martes, 18 de agosto de 2020

Capital Humano


Podemos definir el capital humano como el conjunto de recursos y capacidades que tiene una persona para desempeñar su actividad dentro de una empresa, es decir, la parte del valor económico de dicha empresa teniendo en cuenta la formación y experiencia del equipo profesional.

Las diferencias entre capital humano y capital físico se engloban principalmente en el derecho de propiedad, puesto que como es lógico la propiedad del capital humano pertenece a la propia persona que posee esa experiencia y conocimiento. Por tanto la valoración de este tipo de capital se realiza de una forma particular, dada su característica intangible, el análisis cuantitativo se limita a tener en cuenta los flujos de renta o remuneraciones hacia el individuo como una forma de valorar el “alquiler por horas” de dichos conocimientos.

Los inicios del concepto Capital humano
El concepto de capital humano aparece en el siglo XVIII cuando varios economistas y teóricos como Adam Smith optan por detenerse no solo en los factores técnicos para establecer las reglas del correcto funcionamiento de una organización, sino también en los factores humanos. Estos teóricos se dieron cuenta que el capital humano es uno de los conceptos más importantes a tener en cuenta en una organización ya que este mismo capital es el que va a ejecutar las tareas de la misa. Por tanto mientas más valioso sea el capital humano de una empresa, más eficiente será su actividad.

La importancia del Capital Humano
Hoy en día las organizaciones se han dado cuenta de que este factor productivo es un componente más que esencial para alcanzar el éxito en una empresa. Los negocios deben de crear ventajas competitivas sostenibles y perdurables en el tiempo, una de estas ventajas y que resulta muy difícil de adquirir o copiar por los competidores es contar con un equipo humano con talento, experiencia y amplios conocimientos.

También es importante tener en cuenta que la calidad del capital humano tiene una estrecha relación con la calidad de la educación. Gracias a una correcta educación es posible generar habilidades o conocimientos capaces de influir de una manera favorable en el funcionamiento de la empresa. Es por ello que muchas empresas están apostando por una formación interna dentro de las propias organizaciones hacia sus nuevos trabajadores para poder dotarles de las aptitudes y habilidades específicas que deben desarrollar acorde con su función dentro de la misma. 


Como Podamos


Cada día, el mercado de consumo se renueva con seductoras ofertas, cada vez son más y variados los servicios y bienes que hay a disposición, especialmente aquellos que se traducen en conseguir un mejor estilo de vida como viajes e inmuebles, entre otros. El aumento de estas ofertas puede convertirse en un problema cuando se entra en un círculo vicioso de sobre endeudamiento para satisfacer deseos de manera impulsiva.

Existe una tendencia creciente hacia el consumo de bienes y servicios relacionados especialmente al disfrute de experiencias y estilos de vida más relajados y saludables, a las cuales el mercado responde ofreciendo productos cada vez más innovadores.

 ¿Por qué o cuándo buscar un mejor estilo de vida podría convertirse en un problema? En realidad, todo esto es sumamente interesante y positivo; sin embargo, si el consumidor no es selectivo y consciente de sus decisiones, podría dejar dejarse llevar por la abundancia de opciones y terminar derrochando su dinero.

En ese sentido, Adriana Bock, directora de Superarte, organización experta en Educación Financiera Integral, explicó que cuando una persona gasta más de lo que ingresa, es decir, genera un faltante o déficit, se endeuda para cubrir lo que ya no puede con sus ingresos.

“El problema es que si la persona no reduce sus gastos, esos que anteriormente ya no podía cubrir, tampoco podrá cubrir los pagos de las deudas, lo cual hará crecer su déficit y por lo tanto deberá contraer más y más deudas que con el tiempo ya no podrá cubrir, llegando a un sobre endeudamiento severo del cual es muy difícil salir (aunque no imposible)” subrayó.

Agregó, además, que el consumo en sí es necesario para el bienestar cuando se trata de satisfacer necesidades reales y de darse gustos dentro de las posibilidades, es decir, un consumo sostenible. “El problema surge cuando se cae en el consumismo, es decir, en un consumo inconsciente, meramente impulsivo.

Esto más temprano que tarde lleva al agotamiento de los ingresos disponibles y ‘obliga’ a la persona a endeudarse para seguir consumiendo.

El riesgo consiste en que esto rápidamente puede convertirse en un hábito pernicioso para la salud financiera”, aseveró.

Sin embargo; según añadió, este tipo de problema es bastante frecuente y siempre revela la existencia de una realidad compleja en la que se mezclan la falta de conocimiento, la falta de metas claras y la falta de equilibrio emocional. Por ello es importante conocer con certeza el ingreso disponible y la capacidad de pago existente luego de haber cubierto los costos  de vida (necesidades y obligaciones) y por lo menos un mínimo de ahorro.


