lunes, 23 de abril de 2018

Construye Tu Propia Senda


“Por eso conviene seguir lo que es general a todos,  es decir, lo común; pues  lo
general a todos es lo común. Pero aun siendo el logos general a todos, los
Más viven como si tuvieran una inteligencia propia particular”
Heráclito

Uno de los mayores enemigos de la realización y el éxito es esa tendencia que solemos tener los seres humanos de compararnos constantemente con los demás. Tendemos a mirar a nuestro alrededor con la intención de encontrar precisamente esos ejemplos que hacen que nuestros logros parezcan insignificantes en relación a los conseguidos por otros. Y esa dinámica termina siendo totalmente desalentadora.

Pienso por un instante en la increíble cantidad de personas que fruto de esta dinámica han terminado incubando una falsa creencia de falta de valía para lograr sus sueños y aspiraciones. Por qué lo triste es que no se dan cuenta de que en la mayoría de las ocasiones están comparando sus comienzos con los finales de los demás.

Y permíteme que me explique. Es muy frecuente caer en el error de comparar nuestros resultados cuando iniciamos la persecución de cualquier objetivo con los resultados de otras personas que ya tienen mucha experiencia o resultados en esas mismas áreas. De ese modo, es habitual encontrar por ejemplo al joven programador que compara sus resultados con los obtenidos por el fundador de Facebook, o el guitarrista que está comenzando que se compara con Mark Knopfler o el empresario que se compara con alguien que tuvo mucho suceso.

Cuando esos ejemplos sirven de inspiración, están cumpliendo su verdadera función: demostrarte lo que es posible lograr cuando uno pone en juego todo su máximo potencial. Pero cuando para lo único que sirven es para multiplicar en ti sentimientos de falta de valía o capacidad, sería mucho mejor que dejaras de fijarte en ellos y pasases a centrarte en tu propio crecimiento y evolución en relación a tu punto de partida.

Lo que muchas veces se nos pasa por alto es precisamente eso: estamos en una etapa del camino diferente, y por tanto no es comparable. 

Céntrate en dar lo mejor de ti mismo y en disfrutar todas y cada una de las etapas del camino. Y desde esa perspectiva toda la experiencia se transforma, y se empieza a ver como posible alcanzar cualquier altura que te atrevas a soñar.



Mantiene Su Vigencia


Recuerdo que era todavía un adolescente cuando cayeron en mis manos las obras completas de William Shakespeare. Vienen a mi memoria, aquel hondo impacto que me causaron cada uno de sus personajes y sus tramas y la viva emoción con que las leí. ¿Por qué? Porque es un autor sumamente sugerente, que invita al lector a pensar, a reflexionar sobre temas profundos, como son: el sentido de la vida, las pasiones humanas, los conceptos del bien y del mal, la muerte, el Más Allá...

Desde luego, no se trata de un autor más entre los muchos escritores, sino de un gigante de la Literatura Universal de la talla de Miguel de Cervantes Saavedra; del Dante y su “Divina Comedia”; de Homero con su “Ilíada” y “La Odisea”; de Thomas S. Eliot con su magistral obra poética “La Tierra Baldía”, quien aporta las claves de la crisis de valores de nuestra cultura; de Charles Dickens, quien a través de sus obras despertó la conciencia social de millones de ingleses de varias generaciones; de Alexandr Solzhenitsyn, quien descubrió al mundo occidental el verdadero rostro de la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, etc.

¿Por qué resulta fascinante la lectura de Shakespeare? Porque explora la conciencia humana hasta límites nunca antes abordados en el quehacer literario. Desglosa asombrosamente las diversas facetas que tienen la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza...

Por ejemplo, resulta estremecedora su obra “Macbeth” en la que los esposos protagonistas van cometiendo una serie de crímenes, mediante engaños, hasta que –con las manos manchadas de tanta sangre derramada– comienzan a perder la lucidez y el equilibrio mental. 

El autor inglés demuestra cómo el ser humano tiene la funesta capacidad de hacer el mal hasta límites insondables.

Si alguien dijera que “Shakespeare resulta ya obsoleto”, sin duda, sería una afirmación desacertada, porque tan sólo en su obra “Hamlet” en que el joven protagonista sufre y se enfrenta a una serie de graves sucesos y desencantos, en su desesperación, se plantea una frase que ha permanecido a lo largo de los siglos: “Ser o no ser. Ésa es la cuestión”. Es decir, si existen la maldad y los engaños, entonces, ¿qué sentido tiene la vida humana? ¿Hay alguna razón por la que valga la pena existir?...

