo, tendrás más tiempo para  poder disfrutar de tu tiempo libre y hacer lo que realmente te gusta.

Ahora y
a sabes que tienes una enorme capacidad humana. Aprovéchala al máximo, empléala  en desarrollar más tu creatividad, también en practicar más tus deportes favoritos o para cualquier otro tipo de esfuerzo físico.
El cerebro es lo que nos da una gran capacidad humana. Y es por eso que debemos cuidarlo y, mejor aún, potenciarlo.

Cómo desarrollar la capacidad humana
Lo primero que debemos saber para desarrollar la capacidad humana es que no necesariamente tenemos que quemarnos la cabeza, no necesariamente tenemos que terminar muertos en la cama al final del día. Más bien tenemos que cuidar más nuestro cuerpo porque demasiado estrés lo cansa tanto que no podrá aprovecharse al máximo.

Muchas personas creen que trabajando más al día van a ganar más. Sin embargo está comprobado que después de 4 horas de trabajo el cuerpo se cansa y es la mitad de productivo. El cerebro se cansa aun más rápido que el cuerpo (cada hora).

Si queremos comprender mucho mejor lo que estamos leyendo tenemos que descansar cada hora unos cinco minutos. Si queremos trabajar mejor en algo que requiere esfuerzo físico entonces tenemos que descansar, por lo menos, cinco minutos cada hora.

El secreto está en descansar (hacer una pausa) antes de cansarse.

Este consejo me ha servido bastante para desarrollar mi capacidad humana, especialmente porque el cerebro quien trabaja sin parar, necesita un pequeño descanso cada cierto rato para poder restablecerse y funcionar con toda normalidad.

Cuando trabajaba en el edificio de mi tía, en donde necesitaba moverme casi todo el día tenía que descansar cada cierto rato (o sino sentía que mis piernas se me caían) y una vez que terminaba mi pequeño descanso de 5 minutos mis piernas estaban como nuevas.

Lo mismo también aplico al momento de escribir. Si un día quiero escribir bastante no me voy a poner a escribir 5 ó 6 horas seguidas. Es más, cuando trato de hacerlo seguido me canso mentalmente a las 2 ó 3 horas de haber empezado y mi cerebro no puede dar para más, no puedo ser productivo.

Es importante descansar para desarrollar la capacidad humana
Cuando descansas te vuelves más productivo y cuando eres más productivo te vuelves más experto en lo que haces.

Si en un día hacías determinada cantidad de trabajo, descansando podrás hacer el triple de lo que hacías en un día normal. Y cuanto más practiques algo que te gusta naturalmente te vas a volver experto, te volverás mejor competidor antes los demás.

Y, sobre todo, tendrás más tiempo para  poder disfrutar de tu tiempo libre y hacer lo que realmente te gusta.

Ahora ya sabes que tienes una enorme capacidad humana. Aprovéchala al máximo, empléala  en desarrollar más tu creatividad, también en practicar más tus deportes favoritos o para cualquier otro tipo de esfuerzo físico.

Los Días Duros


 Dejemos el pesimismo para tiempos mejores.
-Robert Frost-

Las cosas son como son, pero nosotros las vemos como las vemos. He aquí unos ejemplos:
Dos personas miran un cielo encapotado. Una, solo ve nubarrones que amenazan tormenta. Otra, ve que sobre los nubarrones hay un hermoso rayo de sol que en algún instante tiñe de rojizo un atardecer único y piensa: No temas, alma mía, porque, aunque la noche sea fría, siempre se hace de día

Dos hacen senderismo con la mochila en la espalda y aguantando las molestias propias del camino. Uno, soporta las molestias maldiciendo la hora que se dejó convencer para “tragarse” la caminata; el otro, goza a cada recodo del camino de la belleza del paisaje. Los dos llevan el mismo peso y van por el mismo camino, pero sus posturas mentales les cambian las perspectivas.

Dos personas miran una charca estancada, corrompida y mal oliente en el recodo de una vaguada. Una, la ve como una mancha que estropea la hermosura del paisaje; la otra, descubre entre las ramas y yerbajos la única flor hermosa que germinó de alguna semilla depositada por el viento. Ante el mismo cuadro dos percepciones distintas, fruto de la diferente postura mental.

Hay quien padece de tortícolis y vive como caminando de espaldas, contemplando con tristeza, melancolía y aburrimiento la vida pasada. Otros, con la mirada fija en el horizonte, caminan vigorosos, decididos y alegres avanzando hacia el futuro. Es diferente postura mental.

Todos ven las mismas cosas, pero cada uno elige un diferente ángulo de visión. Y la percepción cambia sustancialmente lo observado.

Si pegamos los ojos al lienzo de una obra de arte, percibiremos un conglomerado de colores sin mucho sentido, aunque sea una obra maestra. El mismo cuadro ofrece su realidad magnífica cuando lo contemplamos a la distancia conveniente y bajo una luz adecuada.
Debemos esforzarnos en crearnos una postura mental sana. La risa ha de brotar de nosotros mismos; no nos la puede prestar nadie. La dicha es patrimonio personal; no se vende en ningún mercado. Para ser positivos hemos de ejercitarnos en actuar de dentro a fuera, haciendo saltar al exterior la riqueza íntima de nuestros pensamientos optimistas.

Un vaso con su capacidad hasta la mitad, ¿está medio lleno o medio vacío? Depende. ¿La vida es horrible por dura o es maravillosa aunque tenga tramos duros?