“Todo esto debe proyectarse con base en metas,  de manera que las decisiones sean coherentes con las posibilidades y no interfieran con la calidad de vida presente y futura”, señaló.


La Libre Libertad


El derecho de libertad de conciencia es el derecho fundamental básico de los sistemas democráticos. El resto de derechos fundamentales de la persona se sustentan en él.

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua, las dos primeras acepciones para Conciencia son:

Propiedad del espíritu humano de reconocerse en sus atributos esenciales y en todas las modificaciones que en sí mismo experimenta
.
Conocimiento interior del bien y del mal.

El ser humano es único y diverso a los demás. Su conciencia es su último reducto cuando lo despojan de todo lo demás. Forma parte de la dignidad humana, la cual, según explica el Tribunal Constitucional (STC 53/1985, 11 de abril, fundamento jurídico 8),

“es un valor espiritual y moral inherente a la persona, que se manifiesta singularmente en la autodeterminación consciente y responsable de la propia vida y que lleva consigo la pretensión al respeto por parte de los demás”.

La libertad de conciencia es un fenómeno inicialmente interno que, cuando voluntaria o involuntariamente se exterioriza, alcanza relevancia jurídica y que exige una actitud de respeto por parte de los demás, y de defensa, respeto y promoción por parte del derecho.

Al Derecho secular solo le importa que la norma se cumpla prescindiendo de los motivos internos. En cambio la norma religiosa no se conforma con la manifestación externa, sino que se asuma internamente también.  No debe obrarse bien solo por temor a la coacción o al castigo, sino por amar y aprehender lo que es recto desde el corazón. 

Como indica el profesor Dionisio Llamazares, catedrático de Derecho Eclesiástico del Estado:
“La fe funciona psicológica y sociológicamente como factor coactivo para la manifestación de lo querido en conciencia; los derechos seculares no disponen, en cambio, de ningún instrumento coactivo de eficacia similar”.

Idea, creencia, convicción y opinión
En su obra  “Ideas y creencias” (Espasa Calpe, 5ª ed., Madrid, 1955, p.17), dice José Ortega y Gasset que las ideas “se tienen,” en tanto que en las creencias “se está“. Es decir, a las ideas las tenemos nosotros porque las elaboramos a partir de nuestras percepciones sensibles; son el resultado de nuestro razonamiento. Las creencias, por contra, nos tienen a nosotros; son el suelo en el que nos sustentamos, “las columnas de nuestra existencia”. Condicionan profundamente nuestras actitudes y conductas, de ahí la necesidad de su regulación jurídica (protección y limitación).

La idea es siempre la explicación de algo de manera provisional, que debe ser contrastada, abierta a posible revisión. La creencia, por contra, siempre tiene la pretensión de estar al margen de todo posible error y ser definitiva. Sin embargo, ambas se complementan y llegan a formar una cosmovisión. También se las puede denominar convicciones.

Es preciso distinguir la idea de la mera opinión. La opinión no es solo provisional, sino que tiene también una fundamentación incompleta. Arrastra una carga de mayor inseguridad.

Todo sistema de ideas y creencias, explicativo del universo, puede ser religioso o no; que se trate de la creencia en una fuerza superior trascendente o simplemente la percepción de la realidad desde la experiencia del hombre.

Cultura Y Desarrollo


Amartya Sen sobre cultura, desarrollo económico y universalismo: "Estoy orgulloso de mi humanidad cuando puedo reconocer a los poetas y los artistas de otros países como míos"

Los sociólogos, antropólogos e historiadores han hecho reiterados comentarios sobre la tendencia de los economistas a no prestar suficiente atención a la cultura cuando investigan el funcionamiento de las sociedades en general y el proceso de desarrollo en particular. Aunque podemos pensar en muchos ejemplos que rebaten el supuesto abandono de la cultura por parte de los economistas, comenzando al menos por Adam Smith (1776), John Stuart Mill (1859, 1861) o Alfred Marshall (1891), en tanto una crítica general, empero, la acusación está en gran medida justificada.

Vale la pena remediar este abandono (o tal vez, más precisamente, esta indiferencia comparativa), y los economistas pueden, con resultados ventajosos, poner más atención en la influencia que la cultura tiene en los asuntos económicos y sociales. Es más, los organismos de desarrollo, como el Banco Mundial, también pueden reflejar, al menos hasta cierto punto, este abandono, aunque sea solamente por estar influidos en forma tan predominante por el pensamiento de economistas y expertos financieros. 

El escepticismo de los economistas sobre el papel de la cultura, por tanto, puede reflejarse indirectamente en las perspectivas y los planteamientos de las instituciones como el Banco Mundial. Sin importar qué tan grave sea este abandono (y aquí las apreciaciones pueden diferir), para analizar la dimensión cultural del desarrollo se requiere un escrutinio más detallado. Es importante investigar las distintas formas —y pueden ser muy diversas— en que se debería tomar en cuenta la cultura al examinar los desafíos del desarrollo y al valorar la exigencia de estrategias económicas acertadas.

