lunes, 1 de enero de 2018

Aportando Cultura

Aportando Cultura
La cultura debe ser considerada en grande, 
no como un simple medio para alcanzar ciertos fines, 
sino como su misma base social.
No podemos entender la llamada dimensión cultural del desarrollo 
sin tomar nota de cada uno de estos papeles de la cultura
Amartya Sen
En los últimos tiempos la cultura ha comenzado a redefinir paulatinamente su papel frente a la economía y al desarrollo. Poco se duda ya acerca de su importancia como inductora de desarrollo y cohesión social, de su relevante papel ante la cuestión de la diversidad cultural, la integración de comunidades minoritarias, los procesos de igualdad de género y la problemática de las comunidades urbanas y rurales marginadas.

Los sectores políticos están comenzando a percibir y reconocer que la cultura juega un papel mucho más importante de lo que suponían y constatado que las decisiones políticas, las iniciativas económicas y financieras y las reformas sociales, tienen muchas más posibilidades de avanzar con éxito se si simultáneamente se tiene en cuenta la perspectiva cultural para atender las aspiraciones e inquietudes de la sociedad.

Se realza además de forma especial la contribución de la cultura como factor de cohesión ante los procesos de profundización de desigualdades económicas y de tensiones de convivencia social. Esta tendencia se percibe particularmente, en la dimensión que las mismas representan en el plano de los intercambios de bienes y servicios culturales entre las economías de las naciones.

(1) Amartya Sen
Profesor de la Universidad de Lamont y Harvard - Premio Nobel de Economía 1998.
Extraído de "La cultura como base del desarrollo contemporáneo"; Diálogos UNESCO


In Memoriam: Garcilaso Inca De La Vega


Hace un siglo, el 23 de abril de 1616, falleció en la ciudad de Córdoba el que quiso llamarse a sí mismo Garcilaso Inca de la Vega. Nacido en el Cuzco de madre princesa inca y padre español, vivió siempre la angustia de la dualidad. Mestizo y español, de cultura inca y castellana. En noviembre de 2015, la ciudad de Montilla, donde residió muchos años, dedicó unas jornadas a su memoria. Sus Comentarios Reales son un intento de reconciliar en sí mismo su dualidad. El fenómeno de la dualidad persiste aún en las tradiciones religiosas del siglo XXI que intentan armonizar en el seno de las culturas y de los individuos el pluralismo social de las sociedades modernas. 
Si durante el siglo XX uno de los problemas fue la integración de lo natural y de lo sobrenatural en el interior de las teologías, el problema en el siglo XXI parece apuntar en otra dirección. 

El fenómeno de los refugiados de países lejanos en occidente unido al hecho de la inmigración masiva, va configurando sociedades complejas cultural y religiosamente.  

En una sociedad multicultural como la nuestra, uno de los fenómenos que están presentes en las tradiciones culturales y religiosas se ha denominado como “dualismo”. 

Aunque ese concepto alude a la existencia simultánea de dos tendencias culturales, políticas, sociales, religiosas, psicológicas aparentemente contrapuestas e irreconciliables que afectan a la vida individual o colectiva, aquí nos vamos a referir a él en un sentido restringido. 

Garcilaso Inca de la Vega: contexto histórico  
  
Dentro de las tendencias de las religiones, entendemos aquí como dualidad el intento de integración de dos tradiciones religiosas en la vida de un ser humano. En este caso, nos vamos a referir a los intentos de superación psicológica de la dualidad cultural, afectiva y religiosa de un hombre del siglo XVI y XVII, Garcilaso Inca de la Vega(1539-1616) que vivió desde su infancia la angustia de no poder integrar suficientemente dos culturas vivas en el interior de su corazón. Mestizo y español, de cultura inca y castellana intentó durante toda su vida asimilar la fractura interior. 

Gómez Suárez de Figueroa, apodado Inca Garcilaso de la Vega (nacido en el Cuzco, entonces Gobernación de Nueva Castilla, el 12 de abril de 1539 y fallecido en España, en la ciudad de Córdoba el 23 de abril de 1616), ha pasado a la historia como un escritor e historiador peruano de ascendencia española e inca. 

Los historiadores lo suelen considerar como el "primer mestizo biológico y espiritual de América". En otras palabras, es el primer mestizo racial y cultural de América que intentó asumir y conciliar sus dos herencias culturales: la indígena americana y la castellana, alcanzando al mismo tiempo gran renombre intelectual. 

El escritor peruano Luis Alberto Sánchez lo describe como el «primer mestizo de personalidad y ascendencia universales que parió América». Se le conoce también como el «príncipe de los escritores del Nuevo Mundo», pues su obra literaria, que se ubica en el período del Renacimiento, se destaca por un gran dominio y manejo de la lengua castellana, tal como lo han reconocido críticos como Menéndez y Pelayo, Ricardo Rojas, Raúl Porras Barrenechea y José de la Riva Agüero y Osma. 