Con una postura mental sana que nos lleva a amar la vida que nos toca vivir, aprenderemos a llevar una vida feliz y apacible, aunque haya días de otoño. Porque, sí, hasta el otoño y el invierno tienen días soleados.


sábado, 11 de abril de 2020

Conductas Y Vivencias Pasadas

Una impronta es un acontecimiento significativo que tuvo lugar en el pasado, a partir del cual adquirimos una creencia o un conjunto de creencias. En este contexto, partimos de la base de que los comportamientos actuales a menudo han sido creados o configurados por conductas y vivencias pasadas. Para nosotros lo más importante de las experiencias pasadas no es su contenido objetivo, sino la interpretación o creencia que la persona se formó a partir de tal experiencia.


El concepto de impronta fue acuñado por Konrad Lorenz, quien estudió el comportamiento de las crías de pato cuando salían del cascarón. Lorenz descubrió que los patitos recibían una impronta de la figura materna durante el primer día de vida. Para ello, se basaban en el movimiento, de manera que si algo se movía a su lado en cuanto salían del cascarón, ese algo “se convertía” en su madre. Además, descubrió que si más tarde los reunía con su verdadera madre, los patitos no la reconocían como tal; los patitos ya habían recibido la impronta.

Konrad Lorenz creía que las improntas se establecían en ciertos periodos neurológicamente críticos, y que una vez pasado el periodo crítico, lo que quedaba “impreso”, fuera lo que fuese, era permanente y no susceptible de cambio.

Sin embargo, investigaciones posteriores sobre el fenómeno de impronta en seres humanos revelaron que, en condiciones apropiadas, era posible acceder a los contenidos que se habían improntado en anteriores periodos críticos y se podían reprogramar o reimprontar. Esta posibilidad de la que disfrutamos los seres humanos se debe a que nuestro sistema nervioso es más refinado que el de los animales salvajes.

Las improntas establecidas durante ese periodo instauran creencias núcleo que modelan nuestra personalidad. Las improntas pueden ser experiencias significativas positivas, que conducen a creencias útiles, o bien experiencias traumáticas o problemáticas que conducen a creencias limitantes.

Para el proceso de reimpronta deberemos localizar eventos o periodos de tiempo de nuestra vida que estén relacionados con nuestro síntoma o situación conflictiva actual. Reviviremos desde otra perspectiva determinados funcionamientos, estados o tensiones que hemos experimentado en el pasado.

Lo que nos hace sufrir son las grabaciones que hemos registrado de nuestras experiencias, no la realidad en sí.


Al externalizar estos eventos es mucho más fácil disociarse de ellos, reflexionar y reevaluar las creencias que nos hemos formado a partir de ellos. Con esta técnica obtendremos nuevos conocimientos y conectaremos con los recursos que fueron necesarios pero no estaban disponibles en ese momento por las propias circunstancias. 

No estamos buscando una solución a un evento del pasado, sino más bien una integración y actualización de nuestras creencias y del sentido de identidad en relación con el sistema de relaciones que hemos mantenido con personas significativas.


El Hacer Humano


No es ningún secreto que estamos casi todo el tiempo “haciendo” algún tipo de actividad.

La vida hoy en día es muy compleja. Hay más información que antes, más tráfico, más posibilidades, más distracciones, más tareas, más desplazamientos, más proyectos, más dispositivos electrónicos, más aplicaciones y en general muchas más elecciones que antes – también más elecciones generales!

Como consecuencia siempre hay algo por hacer y mientras que hacemos una cosa estamos ya planeando la siguiente. Todo el día, desde la más pequeña cosa a las más grandes. Cuando a lo largo del día tenemos un momento de respiro, esperando algo o a alguien, lo primero que muchas veces hacemos es coger el móvil para ver los mensajes, hacer una llamada o mirar una cosa por internet, o tal vez pensamos en las cosas que hay que hacer y lo que acabamos de hacer.

Al final del día nos agota la energía de tanto HACER, física y mentalmente y hacemos algo para salir de nuestros incesantes pensamientos de urgencia, preocupación, planificación, de lo que acaba de pasar, etc. Tal vez tomamos unas copas, una pastilla o nos conectamos con la pantalla – grande o pequeña.

Sin darnos cuenta terminamos haciendo una vez más y nos estresamos y nos agotamos y somos mucho menos productivos que si hubiéramos tomado algo de tiempo para pararnos y reconectarnos con nosotros mismos.

HACER es un estado en el que sentimos que nuestra autoestima depende de seguir haciendo y esto a menudo es resultado de que avanzamos por la vida con el piloto automático puesto. Nos convertimos en unos cabezas parlantes con muy poca conciencia corporal, condicionados por nuestros hábitos.

No hay nada malo en absoluto en el estado de HACER, pero si aspiramos a vivir más plenamente, estar menos estresados y ser más productivos, entonces tenemos que encontrar la manera de crear el tiempo y el espacio para simplemente SER y saber también integrar el SER en el HACER.

¿Qué significa SER?
Sin la experiencia con la meditación, la idea de SER tal vez suena pasiva, sin sentido e indulgente. “No tengo tiempo para no hacer nada cuando hay tantas cosas por hacer”. “Qué pensarán de mi si no hago nada”. “Debería hacer esto o lo otro……”

Pero si has probado la experiencia de la libertad que viene con la sensación de que no tienes que HACER tanto ya sabes que a menudo es una sensación maravillosamente purificadora e incluso productiva. Y curiosamente cuando te encuentras en este estado parece que tienes más tiempo.

Además desde la perspectiva del SER, gran parte de lo que consideramos actividad productiva parece más bien frenética, como es escribir un documento o leer un correo mientras atendemos una llamada telefónica o mantenemos una conversación con alguien. No estamos presentes en ninguna de las actividades cuando hacemos multitarea.