La cuestión no es si acaso la cultura importa, para aludir al título de un libro relevante y muy exitoso editado en conjunto por Lawrence Harrison y Samuel Huntington. Eso debe ser así, dada la influencia penetrante de la cultura en la vida humana. 

La verdadera cuestión es, más bien, de qué manera —y no si acaso— importa la cultura. ¿Cuáles son las diferentes formas en que la cultura puede influir sobre el desarrollo? ¿Cómo pueden comprenderse mejor sus influencias, y cómo podrían éstas modificar o alterar las políticas de desarrollo que parecen adecuadas? Lo interesante radica en la naturaleza y las formas de relación, y en lo que implican para instrumentar las políticas, y no meramente en la creencia general —difícilmente refutable— de que la cultura, en efecto, importa.

En el presente ensayo, abordo estas preguntas en torno al "de qué manera", pero en el camino también debo referirme a algunas cuestiones sobre el "de qué manera no". Hay indicios, habré de argumentar, de que, en el afán por darle su lugar a la cultura, surge a veces la tentación de optar por perspectivas un tanto formulistas y simplistas sobre el impacto que tiene en el desarrollo. Por ejemplo, parece haber muchos seguidores de la creencia —sostenida de manera explícita o implícita— de que el destino de los países está efectivamente sellado por la naturaleza de su respectiva cultura. 

Ésta no sólo sería una sobre simplificación "heroica", sino que también implicaría imbuir desesperanza a los países de los que se considera que tienen la cultura "errónea". Esto no sólo resulta ética y políticamente repugnante, sino que, de manera más inmediata, diría que es también un sinsentido epistémico. 

Así es como un segundo tema de este ensayo consiste en abordar estas cuestiones sobre el "de qué manera no".

El tercer tema del texto consiste en examinar el papel del aprendizaje mutuo en el campo de la cultura. Si bien tal transmisión y educación puede ser parte integral del proceso de desarrollo, se menosprecia con frecuencia su papel. De hecho, puesto que se considera cada cultura, no de manera improbable, como única, puede haber una tendencia a adoptar un punto de vista algo insular sobre el tema. 

Cuando se trata de comprender el proceso de desarrollo, esto puede resultar particularmente engañoso y sustancialmente contraproducente. 

Una de las funciones en verdad más importantes de la cultura radica en la posibilidad de aprender unos de otros, antes que celebrar o lamentar los compartimentos culturales rígidamente delineados, en los cuales finalmente clasifican.

Por último, al abordar la importancia de la comunicación intercultural e internacional, debo tomar en cuenta asimismo la amenaza —real, o percibida como tal— de la globalización y de la asimetría de poder en el mundo contemporáneo. La opinión según la cual las culturas locales están en peligro de desaparición se ha expresado con insistencia, y la creencia en que se debe actuar para resistir la destrucción puede resultar muy atendible. 

De qué manera debe entenderse esta posible amenaza y qué puede hacerse para enfrentarla —y, de ser necesario, combatirla— son también temas importantes para el análisis del desarrollo.



Un Narrador

Educador, narrador, ensayista y crítico literario son parte de los oficios que acompañan a José Alcántara Almánzar, sociólogo y director del Departamento Cultural del Banco Central de la República Dominicana desde 1996.


Para Alcántara, la lectura no solo es importante en el aprendizaje y la adquisición de conocimientos de los jóvenes, sino que también es imprescindible para su formación. “Leer es un modo de ampliar nuestra visión de los seres y las cosas, y sobre todo, el método más efectivo para conocernos. Estoy convencido de que la buena lectura nos hace mejores personas”, agrega.

Al conversar sobre el valor que se le debe otorgar a los concursos y proyectos que tengan como objetivo incentivar a los jóvenes a la lectura, afirma: “Acercan a los jóvenes a un universo nuevo donde la lectura se convierte en cómplice de un viaje interminable, y al mismo tiempo permite desarrollar destrezas a veces desconocidas por el propio sujeto, como su imaginación y su capacidad creativa”.

Cuatro autores dominicanos que recomienda Alcántara a los jóvenes son: Juan Bosch, autor de unos cuentos estremecedores que siguen encantando a quienes los leen; Franklin Mieses Burgos, un paradigma de la poesía contemporánea que deslumbra por la perfección de sus versos; Pedro Henríquez Ureña, un artífice del ensayo y la crítica, y Manuel Rueda, un renovador de la poesía, maestro de la narrativa, el teatro y el ensayo.

Alcántara considera que los maestros de centros educativos deben motivar a los estudiantes a la lectura.

