Pocas sensaciones son tan satisfactorias como la que sentimos cuando
hemos hecho algo por los demás. De hecho, es muy fácil observar el gesto de
alegría que inunda la cara del que ayuda a otro. Cuando nos sentimos útiles se despiertan en nosotros emociones positivas que repercuten en nuestro
bienestar general.
Estoy seguro de que sabes a qué me refiero cuando digo que sentirse útil
es algo muy agradable. La sensación de poder hacer algo de utilidad es
profundamente motivadora para el ser humano. Esta sensación nos aparta, durante
un tiempo, de la vorágine egoísta y autocomplaciente en la que estamos
inmersos.
Vivimos en un momento de la historia en el que cada vez estamos menos
conectados unos con otros. Le llamamos la era de la comunicación pero nos
comunicamos muy poco y, además, estamos cada día, más separados. Ya no es
costumbre, como lo era antes, lo de ayudar a los miembros de tu comunidad como
algo natural. Actualmente, los niños son educados más en la
competitividad que en la cooperación.
Sin embargo, por mucho que la sociedad se caracterice por la falta de
empatía y el individualismo, dentro de los seres humanos
siguen existiendo la necesidad de sentirse útiles y de hacer algo por los demás.
Así mismo, en muchas ocasiones aunque las ganas de hacer algo útil estén
presentes, es probable que dudemos si tenemos la capacidad para hacerlo.
Tampoco somos educados para encontrar aquello que nos haga brillar y
disfrutar haciéndolo y ofreciéndolo a los demás. La educación se orienta más a que todo el mundo sea exactamente
igual, sofocando de esta manera, la originalidad y los talentos innatos de cada
persona.
La vida sin propósito carece de sentido. En muchas
ocasiones vivimos la vida sin un propósito que nos de una motivación para
seguir adelante. Quizá tengamos un trabajo que nos ayude a pagar las facturas.
En muchas ocasiones, ese trabajo nos proporciona también la oportunidad de
satisfacer necesidades ficticias. Así mismo, nuestro trabajo nos mantiene
ocupados y nos ayuda a mantener relaciones con otras personas. No es fácil
encontrar, sin embargo, personas que realmente encuentren un propósito y
satisfacción en su trabajo, si es que tienen la suerte de tenerlo.
Para muchas personas el trabajo es un verdadero esfuerzo que tienen que
realizar cada día. Esto se debe a que no hacen algo que les guste. Como esto es
algo que les sucede a muchas otras personas, lo tomamos como algo normal y
procuramos no cuestionarnos demasiado. Nos desplazamos por nuestra vida
procurando no preguntarnos acerca de lo que nos gustaría hacer no vaya a ser
que lo encontremos.
Cuando éramos niños, cada uno de nosotros, sabía en el fondo de su alma
qué era lo que más le gustaba hacer. Sin embargo, con el
paso de los años fuimos enterrando nuestros sueños bajo el peso de
las normas y las creencias que nos otorgó la educación. A fuerza de
vivir de esa manera, la mayoría de las personas han dejado de preguntarse qué
es lo que realmente les hace vibrar.
Si
cada ser humano encontrara aquello que hace que su alma vibre y lo compartiera
con los demás, este mundo sería muy distinto. Si cada persona se levantara por la mañana
sabiendo que lo que va a hacer es lo que más la gusta y que es de utilidad para
la comunidad, encontraríamos alegría y bienestar en cada rincón del planeta.
Afortunadamente, la vida de vez en cuando nos toca en el hombro y nos
muestra caminos que no se nos habían ocurrido. Por algún motivo, encontramos la
manera de sentirnos útiles y, de manera casi mágica, el resto de nuestras
actividades se contagian de esta sensación de vida digna de ser vivida y
disfrutada.
Cuando sentimos ese tipo de “llamadas” nuestra vida se transforma. Los seres humanos somos seres sociales y llevamos inscrito en
nuestro interior que nuestro bienestar y el de los demás debe de ser paralelo.
Por este motivo, cuando nos sentimos útiles disfrutamos tanto porque
sentimos que importamos y que, a la vez, hacemos felices a los demás.
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