La idea no es que todos debamos pararnos y no HACER nada, sino que reconozcamos que nuestras acciones serán mucho más equilibradas, creativas y consideradas si se basan en unas experiencias diarias de SER.


Todo Dentro De Ti


Mi intención es que dejes de buscar a fuera de ti
y que te des cuenta que lo tienes todo
dentro de ti.
Si lo descubres dentro de ti,
lo conseguirás afuera.
No es al revés.
Tu vida es un holograma
que se proyecta desde dentro hacia fuera.
Debido a que estamos en olvido,
a que estamos influenciados desde la infancia,
a que tenemos alguna cosa importante que experimentar
y debido a que estamos en un cuerpo físico,
se nos hace difícil comprender que todo lo que
vivimos es lo que estamos eligiendo vivir.
Pensamos que es lo que nos ha tocado
por buena o mala suerte.
Cuando tienes presente que estás
en un viaje al recuerdo de todo lo que eres,
te empoderas y tomas el control de tu vida,
porque reconoces que eres merecedor
de todo lo bueno por derecho divino.
Todos tus problema llegan a su fin
cuando te haces cargo de ti,
cuando tomas el control de tus creaciones,
cuando descubres que tienes el potencial
y cuando compruebas que la Fuente
esta lista para ayudarte a ser cada día mas feliz.
Solo falta que estés de acuerdo con esto
para que el proceso de soluciones se inicie.
Tienes un potencial que te permite crear
y tú puedes elegir qué crear.
Este concepto es revolucionario
y no lo sabemos utilizar en toda su dimensión.
Por eso creamos situaciones donde lo pasamos mal.
Pero todo esto es parte del proceso.
Tenemos que practicar y practicar
hasta comprender cómo es que se hace esto.
Necesitamos ser cada vez mas conscientes
para poder utilizar ese potencial que emana de la Fuente
para que nosotros lo podamos moldear
para nuestro bien, o sea, alineado al amor.
Nuestro espíritu es amor,
es la energía que permite la vida,
que permite las mejoras,
la expansión, la realización,
el crecimiento y la dicha de vivir.
Mientras mas recuerdes que eres amor,
más hermosa será tu existencia.
Todos nuestros problemas se generan
cuando nos alejamos del amor,
o sea, cuando olvidamos que somos amor.
El amor nunca genera problemas,
todo lo contrario,
es lo único que sana todo dolor y restaura la verdad.
Los desafíos y los problemas no son hermosos en si mismos.
Sin embargo, son la oportunidad de restaurar el amor allí
y por eso se hacen hermosos.
La belleza está en la reparación,
en el sanar, en el volver a recordar lo que somos.
Entonces cada desafío se convierte en una bendición
y en una oportunidad para mejorar,
para avanzar, para crecer, para ser cada vez más sabios.
No son para sufrirlos y quedarse allí
sintiendo que la vida es injusta.
Es así como podemos llegar a agradecer
a alguna circunstancia que nos ha hecho dudar,
tener miedo o sufrir después de haberla superado.
Cada problema trae un regalo oculto
que podemos obtener después de haberlo superado.
Ese regalo consiste en un descubrimiento de alguna capacidad,
de alguna habilidad o de algún don
que antes no habíamos reconocido en nosotros.
Por eso, todas las soluciones están dentro de nosotros.
Nunca fuera.
Tu evolución consiste en ir descubriendo más y más
atributos de tu espíritu.
Mientras mas descubras, más feliz eres.
Mientras feliz eres, mas cosas buenas atraes a tu vida.
El mundo necesita personas que estén
más conscientes de esto para que vivamos en armonía y dicha.


Motivemos



La vida funciona con incentivos; desde alegrar a alguien, motivarlo o hacer lo que más le gusta, en el trabajo, en el hogar y en la vida en general buscamos los incentivos, quien creyera que el origen de esta palabra es cantar.

Incentivo proviene del latín incentivum, derivado de incanare o cantar. De tal manera, que la alegría del canto llega a motivar para alegrar la vida en general.

En el mundo empresarial los incentivos para los trabajadores son uno de las mejores elementos motivadores, pero debe ir paralelo con otro tipo de incentivos para alegrar el espíritu.

El como motivar a los trabajadores y en general a la familia es parte del éxito y la gran diferencia entre los grupos humanos exitosos.

Una familia que transcurre los días con alegría, motivación y unión, progresará mucho mejor. Los hijos rendirán mejor en los estudios, tendrán mejor crecimiento y se inclinarán por los deportes. Toda la familia se alejará de los vicios y problemas sociales.

De la misma manera en el mundo empresarial, si todos se encuentran lo suficientemente motivados, la productividad será mayor.

El saber cómo motivar a los diferentes grupos humanos es saber el secreto del éxito. Los equipos deportivos más exitosos deben sus triunfos a la motivación.

Pueden tener menos antigüedad o tradiciones, menores recursos o trofeos, pero si se encuentran con el elemento motivador adecuado, vencerán al rival más fuerte.


La Pérdida De Interés

Frecuentemente perdemos el interés en empleos, personas, relaciones... Esto no siempre constituye un proceso normal e irreversible. Podemos actuar.

La habituación es uno de los procesos de aprendizaje más primitivos y comunes que existen. El mismo consiste en un decremento de la respuesta ante un estímulo que se presenta repetidas veces. Es decir, es el proceso por el cual dejamos de responder a aquello que ya no constituye una novedad.

