jueves, 20 de agosto de 2020

Sentirnos Capaces


Pocas sensaciones son tan satisfactorias como la que sentimos cuando hemos hecho algo por los demás. De hecho, es muy fácil observar el gesto de alegría que inunda la cara del que ayuda a otro. Cuando nos sentimos útiles se despiertan en nosotros emociones positivas que repercuten en nuestro bienestar general.

Estoy seguro de que sabes a qué me refiero cuando digo que sentirse útil es algo muy agradable. La sensación de poder hacer algo de utilidad es profundamente motivadora para el ser humano. Esta sensación nos aparta, durante un tiempo, de la vorágine egoísta y autocomplaciente en la que estamos inmersos.

Vivimos en un momento de la historia en el que cada vez estamos menos conectados unos con otros. Le llamamos la era de la comunicación pero nos comunicamos muy poco y, además, estamos cada día, más separados. Ya no es costumbre, como lo era antes, lo de ayudar a los miembros de tu comunidad como algo natural. Actualmente, los niños son educados más en la competitividad que en la cooperación

Sin embargo, por mucho que la sociedad se caracterice por la falta de empatía y el individualismo, dentro de los seres humanos siguen existiendo la necesidad de sentirse útiles y de hacer algo por los demás.

Así mismo, en muchas ocasiones aunque las ganas de hacer algo útil estén presentes, es probable que dudemos si tenemos la capacidad para hacerlo.

Tampoco somos educados para encontrar aquello que nos haga brillar y disfrutar haciéndolo y ofreciéndolo a los demás. La educación se orienta más a que todo el mundo sea exactamente igual, sofocando de esta manera, la originalidad y los talentos innatos de cada persona.

La vida sin propósito carece de sentido. En muchas ocasiones vivimos la vida sin un propósito que nos de una motivación para seguir adelante. Quizá tengamos un trabajo que nos ayude a pagar las facturas. En muchas ocasiones, ese trabajo nos proporciona también la oportunidad de satisfacer necesidades ficticias. Así mismo, nuestro trabajo nos mantiene ocupados y nos ayuda a mantener relaciones con otras personas. No es fácil encontrar, sin embargo, personas que realmente encuentren un propósito y satisfacción en su trabajo, si es que tienen la suerte de tenerlo.

Para muchas personas el trabajo es un verdadero esfuerzo que tienen que realizar cada día. Esto se debe a que no hacen algo que les guste. Como esto es algo que les sucede a muchas otras personas, lo tomamos como algo normal y procuramos no cuestionarnos demasiado. Nos desplazamos por nuestra vida procurando no preguntarnos acerca de lo que nos gustaría hacer no vaya a ser que lo encontremos.

Cuando éramos niños, cada uno de nosotros, sabía en el fondo de su alma qué era lo que más le gustaba hacer. Sin embargo, con el paso de los años fuimos enterrando nuestros sueños bajo el peso de las normas y las creencias que nos otorgó la educación. A fuerza de vivir de esa manera, la mayoría de las personas han dejado de preguntarse qué es lo que realmente les hace vibrar.

Si cada ser humano encontrara aquello que hace que su alma vibre y lo compartiera con los demás, este mundo sería muy distinto. Si cada persona se levantara por la mañana sabiendo que lo que va a hacer es lo que más la gusta y que es de utilidad para la comunidad, encontraríamos alegría y bienestar en cada rincón del planeta.

Afortunadamente, la vida de vez en cuando nos toca en el hombro y nos muestra caminos que no se nos habían ocurrido. Por algún motivo, encontramos la manera de sentirnos útiles y, de manera casi mágica, el resto de nuestras actividades se contagian de esta sensación de vida digna de ser vivida y disfrutada.

Cuando sentimos ese tipo de “llamadas” nuestra vida se transforma. Los seres humanos somos seres sociales y llevamos inscrito en nuestro interior que nuestro bienestar y el de los demás debe de ser paralelo

Por este motivo, cuando nos sentimos útiles disfrutamos tanto porque sentimos que importamos y que, a la vez, hacemos felices a los demás.


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