 Mario Vargas Llosa le reconoce también dotes de consumado narrador, destacando su prosa bella y elegante. Temporalmente se le ubica en la época de los cronistas post toledanos (es decir, de la etapa posterior al gobierno del virrey Francisco de Toledo), durante el período colonial (fines del siglo XVI e inicios del siglo XVII). 

Desde el punto de vista estrictamente historiográfico, su obra tuvo mucha influencia en los historiadores peruanos hasta fines del siglo XIX, cuando surgieron críticos que empezaron a cuestionar la veracidad de sus informaciones. Su padre fue sobrino del célebre poeta Garcilaso de la Vega del Siglo de Oro de España, por lo que el Inca Garcilaso de la Vega sería sobrino-nieto por parte de la familia de su padre del famoso poeta renacentista. 

En su obra cumbre, los Comentarios Reales de los Incas , publicada en Lisboa, en 1609, el Inca Garcilaso de la Vega expuso la historia, cultura y costumbres de los Incas y otros pueblos del antiguo Perú, libro que luego del levantamiento de Túpac Amaru II sería prohibido por la Corona española en todas sus colonias de América, al considerarla sediciosa y peligrosa para sus intereses, pues alentaba el recuerdo de los incas. Esta prohibición rigió desde 1781, aunque la obra se siguió imprimiendo en España. 

Otras obras importantes del Inca Garcilaso son La Florida del Inca (Lisboa, 1605), que es un relato de la conquista española de Florida; y la Segunda parte de los Comentarios Reales, más conocida como Historia General del Perú(Córdoba, 1617), publicada póstumamente, donde el autor trata sobre la conquista del Perú y el inicio del Virreinato. Con ocasión del centenario de su fallecimiento en 1616, han sido numerosas las referencias a su figura durante estos meses. 
            
Un estudio clásico sobre la dualidad de Garcilaso Inca de la Vega se debe al hispanista  Marc L. Nash. Su estudio sobre la dualidad de Garcilaso Inca de la Vega y cómo esta dualidad se refleja en su obra inmortal de 1609, Los Comentarios Reales es un clásico para el conocimiento de la dualidad cultural. Nash ha investigado el reflejo de esta dualidad recorriendo históricamente al Inca Garcilaso, empezando con su nacimiento en 1539 en el Cuzco, y terminando con su muerte en Córdoba en 1616. 

La doble condición conflictiva del Inca empieza desde antes de su nacimiento, ya que su madre era una princesa Inca, hija de Huallpa Túpac, y su padre, un conquistador español, quien estaba aliado con Gonzalo Pizarro, el que se rebela contra el monarca y se nombra Procurador General del Perú. El resultado es una guerra civil en el Perú de dos bandos, los pizarristas contra los almagristas. 
  
El Inca Garcilaso en España 
  
Al morir su padre en 1559  el Inca Garcilaso viaja a España y trata de obtener la herencia paterna ante el rey y el Consejo de Indias, pero se le negó porque su padre había sido partidario de Pizarro. El Inca Garcilaso intenta volver al Perú pero no le es posible porque el virrey Toledo ejecutó al último Inca, Túpac Amaru. Luego, Toledo siguió una dura política de represión contra todos los miembros de la realeza incaica, inclusivo los mestizos hijos de los conquistadores de linaje como Garcilaso, a quienes deportó fuera del reino para siempre. 

Garcilaso, al verse sin patria, se establece en Montilla y luego en la ciudad de Córdoba hasta su muerte. En 1563, rechaza su nombre original, Gómez Suárez de Figueroa, y toma el apellido familiar, Garcilaso de la Vega,  ya su padre era pariente del poeta, e inicia una nueva vida. 

Poco después, se alistó como soldado, y en 1568, ya como capitán, lucha contra la rebelión morisca de las Alpujarras. Al enterarse de la muerte de su madre, en 1571, el Inca deja las armas, y decide dedicarse a una labor humanística. Inicia así su nueva vocación y destino al tomar el prototipo del caballero renacentista, hombre de armas y letras. 

El Inca Garcilaso se convierte en el primer gran escritor mestizo sudamericano, el polémico filósofo historiador del Perú. En 1600, ya a los 60 años de edad, se hace sacerdote, y nueve años después, escribirá la primera parte de Comentarios Reales de los Incas obra que lo inmortalizará, y la segunda parte, Historia General del Perú. La termina en 1613, tres años antes de su muerte sin verla publicada en 1617.



