Si no “vivo” la vida que deseo, sólo me queda pedirla porque me siento
incapaz de crearla. La vida que deseamos sólo la podemos desarrollar
dentro de nosotros, para luego regalarla y compartirla, ya que nos es imposible
comprarla porque nace de la “comunión gratuita del disfrute de cada una de las
vidas individuales”.
Por tanto, la vida es un reflejo de nosotros mismos y no podemos
percibir más allá de lo que nos sentimos. Una autopercepción reducida nos hace
ver una vida minimizada, mientras que una autopercepción amplia, fruto de la
comprensión personal a todos los niveles, nos hace contemplar la vida llena de
oportunidades.
En definitiva, la sociedad no es más que una enorme comunión de
autopercepciones. Sin embargo, por desgracia, sólo intentamos igualar los
objetivos vitales, actualmente enfocados al “TENER” como identidad social y
prototipo del éxito (nacimientos idénticos, enseñanza idéntica, conocimientos
idénticos, títulos idénticos, trabajos idénticos, casas idénticas, coches
idénticos, diversiones-huidas idénticas, intereses-consumo idénticos, muertes
idénticas…), de manera que cualquiera que se salga de estos “intereses
sociales” será excluido y rechazado por raro.
Los maestros y profesores somos simples espejos de una sociedad del
“TENER” y lo reflejamos a los alumnos, tal y como lo hacen todos los estamentos
públicos de nuestra sociedad (medios de comunicación, políticos, iglesias…).
Si queremos cambiar la enseñanza, hay que cambiar la luz que emana de la
sociedad y, por tanto, el espejo de nuestra “AUTOPERCEPCIÓN”. Sólo
empezando por un cambio personal íntimo, sereno, comprensivo, respetuoso…
podremos cambiar el espejo donde me reflejo, es decir, todo aquello que me
rodea en cada uno de los contextos donde yo aparezco.
Refléjate alegre y cambiarás el espejo que te rodea, no sin
experimentar rechazo por parte de los que muestran una “autopercepción
solemne”.
Refléjate comprensivo, sin ideas ni creencias que te hagan rígido, y
aclararás el espejo enseñando a mirarse con una mayor ternura, no sin ser
rechazado por utópico y soñador y, sobre todo, por “ingenuo”.
Refléjate humilde y paciente, es decir, abierto a aprender de todo y
especialmente del fracaso, para darte siempre una nueva oportunidad para
empezar a caminar.
Refléjate confiado e ingenuo. Esto es en nuestra sociedad lo más difícil
porque requiere no tener miedos ni apegos y sólo en este caso te puedes abrir
con “Fe” a cualquier “SUEÑO”, sin ninguna duda de conseguirlo.
Todo lo dicho hasta el momento no sólo tiene un interés psicosocial para
nosotros, sino también psicobiológico, ya que desde hace unos años se ha
empezado a hablar de un soporte neuronal, las “neuronas espejo”, a las que
se les supone responsables en gran medida de nuestro aprendizaje por imitación,
así como de nuestro sentir solidario.
El descubrimiento de las “neuronas espejo” ha revitalizado la
importancia del ejemplo en aquello que deseamos transmitir a los demás, sobre
todo y especialmente a los niños y adolescentes que aprenden por imitación de
sus figuras más referenciales, como ya nos indicaba Bandura en
su Aprendizaje vicario.
Las “neuronas espejo” se descubrieron en monos y se ha comprobado que
están también presentes en la especie humana, como grupos de neuronas motoras o
de asociación que aparecen en áreas de los lóbulos prefrontales o en zonas de
descodificación sonora y gramatical como el área de Wernicke o de Broca. Se ha
comprobado que estas neuronas no sólo se activan, por ejemplo, cuando el mono
mueve el brazo, sino cuando ve que otro mono mueve el brazo. Por esta razón, se
les llama “neuronas espejo”, ya que se activan tanto por la acción propia, como
por la percepción de esos mismos actos por los demás.
Desde este conocimiento inicial se ha empezado a pensar en la existencia
de diferentes tipos de “neuronas espejo”, que podrían ser responsables, no sólo
del aprendizaje por imitación, sino de nuestra capacidad empática, de
nuestra impronta solidaria, de nuestra capacidad para percibir el sentir ajeno
y ponernos en el lugar del otro, es decir, que estas neuronas podrían ser el
asiento físico de nuestro sufrimiento ante el de los demás -aunque sea ficticio
en una pantalla de cine-, así como de las alegrías compartidas con los éxitos
de nuestros seres queridos o admirados.
Incluso se ha llegado a pensar en la posibilidad de que ciertos tipos de
autismo puedan deberse al mal funcionamiento de las neuronas espejo, algo que
sólo es una hipótesis por el momento y que carece de pruebas concluyentes.
Aunque estos estudios nos indican que las “neuronas espejo”, que nos unen a los
demás, están mucho más ampliamente distribuidas de lo que se pensaba en un
principio y están implicadas en nuestras comunicaciones no verbales y verbales
interpersonales, en definitiva, en la comprensión del hacer y sentir de los
demás, es decir, de la empatía.
Por todo esto, queremos poner un especial énfasis en que la enseñanza y
la educación, como espejos de la sociedad, no se construyen queriendo cambiar a
los demás, sino trabajando sobre el cambio personal para ofrecernos como regalo
de lo que deseamos que sea nuestra sociedad, primero creándolo dentro de
nosotros, para luego compartirlo con ilusión (“no me hables porque lo que tú
haces se oye tan fuerte que no me deja escuchar lo que tú dices”).
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