lunes, 17 de agosto de 2020

Recuerdos Y Olvidos


Recordamos lo verdaderamente importante, lo que es capaz de emocionarnos, porque activa en nosotros las regiones cerebrales y las hormonas que ayudarán a guardar ese recuerdo. Un sabio mecanismo al que podemos ayudar si escuchamos a la neurociencia.

A medida que nos hacemos mayores, empezamos a temer el olvido. Cuando comenzamos a olvidar cosas habituales, lo que más tememos es que eso sea el principio de una grave enfermedad, como el alzhéimer. Pero, aunque todos estamos expuestos a padecer algún tipo de demencia, las señales de olvido que aparecen tempranamente –antes, incluso, de los 50 años– no conducen necesariamente a una enfermedad mental.

El olvido tiene muchas causas, no siempre patológicas, y olvidar no siempre es malo. Prueba de ello es el mensaje de un cuento de Jorge Luis Borges, Funes el memorioso, que relata la historia de un hombre con una memoria prodigiosa, capaz de recordar todas las experiencias y acontecimientos de su vida pasada, todas las personas que había conocido, todos los lugares que había visitado.

Lejos de ser una bendición, tal memoria era un infierno para Funes, pues interfería en su capacidad de pensar y razonar, al hacer aflorar continuamente en su mente recuerdos múltiples e irrelevantes. Por fortuna, el cerebro humano no es tan poderoso como el de Funes para almacenar recuerdos.

Las ochenta mil millones de neuronas del cerebro y las múltiples conexiones que se establecen entre ellas le confieren una capacidad de memoria mucho mayor de la que ejercemos, ya que, si lo hiciésemos, podríamos tener problemas para pensar y razonar con normalidad, sin interferencias. Incluso cuando somos jóvenes y estamos sanos, es mucho más lo que olvidamos que lo que recordamos, aunque no podamos apreciarlo. Es así porque el cerebro posee mecanismos que actúan como un freno para impedir que la memoria se cargue de información irrelevante. Estos mecanismos se basan en proteínas –enzimas fosfatasas– que dificultan la formación o el fortalecimiento de las conexiones neuronales que constituyen el soporte físico de la memoria. 

Pero, incluso con este freno, son muchas las cosas que recordamos. ¿Cómo es posible, entonces
En cierta ocasión, alguien preguntó a Albert Einstein qué es lo que hacía cuando tenía una idea nueva, si la apuntaba en un papel o en un cuaderno especial. Al parecer, el sabio contestó con contundencia: “Cuando tengo una idea nueva, no se me olvida”. Nada más cierto: cuando algo nos emociona tanto como una idea nueva e interesante, es casi imposible olvidarla. 

Lo que nos emociona no se olvida, y no importa que sean alegrías o disgustos. El cerebro retiene esas situaciones porque la emoción que las acompaña activa las regiones implicadas en la formación de las memorias, como el hipocampo y la corteza cerebral. 

Además, la liberación de hormonas como la adrenalina contribuye a reforzar la memoria de las situaciones emocionales. Y como lo que nos emociona son las cosas importantes, las emociones sirven para que solo lo importante se registre en la memoria.


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