lunes, 17 de agosto de 2020

Nuestra Mente




mente consiste en los pensamientos conscientes de los que la persona se percata. Por lo general, antes de practicar meditación, la mente salta con rapidez de un pensamiento a otro.

Los pensamientos conscientes pueden ser tanto positivos como negativos. Sea como fuere, esos pensamientos harán surgir las correspondientes emociones. Por ejemplo, si empiezo a «pensar» pensamientos furiosos, entonces me «siento» furioso.

Pensar de forma negativa de manera prolongada durante un largo período de tiempo es un despilfarro, resulta repetitivo y agota la energía física, mental y emocional de las personas.

Una mente sana alberga pensamientos positivos.
Intelecto
El intelecto es la parte de la conciencia que evalúa los pensamientos conscientes de la mente. Por ejemplo, si albergo pensamientos furiosos respecto a algo, mi intelecto podría decir «No te pongas furioso con esa persona, no es culpa suya». Sin embargo, si mi intelecto es débil, no podrá controlar la mente y los pensamientos y las emociones furiosas no cesarán.

Un intelecto fuerte será capaz de controlar la mente y las emociones, por lo que podré cambiar mi pensamiento a voluntad. El intelecto también puede ser claro o turbio en su percepción. Por ejemplo, mi intelecto puede decirme que tengo razón al echar la culpa a alguien de mis problemas y que por lo tanto está bien sentirse furioso. No obstante, es posible que mi percepción esté equivocada y que no tenga justificación para echar la culpa a otros.

El intelecto también es el responsable a la hora de decidir si pondré mis pensamientos en práctica. Un intelecto débil puede decir «no», por ejemplo, en el momento de llevar a cabo mis pensamientos furiosos, pero puede que no sea capaz de evitarlo. Con un intelecto fuerte nunca perderé el control ni haré cosas de las que luego me arrepienta.

Un intelecto saludable cuenta con fuerza, claridad y buen discernimiento.

Subconsciente
El pensamiento y el comportamiento tienden a convertirse en pautas, hábitos y tendencias de la personalidad. Estos hábitos, tendencias o rasgos de la personalidad se asientan en el subconsciente, listos para ser convertidos en pensamientos por circunstancias o sucesos externos. Por ejemplo, si ante las malas noticias siempre he reaccionado con ansiedad, exasperación y estrés, y ahora me entero de que tengo problemas de salud o de que un miembro de mi familia tiene problemas de salud, entonces reaccionaré de la misma manera. Esta pauta de reacción se ha convertido en habitual.

El subconsciente cuenta con un almacén lleno de mis cualidades positivas y negativas. Por ejemplo, todas las personas cuentan con la cualidad de la paz, porque pueden recordar que la experimentaron en alguna ocasión, en algún momento de sus vidas. Pero tal vez no he usado esa cualidad de manera regular desde hace mucho tiempo y me he ido acostumbrando a extraer de mi subconsciente las cualidades negativas de miedo, rabia y preocupación.

En un subconsciente saludable las cualidades positivas dominan y son fácilmente transferidas a la mente en forma de pensamientos positivos, incluso cuando las circunstancias externas son «adversas».


La meditación me ayudará a experimentar y reforzar las cualidades positivas de mi subconsciente, a controlar y guiar los pensamientos de la mente hacia lo positivo y a reforzar el intelecto de manera que disponga de más claridad y control. 

Al principio puede que me resulte más fácil controlar y cambiar la negatividad de mis acciones en lugar de la negatividad de mi pensamiento y experiencia. No obstante, al dejar de poner en práctica los pensamientos negativos y los hábitos subconscientes, éstos empezarán a debilitarse.

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