Somos Tal Como Nos Percibimos



Hoy quiero hablarles de la percepción humana, esa maravillosa herramienta evolutiva que nos permite desde enamorarnos hasta sortear obstáculos que atenten incluso contra nuestra propia vida.
Resulta paradójico que una misma “herramienta” pueda controlar extremos tan distantes en nuestro vivir, pero ¡así es!  A través de la percepción los seres humanos somos capaces de seleccionar pareja, reconociendo e interpretando signos casi imperceptibles haciendo más fácil la selección natural para la conservación de la especie.

También es un mecanismo evolutivo de protección, nos hace darnos cuenta de los peligros que nos rodean y nos pone en situación de alerta para ser capaces de reaccionar de la manera adecuada a estímulos agresivos, haciéndonos retirar la mano de una fuente de calor, cubriéndonos cuando hace frío…o descargando dosis de adrenalina para sobreponernos a un fuerte impacto con el único interés de preservar nuestra vida.

La percepción es no solo nuestro proceso de “asimilar” los estímulos sino es además la manera cómo reaccionamos ante ellos, cómo cada uno de nosotros nos manejamos o conducimos en el entorno que nos rodea y, además, es el mecanismo a través del cual realmente convivimos en sociedad. Entonces, más específicamente, debemos hablar sobre  la semiótica de la percepción.

Todos estamos expuestos a una inmensa cantidad de estímulos a cada momento del día, partiendo por cosas cotidianas y domésticas como el sonido de un despertador o el “ringtone” que asignamos a una persona específica y significativa de nuestra libreta de contactos, las luces de un semáforo, el aroma del primer café de la mañana, el sabor de un postre, el contacto con la textura de una superficie y hasta los más complejos sistemas de signos, por ejemplo, un mapa, un manual constructivo, las letras de un libro, los diagramas informáticos, los datos que refleja un equipo médico para controlar los valores de la respiración durante una cirugía, etc. No podríamos reaccionar ante toda esta avalancha de sensaciones sin la herramienta de la percepción.

Hay que recordar o aclarar que percibir no es sinónimo de “ver”; vemos con los ojos y a través de un mecanismo también maravilloso que es la vista, pero no es suficiente. Percibimos a través de los cinco sentidos y por medio de estímulos que pueden ser visuales, auditivos, gustativos, olfativos y táctiles, y que tienen muchas más categorías dentro de sí mismos, volviendo el proceso de percibir algo muy complejo, específico y detallado.

Estos signos estímulos generan en nosotros sensaciones, las cuales duran únicamente fracciones de segundos para que, al ser asimiladas, nuestro cerebro las convierta en percepciones, involucrando  procesos cognitivos y otorgándoles  significados.

Este proceso continuo e ilimitado es la “semiosis”: la capacidad humana de asignar significado a todo lo que le rodea. De esta manera es como realmente nos comunicamos y es así como la fragancia de un perfume significa para nosotros el recuerdo de una persona en particular, la música y la letra de una canción nos remonta a un momento importante de nuestra vida… un color nos puede hacer pensar en una marca específica y un símbolo nos puede comunicar un concepto.

No podemos hablar de semiosis sin aclarar que la semiótica es el estudio de los signos dentro de un contexto social, por lo tanto ese proceso perceptivo estará siempre condicionado por las características y particularidades de cada uno de nosotros.

Percibimos de acuerdo a quienes somos, a nuestra sensibilidad,  carácter y temperamento,  a nuestro nivel de estudios, nuestra identidad cultural, creencias religiosas, ideologías políticas, tendencias sexuales, género, edad, status social y capacidad adquisitiva, a nuestras experiencias de vida, sean éstas agradables o no.

Es por eso que un diseño no funcionará de la misma manera para un público oriental que para Latinoamérica, tenemos un simbolismo diferente para ciertos colores, palabras y lugares… percibimos diferente.

Por lo tanto, los diseñadores debemos estar conscientes que al utilizar signos para comunicarnos con grupos y públicos específicos también debemos tomar en cuenta sus similitudes y diferencias para percibir. De ahí la importancia de segmentar muy bien nuestros mercados o target y centrar nuestra atención en el usuario. Por tal razón se recurre a la utilización de estereotipos que son, en palabras sencillas, la anulación de los rasgos particulares, agrupando a las personas por sus características generales, tratando de reducir las individualidades al mínimo para facilitar la efectividad de este proceso perceptivo y generar la respuesta esperada.

Podríamos escribir muchísimo más acerca de la maravilla de la percepción pero quizás el punto medular sea que es parte de nuestra esencia, que está directamente relacionada a nuestro ser individual y que constantemente está siendo modificada por todos los acontecimientos, pequeños o grandes, afortunados o no, que marcan nuestra vida. Que con cada nueva experiencia o cambio al que nos enfrentamos modificamos nuestra manera de percibir y que, como dije al principio, la percepción es una herramienta evolutiva que nos ayuda a seguir viviendo y nos permite adaptarnos a nuestro entorno actual, sin duda no es igual al de ayer y será totalmente distinto al de mañana.