“En lugar de asignar lecturas y poner tareas, recomiendo trabajar la práctica en el aula. Leer en voz alta a cargo de los educadores y también de los alumnos, hacer comentarios sobre lo que leen e intercambios entre condiscípulos acerca de las lecturas. Nada hay mejor que la lectura de viva voz para asimilar y recordar siempre lo enseñado”.

Conocer si cada libro tiene una edad e identificarlo es un misterio. La explicación que da Alcántara es que hay libros antiguos que se mantienen lozanos y son leídos generación tras generación, con mirada distinta pero con parecido entusiasmo. Sin embargo, señala que hay libros que se olvidan muy pronto y nadie lee, aunque hayan sido publicados ayer. “El Quijote es buen ejemplo de lo primero. Tiene cuatrocientos años de edad y sigue apasionando a los lectores de todas las edades y latitudes. Esto se debe a las verdades eternas que proclama su héroe, su sabiduría y su humanidad, así como la belleza de la escritura tallada por un artífice del idioma como Miguel de Cervantes y Saavedra”, argumenta.

Trayectoria
José Alcántara Almánzar fue profesor de idiomas, literatura e historia en su natal Santo Domingo. Enseñó sociología en varias universidades del país.
Entre 1987 y 1988 fue profesor Fulbright en el Stillman College, Tuscaloosa (Alabama), Estados Unidos.


Algunas de sus publicaciones más trascendentales son: “Viaje al otro mundo”, “Callejón sin salida”, “Testimonios y profanaciones”, “Las máscaras de la seducción”, “El lector apasionado”, y su más reciente “Cuentos para jóvenes”.


Trabajo Y Esfuerzo

Es lo principal que se requiere para todo tipo de labor, no hay mejor momento que ver el fruto de tu esfuerzo, que tanto trabajo finalmente te sirva para algo. 

Normalmente las personas si no tienen un buen motivo no trabajan al 100%, si es algo que te impusieron “haz esto” seguro lo hará de mala gana y porque se lo dijeron, no porque realmente haya querido, mientras si se tratase de algo propio, algo que realmente quieras hacer, lo tomas con más entusiasmo y le dedicas mucho más.

Lo cierto es que debemos dedicarle al máximo a toda tarea que hagamos, demostrar que podemos con todo y aunque nuestro esfuerzo o trabajo no sea valorado por los demás, hay que tomar en cuenta que lo debemos hacer es por y para nosotros mismos, no para que los demás nos tomen en cuenta.

Si alguna tarea se hace muy pesada o complicada, algo que tu solo no puedes hacer, ya sea que no te dará tiempo de hacer tantas cosas a la vez, siempre es bueno contar con personas capaces, que te brinden una mano, así sea de aliento, siempre es bueno contar con alguien.

El trabajo en equipo es algo que difícilmente se da, a veces es casi imposible que varias personas se pongan de acuerdo para hacer algo, así sea para bien común, para evitar conflictos las personas prefieren hacer las cosas solos, así se trabaja más y se pelea menos.

También el trabajo de equipo conlleva a una serie de problemas, pero lo más importante es que nunca dejes que alguien más haga tu trabajo, no puedes contar con que alguien más haga exactamente las cosas como tú, además si se trata de un trabajo escolar, en la escuela, liceo o universidad, la persona que haga el trabajo es quién más aprenderá, al dejarle el trabajo a alguien más te perjudica a ti mismo.

Muy importante:
“Si quieres un trabajo bien hecho mejor hazlo tú mismo.”

No hacer nada y esperar buenos resultados, eso es lo que hacen la mayoría de las personas, pero no puedes quejarte, sino hiciste nada para ayudar, no esperes que el trabajo este perfectamente como tu querías y no esperes que la próxima vez alguien te ayude.

Esfuerzo: Haz las cosas con ganas y todo te quedara perfecto, no importa que no lo tomen en cuenta, estarás orgulloso por tu gran desempeño.

Constancia y dedicación: Piensa, nada se hará solo si tu no lo haces, y debes dedicarle su tiempo a cada uno, nunca debes desistir, si quieres buenos resultados haz un esfuerzo para conseguirlos, si todo sale mal vuelve a intentar! Al final de tanto tiempo tendrás tu recompensa.

Todo en esta vida requiere de esfuerzo, todo trabajo requiere de gran capacidad tuya sino no sería trabajo, si todo en la vida fuese fácil y sencillo no sería vida. Si quieres algo consíguelo! pero consíguelo con tu propio trabajo.



lunes, 17 de agosto de 2020

El Hábito De Posponer


Posponer es dejar para otro momento, algo que puedes o necesitas hacer ahora.

Cuando posponer se vuelve un hábito, provoca estrés, puede causarnos problemas con los demás y nos impide desarrollarnos plenamente.

Posponemos, esperando que "mágicamente" se realice sola la tarea o actividad que tenemos que pendiente o que algo suceda y ya no sea necesario llevarla a cabo.

