«Al hablar de cultura hay que referirse necesariamente a los problemas
sociales. » A diferencia de otros investigadores de la cultura de masas, Armand
Mattelart propone una desmitificación de este tipo de cultura, a pesar de que
es dominante en el mundo de hoy. Docente e investigador en la actualidad en la
Universidad de París, Armand Mattelart es de sobra conocido por el público
lector español, entre otras, por sus obras La cultura como empresa
multinacional, La comunicación en un proceso de liberación, Fuentes culturales
y movilización de masas, Comunicación e ideologías de la seguridad y
Comunicación y lucha de clases (libro este último todavía sin traducir del
inglés).
En el simposio sobre industrias de la cultura y modelos de sociedad,
celebrado recientemente en Burgos, ha expuesto una ponencia sobre Cultura
interior e internacionalización de la producción: una articulación polémica,
tema que amplía en esta entrevista, . Pregunta. ¿Es válido todavía o
tiene algún sentido el término cultura transnacional, o hay que seguir hablando
de colonización cultural?Respuesta. Desde que existen grupos dominantes y
otros dominados se ha dado un fenómeno de colonización cultural, pero ahora, en
esta nueva etapa de desarrollo del capitalismo internacional, creo que hay que
introducir un concepto nuevo, que no es exactamente el de cultura
transnacional.
Por cultura transnacional podemos entender la importación de modelos
culturales entendidos en un sentido muy material. Por ejemplo, la cultura
transnacional no es sólo la presencia de series de televisión norteamericanas
en las televisiones francesas o españolas, es la manera de producir y de
concebir las series de la televisión nacionales. Muchas veces se adoptan los
modelos y modos de producir del imperialismo, y éste es el problema clave en la
hora actual. No se trata sólo de enumerar los productos norteamericanos que
salen en publicidad o en la televisión. Lo que se importa ahora son los modelos
de producir las cosas.
Se pueden obtener series en las televisiones europeas que reproduzcan
peor los tics, los estereotipos norteamericanos, que, por otra parte, a
veces son más eficaces porque responden a categorías nacionales.
P. Usted ha desarrollado el concepto de «agresión cultural», que
sustituiría al de «intercambio cultural». ¿Cómo explica este fenómeno?
R. Se puede utilizar la palabra intercambio cultural a condición de que
se aclare que los términos del intercambio son desiguales. Este término oculta
en general el hecho de que detrás de este intercambio subyacen relaciones de
fuerza en las que una parte de la ecuación está en condición inferior porque no
posee la tecnología o se encuentra en un estado desfavorable en el concierto
internacional.
P. ¿Tiene la tecnología, entonces, un papel predominante en el proceso de
las relaciones culturales?
R. Una de las características del capitalismo de los últimos tiempos es
que la cultura se asocia cada vez más a la tecnología. Por ejemplo, los grandes
sistemas de satélites que difunden cultura y al mismo tiempo son un modelo de
relaciones sociales.
P. ¿Qué es lo que defendería usted, una cultura uniforme y homogénea o
una cultura para cada modelo de sociedad? ¿De qué manera se encarna esta
contraposición en la práctica? ,
R. Es un tema que me interesa mucho. Yo diría que en el nivel de los
proyectos de las clases dominantes existe una cultura que es
uniformizante.
Cuando hablamos de cultura transnacional entre comillas, justamente
denunciamos este proceso de homogeneización de todas las culturas nacionales,
que hace que se pueda encontrar en Madrid, o en París, o en Río de Janeiro el mismo
tipo de producto. Esto es un proyecto. Pero dentro del establecimiento de este
proyecto existen resistencias muy diversas que pueden venir de sectores
populares, entendiendo por sectores populares tanto los movimientos de mujeres,
movimientos feministas, como los movimientos de obreros, campesinos e
intelectuales, que resisten a esta invasión de modelos culturales y tratan de
imponer otro tipo de prácticas culturales más conforme con su identidad,
identidad muchas veces de dominados.
P. ¿Acaso la cultura tiene una función diferente en los países
industrializados que en los países en vías de desarrollo?
R. Es muy difícil razonar a partir de una dicotomía mundo
desarrollado-mundo subdesarrollado. Es cierto que la cultura tiene formas de
producción muy distintas en las sociedades capitalistas avanzadas que en las
sociedades capitalistas no avanzadas.
Habría que ver también cuál es el estado de la cultura en países que han
elegido otra vía que no es el capitalismo.
P. ¿Qué destacaría usted del momento cultural español actual?
R. Es un momento polémico porque nos encontramos actualmente en España
con una sociedad donde no hay consenso. Y cultura es en gran parte
consenso.
La existencia de un grupo social como el del País Vasco, por ejemplo -y
esto no quiere decir que esté de acuerdo o no con ellos-, demuestra que existen
aspectos de la cultura que, aunque no sean los del grupo, hay que tomarlos en
cuenta. Hablar de cultura es también hablar de los problemas sociales. Yo no
podría hablar de cultura en Alemania sin referirme al problema que supone, por
una parte, la existencia del terrorismo y, por la otra, la respuesta que da a
este terrorismo la clase dominante en el estrechamiento del control social.
Para mí la cultura actual de España se explica a partir de todas estas luchas
que se llevan para recuperar identidades regionales dentro de un marco de una
identidad nacional, pero no se debe caer en el concepto retrógrado, que
mantienen algunos, de cultura popular, que corresponde a toda una tendencia de
quienes, unilateralmente, quieren recuperar sólo determinados aspectos de las
culturas regionales. Estos caen en la ineficacia de una cultura pasada y sin
posible aplicación.
Pero muchos movimientos regionales culturales tienen tal fuerza, dada su
vivacidad y novedad, que serían idóneos para resistir a la internacionalización
y al consiguiente proceso de uniformización.
Creo que España es uno de los países de Europa que más tardíamente ha
accedido, juntamente con Portugal, a lo que se llama la cultura de masas. Esto
se nota, sobre todo, en la diferencia de los quioscos desde hace cuatro años.
La pornografía, el erotismo, son un índice de que existe una cultura que
retorna también modelos extranjeros; el régimen anterior estaba en
contradicción con la cultura de masas, por lo menos con ciertos sectores de
esta cultura.
Hay hoy en España una explosión de la cultura de masas y, por tanto, hay
que examinar este hecho y lo que representa como desafío, ya no sólo cultural
sino también político.
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