A lo largo del día podemos encontrar numerosos ejemplos de este fenómeno. El ruido de un electrodoméstico deja de sobresaltarnos a medida que lo escuchamos a diario. La publicidad situada a un lado de la carretera en tu camino al trabajo, termina por pasarte totalmente desapercibida. Los gritos de unos padres que constantemente se dirigen así a su hijo, dejarán de producir efecto en el niño.

Cuando nos acostumbramos a un estímulo, este pierde el poder de evocar una respuesta en nosotros. De este modo la ilusión por un trabajo se desvanece con el día a día y comenzamos a encontrar defectos a esa amistad que considerábamos perfecta.

Igualmente, si nos referimos a relaciones de pareja, los niveles de distintos neurotransmisores se estabilizan con el paso del tiempo. De esta forma el enamoramiento da paso a un amor compañero en que la euforia inicial se ve sustituida por mayores niveles de intimidad y compromiso.

Otras veces ocurre que perdemos el interés porque damos por sentado lo que tenemos. Cuando algo supone un reto nos ponemos en marcha para trabajar por ello. Tener un objetivo nos impulsa a movilizar nuestros recursos y habilidades, y la satisfacción al lograrlo es elevada.

En cambio, cuando ya es nuestro, es común que nos relajemos y nos asentemos. La felicidad por aquello que hemos obtenido va perdiendo intensidad. Cuando tenemos un empleo fijo o cuando las personas nos muestran excesiva atención sentimos que ya no hay necesidad de esforzarse, el elemento reto desaparece.

El denominador común en ambos casos es que, de una forma o de otra, dejamos de valorar las situaciones o a las personas que nos rodean. Ya sea por costumbre o por excesiva confianza, no nos planteamos que realmente podemos perder lo que tenemos. El perjuicio que provoca esta situación es evidente: nuestro rendimiento laboral será mucho menor, nuestras relaciones sociales irán perdiendo calidad por no cuidarlas y nuestra pareja puede marcharse al no sentirse valorada.

Muchas personas piensan que la pérdida de interés es inevitable, que es parte del proceso normal de la vida. Así adoptan una actitud pasiva y se acomodan en situaciones que ya no les hacen verdaderamente felices. O, por el contrario, saltan de una situación vital a otra esperando que en la próxima el desinterés no haga acto de presencia.

Es imprescindible saber que el interés se trabaja mediante acciones diarias. Si sientes apatía por todo lo que te rodea probablemente se deba a que has dejado de otorgarle valor, y esto es algo que nace únicamente de tus pensamientos. Tenemos el hábito de pasar por alto las cosas buenas que conforman nuestra vida y así nos estamos privando de la capacidad de disfrutar.

Adopta la costumbre de ser consciente cada día de todo lo que tienes, de sentir plenamente la felicidad que esto de proporciona. Trabaja tu gratitud y enseña a tu mente a no dar nada por sentado. Recuerda cuánto anhelabas lo que ahora posees y dedícate activamente a disfrutar de su presencia en tu vida.

Una mente agradecida y enfocada en lo positivo experimenta niveles mucho más elevados de felicidad y satisfacción. Además, de forma natural cuida sus relaciones y sus circunstancias, dando lo mejor de si mismo en cada una de ellas. La persona que actúa de este modo puede estar segura de que la pérdida de interés dejará de acompañarle en su viaje.

El Gusto De Compartir

¿Por qué me gusta compartir en las Redes Sociales?

La gente quiere saber lo que está pasando y nosotros somos los responsables de hacer que se enteren de una manera rápida y sencilla.

La idea es generar y compartir contenidos en las Redes Sociales que resulten interesantes a nuestro público con el objetivo de atraerlos hacia nuestra empresa. Además de la publicidad tradicional, donde se habla de contenido promocional y publicitario, hay que crear contenido de interés, de calidad y sobretodo gratuito para nuestro usuario final. Es una forma de crear comunidad fiel para que a su vez potencien tu negocio.

Las marcas deben crear contenidos propios, imágenes propias para compartir en las redes sociales, además de compartir información de terceros y así ofrecer a tu audiencia información de su interés. No todo lo que se publica gusta ni es de nuestro interés, ni toda la información tiene el mismo éxito entre los seguidores; hay que saber diversificar los campos y no ser homogéneos.

Últimamente se están compartiendo mucho los contenidos relacionados con el positivismo, con que la vida es corta y hay que vivirla a tope, inspiraciones para seguir luchando, fotos y contenidos para sacarnos una sonrisa, contenidos fascinantes, viajes, culturas, contenidos con finales inesperados, contenidos con finales felices, etc.

La idea es llegar al sentimiento de nuestro seguidor y/o fan

Los días festivos siempre son una oportunidad para generar “engagement” y darle un toque más humano a tu marca. Tenemos sobrecarga de información negativa a diario por lo que se tiende desde las Redes Sociales es hacer la vida más amena y agradable a nuestros seguidores: Los sueños se hacen realidad, somos seres únicos y especiales, contenidos que conectan con nuestras emociones.

Tenemos el usuario que te sigue porque le encanta lo que escribes, lee desde el principio hasta el final tu contenido, y luego tenemos el usuario que simplemente comparte por compartir simplemente temas interesantes, cosas raras, etc.

Ahora contamos también con la infografía en las Redes Sociales. Está siendo el boom acompañante de los contenidos donde te resume todo lo expuesto en tu post. Ha quedado claro que la gente prefiere que le dibujen la noticia a que se la escriban. El ritmo de vida tan rápido que llevamos hace que este tipo de resúmenes les llegue antes al usuario. Todo el mundo, curiosamente, tiende a compartir, por Facebook ,Twitter y otras plataformas estas combinaciones de texto e imágenes.