La misma cuestión fue planteada en el siglo pasado, cuando la humanidad se enfrentó a dos terribles Guerras Mundiales y sobrevino en la población un estado generalizado de tristeza, pesimismo y hartazgo de vivir y que desembocó en la “Filosofía Existencialista”, como por ejemplo: el pensamiento de Jean Paul Sartre, quien afirmaba: “el hombre es una pasión inútil” y “el infierno, en realidad, son los demás”; Martin Heidegger, filósofo alemán que sostenía que “el-hombre-es-un-ser-para-la-muerte”; el escritor francés Albert Camus aseveraba que no se podía vivir con esperanza, ilusión ni alegría porque –en su particular visión trágica de la vida– el hombre es un ser intrínsecamente perverso y había que explicar antes las raíces profundas del mal. Así lo expresa en sus obras: “La Peste” y “El Extranjero”.


Por otra parte, William Shakespeare sigue siendo fuente de inspiración para novelistas, poetas, autores de obras de teatro, escritores de guiones de cine y series de televisión. Fue tal su genialidad, que sus obras de teatro se siguen presentando con éxito; algunas han sido convertidas en piezas de ópera; y, en definitiva, perviven muchas de sus frases y conceptos en la cultura de nuestro tiempo.

Las Caras De La Ambición


“Un hombre no es desdichado a causa de la ambición, sino porque ésta lo devora”, Montesquieu

La ambición está hecha del mismo material con el que se tejen los sueños.

Nos impulsa a fijarnos metas que nos ilusionan y retos que, a priori, parecen imposibles de alcanzar. Es un poderoso motor que desafía la lógica y la razón.

Quienes se atreven a darle rienda suelta, son capaces de cambiar su realidad y sus circunstancias. No en vano, es un poderoso agente de transformación. Y nos puede aportar muchas cosas positivas. Alimenta nuestro espíritu de superación, el inconformismo y la capacidad de soñar a lo grande. 

Nos invita a ir más allá de nosotros mismos, despertando nuestro afán competitivo. Incluso puede enseñarnos a ser más humildes.

Sin embargo, por lo general goza de una dudosa reputación. Especialmente debido a las compañías que frecuenta. Entre sus relaciones habituales se encuentran la codicia, la insatisfacción y el propio interés; cuyos venenosos consejos nos pueden arrastrar a lugares sombríos.

Sin duda, podemos afirmar que la ambición tiene dos caras. Su rostro luminoso nos lleva a brillar, y su lado oscuro nos conduce al más profundo de los infiernos. De ahí la importancia de aprender a gestionarla lo mejor posible. 

Todos conocemos sus cantos de sirena, y dependiendo de cómo la interpretamos, cedemos a sus impulsos o nos resistimos estoicamente a su sugerente canción.

En cualquier caso, es innegable que tiene un importante impacto en nuestra vida, ya sea por exceso o por defecto. 


domingo, 22 de abril de 2018

Confianza Y Autoestima

Los hombres no podríamos vivir en armonía si faltara la Confianza, es decir, la seguridad firme que se tiene de una persona, por la relación de amistad o la labor que desempeña.

Tenemos seguridad en una persona porque sabemos que en sus palabras no existe el doble sentido o el rebuscamiento; jamás hace un juicio a la ligera sobre las actitudes de los demás; trabaja con intensidad, procurando terminar la tarea encomendada cuidando hasta el más mínimo detalle; llegará puntual si así se ha acordado o guardará el secreto que le hemos confiado.

Es fácil perder la Confianza en alguien cuando no actúa con justicia, algún comerciante, profesional o prestador de servicios que abusa de nuestra falta de conocimiento o buena voluntad, y pide a cambio una cantidad de dinero que no corresponde a lo convenido.

La mentira tampoco tiene lugar en cualquier tipo de relación, pues confunde la verdad, destruye los sentimientos, provocando una ruptura que pocas veces, o nunca, se puede resanar.

Podemos confundir la “confianza en uno mismo” convirtiéndola en presunción, como una forma de hacernos notar mediante una actitud poco respetuosa a las personas, lugares y circunstancias, tratando bruscamente a un mesero o buscar los medios para no formase en fila en un banco.

Otra forma mal entendida de la Confianza, es la familiaridad excesiva en el trato, provocando la burla de quienes nos rodean, los mismos familiares y compañeros de trabajo son las víctimas de nuestro asedio, posiblemente no reaccionan violentamente ante nuestro comportamiento por falta de recursos, sino por tener más educación.

Ahora bien, todos somos capaces de generar Confianza en los demás:

– Cada vez que enseñamos a otros a trabajar, aceptando sus fallas y ayudándoles a mejorar, de esta manera podrán adquirir seguridad en lo que están haciendo.
– Para tomar decisiones, tomar en cuenta a los que comparten las mismas responsabilidades, así, con otra visión de la situación se obtienen mejores resultados.
– Saber escuchar la opinión de los demás, sin importar nuestra mejor preparación o el puesto de mayor nivel que ocupamos.
– Ayudar a los hijos a decidir, procurando proporcionarles los elementos que les ayuden a tomar la opción que más convenga.
– Procurando cumplir a tiempo con los encargos que tenemos, en el trabajo, en casa y con los amigos.
– Presentar nuestro trabajo limpio, ordenado y puntualmente.
– Hablar siempre con la verdad.
– Cobrar la cantidad justa de dinero por lo que vendimos o el servicio que prestamos.
– Evitar que se hagan burlas o calumnias de otras personas.