¿Por qué posponemos?

Entre las principales causas encontramos que:
Ya se volvió un hábito.
Independientemente del motivo inicial, cuando posponemos constantemente, se vuelve una conducta automática.
Posponemos cualquier situación molesta, desagradable, estresante, etc., aunque podamos solucionarla con relativa facilidad.
Por aprendizaje.
Si de pequeños, vimos a nuestros padres posponer constantemente, muy probablemente, nosotros también tendemos a hacerlo.
Nos falta motivación.
Podemos estar desmotivados por varias razones:

Se trata de algo que no es importante para nosotros, por lo que siempre le damos prioridad a otras cosas, no nos gusta lo que tenemos que hacer, aunque sabemos que es importante, no estamos convencidos de sus beneficios, es una actividad que nos es impuesta y la posponemos como una forma de rebelarnos, nos sentimos abrumados por:

La falta de tiempo, la magnitud del proyecto.
Queremos evitar algunas emociones negativas.
Por ejemplo:

La ansiedad producida por:

No obtener los resultados obtenidos (a partir del perfeccionismo o de expectativas inalcanzables), no tener los conocimientos necesarios, el temor a ser criticados por otras personas.

El miedo a:

Sentirnos autodevaluados, rechazados por los demás, los resultados que podemos obtener.
Esto se da, sobre todo, en las situaciones en las que están involucradas otras personas. 

Cuando posponemos, tenemos la disculpa, ante nosotros mismos y ante los demás, de que nuestros "fracasos" o errores no se deben a nuestra incapacidad personal, sino al hecho de no haber podido llevar a cabo la actividad que teníamos pendiente.


Nuestra Mente




mente consiste en los pensamientos conscientes de los que la persona se percata. Por lo general, antes de practicar meditación, la mente salta con rapidez de un pensamiento a otro.

Los pensamientos conscientes pueden ser tanto positivos como negativos. Sea como fuere, esos pensamientos harán surgir las correspondientes emociones. Por ejemplo, si empiezo a «pensar» pensamientos furiosos, entonces me «siento» furioso.

Pensar de forma negativa de manera prolongada durante un largo período de tiempo es un despilfarro, resulta repetitivo y agota la energía física, mental y emocional de las personas.

Una mente sana alberga pensamientos positivos.
Intelecto
El intelecto es la parte de la conciencia que evalúa los pensamientos conscientes de la mente. Por ejemplo, si albergo pensamientos furiosos respecto a algo, mi intelecto podría decir «No te pongas furioso con esa persona, no es culpa suya». Sin embargo, si mi intelecto es débil, no podrá controlar la mente y los pensamientos y las emociones furiosas no cesarán.

Un intelecto fuerte será capaz de controlar la mente y las emociones, por lo que podré cambiar mi pensamiento a voluntad. El intelecto también puede ser claro o turbio en su percepción. Por ejemplo, mi intelecto puede decirme que tengo razón al echar la culpa a alguien de mis problemas y que por lo tanto está bien sentirse furioso. No obstante, es posible que mi percepción esté equivocada y que no tenga justificación para echar la culpa a otros.

El intelecto también es el responsable a la hora de decidir si pondré mis pensamientos en práctica. Un intelecto débil puede decir «no», por ejemplo, en el momento de llevar a cabo mis pensamientos furiosos, pero puede que no sea capaz de evitarlo. Con un intelecto fuerte nunca perderé el control ni haré cosas de las que luego me arrepienta.

Un intelecto saludable cuenta con fuerza, claridad y buen discernimiento.

Subconsciente
El pensamiento y el comportamiento tienden a convertirse en pautas, hábitos y tendencias de la personalidad. Estos hábitos, tendencias o rasgos de la personalidad se asientan en el subconsciente, listos para ser convertidos en pensamientos por circunstancias o sucesos externos. Por ejemplo, si ante las malas noticias siempre he reaccionado con ansiedad, exasperación y estrés, y ahora me entero de que tengo problemas de salud o de que un miembro de mi familia tiene problemas de salud, entonces reaccionaré de la misma manera. Esta pauta de reacción se ha convertido en habitual.

El subconsciente cuenta con un almacén lleno de mis cualidades positivas y negativas. Por ejemplo, todas las personas cuentan con la cualidad de la paz, porque pueden recordar que la experimentaron en alguna ocasión, en algún momento de sus vidas. Pero tal vez no he usado esa cualidad de manera regular desde hace mucho tiempo y me he ido acostumbrando a extraer de mi subconsciente las cualidades negativas de miedo, rabia y preocupación.

En un subconsciente saludable las cualidades positivas dominan y son fácilmente transferidas a la mente en forma de pensamientos positivos, incluso cuando las circunstancias externas son «adversas».