El pensamiento visual está arrasando. Lo más importante ahora es EL IMPACTO VISUAL una imagen vale más que mil palabras. Otra moda arrasando son los videos, ayuda a reforzar un contenido y a mejorar una historia. Además, con lo vagos que somos, ver un vídeo corto… ¿Quién no podría resistirse? Las nuevas tecnologías ya están presentes en nuestras vidas, seamos sensatos, saquémosle el mejor beneficio y lo positivo tanto a nivel laboral como personal, sin perder nunca el sentido común.

El Valor De Las Ilusiones

Juan Rulfo se preguntaba: “¿La ilusión? Eso cuesta caro. A mí me costó vivir más de lo debido”. Tener y cultivar la ilusión es uno de los motores de nuestra existencia. Y la ilusión está estrechamente unida a los sentidos. Es esa capacidad que poseemos las personas para reunir todas nuestras fuerzas y concentrarlas a favor de la conquista de un objetivo.

Ilusión es una palabra que procede del latín ilusionis y significa engaño. Porque así es la ilusión, es ese don que tenemos los seres humanos para creer en aquellas cosas que no vemos, pero que nos ayudan a vivir.

“No rechaces tus sueños. ¿Sin la ilusión el mundo que sería?”
–Ramón de Campoamor-

La ilusión está conectada a emociones positivas. Cuando nos ilusionamos nos sentimos bien, nos sentimos plenos y motivados. Nuestra mirada cambia. Nuestro estado emocional también. Nos sentimos entusiasmados y cargados de energía. Es un sentimiento que nos da fuerza.

Desde pequeños recurrimos a las ilusiones para construir nuestro proyecto de vida, para diseñar nuestros sueños y fijar nuestras metas. Vivimos con ella porque es la fuerza que nos empuja a alcanzar nuestros objetivos. La ilusión es nuestra compañera de viaje. Con ella pensamos dónde nos gustaría ir, qué nos gustaría ser o a quien nos gustaría tener a nuestro lado. La ilusión nos ayuda a hacer realidad nuestros sueños.

«Hay algo que da esplendor a cuanto existe, y es la ilusión de encontrar algo a la vuelta de la esquina.»
-Gilbert Keith Chesterton-

La ilusión sirve para no rendirnos, para llenarnos de aliento y empujarnos a conseguir nuestros objetivos a largo plazo. Sin embargo, con el paso de los años parece como si el depósito de nuestras ilusiones se fuera agotando.

Esta sensación está asociada a la experiencia. Las cosas no nos hacen la misma ilusión cuando las hacemos por primera vez, que cuando la repetimos muchas veces. Por eso no solo hay que tener ilusiones, sino que hay que renovarlas para que no se agoten.

El problema de las ilusiones llega cuando no sabemos conformarnos, es decir, cuando construimos nuestro objetivo sobre expectativas de las que dependen directamente nuestra felicidad o nuestra autoestima y que, si no las conseguimos, nos hacen sentir mal. Por eso debemos motivarnos, ilusionarnos sin despegar mucho los pies del suelo.

La ilusión conecta con los sentimientos más positivos del ser humano y es contagiosa. Recurrimos a ella para sentirnos mejor, para alcanzar algo que nos hace feliz.

Eduardo Punset argumenta que “en el hipotálamo del cerebro está lo que los científicos llaman circuito de la búsqueda. Este circuito, que alerta los resortes de placer y de felicidad, solo se enciende durante la búsqueda y no durante el propio acto. En la búsqueda, en la expectativa, radica la mayor parte de la felicidad”.

Tener ilusión aviva nuestro sentimiento de felicidad, pero eso es algo que debemos cultivar. ¿Se puede? La respuesta es sí, se puede cultivar la ilusión. Pero, como todo, hay que trabajarlo. Es importante organizar nuestra vida y marcar algunas prioridades, tal vez al principio solo algunas metas para conseguir a corto plazo. Alcanzando pequeños logros se irán dando grandes pasos para recuperar la ilusión.

«Nada es más triste que la muerte de una ilusión.»
-Arthur Koestler-

Buscar actividades nuevas que gusten, emocionarse con todo lo bueno que da la vida, aprender de cada nueva experiencia y recordarse que cada día es un día menos para conseguir lo que se desea ayudará también a fortalecer esa ilusión. Lo importante es ir sumando momentos para volver a tener ilusión, esa ilusión que nos ayudará a seguir avanzando.

Simplemente Vivamos

La cita de hoy nos avisa de que podemos estar enfrentándonos a la vida de manera equivocada.

Muchas veces pensamos que, si somos “buenas personas”, si somos amables y alegres, los demás no nos tomarán en serio o pretenderán aprovecharse de nosotros. La sociedad, nuestros familiares y amigos, nos avisan de que debemos ser duros, que hay que protegerse de los demás, que si somos confiados nos harán daño.

Esto hace que muchos de nosotros nos fabriquemos una coraza, que no dejemos ver nuestros sentimientos y desconfiemos de los demás. Poco a poco, esta actitud ante la vida nos convierte en personas desconfiadas, cerradas, tristes y agresivas.

En resumen, cuando nos relacionamos con los demás, sobre todo con la gente que no conocemos bien, estamos más predispuestos a sacar la espada que a sonreír y, por supuesto, esto hace que la persona que tenemos enfrente reaccione de una manera similar.

