domingo, 2 de abril de 2017

La Filosofía De Descartes


La locución latina «cogito ergo sum», que en español se traduce frecuentemente como «pienso, luego existo», siendo más precisa la traducción literal del latín «pienso, por lo tanto soy», es un planteamiento filosófico de René Descartes, el cual se convirtió en el elemento fundamental del racionalismo occidental.

Descartes procuraba establecer una verdad absolutamente evidente mediante un sistema deductivo sosteniendo que el cogitoo pensamiento, que son todos los actos conscientes del espíritu, implica siempre duda.
Dudar de todo, según Descartes, es sólo un procedimiento metodológico para encontrar una verdad indubitable, por lo tanto es una duda metódica y no una postura mental definitiva.
Gracias al criterio de la duda se comienza a dudar sobre todo pero no se pudo escapar a la duda recurrente de que “está dudando”, por lo tanto la única duda que no puede eliminar es la duda misma.
Descartes luego llega a la conclusión que si no es posible eliminar la duda, por lo menos no puede dudar de que piensa que está dudando. Por lo tanto “yo pienso” derivaría a dos únicas conclusiones: primero que pienso y luego que existo.

La evidencia de Descartes sobre la indubitabilidad de que dudo porque pienso y porque soy, resultaría en la célebre frase “Pienso, luego existo” acuñada en su libro “Discurso del Método” escrita en el año 1637 en Leiden, Holanda.
René Descartes estaba convencido de que la opinión y experiencia común de la humanidad no eran confiables para buscar la verdad, así que resolvió idear un nuevo sistema que pudiese librarse de ellas.
Descartes crea entonces un método que implicaba un instrumento matemático de deducción pura que deriva de una razón absoluta proyectando así la idea de un universo mecanístico, todo funciona como un mecanismo.
René Descartes fue aún más lejos con sus indagaciones filosóficas de la razón afirmando que, a pesar de que todos tenemos una mente y un cuerpo, la única certeza es la existencia de la mente (pensamiento, razón) pues no se puede estar seguro ni que nuestro cuerpo existe.

Llamamos certeza a una actitud hacia una determinada proposición. Cuando creemos algo con certeza, no tenemos dudas de ello. Descartes quería un fundamento firme para las ciencias y este fundamento solo lo podían dar las verdades de las que no cabía la posibilidad de dudar, es decir, las certezas. Así que Descartes, que buscaba una primera verdad que fundamentara todo el conocimiento, elaboró un método para descubrir certezas.

La duda metódica es el método de Descartes para descubrir verdades ciertas. En general, se opone a la duda escéptica en que la duda metódica tiene un carácter constructivo y provisional, mientras que la duda escéptica suele ser más destructiva y permanente. 
La duda metódica consiste, hablando en términos muy generales, en dudar de todas las verdades adquiridas por cualquier vía hasta llegar a alguna que se muestre tan evidente por sí misma que haga imposible la duda. Siguiendo este método fue como Descartes llegó a afirmar, con toda seguridad eso de “pienso, luego existo”.


Insensateces


Hace falta un nuevo hombre, sí.
Pero no éste

Descripción: http://www.elmanifiesto.com/imagenes/sp.gifLas insensateces del "transhumanismo" 

¿Es el hombre la culminación de la evolución cósmica? Algunos visionarios de nuestra época lo niegan apasionadamente.

Según ellos, el ser humano sólo significa un eslabón provisional e imperfecto dentro de una cadena ascendente que todavía no ha llegado a su final. Este final se encuentra más allá del hombre, por encima del hombre. El siglo XXI dará un salto cualitativo en el dominio de una tecnología cuasi-mágica y permitirá —¡al fin!— transcender al ser humano.

Tal es el sueño de los transhumanistas.

Por supuesto, todo esto suena a película de Hollywood y a ciencia ficción. 

Y, sin embargo, el lobby transhumanista presenta en sus filas partidarios completamente respetables.

Al fin y al cabo, ¿no ha dado ya el ser humano todo lo que puede dar? Así lo consideran Marvin Minsky, Ray Kurzweil y otros gurúes norteamericanos del transhumanismo, para quienes la nanotecnología y la biotecnología habrán de conducir, dentro de pocas décadas, al interfaz hombre-máquina, piedra angular del mito transhumanista.

No ser ya sólo hombres, sino hibridaciones entre hombre y máquina, entre hombre y ordenador. 