La meditación me ayudará a experimentar y reforzar las cualidades positivas de mi subconsciente, a controlar y guiar los pensamientos de la mente hacia lo positivo y a reforzar el intelecto de manera que disponga de más claridad y control. 

Al principio puede que me resulte más fácil controlar y cambiar la negatividad de mis acciones en lugar de la negatividad de mi pensamiento y experiencia. No obstante, al dejar de poner en práctica los pensamientos negativos y los hábitos subconscientes, éstos empezarán a debilitarse.

La Cuenta Regresiva

¡Cuanto mayor sea la escala de soledad mayor es el nivel de agitación durante las horas de sueño! Y esto ocurre porque nuestro instinto primitivo hace que descansemos mejor cuando nos sentimos queridos y protegidos, pues sin importar cuál sea nuestra edad, si estamos rodeados de familiares y/o amigos, el riesgo de padecer ciertas enfermedades se reducen en un 50 por ciento, ya que relacionarse con otras personas mejora la sensación de optimismo y disminuye las probabilidad de sufrir de problemas mentales.

Es más, cuando dejamos de compartir tiempo con familiares y/o amistades corremos el riesgo de acelerar el deterioro cognitivo que inevitablemente llega con el envejecimiento; de ahí que muchas personas mayores aisladas suelan tener mayor probabilidad de desarrollar demencia que aquellas que son socialmente activas.

Dicho de otro modo, la soledad puede ser un asesino silencioso que conduce a tener malos hábitos y resulta muy perjudicial para nuestra salud; por lo tanto, aunque sólo sea por el 'egoísmo' de sentirnos sanos, valoremos merecidamente lo que supone tener buena relación con nuestros familiares, amigos, vecinos... No antepongamos incomprensiones, intolerancias, inquinas,... Intentemos ponernos en el lugar de los demás, no juzguemos sus vidas, preveamos que sus actos, erróneos o no, tendrán una causa previa; reconozcamos sus valores sin desmerecerles, sólo porque no encajen conforme a los nuestros... ¡Hagámoslo!

Suena lindo, ¿verdad?, utópico, ¡y hasta ridículo!, dado el grado de desapego e individualidad al que estamos llegando en nuestras modernas sociedades, donde la palabra amistad ya suena como 'trasnochada'; donde, lejos de que los triunfos ajenos causen alegrías, lo que generan son envidias y donde hay que guardar logros y fracasos a buen recaudo para no correr el riesgo de convertirse en comidilla, ser fiscalizados e incluso marginados.

¿Quieren un consejo de amigo? Piensen en cómo cultivar la verdadera amistad en un mundo tan cicatero y mezquino como el nuestro; merecerá la pena y conseguirlo tendrá mucho mérito; pero antes tendrán que romper esa espiral de recelos, prejuicios y envidias que se desatan cuando mostramos sin reservas nuestras ineludibles diferencias. 

Y aspiren a ser felices sabiendo que, si hay quien piensa en ustedes con afecto y respeto, su vida será más interesante, más larga y, sobre todo, mucho más placentera.





El rápido deterioro de las capacidades mentales a medida que envejecemos comienza mucho antes de lo que los científicos sospechaban, según investigadores suecos. Unas pruebas simples de velocidad perceptual, habilidad espacial y función verbal mostraron que algunas capacidades cognitivas empiezan a disminuir rápidamente unos 15 años antes de la muerte.


El deterioro brusco comienza alrededor de cinco años antes de morir "Estudios previos mostraron que el deterioro brusco comienza alrededor de cinco años antes de morir", manifestó el miércoles Valgeir Thorvaldsson, psicólogo de la Universidad de Gotemburgo en Suecia, que trabajó en el estudio. "Pudimos ver en nuestros datos que esos cambios se producen mucho antes de lo pensado", añadió.

La mayoría de las personas alcanza el máximo de su actividad mental entre los 35 y los 40 años, cuando comienza un deterioro constante hasta los años previos a la muerte, explicó el investigador. El equipo sueco quería probar cuándo empezaba esa aceleración, con el fin de comprender mejor la pérdida de capacidad mental en las personas.

En un estudio que ha durado 30 años, los expertos siguieron a 288 hombres y mujeres desde los 70 años hasta su muerte. El equipo midió las habilidades mentales de los participantes a intervalos regulares. Los autores hallaron que la velocidad perceptual, una medición de la rapidez con la que las personas pueden comparar las figuras, se deterioraba rápidamente unos 15 años antes de la muerte

Sin Fecha De Vencimiento



Amor, esa dulce palabra que en la adolescencia lo significa casi todo y que en esa etapa de nuestra vida convierte a los amigos en las personas con quienes más tiempo queremos pasar y a quienes confiamos nuestras cuitas, sueños y desvelos. 

Ellos nos ayudan a sonreir, nos suben el ánimo si nos sentimos tristes y, sin duda, siempre harán de un día aburrido uno mucho más interesante.

