Filosofía
: Sócrates
El
Pensamiento Ilustrado
La
República, obra de Platón, escrita alrededor del año 380
a.C., describe los diálogos de Sócrates con
los hermanos de Platón, de Polemarco y otros más. Las disertaciones iniciaron en
casa de Céfalo de Siracusa, hombre prominente en los negocios,
quien, animado por las disertaciones de Sócrates, ofrece su casa
para debatir temas relacionados con las distintas formas de gobierno.
En algún momento, los diálogos se centraron en las cualidades que deben
tener los hombres para gobernar las ciudades. Al respecto, Sócrates sostuvo: “A menos que los filósofos reinen en
las ciudades o cuantos ahora se llaman reyes o dinastas practiquen noble y
adecuadamente la filosofía, vengan a coincidir una cosa y otra, la filosofía y
el poder político, y sean detenidos por la fuerza los muchos caracteres que se
encaminan separadamente a una de las dos, no hay, amigo Glaucón, tregua para los males de las ciudades, ni tampoco,
según creo, para los del género humano; ni hay que pensar en que antes de ello
se produzca en la medida posible ni vea la luz del sol la ciudad que hemos
trazado de palabra”.
Para los ciudadanos que deseamos un buen gobierno, la sentencia parece
una condena. A decir de Sócrates, las ciudades
no podrán resolver sus males, en tanto no lleguen hombres virtuosos al
gobierno. De acuerdo con los diálogos, ciertas cualidades innatas deben cumplir
los hombres a quienes deben encargarse las tareas de gobernar. La primera es
que sean capaces de contemplar la verdad, pero no sólo la que beneficia, sino
aquella cruda y dolorosa que está en su poder cambiar, a costa incluso del
rechazo o crítica de la multitud, porque la recibirá fuertemente de aquellos
que viven de manera contraria y hacen de la mentira la herramienta para
aprovecharse de la ignorancia de los demás.
Una segunda cualidad es que el hombre esté plagado de conocimiento y no
de ignorancia, que sea capaz de percibir la belleza y no sólo las cosas bellas,
de percibir la justicia y no sólo las cosas justas. Sócrates dice que la virtud del hombre para gobernar
es atribuible al alma misma, por tanto, si el hombre tiene privada de virtud el
alma, mal dirigirá y mal gobernará, pero si buena es su alma, hará bien todas
las cosas.
Para Sócrates, un buen gobernante será aquel que por naturaleza
es memorioso, expedito en el estudio, elevado de mente, bien dispuesto, amigo y
allegado de la verdad, de la justicia, del valor y de la templanza. Un buen
gobernante será aquel que se muestre capaz de hacer valer las leyes y usos de
las ciudades, en beneficio de todos, no de él mismo, en todo momento y no a
conveniencia.
Los hombres con calidad para gobernar, no deben estar sometidos a los
extravíos de su generación y la corrupción, deben ser aquellos que no se dejen
perder por su voluntad, pequeña o grande, valiosa o de menor valor. En cambio,
los hombres no preparados, cuanto más fuertemente arrastren los deseos a una
cosa, tanto más débiles serán para lo demás. Si un hombre por ambición y lleno
de mentira asume el poder, lejos estará de ser un buen gobernante, porque la
mezquindad de pensamiento es lo más opuesto a la razón.
Si nos atenemos a las cualidades antes descritas, entenderemos por qué
estamos como estamos. Los hombres que nos han gobernado están más cerca de las
debilidades de su generación, de la corrupción y de la ignorancia, que de la virtud
y el conocimiento.
Hasta ahora, de los que abiertamente se han pronunciado, veo más a
hombres amantes de la mentira, de la ambición o del mesianismo, hombres que se
aprovechan de la ignorancia de la sociedad, ocultando sus debilidades y
engañando con falsas virtudes.
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