Sin embargo, si lo pensamos durante un segundo, ¿no nos sentimos mejor y estamos más predispuestos a escuchar o a ayudar a las personas que son amables y abiertas y que nos recibe con una sonrisa? Entonces, ¿por qué no probamos a hacer lo mismo? Una sonrisa es fácil, no nos cuesta nada y puede abrirnos muchas puertas

Apreciemos


Una persona que piensa todo el tiempo, no tiene más en qué pensar que en los pensamientos mismos, de esta manera pierde el contacto con la realidad y está destinado a vivir en un mundo de ilusiones”, afirma Alan Watts —filósofo del espíritu y uno de los principales responsables de acercar el budismo zen al pensamiento occidental— en una iluminadora conferencia.


Al momento de explicar a qué se refiere exactamente con “pensamientos”, Watts los describe como esas “charlas dentro del cráneo”, una manera simple y precisa de hablar sobre nuestros frecuentes (y también evitables) diálogos y cálculos internos, repeticiones esclavizantes de palabras que, al presentarse compulsivamente, son la fuente principal de la angustia en la que muchas personas viven cotidianamente.

El pensamiento, reflejo de nuestra mente racional (“un buen sirviente, pero un mal amo”), como afirma Watts y también lo hace la filosofía budista, no es malo por sí mismo; es quizá una de las herramientas más poderosas que un hombre tiene a la mano, pero debe ser usada con moderación, como un instrumento que podemos utilizar para resolver problemas y dejar a un lado cuando no nos sirve más, y de esta manera, vivir el resto del tiempo habitando la realidad. De otra forma, esto sólo puede llevarnos a confundir los símbolos, las palabras, las ideas y los números con el mundo real.

Pensamientos de dimensiones épicas y tan comunes como la idea de que tenemos que sobrevivir en el mundo, seguir adelante, no fallar, mantenernos vivos (aún cuando sabemos que la muerte se avecina) y para ello hacer dinero, o, simplemente, la noción de que tenemos que no ser lo que somos, agotan nuestra mente impidiéndonos disfrutar del mundo que habitamos, ese que existe afuera de nuestra mente.

Para Watts, la respuesta es simple: no tenemos que ser algo más que lo que somos o sentir una cosa distinta a  la que sentimos. Cuando nos rendimos a lo que estamos siendo y estamos sintiendo en el presente, el callejón sin salida te permite el paso, te dice algo, un mensaje que vale la pena escuchar.
El ego y la idea del yo son, según el filósofo estadounidense, el principal problema: esa pesada imagen de nosotros mismos que está hecha de lo que nos han dicho que somos o que tenemos que ser, de nuestra educación y nuestro estilo de vida. No hay nada más alejado de lo que realmente somos que todas estas ideas. Nosotros somos el universo, de la misma forma que un río, una galaxia o una nube lo son; somos el universo expresado en el lugar que sentimos como aquí y ahora. En otras palabras, a través de nuestros ojos, el universo se observa a sí mismo.

Watts asegura que la observación en calma del universo es la respuesta, y es también el principio de la meditación. Si no sabemos qué hacer, hay que observar. Watts utiliza como ejemplo el acto de escuchar música, escucharla hasta que eventualmente la entendemos, no en palabras, pero sí de otra forma, porque el punto es la música, hasta que nos convertimos en la música. 

De la misma manera, la vida adquiere un sentido insospechado con el simple acto de observarla, no solamente lo que pasa afuera de nosotros, sino también lo que pasa dentro. Los pensamientos, las emociones, los miedos deben observarse desde el punto de vista de un espectador, sin querer cambiarlos o juzgarlos, como nubes que pasan velozmente por el cielo.

Es preciso despertar a la realidad y vivir en el presente, explica finalmente Watts con una elocuencia resplandeciente y un encantador sentido del humor, observar la vida hasta que logremos transformarnos en ella, dejar de pensarla y codificarla, para finalmente vivirla.


Una persona que piensa todo el tiempo, no tiene más en qué pensar que en los pensamientos mismos, de esta manera pierde el contacto con la realidad y está destinado a vivir en un mundo de ilusiones”, afirma Alan Watts —filósofo del espíritu y uno de los principales responsables de acercar el budismo zen al pensamiento occidental— en una iluminadora conferencia.

Al momento de explicar a qué se refiere exactamente con “pensamientos”, Watts los describe como esas “charlas dentro del cráneo”, una manera simple y precisa de hablar sobre nuestros frecuentes (y también evitables) diálogos y cálculos internos, repeticiones esclavizantes de palabras que, al presentarse compulsivamente, son la fuente principal de la angustia en la que muchas personas viven cotidianamente.

El pensamiento, reflejo de nuestra mente racional (“un buen sirviente, pero un mal amo”), como afirma Watts y también lo hace la filosofía budista, no es malo por sí mismo; es quizá una de las herramientas más poderosas que un hombre tiene a la mano, pero debe ser usada con moderación, como un instrumento que podemos utilizar para resolver problemas y dejar a un lado cuando no nos sirve más, y de esta manera, vivir el resto del tiempo habitando la realidad. De otra forma, esto sólo puede llevarnos a confundir los símbolos, las palabras, las ideas y los números con el mundo real.

Pensamientos de dimensiones épicas y tan comunes como la idea de que tenemos que sobrevivir en el mundo, seguir adelante, no fallar, mantenernos vivos (aún cuando sabemos que la muerte se avecina) y para ello hacer dinero, o, simplemente, la noción de que tenemos que no ser lo que somos, agotan nuestra mente impidiéndonos disfrutar del mundo que habitamos, ese que existe afuera de nuestra mente.