La vida cambia y con ella nuestra situación laboral, familiar y emocional, por lo tanto, percibimos siempre de acuerdo a nuestra propia historia.


Nuestra Herencia En Valores


El mundo moderno occidental, en muchos aspectos puede ser concebido como una continuación de la síntesis del mundo de la Grecia antigua y la Roma clásica. En lo concerniente al campo de la educación, sin duda alguna, las civilizaciones occidentales deben a la educación clásica las bases de su pensamiento pedagógico. La educación griega nos dejó como legado las bases de una educación liberadora que aboga por un desarrollo holístico e integral. Para los griegos, el objetivo central de la educación lo era el enseñar el vivir mejor, el desarrollo de la virtud y la cultura. En suma propendían por una educación no centrada en los oficios particulares, sino en gestar el ciudadano modelo y el hombre libre.

Desde los tiempos de la llamada Modernidad y sus cambios evidenciados en esta época, hasta el recientemente terminado siglo XX e iniciación del tercer milenio cristiano, no ha sido posible desprendernos del acentuado humanismo que caracteriza la civilización occidental y en el que la Educación siempre ha ocupado una posición central. Paradójicamente, no obstante lo anterior, muchos ignoran de que concepto de Educación se trata. Aspecto necesario a ser abordado y estudiado en una perspectiva investigativa en estos tiempos denominados de globalización para unos y de posmodernidad para otros.

Pues no hemos estado, ni tampoco estamos solos en el continuo acaecer del globo terráqueo.
Hacemos parte de un Complexus en el sentido teorético del pensador francés Edgar Morín y la teoría de La Complejidad, es decir, una intrincada red de redes. Al tenor de este aspecto, es necesario cuestionarnos por el ideal y sujeto a que fines - aceptando que los fines de la educación siempre han sido direccionados por la idea del destino de hombre en cada época, en cada pueblo y acorde con la etapa evolutiva socioeconómica y política de éste- de Educación, de Formación, de Pedagogía y de Didáctica perseguimos lograr en estos tiempos convulsionados y de exclusión, por cierto llamado también “la segunda modernidad”. Interrogante que sin duda alguna nos remite a incursionar en la historiografía, de estas temáticas en cuestión, pertenecientes al campo de las llamadas “Ciencias de la Educación” Historiografía, facilitadora del proceso de obtener una visión más que global del cómo ha ido evolucionando la educación en el trasegar de los tiempos y de esta forma aprovechar los aciertos y desaciertos del pasado para mejorar el futuro de la educación.

Al respecto sobre el Ideal o imaginario a lograr en lo que a la Educación, la Formación, la Pedagogía y la Didáctica concierne, la relacionamos a la concebida por Spranger como no conceptualizable, más si posible de representación, y el que inscribiéndose en el pensamiento Kantiano, él lo define como “la representación de una cosa particular creada por la fantasía en la que se acusan claramente los rasgos característicos de su especie en modo tal que todo lo perfecto (Wertvolle) de la especie no solo se presenta como realizado sino como representable en el más alto grado”. 

El abordaje de la historia en las cuestiones antes mencionadas, nos induce a un primer momento, consistente a volver la mirada a la antigua Grecia y específicamente a los conceptos de Paideia y Areté, como el más alto nivel humano de perfección a ser alcanzado en esta cultura.


Obviamente, siendo necesario incursionar en la contrastación en la actualidad de ellos en los tiempos actuales.