Durante la adolescencia todos nuestros amigos son importantes; sin embargo, siempre habrá ese alguien con quien mejor encajamos, ese que comparte nuestros mismos gustos y que hasta tiene en mente los mismos proyectos, ese que camina siempre a nuestro lado y lo sabe casi todo de nuestra vida, ese con el que apenas tenemos diferencias, el que marcará nuestro camino y será testigo de cómo se define nuestra personalidad, porque nos ayuda a descubrirnos y resulta parte imprescindible en el desarrollo de nuestra identidad personal...

También ese que, en un número significativo de ocasiones, de pronto un día se evapora y desaparece sin que haya existido riña, ofensa o decepción; simplemente se disipa, va desapareciendo de nuestra cotidianeidad... Y esa persona con la que un día compartimos los más importantes sucesos de nuestra vida, que contribuyó a definir una buena parte de nuestro comportamiento, pasa a un plano secundario.

Alcanzar una amistad sincera no es fácil y conservarla, aún menos. Y es que, a menudo sin darnos cuenta, nos convertimos en más prácticos, más desconfiados, menos leales y generosos, y hasta más desagradecidos; y aquello que de adolescentes llamábamos amistad y tenía tanto valor un día deja de existir porque lo convertimos en un intercambio de intereses que, además, tenemos la osadía de comparar con la madurez.

“Si tú me das yo te doy”, “todos los ojos quieren ver” y frases por el estilo comienzan a transformar nuestra vida en una huida hacia adelante que nos lleva a cargarnos de decepciones, ignorantes de que tener amigos de verdad es en realidad una gran defensa para proteger nuestro cuerpo y un garantía para mantener sano nuestro corazón. ¡Así, tal cual suena!

Los seres humanos desde siempre hemos estado conectados con el hecho de vivir en comunidad. Al principio de los tiempos, porque “arroparse” unos a otros era básicamente un modo de sobrevivir; después, porque trabajar en equipo fue una forma de crecer y prosperar. De este modo empezaron a cobrar importancia los núcleos sociales, que poco a poco se fueron convirtiendo primero en comunidades y después en grandes poblaciones.

A día de hoy, la ciencia conoce que tener amigos marca positivamente muchos momentos de nuestro desarrollo; de hecho, mejora en gran medida nuestra resistencia psicológica y física y hace que tengamos una mente mucho más aguda y preparada para superarnos; y, lo más importante, influye notablemente en nuestra salud, porque no tener conexiones fuertes con otras personas puede ocasionar diferentes patologías en nuestro organismo, tales como presión arterial alta, obesidad abdominal o enfermedad cardíaca.

Si vivimos agrupados, de algún modo nos hacemos responsables de los demás, somos por lo tanto más propensos a cuidarnos y más tendentes a evitar riesgos innecesarios, ya que nos sentimos importantes para alguien y ese sentido de pertenencia aumenta los niveles de seguridad y autoestima; por esto muchas personas que se sienten socialmente aisladas o excluidas suelen inclinarse por los malos hábitos -tabaquismo, alcoholismo, mala alimentación, falta de ejercicio...- y sufren de dificultades para dormir.

¡Cuanto mayor sea la escala de soledad mayor es el nivel de agitación durante las horas de sueño! Y esto ocurre porque nuestro instinto primitivo hace que descansemos mejor cuando nos sentimos queridos y protegidos, pues sin importar cuál sea nuestra edad, si estamos rodeados de familiares y/o amigos, el riesgo de padecer ciertas enfermedades se reducen en un 50 por ciento, ya que relacionarse con otras personas mejora la sensación de optimismo y disminuye las probabilidad de sufrir de problemas mentales.

Es más, cuando dejamos de compartir tiempo con familiares y/o amistades corremos el riesgo de acelerar el deterioro cognitivo que inevitablemente llega con el envejecimiento; de ahí que muchas personas mayores aisladas suelan tener mayor probabilidad de desarrollar demencia que aquellas que son socialmente activas.

Dicho de otro modo, la soledad puede ser un asesino silencioso que conduce a tener malos hábitos y resulta muy perjudicial para nuestra salud; por lo tanto, aunque sólo sea por el 'egoísmo' de sentirnos sanos, valoremos merecidamente lo que supone tener buena relación con nuestros familiares, amigos, vecinos... No antepongamos incomprensiones, intolerancias, inquinas,... Intentemos ponernos en el lugar de los demás, no juzguemos sus vidas, preveamos que sus actos, erróneos o no, tendrán una causa previa; reconozcamos sus valores sin desmerecerles, sólo porque no encajen conforme a los nuestros... ¡Hagámoslo!