Liberarnos —al menos parcialmente— de las servidumbres que nos impone la biología. Ampliar nuestras capacidades psíquicas y sensoriales. Explorar todo el espectro de los estados alterados de conciencia. Experimentar sensaciones antes nunca conocidas por el género humano. ¿Quién no se sentiría atraído por tales perspectivas? Tanto más cuanto que el hombre, tal y como ha existido hasta ahora, parece incapaz de abandonar ese fango de egoísmo, vulgaridad y violencia en el que anda chapoteando desde tiempo inmemorial.

Como es evidente, desde un punto de vista humanista, e incluso desde el simple sentido común, sería fácil efectuar una indignada crítica contra tales desvaríos: que si son síntomas de un nihilismo mal disimulado, que si vamos al Mundo Feliz de Huxley, que si Hitler va a triunfar con un siglo de retraso en su lucha por crear al Superhombre. 

Sin embargo, el transhumanismo —como todo mito, como toda idea que logra fascinar al espíritu humano— contiene una parte de aspiraciones legítimas.

Es decir: la humanidad experimenta hoy un intenso deseo de autosuperación y el anhelo de “empezar una nueva época”, una etapa radicalmente distinta dentro de su historia milenaria.

Cambiar desde la raíz el ambiente de nuestra cultura, nuestros hábitos de vida, el régimen íntimo de unas existencias individuales que se han acostumbrado a respirar en una atmósfera de conformismo desencantado.

Librarse de la Matrix omnipresente que hoy nos atrapa y salir al fin de la caverna platónica, para contemplar la verdadera realidad. Y los transhumanistas han sabido captar precisamente este aspecto del Zeitgeist actual: los hombres de nuestra época aspiran a vivir en un mundo lleno de aventura y de misterio, diametralmente opuesto a esta gris rutina de existencias vacilantes y desnortadas que hoy conocemos. Sin embargo, y como sucede tantas veces, se acierta aquí en el fin, pero se yerra —y de una manera decisiva— en los medios.

Y es que, en efecto, por sí misma la tecnología —ni siquiera la tecnología “mágica” con la que sueña el transhumanismo— es incapaz de reeencantar el mundo.

A mediados del siglo XIX, los entusiastas del progreso predecían, extáticos y exultantes, un siglo XX poblado de máquinas fantásticas que convertirían el mundo en un lugar “emocionante” y “maravilloso”. La máquina volante —nuestro avión— era entonces el paradigma de lo fascinantemente futurista; y aún más el proyectil que, como imaginó Verne, nos llevaría hasta la Luna.

Ahora bien: hoy en día, miles de aviones surcan cada día nuestros cielos, y hace décadas que conquistamos nuestro satélite; pero, aun así, seguimos bostezando. Seguimos haciendo ricas a las multinacionales farmacéuticas que nos proporcionan nuestra imprescindible ración de antidepresivos.

La melancolía es la seña de identidad del Occidente posmoderno. Ergo: es obvio que nos estamos equivocando en algo decisivo.

También se equivocan, desde luego, los transhumanistas. Necesitamos —es cierto— un nuevo entusiasmo, una nueva frontera, un nuevo impulso que nos devuelva la ilusión y la alegría.

Porque la única energía que puede renovar la faz del mundo procede del núcleo más íntimo de lo real.

De la centella más interior del espíritu humano: más allá incluso de nosotros mismos. Donde todo recobra su aspecto más auténtico y maravilloso. Donde la vida humana vuelve a convertirse en lo que nunca debió haber dejado de ser: una fiesta llena de alegría. Donde descubrimos con estupor que aquí mismo, junto a nosotros, existe —ocultada por nuestra torpe mediocridad— otra forma de vivir y de construir el mundo.



Los No Comprendidos


“Los “ninis” de América Latina: ni estudian ni trabajan ni son comprendidos”

La imagen popular de la juventud de América Latina que no estudia ni trabaja no es positiva. Por un lado, el término usado para etiquetarlos –“ninis”– los define en  negativo. Proviene de la frase en español “ni estudian ni trabajan”.

Luego está la forma en que se les representa. En el mejor de los casos, los ninis son caricaturizados como vagos que pasan su tiempo jugando  videojuegos o sentados frente al televisor y bebiendo, en vez de ir a la escuela o desempeñando una actividad productiva. 

En el peor de los casos, en entornos violentos, los ninis son vinculados con la mano de obra del crimen organizado. Como resultado, cuando no son caricaturizados, estos jóvenes son temidos. Un análisis reciente de Factiva de los términos más relacionados con los “ninis” en los medios de comunicación mexicanos mostró que entre los 10 principales se encuentran “violencia”, “flojo”, “drogas” e “inseguridad”.