De Aquellas Polvaredas Provienen Estos Lodos


La polémica del velo islámico, recurrente como el Guadiana, surge de tanto en tanto en sociedades con democracia liberal, y en los últimos tiempos ha llegado a tal grado de virulencia en el país vecino que sus dirigentes se han sentido obligados a promulgar una ley regulando, entre otras cosas, su uso. En España algunas voces se han alzado pidiendo que se imite a los franceses en algunas de sus propuestas, por entender que también aquí aumenta la población musulmana y que las escuelas públicas no son suficientemente laicas. Al hilo de la disputa urge recordar -creo yo- cuál es el núcleo de la cuestión, y desde dónde conviene aportar orientaciones que sean justas con la realidad social.
Y no sólo porque suele suceder con el tiempo que los lodos vienen de polvaredas que se levantaron sin razón, sino porque actuar de acuerdo con la naturaleza de la realidad social es de justicia. El problema se plantea en países con democracia liberal, sean o no de tradición republicana, y se plantea en ellos justamente porque el liberalismo político, si se lo toma en serio, exige que todos los ciudadanos sean tratados con igual consideración y respeto, que la vida compartida se articule de tal forma que no se sientan unos tratados como ciudadanos de primera y otros como ciudadanos de segunda. Es ciudadano aquél que es su propio señor junto a sus iguales en el seno de la comunidad política, y esta noción de ciudadanía resulta ser revolucionaria: exige asegurar a todos los ciudadanos una base de igualdad tal que les permita llevar adelante sus planes de vida, siempre que no impidan a los demás hacer lo propio; no cortarlos a todos por el mismo patrón, sino garantizar esa igualdad cívica desde la que puedan desarrollar libremente sus proyectos vitales.
Ocurre, sin embargo, y aquí topamos a mi juicio con el nudo gordiano de la cuestión, que la ciudadanía igual se puede entender al menos de dos modos, según se interprete la idea de igualdad, como ciudadanía simple o como ciudadanía compleja. De entenderla de una forma u otra se siguen consecuencias incalculables. En el primer caso se trata a los ciudadanos como iguales cuando se eliminan todas las diferencias de religión, cultura, raza, sexo, capacidad física y psíquica, tendencia sexual, y nos quedamos con un ciudadano sin atributos. Reconocer, por el contrario, una noción compleja de ciudadanía implica aceptar que no existen personas sin atributos, sino gentes cuya identidad se teje con los mimbres de su religión, cultura, sexo, capacidad y opciones vitales, y que, en consecuencia, tratar a todos con igual respeto a su identidad exige al Estado no apostar por ninguna de ellas, pero sí tratar de integrar las diferencias que la componen.
Entender la ciudadanía al modo simplista implica esforzarse por borrar las diferencias en la vida pública, mientras que entenderla como compleja exige intentar gestionar la diversidad, articulándola. En lo que hace a la religión en concreto, históricamente se han ido perfilando -a mi juicio- tres modelos de Estado, dos de los cuales optan por el simplismo, por eliminar diversidades que dificultan la gestión de la vida pública, y son el modelo confesional y el laicista, mientras que el tercero asume que la realidad social es compleja y como compleja hay que tratarla.
Es el Estado laico, que se esfuerza por gestionar una sociedad pluralista. En efecto, el Estado confesional se compromete oficialmente con una religión determinada, con lo cual quienes optan por ella son tratados como ciudadanos de primera y los demás quedan relegados al papel de ciudadanos de segunda. Pero lo mismo ocurre con el Estado laicista, aunque en versión contraria, que se empeña en borrar de la vida pública cualquier símbolo religioso, como si fuera algo obsceno que hay que recluir en la vida privada, condenando a los creyentes de distintas religiones a la ciudadanía de segunda división. Ciertamente, en España hemos vivido décadas de confesionalismo y en los «Países del Este» vivieron décadas de laicismo, y la experiencia no ha sido positiva en ninguno de los dos casos, porque ambos matan la vida al intentar mutilar la diversidad de la realidad social.
Pero existe una tercera forma de Estado, el Estado verdaderamente laico, que no apuesta por una religión determinada ni por borrarlas a todas de la vida pública, sino que intenta articular institucionalmente la vida compartida de tal modo que todos se sientan ciudadanos de primera, sin tener que renunciar a la expresión de sus identidades. Es, creo yo, la forma de Estado coherente con una sociedad pluralista, en que las gentes llevan el bagaje de distintas culturas, lenguas, capacidades desde las que se identifican, pero también de distintas religiones o de ninguna de ellas. Y precisamente porque la identidad se teje desde la diversidad, el Estado laico y la sociedad pluralista asumen como irrenunciable la cuidadosa construcción de una ciudadanía compleja en lo que se refiere a las distintas dimensiones de la identidad personal. Es ésta sin duda una tarea difícil y delicada, que precisa tanto el concurso del Estado como el de la sociedad civil para llevarse adelante con éxito.
Del Estado requiere neutralidad, no entendida como distanciamiento de todas las creencias, sino como la negativa a optar por una de ellas en detrimento de las demás, pero a la vez como compromiso activo en la labor de articular de tal modo las instituciones públicas que todos los ciudadanos puedan expresar serenamente su identidad. La sociedad civil, por su parte, debería ir incorporando esa virtud central en el mundo pluralista que es el respeto activo, el hábito de respetar activamente las creencias o no creencias religiosas que, aunque no se compartan, sean respetables.
No todas las opciones son respetables, sí lo son las que comparten los mínimos de justicia propios de una ética cívica, comprometida con la igual dignidad de las personas. Privatizar las religiones y las distintas morales no es la solución, porque las gentes tienen derecho a expresar su identidad en público, siempre que no atente contra los mínimos de la ética cívica.
Tampoco es buena consejera en este negocio la «heurística del temor», la tendencia a agitar el espantajo del fundamentalismo para reprimir cualquier expresión de fe religiosa, identificando «religión» con «fundamentalismo» y tirando al niño con el agua de la bañera. Ni es de recibo asustar al mundo occidental con la especie de que el musulmán trae convicciones fuertes con las que nos van a avasallar, no por el valor de lo creído, sino por la fuerza de la convicción.
Da la impresión de que más que a otra cosa tememos a nuestra propia «falta de fe» en el valor de la dignidad personal, en la necesidad urgente de proteger los derechos de todos los seres humanos. Más que a otra cosa tememos a nuestra anemia en convicciones morales, que necesita dosis ingentes de vitaminas. La tarea del orfebre, que intenta engarzar las piedras con paciencia y esmero, es la que ha de asumir el Estado laico.
El respeto activo a quien piensa de forma diferente es la virtud de una sociedad civil realmente pluralista. Pero también las religiones tienen que hacer sus deberes, y en vez de intentar avasallar o presentarse como armas arrojadizas, enterarse de una vez por todas que la opción de fe es radicalmente personal, que nadie puede imponerla.
Que sólo desde la libertad puede invitarse a ella, como sólo desde la libertad puede aceptarse.