Suena lindo, ¿verdad?, utópico, ¡y hasta ridículo!, dado el grado de desapego e individualidad al que estamos llegando en nuestras modernas sociedades, donde la palabra amistad ya suena como 'trasnochada'; donde, lejos de que los triunfos ajenos causen alegrías, lo que generan son envidias y donde hay que guardar logros y fracasos a buen recaudo para no correr el riesgo de convertirse en comidilla, ser fiscalizados e incluso marginados.

¿Quieren un consejo de amigo? Piensen en cómo cultivar la verdadera amistad en un mundo tan cicatero y mezquino como el nuestro; merecerá la pena y conseguirlo tendrá mucho mérito; pero antes tendrán que romper esa espiral de recelos, prejuicios y envidias que se desatan cuando mostramos sin reservas nuestras ineludibles diferencias. 

Y aspiren a ser felices sabiendo que, si hay quien piensa en ustedes con afecto y respeto, su vida será más interesante, más larga y, sobre todo, mucho más placentera.



Conocimiento


Filosofía
Kant: El Conocimiento Se Expresa En Juicios

El conocimiento se expresa en juicios, y toda ciencia es un conjunto de juicios o proposiciones. De modo que preguntar qué es el conocimiento equivale a preguntar qué es el juicio y en qué clase de juicio consiste el conocimiento científico.

Los caracteres o propiedades del conocimiento científico orientan a Kant en la búsqueda de la estructura y la posibilidad del juicio propio de la ciencia. Tales caracteres son la universalidad, la necesidad y el incremento en el saber.

Pues bien, la cuestión es: ¿qué clase de juicios son los propios del conocimiento científico y cómo son posibles? La respuesta de Kant es: los juicios sintéticos a priori. Examinemos este complejo tema.

En el juicio se piensa la relación de un sujeto y un predicado. Y según las modalidades fundamentales de esta relación, el juicio podrá ser juicio analítico o juicio sintético:

1) Un juicio es analítico, cuando el predicado está comprendido en el sujeto (al menos, implícitamente) y, por tanto, basta con analizar el sujeto para comprender que el predicado le conviene necesariamente.

«El todo es mayor que sus partes» es un juicio analítico, porque basta con analizar el concepto de «todo» para hallar la verdad del predicado.
Estos juicios no nos dan información alguna o, como dice Kant, no son extensivos, no amplían nuestro conocimiento: como es obvio, a quien sepa lo que es un todo, este juicio no le enseña nada que no supiera antes de formularlo.

El juicio analítico es, pues, un juicio a priori. Juicios a priori son aquellos cuya verdad puede ser conocida independientemente de la experiencia, ya que su fundamento no se halla en esta.

«Un todo es mayor que sus partes» es, de acuerdo con este criterio, un juicio a priori: conocemos su verdad sin necesidad de andar comprobando y midiendo «todos» y «partes».

2) Un juicio es sintético, por el contrario, cuando el predicado no está contenido en la noción del sujeto.

«Todos los nativos del pueblo X miden más de 1,90 m» es un juicio sintético, ya que en la idea del sujeto no está incluido el predicado: el concepto del sujeto incluye únicamente el dato de «haber nacido en el pueblo X», pero no comprende ningún dato acerca del tamaño o la estatura.

Estos juicios sí dan información o, como dice Kant, son extensivos, amplían nuestro conocimiento. A quien sabe o entiende lo que significa «nacer en el pueblo X» este juicio le enseña, además, que tales individuos son altos.

El juicio sintético, entendido en el modo como lo hemos hecho, es un juicio a posteriori. Juicios a posteriori son aquellos cuya verdad es conocida a partir de los datos de la experiencia.

De acuerdo con esta clasificación, «Todos los nativos del pueblo X miden más de 1,90 m» es a posteriori: no tenemos otro recurso que observar a tales individuos si queremos tener certeza de la verdad de este juicio.

Los juicios analíticos y a priori son universales y necesarios, pero no amplían nuestro conocimiento. Los juicios sintéticos y a posteriori no son universales ni necesarios, pero en cambio amplían nuestro conocimiento.

En este punto hay que preguntarse: ¿qué clase de juicio será aquel en que se dan los tres caracteres fundamentales del conocimiento en sentido estricto, es decir, el conocimiento científico? Tales caracteres o propiedades son, recordémoslo, la universalidad, la necesidad y el incremento o ampliación en el saber.

Solo una modalidad de juicio reúne tales propiedades: el juicio sintético a priori. En efecto, por ser a priori, tal juicio es universal y necesario; por ser sintético, es extensivo, aumenta nuestro conocimiento.

 Pero ¿hay de verdad tales juicios? Kant piensa que estos juicios son los propios de las matemáticas y de la física, o ciencias de la naturaleza. ¿Cómo son posibles tales juicios? ¿Cuáles son sus condiciones de posibilidad, o condiciones trascendentales? ¿Hay tales juicios en el pretendido «conocimiento» metafísico? A todo ello responde Kant en las partes ya indicadas de la Crítica de la razón pura.