A pesar del rápido crecimiento y desarrollo que ha experimentado la región en los últimos años, el fenómeno de los ninis ha recibido más atención de los medios de comunicación. ¿Esto es así porque el problema está aumentando realmente, o es solo porque ahora tenemos una etiqueta  para aplicar a estos jóvenes?

El avance no ha sido suficiente: uno de cada cinco jóvenes de entre 15 y 24 años en América Latina no estudia ni trabaja. Aunque la proporción de jóvenes ninis ha disminuido gradualmente desde 1992, no ha descendido lo suficientemente rápido como para compensar el crecimiento de la población joven en la región. 

Como resultado, el número de ninis se incrementó en casi 2 millones, llegando a 20 millones.
 La mayoría de los ninis en la región son mujeres: el perfil típico del nini no es el varón vago o delincuente representado en los medios de comunicación. 

En cambio, se trata de mujeres que viven en ciudades y que no han terminado la educación secundaria. 

Las mujeres representan dos tercios de la población nini de la región. Los factores de riesgo más importantes asociados a la condición de nini son el matrimonio precoz y el embarazo durante la adolescencia, o ambos.

 El problema afecta cada vez más a los hombres: el número de ninis hombres está aumentando. 

De hecho, el incremento de ninis en la región está explicado en su totalidad por el aumento en hombres ninis. Durante las dos décadas en que las mujeres consiguieron un mayor acceso a la educación y el empleo, el número de ninis hombres registró un incremento substancial del 46 % (casi 2 millones de jóvenes en esta condición). 

Este aumento explica, en parte, la representación  de los ninis dominada por varones en los medios de comunicación
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La mayoría de los ninis hombres abandona la escuela secundaria no para jugar videojuegos o ver la televisión sino para ganar dinero: sin embargo, como los puestos de trabajo de baja calificación que obtienen estos jóvenes por lo general son inestables, cualquier crisis económica los deja sin empleo y prácticamente ninguno de ellos regresa al sistema educativo.

¿Caen los ninis finalmente en el camino de la delincuencia y la violencia? Dada esta dinámica, no es de extrañar que, en contextos de alta delincuencia y violencia, haya un fuerte vínculo entre el número de ninis y la tasa de homicidios.

En los estados de alta criminalidad de México, durante el violento periodo comprendido entre 2007 y 2012, el aumento de ninis explica estadísticamente al menos una cuarta parte del incremento de los homicidios
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En algunas partes de la región, los ninis hombres se encuentran atrapados en un círculo vicioso. Son atraídos hacia el violento comercio ilícito de las drogas por la falta de oportunidades de trabajo y contribuyen a agravar las condiciones inestables que disuaden a las empresas de invertir y crear nuevas oportunidades.

Por el contrario, en contextos de menor criminalidad, no existe un vínculo estadístico entre los ninis y la delincuencia.

Los ninis son un problema mundialel problema no es exclusivo de América Latina. Nuestra investigación muestra que hay 260 millones de ninis en todo el mundo, con porcentajes especialmente altos en las regiones de Oriente Medio y el Norte de África y Asia meridional.  
De hecho, el aumento del número de ninis en América Latina y el Caribe es ligeramente inferior al promedio mundial, aunque mucho mayor que en los países de ingreso alto.

 



Los Apegos


Hoy te dejo en libertad. Hoy me olvido de mis miedos. Hoy comienzo a valorarme. Hoy salgo adelante. Hoy te dejo de esperar”

Solemos hacernos conscientes de la esclavitud emocional a la que estamos sometidos cuando nuestro corazón se resquebraja. Esto sucede cuando una relación nos duele, bien porque nos esclaviza o bien porque algo dentro de nosotros se ha roto al tener que decir adiós.

Ante estas situaciones, sentimos que el mundo se apaga y que una ola de dolor inmenso se cierne sobre nosotros impidiéndonos respirar. Esto es el ahogo emocional y, su ingrediente clave, la dependencia.

Pero, a veces, llega el momento de dejar en libertad lo que atábamos y lo que nos ata y comenzar una nueva vida, porque la esclavitud emocional ahoga. Y es en ese momento en el que no nos vemos capaces de hacer nada sin ir de la mano de esa persona o, simplemente, de alguien que nos guíe.