Disfruta De Cuánto Vales


La baja autoestima puede provocar la búsqueda constante de aceptación por parte de los demás. 

Cuando una mujer o un hombre no se siente bien consigo mismo o no se quiere, a menudo busca su aceptación a través de la aceptación de los demás. En estos casos, el racional es “si los demás me quieren entonces puedo quererme”. Sin embargo, esto resulta más difícil de lo que puede parecer ya que la búsqueda de aceptación, cuando se tiene baja la autoestima,  puede resultar difícil.

La búsqueda de aceptación constante puede traer consigo diferentes consecuencias, tales como:
Aceptar cualquier cosa que venga de los demás por miedo a ser rechazado. Esto podría incluir el maltrato físico o el psicológico.

Temor a expresarse y mostrarse como realmente se es por miedo a ser rechazado.

Imitar conductas y actitudes, aun sin estar de acuerdo con ellas, por temor a ser rechazado.

Dificultad para ser uno mismo y sentirse cómodo con los demás. Esto se debe a que siempre se está pensando en el que dirán o en que pensarán los demás.

Cuando se padece de baja autoestima, la búsqueda de la aceptación puede provocar una sensación desagradable en quien la padece. El miedo a ser rechazado no permite actuar libremente y todo se piensa en función de lo que se cree que opinarán los demás. Esta situación puede llegar a desgastar mucho ya que la mujer o el hombre siempre tiene que ir con cuidado de lo que dice o hace.

Otra de las causas que originan una baja autoestima es la frustración. El miedo a ser rechazados puede llevarnos a percibir cualquier situación, por poco importante que sea, como si fuera un rechazo. Por ejemplo, una persona con baja autoestima que busca constantemente la aceptación de los demás, puede pensar que si alguien le dice: “hoy no quiero salir”,  en realidad es porque no quiere verlo. No es capaz de pensar en cualquier otra posibilidad como que simplemente está cansado, de mal humor o que simplemente no quiere salir porque ha tenido un mal día en el trabajo. 

Estas situaciones frustrantes de supuesto rechazo sólo lograrán bajar aún más la autoestima.

Para evitar que esto suceda, lo mejor es pensar en las diferentes explicaciones que podría tener el comportamiento de nuestro amigo, y ver que el rechazo es una posible causa entre muchísimas otras. De esta forma, será más sencillo interpretar que esa situación seguramente no ha sido causada por un rechazo.
También es importante intentar sentirse menos presionados y actuar más libremente en lugar de estar pensando constantemente si los demás nos aceptarán o no. En el peor de los casos, es mejor que no nos acepten a que nos acepten por algo que no somos en realidad.

Además y por mucho que nos esforcemos en pensar cómo pueden opinar otras personas, la realidad es que no lo sabemos y que a menudo es difícil anticiparlo. Lo que a una persona le puede parecer bien, a otra le parecerá mal, e incluso lo que a alguien le puede parecer bien un día, le puede parecer mal otro día o en otro momento.