Para Watts, la respuesta es simple: no tenemos que ser algo más que lo que somos o sentir una cosa distinta a  la que sentimos. Cuando nos rendimos a lo que estamos siendo y estamos sintiendo en el presente, el callejón sin salida te permite el paso, te dice algo, un mensaje que vale la pena escuchar.
El ego y la idea del yo son, según el filósofo estadounidense, el principal problema: esa pesada imagen de nosotros mismos que está hecha de lo que nos han dicho que somos o que tenemos que ser, de nuestra educación y nuestro estilo de vida. No hay nada más alejado de lo que realmente somos que todas estas ideas. Nosotros somos el universo, de la misma forma que un río, una galaxia o una nube lo son; somos el universo expresado en el lugar que sentimos como aquí y ahora. En otras palabras, a través de nuestros ojos, el universo se observa a sí mismo.

Watts asegura que la observación en calma del universo es la respuesta, y es también el principio de la meditación. Si no sabemos qué hacer, hay que observar. Watts utiliza como ejemplo el acto de escuchar música, escucharla hasta que eventualmente la entendemos, no en palabras, pero sí de otra forma, porque el punto es la música, hasta que nos convertimos en la música. 

De la misma manera, la vida adquiere un sentido insospechado con el simple acto de observarla, no solamente lo que pasa afuera de nosotros, sino también lo que pasa dentro. Los pensamientos, las emociones, los miedos deben observarse desde el punto de vista de un espectador, sin querer cambiarlos o juzgarlos, como nubes que pasan velozmente por el cielo.

Es preciso despertar a la realidad y vivir en el presente, explica finalmente Watts con una elocuencia resplandeciente y un encantador sentido del humor, observar la vida hasta que logremos transformarnos en ella, dejar de pensarla y codificarla, para finalmente vivirla.

Las Emociones

Las emociones son reacciones que todos experimentamos: alegría, tristeza, miedo, ira… Son conocidas por todos nosotros pero no por ello dejan de tener complejidad. Aunque todos hemos sentido la ansiedad o el nerviosismo, no todos somos conscientes de que un mal manejo de estas emociones puede acarrear un bloqueo o incluso la enfermedad.

Estas son algunas de las situaciones y reacciones fácilmente identificables que se producen habitualmente en los seres humanos:
Temor a perder la vida o amenaza de un resultado negativo. Reaccionamos luchando, huyendo, manteniendo la situación de alerta o paralizándonos.
Confrontación de intereses son nuestros semejantes. Reaccionamos con ira o enojo.
Pérdida de un ser querido. Reaccionamos con tristeza y empatizamos con las personas que nos apoyan.
Celebración de un éxito o enamoramiento. Reaccionamos con exaltación.
Esfuerzo ante un desafío. Reaccionamos con satisfacción y alegría.
Ante personas que necesitan nuestra ayuda. Reaccionamos de manera rápida y altruista aún a riesgo de nuestra seguridad.


En todos los casos estas reacciones nos ayudan a afrontar mejor esas situaciones.

Para explicar más profundamente los cambios que experimentamos, vamos a centrarnos en el miedo que por ejemplo sentimos ante una situación de peligro en la que puede estar en juego nuestra propia vida.

A nivel cognitivo, es decir, en lo que concierte a nuestra capacidad de comprensión, juicio, memorización y razonamiento, el miedo puede hacernos perder la capacidad de controlar nuestra conducta haciendo que reaccionemos de manera similar a otras especies menos evolucionadas como los reptiles. Es decir, reaccionaremos tratando de decidir si tenemos más posibilidades de sobrevivir luchando, huyendo o quedándonos paralizados. Esta manera de reaccionar, este “programa”, reside en la amígdala, en la parte más profunda de nuestro cerebro. En este órgano “emocional” no tenemos conciencia ni capacidad de decisión y además en él quedan registrados los sucesos que hemos vivido y las sensaciones que hemos percibido lo que hace que no nos olvidemos de lo que nos ha pasado y tratemos de evitarlo en un futuro.

En lo que se refiere al nivel fisiológico y dependiendo de la conducta que vayamos a desarrollar ante la situación, se activarán una serie de respuestas procedentes de diferentes sistemas: tensión muscular, presión arterial, ritmo respiratorio, temperatura periférica, sequedad en la boca etc. que nos prepararán de diferente manera según la respuesta.

A nivel subjetivo, es decir, dependiendo totalmente del individuo, experimentaremos una serie de sensaciones físicas, intensas, desagradables y descontroladas que junto con los cambios cognitivos y algunos pensamientos sobre el peligro y sus consecuencias harán que tengamos una experiencia de terror única e imborrable.

Ya hemos analizado cada una de las tres respuestas que se producen. La suma de todas ellas es lo que provocará nuestro comportamiento, ya sea lucha, huida o paralización, en las mejores condiciones para salvar la vida e intentar no volver a vernos en una situación similar de peligro.

Por otra parte, hay reacciones emocionales que se producen ante situaciones que no hemos vivido todavía, es decir, cuando las anticipamos o las imaginamos. Un claro ejemplo es lo que sentimos cuando vemos alguna escena en alguna película, leemos algún texto o recordamos o pensamos en algún suceso.

El tono hedónico, es decir, el placer que experimentamos o la sensación agradable o desagradable son “la sal de la vida”. Es algo esencial para la memoria, para la toma de decisiones, para nuestros juicios y razonamientos, para nuestra conducta, nuestras relaciones sociales y nuestro bienestar ya que:
Las experiencias emocionales son las más valoradas. Como curiosidad, existen más de 15.000 palabras en inglés para definir estados emocionales.
Los recuerdos que conservamos son mayoritariamente emocionales.
Necesitamos tensión emocional para decidir.
Decidimos muchas veces de manera emocional.
Las emociones nos preparan, nos motivan y nos guían.