“Durante toda mi vida he entendido el amor como una especie de esclavitud consentida. 
Pero esto no es así: la libertad sólo existe cuando existe el amor. Quien se entrega totalmente, quien se siente libre, ama al máximo.
Y quien ama al máximo, se siente libre. Pero en el amor, cada uno de nosotros es responsable por lo que siente, y no puede culpar al otro por eso.
Nadie pierde a nadie porque nadie posee a nadie”

La mejor manera de ser feliz con alguien es aprendiendo a ser feliz estando solo. ¿Por qué? Porque de esa manera la compañía se convierte en elección y no en necesidad.

Entendemos el amor de forma errónea porque la clave no es el “te necesito en mi vida” sino el “te prefiero en mi vida”. 

No atender a los sentimientos y necesidades de posesión nos ayudará a vivir en paz y libertad con nosotros mismos.






Contemplemos


La palabra contemplación es usada en nuestro idioma con diversos usos.

Cuando se quiere expresar la atención cuidadosa que alguien le presta a una cosa se lo expresa en términos de contemplación. Gracias a su persistente contemplación pudo descubrir que la planta no estaba creciendo como lo previsto.

Por otro lado, también la palabra contemplación la usamos para dar cuenta del trato amable y atento que se le da a un individuo.

Generalmente los seres humanos accionamos con estas características cuando la persona en cuestión forma parte de nuestros afectos o bien cuando por x razón es importante ser cordial con él.

Y a instancias de la religión, la contemplación implica aquella meditación del espíritu que se destaca por su profundidad y ensimismamiento. 

En la contemplación de estas características el ser humano debe llegar a un silencio mental que es el que lo posibilitará a alcanzar la contemplación. Lo primero que hay que hacer para conseguir ese silencio es desprenderse de las sensaciones y de los pensamientos que normalmente nos abordan y asestan sin parar.

En tanto, entre las maneras más sencillas y rápidas de conseguirlo se cuentan la meditación y la oración en silencio, es decir, aquella que va por dentro. 

Ahora bien, pero en algunas situaciones es bueno que la oración y la meditación no vayan solas sino que aparezcan acompañadas por algunas lecturas especiales que van preparando e instando a la persona a seguir en el silencio, al mismo tiempo que le muestran diversos ejemplos de individuos que lograron alcanzar ese estado tan particular.

La principal consecuencia de la puesta en práctica de esta actividad será el absoluto desapego de las cuestiones materiales.

En tanto, la acción de contemplar, especialmente cuando está asociada a contemplar cuestiones de tipo espiritual, implica, el acercamiento por parte del sujeto que contempla, a un estado en el cual la calma, la paz, y el silencio se adueñan del momento. 

Tal estado se conoce popularmente como contemplación y se llega a él una vez que se consiguió dejar de lado la intranquilidad y los pensamientos que generalmente acechan. Aunque claro, este estado no aparece de pronto sino que es preciso promoverlo a través de diferentes técnicas, como ser la meditación o la práctica de la oración.

Cabe destacar, que en este estado predomina lo inmaterial y espiritual por sobre lo material, es decir, llegado a este estado no habrá prácticamente ningún tipo de necesidad material, porque todo pasará a través del espíritu.

La contemplación en este sentido viene siendo practicada por el hombre desde tiempos inmemoriales e incluso civilizaciones de hoy que ostentan miles y miles de años de antigüedad en el planeta siguen haciendo culto de este estado.

La realidad no depende tanto de los ojos que la miran como de la intención al enfocar. Podemos elegir simplemente ver. O mirar. O dejarse penetrar contemplativamente.

Antonio Damasio, uno de los grandes investigadores en neurociencia, neurología y psicología, nos relata que sin la conciencia, es decir, sin una mente dotada de subjetividad, no tendríamos manera de saber que existimos, menos aún de saber quiénes somos y qué pensamos. Ciertamente existe un yo, aunque no se trata de una cosa sino de un proceso que, al ser sentido, nos hace creer que pertenece a alguien.

Desde la perspectiva de la evolución y de la historia vital de una persona, ese yo que tiene conciencia de sí mismo ha tenido que pasar, según Damasio, por tres etapas: un protoyo que se limita a ver y sentir de forma primigenia; un yo central movido por la acción que mira para conocer; y finalmente un yo autobiográfico que incorpora las dimensiones social y espiritual. A ese yo autobiográfico quisiera añadirle su facultad contemplativa.

Hugo W Arostegui


La Expresión Lírica


Lírica. ... La lírica (del latín lyrĭcus, y este del griego λυρικός) o género lírico es un género literario en el que el autor transmite sentimientos, emociones o sensaciones respecto a una persona u objeto de inspiración. La expresión habitual del género lírico es el poema.