El Porqué De Los Por Que


LA FINANCIACIÓN DE LAS COMUNIDADES
¿Por qué los vascos sí y los catalanes no?
El concierto económico del que se beneficia Euskadi se asienta en unos derechos históricos reconocidos en la Constitución y el Estatuto
Bajo el árbol están los Fueros y, a su alrededor, marineros, agricultores y mineros rinden pleitesía con sus aperos de trabajo. Hace un día soleado en Gernika (Bizkaia) y la impresionante vidriera multicolor que cubre el techo de la Casa de Juntas hace brillar toda la estancia. La obra es un recuerdo de la autonomía histórica vizcaína que, como los demás territorios vascos, se ha articulado durante siglos mediante el régimen foral. Una herramienta que España ha aceptado como elemento de unión.
A pocos metros de la estancia se alza el roble histórico, símbolo de las libertades vascas. Junto a él se reunían los nobles de Bizkaia en las Juntas Generales, juraban los reyes de España su respeto a los fueros y promete ahora el lehendakari su cargo. En 1200, los territorios vascos fueron incorporados a la Corona de Castilla pero conservaron sus instituciones. Se acataba así la Lege Zaharra (ley vieja), reconociéndolos como zona exenta de impuestos y respetando su organización interna.
Este equilibrio, que permitía a Bizkaia, Gipuzkoa y Álava gestionar sus propios sistemas tributarios, se puso en entredicho en el siglo XIX, cuando el nuevo Estado liberal propugnó el centralismo y la igualdad de leyes. En 1876 y tras tres guerras carlistas, fueron derogados los fueros vascos, a los que sustituyó el concierto.
El concierto creó una relación de estabilidad con Euskadi, donde menos apoyo tuvo la Constitución
Hasta entonces, las tres diputaciones se habían encargado de la recaudación. Tras años de guerras, el Estado, falto de recursos, optó por una fórmula rápida para recuperar ingresos: en unas provincias en las que la Hacienda estatal tenía muy poca intervención, estableció que las administraciones vascas le entregasen una parte de los impuestos. “El objetivo del decreto no era la diferenciación sino la asimilación en el régimen general de España: el Concierto no es un invento vasco, es una imposición”, asegura Pedro Luis Uriarte, ex consejero de Economía y experto en la materia. Con la Guerra Civil, Franco suprimió en 1937 el Concierto en Bizkaia y Gipuzkoa como venganza por apoyar al gobierno republicano. Álava y Navarra lo mantuvieron.
Tras la Constitución del 78 y el Estatuto de Autonomía vasco, el concierto de 1981 modeló el sistema actual y estableció el cupo, el pago anual de Euskadi al Estado por competencias no transferidas como infraestructuras y Defensa. “El concierto –explica Uriarte, quien participó en las negociaciones– consiguió crear una relación de estabilidad con el territorio donde menos apoyo tuvo la Constitución, menos del 30%”.
La clase dirigente española, con distintas mayorías y partidos en el poder, siempre ha apoyado la norma. Desde 1981, 16 proyectos de ley relacionados con ella han pasado por las Cortes, no siendo nunca rechazados. “El concierto ha tenido un respaldo legal abrumador”, destaca Uriarte, quien recuerda: “El cupo no lo establece el País Vasco, se pacta con el Estado y lo ratifica el Congreso”.
Uriarte: “A las comunidades les da lo mismo lo que paguen Euskadi y Navarra porque no les afecta”
El cálculo del cupo, establecido por la ley Quinquenal, es complejo y ha dado lugar a múltiples choques políticos. “Euskadi –explica Uriarte– paga el 6,24% de las competencias no transferidas al País Vasco, pero a nivel estatal, y se cobra ese porcentaje de los impuestos estatales no concertados, de ingresos no tributarios como tasas y multas y del déficit público”. Según indica Pedro Luis Uriarte, la primera cifra, el cupo bruto, está en torno a 5.300 millones, mientras el Estado invierte mil menos en el País Vasco. Restando el Cupo bruto a lo que se cobra, sale el cupo, que después se actualiza año a año.
El acuerdo firmado esta semana por el que el Estado devolverá a Euskadi 1.400 millones como liquidación de los últimos años no es para Uriarte ningún regalo. “El Gobierno, sin recursos por la crisis, no estaba interpretando correctamente la ley: se ha comprometido a devolver lo indebidamente cobrado”. A su vez, se llevará a las Cortes la ley Quinquenal para el periodo 2017-2021, una norma en la que no había acuerdo entre administraciones desde 2007.
Partidos como UPyD y Ciudadanos han propuesto acabar con la norma fiscal, pero no han tenido respaldo. Pedro Luis Uriarte dice que las críticas “son injustas” y vienen de no aceptar dos modelos diferentes, el común y el foral, que tiene riesgos. “Si hay déficit de recaudación –explica–, el Estado se encarga de los presupuestos no cubiertos por las comunidades autónomas mediante préstamos, sin tener que financiarse a través de, por ejemplo, los mercados internacionales a tipos de interés más altos, lo que supone un gran ahorro”.
Las polémicas con respecto a la financiación autonómica han salpicado a veces al concierto, una herramienta que sin embargo España ha defendido y utilizado como instrumento de adhesión y estabilizador con Euskadi. Una relación financiera bilateral forjada durante casi 140 años.
