¿Cómo reconocer al zombie digital?
Los que se tropiezan con cualquier objeto: hasta que no
llevas a cabo el arte de ver el móvil y caminar por la calle al mismo tiempo,
no te das cuenta de la cantidad de obstáculos a los que nos enfrentamos
diariamente: bordillos, papeleras, escaleras…incluso cuando aún eres novato en
esto, llegas a pensar que el Ayuntamiento ha puesto más farolas a propósito.
¿Saben esa sensación de que te descubres un moratón que no sabes cómo te lo has
hecho? Pues ya tienes la respuesta. Haz la prueba al final del día: cardenales
vs mensajes de Whatsapp. No falla.
Los que se paran en seco: Los más peligrosos y detestables, sin
duda. Vas por la calle (generalmente a toda prisa), y de repente el que va
delante siente la llamada y deja de seguir su ritmo natural.
Es que no lo ves venir porque, o agudizas los reflejos para esquivarlos, y para
esto hace falta mucha experiencia, o te topas con ellos irremediablemente. Es
una de las cosas más irritantes.
Una de las mejores medidas para evitarlo es darles un empujoncito al pasar. Además
te lo ponen fácil, porque como están obnubilados en su dispositivo, dejan el
pestorejo al descubierto, y es perfecto. ¡Zas, que espabile!
Los que dejan de escucharte por contestar al móvil: Vas
acompañado en tu camino, y a tu acompañante le llega un mensaje. Te vuelves
estúpido. Sí tú, no el del móvil, tú que sigues sólo por la calle
hablando en alto. En el caso de que continúe a tu vera, por pura inercia,
es la ocasión perfecta para contar aquello que llevas mucho tiempo queriendo
confesar pero no te atreves. Total, no te va a escuchar…
Gracias a que ya existe una gran concienciación ante estos individuos, y
debido a los numerosos accidentes que existen, algunos países ya están
multando estas actitudes. Otros han aprovechado para lanzar al mercado aplicaciones
que convierte tu pantalla en transparente y así puedas ver los riesgos con
los que puedes toparte mientras juegas al Candy Crush por la vía pública.
Sin embargo, ni las medidas más estrictas, ni las aplicaciones más
absurdas pueden frenar algo que, a menos que sea ultra importante, está en
manos del sentido común del propio individuo.
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