La noción de lírica está vinculada a la lira, un instrumento de cuerda que se utilizaba para acompañar los recitales de este tipo de poesía. Las obras líricas son subjetivas, están escritas en primera persona y reflejan las vivencias y creencias íntimas del autor.

El género lírico está compuesto por el hablante lírico (quien expresa sus sentimientos), el objeto lírico (el ente o la situación que despierta los sentimientos del poeta, expresados mediante el hablante lírico), el motivo lírico (el tema de la obra) y la actitud lírica (la forma en la cual el hablante expresa sus sentimientos: puede ser una actitud enunciativa, apelativa o carmínica).

Los versos de la lírica pueden contar con diferentes cantidades de sílabas. Se considera como arte menor a las obras que tienen versos de entre dos y ocho sílabas. El arte mayor implica, en cambio, versos con nueve o más sílabas.

El canto lírico, por otra parte, es el conjunto de técnicas vinculadas al repertorio vocal de la música clásica europea. El canto lírico se caracteriza por el timbre particular de los cantantes. Plácido Domingo, Luciano Pavarotti y María Callas son algunos de los principales exponentes del canto lírico.

El género lírico consiste en la expresión de la subjetividad a través de palabras. Normalmente se utiliza el verso, pero no siempre es así
.
La lírica consiste en la expresión de los sentimientos por parte del autor a través de las palabras.
Puesto que la lírica expresa los sentimientos del autor, uno de sus características es la subjetividad.
La subjetividad permite el reflejo de los sentimientos del poeta: amor, dolor, tristeza, alegría…

—Compadre, quiero morir,
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?

Nuestras expresiones y la cultura se confunden en un fraterno abrazo en la lírica


Hugo W Arostegui

Cuando Pensamos


El término es comúnmente utilizado como forma genérica que define todos los productos que la mente puede generar incluyendo las actividades racionales del intelecto o las abstracciones de la imaginación; todo aquello que sea de naturaleza mental es considerado pensamiento, bien sean estos abstractos, racionales, ...

El pensamiento puede abarcar un conjunto de operaciones de la razón, como lo son el análisis, la síntesis, la comparación, la generalización y la abstracción. Por otra parte, hay que tener en cuenta que se manifiesta en el lenguaje e, incluso, lo determina.

Uno de los derechos de todos los seres humanos, y sin embargo el que más suele amedrentarlos con sus potenciales consecuencias nefastas es la libertad de pensamiento o expresión. En la infancia, las personas solemos caracterizarnos por la espontaneidad y la sinceridad, sin importarnos la repercusión de nuestros hechos o palabras.

Es muy común que los niños hablen solos y dejen volar su imaginación, ignorando a un grupo de adultos que los mira con ternura. El mismo grado de despreocupación se percibe cuando dicen con absoluta sinceridad que no les gusta un regalo o un plato de comida.

Con los años, las estructuras y los mandatos nos convierten poco a poco en seres limitados, que parecen perder gradualmente el control sobre sus propias vidas. 

El problema principal reside en que queremos creer que esto no es así, lo negamos, y aseguramos que vivimos libremente, que escogemos a cada paso la dirección de nuestras vidas. 

Sin embargo, esas personas que un día se mostraban sonrientes y que se asombraban de las pequeñas cosas, hoy corren contra el reloj para completar las innumerables tareas de sus ajetreados días, se avergüenzan de sus cuerpos, temen decir la verdad para no ofender a los demás, ocultan su sexualidad y sus ideas por miedo a los ataques de quienes no soportan la diversidad.

Existe tal cantidad de aspectos relacionados con el pensamiento, que dar una definición resulta difícil.

De las muchas definiciones que podrían darse, algunas de ellas lo consideran como una actividad mental no rutinaria que requiere esfuerzo, o como lo que ocurre en la experiencia cuando un organismo se enfrenta a un problema, lo conoce y lo resuelve. Podríamos también definirlo como la capacidad de anticipar las consecuencias de la conducta sin realizarla.

El pensamiento implica una actividad global del sistema cognitivo con intervención de los mecanismos de memoria, atención, procesos de comprensión, aprendizaje, etc. Es una experiencia interna e intrasubjetiva.

El pensamiento tiene una serie de características particulares, que lo diferencian de otros procesos, como por ejemplo, que no necesita de la presencia de las cosas para que éstas existan, pero la más importante es su función de resolver problemas y razonar.

Hugo W Arostegui