“A las comunidades –dice Uriarte– les da lo mismo lo que paguen Euskadi y Navarra porque no les afecta, influye más o menos al déficit público estatal, pero no a la cantidad que el Estado da al resto de comunidades”.
¿Y los catalanes?
Yo he propuesto para Catalunya algo parecido (al concierto vasco) pero más moderno. (...) Ni en Sau ni en Madrid fueron aceptadas mis tesis”. Ramón Trias Fargas lamentaba en La Vanguardia en setiembre de 1979 su fracaso al tratar de reproducir en Catalunya un sistema de concierto similar al vasco en el Estatut catalán.
En efecto, CDC –Trias Fargas aún militaba en aquellas fechas en Esquerra Democrática de Catalunya que se integró en Convergencia– defendió en la ponencia que redactó el proyecto negociado con Madrid una versión revisada del concierto vasco para Catalunya pero fue rechazada por el resto de grupos que consideraban imposible que aquella propuesta fuese aceptada por el gobierno español.
Nunca sabremos si habría sido así. Lo que es objetivamente cierto es que los catalanes estaban absolutamente convencidos de que la propuesta de concierto económico propuesta en el Estatuto vasco, presentada y debatida en Madrid antes que la catalana, no prosperaría. Pero no fue así. Fue admitida en base a unos derechos históricos reconocidos en la propia Constitución, los antiguos fueros. Una posición jurídica y política de la que Catalunya no se podía beneficiar porque sus fueros –a diferencia de los vascos– desaparecieron de un plumazo en 1716 y nunca fueron recuperados.
Desde aquellas negociaciones, el mito del frustrado pacto fiscal catalán ha recorrido la historia del autonomismo casi desde el minuto cero, tan pronto la nueva administración catalana comprendió que la gestión de todos los impuestos que pagaban los catalanes era determinante para entenderse con un Estado que, tras el primer impulso, empezó a recular en
su propósito descentralizador.
En 1983, ERC –que en la negociación del Estatut no defendió con CDC el modelo del concierto– fue la primera en proponer la primera reforma del Estatut que incluiría la reivindicación de un modelo de financiación similar al vasco. El entonces presidente de la Generalitat, Jordi Pujol rechazó esta propuesta impelido tal vez por las circunstancias del momento: la crisis industrial estaba causando estragos en la economía y la sociedad catalana –había municipios donde el 50% de la población activa carecía de empleo– y la posibilidad de establecer una hacienda catalana podía agravar la enfermedad más que curarla. Fue un cálculo cortoplacista que mucho más adelante CDC lamentaría.
Lo cierto es que a lo largo de la década siguiente Convergencia, el partido hegemónico en Catalunya, se centró en perfeccionar los beneficios del sistema autonómico al que se había acomodado. En 1993 lograría incrementar el volumen de los impuestos cedidos, parte del IVA y del IRPF y tres años más tarde volvería a aumentar la cuota del IRPF en el pacto del Majéstic a cambio de garantizar la estabilidad del gobierno de José Maria Aznar en minoría. El pacto del Majestic es, a efectos de estrategia, parecido al pacto que esta semana han cerrado los vascos con el Gobierno de Rajoy pero no está nada claro qué reportará más beneficios.
Lo cierto es que tres años más tarde, en 1999 –aún bajo presidencia de Jordi Pujol– y luego en el 2002 –en los albores de la constitución del tripartito catalán– el Parlament de Catalunya tuvo la oportunidad de plantear un cambio en el sistema de financiación y reclamar, aún a sabiendas de que Madrid no estaría por la labor, un sistema de financiación similar la vasco y en las dos ocasiones se concluyó que esa propuesta no era viable en el marco constitucional todavía vigente.
Algo similar ocurriría después con el nuevo Estatut del año 2006. La propuesta normativa del renovado texto marco catalán se mantiene en el régimen general que ya estableció el primer Estatut aunque abre la puerta a que la nueva Agència Tributària de Catalunya pueda acabar cobrando y gestionando la totalidad de los impuestos siempre que así se acuerde con el Estado. Es decir, el mecanismo siguió basándose en una cesión del gobierno central, no en la definición de una soberanía sobre los recursos fiscales que genera Catalunya. El Estatut quería cambiar el sistema desde dentro el propio sistema. Y no funcionó. La sentencia del Tribunal Constitucional del 2010 certificó el error de cálculo.
En el 2012, Artur Más, tras asumir la presidencia de una Generalitat en quiebra financiera, recuperó esta vez sí, la propuesta de una reorientación del sistema de financiación. De la multilateralidad regional a la bilateralidad vasca. Y eso mismo es lo que le fue a proponer al presidente del gobierno en una reunión celebrada el 20 de setiembre en la Moncloa en la que el presidente del gobierno le respondió con la Constitución en la mano: el pacto fiscal es inviable. La negativa fue acogida por Mas con una advertencia: “o aceptas el pacto a te atienes a las consecuencias”.

Rajoy optó por lo segundo. Y así acabó y empezó todo.