la aceptación de sí mismo y su correspondiente valoración y
revalorización. El componente afectivo significa amarse a sí mismo,
autoestimarse y respetarse.
Esta dimensión afectiva es indispensable para cada persona, sin ella no
es posible vivir. Precisamente los enfermos mentales han perdido su identidad
original y su propia estimación; son alienados, es decir, no se encuentran a sí
mismos sino fuera de ellos, en el Otro. Por eso, los campesinos migrantes a la
urbe capitalina, al sentirse desarraigados de su mundo, se esfuerzan por
construir una nueva identidad, y lo hacen recogiendo los nuevos patrones
culturales pero conservando los antiguos.
El resultado es una nueva identidad, en la que se han redefinido los
elementos culturales tanto de los lugares de origen como los del nuevo
escenario urbano en el cual comienzan a vivir. A esto Quijano le llamó “proceso
de cholificación”, expresión que por supuesto no tiene nada de peyorativa.
Pero la identidad no es un fenómeno únicamente psicológico o personal.
La identidad rebasa los límites de lo puramente psicológico. Hay que
comprenderla como un fenómeno histórico, que se da en el plano de lo
socio-político-cultural así como en el plano de lo nacional, regional o
subregional.
La identidad cultural por ejemplo, quiere decir un conjunto de
creencias, modos de pensar, fines, valores, modo de percibir las cosas e
inclusos concepciones del mundo, que son comunes o compartidas por un conjunto
de personas en un determinado lugar.
El problema metodológico consiste entonces en cómo llegar a saber las
múltiples y complejas relaciones entre la interioridad individual y los planos
social político y cultural. Sabemos hasta hoy que lo psicológico es la base sin
la cual no puede existir identidad. Pero otra cosa es pretender explicar lo
social por lo psicológico.
Otra cosa muy distinta es pretender que la identidad en tanto fenómeno
socio-cultural es el resultado de una extensión de lo psicológico individual,
es decir, de la suma de las identidades psicológicas. La identidad cultural no
es la suma de las conciencias individuales a pesar de que sin estas consciencias
individuales la identidad no puede presentarse.
Hacer esto supone una reducción de lo cultural a lo psicológico. Pensar
de esta manera implica pensar que primero y antes que todo existe el hombre
individual, aislado, y es esto hombre aislado es el que por agregación, produce
lo social. Pensar así es simplemente desconocer la esencialidad del ser humano
que es su carácter profundamente social. Lo social en el hombre se hunde en las
raíces más remotas de su proceso de evolución.
El ser humano es el ser más social de las especies y en ello radica su
poderío y también su debilidad (porque el capitalismo está destruyendo lo
social en el hombre).
Lo que quiero decir y para finalizar esta parte de la exposición es que
si bien la primera regla metodológica para comprender la identidad consiste,
como lo hemos indicado antes, en comprender las múltiples relaciones entre lo
social, lo político, lo cultural y lo individual, una segunda regla consiste en
considerar que, una vez aparecida la cultura, ésta determina la conformación de
la personalidad y por lo tanto, de la identidad.
Y una tercera regla consiste en saber cómo, cada uno de nosotros, como
personas vivientes, podemos inter-venir en el escenario social, político y
cultural dentro del cual se da la identidad.
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