Hay otra serie de términos y conceptos muy relacionados con este tema como por ejemplo, los sentimientos. Éstos son más duraderos que las emociones, que son temporales y están más vinculados a la reflexión. No suelen estar relacionados con sensaciones físicas intensas, son más suaves y no ponen en marcha comportamientos de manera inmediata. Para comprenderlo mejor, podemos hablar de la reacción emocional de miedo ante una serpiente que hemos visto en el campo mientras que hablaríamos de sentimiento de miedo hacia las serpientes, algo más general y no vinculado a una situación determinada.

Otro concepto es el estado de ánimo. Un sinónimo podría ser la “vivencia emocional” y como los sentimientos, suele ser más intenso y más prolongado que la emoción. Suele usarse mucho la expresión, al hablar de una persona que tras una pérdida importante se encuentra deprimido y tiene episodios frecuentes de tristeza. El estado de ánimo contrario sería el alegre.

El término afectividad englobaría todos los anteriores, incluidas las emociones, y es el término más genérico de todos.

Finalmente, hay que distinguir entre un estado emocional y una característica inherente a un individuo. No es lo mismo estar nervioso o ansioso por el examen que vamos a tener hoy que ser nervioso. El primer caso es una situación temporal que finaliza cuando lo hace el examen y sin embargo en el segundo, hablamos de un rasgo de la personalidad que acompaña al individuo en diferentes situaciones y a lo largo de su vida.

Vales Lo Que Aportas


 El éxito en las relaciones humanas consiste, primero, en dar, después en dar más y, por último, seguir dando.

¿Te ha quedado claro? Si son los demás los que verdaderamente valoran y convierten tus acciones en un conjunto exitoso para alguien diferente a ti mismo, como decíamos el otro día, se revela evidente que el éxito en las relaciones personales se encuentra en lo que les aportes a los de enfrente, y aportar es sumar a alguien de tu parte, es darte, es dar. Más alto se puede decir, más en negrita y más grande se podría escribir, pero no más claro. Hay un antes y un después de esta afirmación, si la interiorizas y empiezas a aplicarla. El mundo de hoy no es el mejor de los escenarios, con tanta información y tanta manipulación, con tanta velocidad y ensimismamiento, pero es nuestra obligación no dejar que eso suceda irremediablemente y acabe por conminarnos en vivencias personales totalmente aisladas de la realidad e inscritas en una virtualidad mal entendida.

Por nuestro natural, tendemos mujeres y hombres a relajarnos en las relaciones de amistad, de pareja, laborales o lúdicas con el transcurso de las mismas. Parece que nos cansemos de los mismos escenarios pasado un tiempo y, bien mirado, es razonable si se tiene disposición a ser sincero y justo. 

No lo considero malo, sino normal, pues el ser humano tiene una querencia natural por transformarse que habita en la base diferencial de nuestra especie, lo que nos ha hecho humanos y especie dominante en el planeta: la curiosidad y las ganas de crecer y evolucionar, de buscar cosas diferentes y nuevas. Si bien cierto es, por ende no se puede olvidar tampoco la fantástica potestad que albergamos para apostar por puntos fuertes de voluntaria elección y ser capaces de movilizarnos por ellos, transformando el mundo desde nuestras elecciones. 

Es una capacidad “innovadora” que dota de interés continuo y remozado a cualquier situación perenne, un poder que nos permite salvaguardar de una involución no deseada cualquier relación que requiramos.

Como ejemplo, mantener en el amor de una pareja la misma intensidad que se tenía al inicio, en una adolescencia o en los encuentros primeros, por poner un par de casos, es del todo improbable, pues el descubrimiento se produce en un periodo de tiempo determinado. Ahora bien, también lo es que dicho amor no madure al calor de los acontecimientos superados en común y en un proyecto conjunto querido por ambos. 

Por tanto, esa tendencia natural que se presenta en todas las facetas de la vida no es óbice para conseguir momentos que sí tengan la intensidad que promueve el crecimiento de dicha relación, momentos seleccionados, y preparados incluso, en los que radiquen la magia de nuestra aportación, de la consciencia de lo importante que esa persona es en nuestra vida y el modo en que lo note, si nos aferramos al ejemplo. Para ello, y estamos hablando de un caso tan singular como el de la pareja, hay que seguir dando siempre.

Pues serán fundamentales, de entrada, una buena cortesía y una sincera aproximación. Estar por todo tipo de detalles que hagan sentir y entender al interlocutor que nuestra intención primera es dar, estar por el otro para ayudar cuando sea menester y que lo que le pasa a esa persona nos importa. Y que es y será así. Si le contagiamos que sentimos su valor y que lo que le ofrecemos consideramos que tiene valor para él, aunque hayamos venido a venderle una Enciclopedia Británica por fascículos nos escuchará de buena gana. 

Adentrarnos en ese “todo tipo de detalles” será mi objetivo en adelante, pero partiendo de una férrea e inquebrantable voluntad de uno mismo por cumplir la máxima del título de este artículo: para triunfar en el mundo de las relaciones personales, o sea, sociales, el primer requisito es querer dar, darse a los otros, el segundo es seguir queriendo pasado un tiempo y, por último, no desfallecer en ello nunca. 

Sin esa decisión personal, no hay ninguna garantía de éxito, por lo que os conmino a que vayas
meditando el alcance de tu predisposición.