Somos dignos de Confianza por cumplir responsablemente nuestras obligaciones, ayudamos a los demás con nuestro consejo o nuestro trabajo, si sabemos cumplir con las promesas que hacemos, evitamos criticar a los demás, generamos un ambiente agradable en las reuniones a las que somos invitados, comprendemos los errores de los demás y ayudamos a corregir.


Tal vez los mejores indicadores de Confianza, son la cantidad de amigos que tenemos, el número de personas que acuden a nuestro negocio y las responsabilidades que nos asignan en el trabajo; cuando esto ocurre, podemos decir que somos Confiables.

El Verdadero Valor


¿Qué es seguridad en sí mismo? Es la confianza que la persona tiene sobre si mismo, siendo esta una manera sana de comunicarse. Asimismo, es la capacidad de defenderse de forma honesta y respetuosa. 

Te compartimos un gran parábola que de seguro te servirá de mucho, veamos.

Un día un sabio maestro recibió la visita de un joven que se dirigió a él para pedirle consejo:
— Vengo, maestro, porque me siento tan poca cosa que no tengo fuerzas para hacer nada. Me dicen que no sirvo, que no hago nada bien, que soy torpe y bastante tonto. ¿Cómo puedo mejorar? ¿Qué puedo hacer para que me valoren más?
El maestro sin mirarlo, le dijo:
— Cuánto lo siento muchacho, no puedo ayudarte, debo resolver primero mi propio problema. Quizás después... y haciendo una pausa agregó: — si quisieras ayudarme tú a mí, yo podría resolver este problema con más rapidez y después tal vez te pueda ayudar.
— E... encantado, maestro— titubeó el joven, pero sintió que otra vez era desvalorizado y sus necesidades postergadas.
—Bien— asintió el maestro. Se quitó un anillo que llevaba en el dedo pequeño y al dárselo al muchacho, agregó:
— Toma el caballo que está allá afuera y cabalga hasta el mercado. Debo vender este anillo porque tengo que pagar una deuda. Es necesario que obtengas por él la mayor suma posible, pero no aceptes menos de una moneda de oro. Ve y regresa con esa moneda lo más rápido que puedas. El joven tomó el anillo y partió. Apenas llegó, empezó a ofrecer el anillo a los mercaderes, quienes lo miraban con algún interés.

Pero les bastaba el escuchar el precio del anillo; cuando el joven mencionaba la moneda de oro, algunos reían, otros le daban vuelta la cara y solo un viejito fue tan amable como para tomarse la molestia de explicarle que una moneda de oro era muy valiosa para entregarla a cambio de un anillo. Alguien le ofreció una moneda de plata y un cacharro de cobre, pero el joven tenía instrucciones de no aceptar menos de una moneda de oro y rechazó la oferta.

¡Cuánto hubiera deseado el joven tener esa moneda de oro! Podría entonces habérsela entregado él mismo al maestro para liberarlo de su preocupación y recibir entonces su consejo y ayuda. Triste, subió a su caballo y volvió a donde el maestro se encontraba:

— Maestro -dijo- lo siento, no se puede conseguir lo que me pediste. Quizás pudiera obtener dos o tres monedas de plata, pero no creo que yo pueda engañar a nadie respecto del verdadero valor del anillo.

— Qué importante lo que has dicho, joven amigo —contestó sonriente el maestro—. Debemos saber primero el verdadero valor del anillo. Vuelve a montar y vete al joyero. ¿Quién mejor que él para saberlo? Dile que quisieras vender el anillo y pregúntale cuanto te da por él.
Pero no importa lo que ofrezca, no se lo vendas. Vuelve aquí con mi anillo. El joven volvió a cabalgar.
El joyero examinó el anillo a la luz del candil con su lupa, lo pesó y luego le dijo:
— Dile al maestro, muchacho, que si lo quiere vender ya, no puedo darle más que 58 monedas de oro por su anillo.
— ¡58 MONEDAS! — exclamó el joven.
— Sí, -replicó el joyero— yo sé que con tiempo podríamos obtener por él cerca de 70 monedas, pero no sé... si la venta es urgente...
El joven corrió emocionado a la casa del maestro a contarle lo sucedido
.
— Siéntate —dijo el maestro después de escucharlo— Tú eres como este anillo: Una joya, valiosa y única. Y como tal, sólo puede evaluarte verdaderamente un experto. 

¿Qué haces por la vida pretendiendo que cualquiera descubra tu verdadero valor?


Superar Los Reveses


Todos los seres humanos nos enfrentamos al fracaso y las crisis y es la forma en que se gestionan estos fracasos lo que determina el nivel de felicidad y bienestar.

Dominar estrategias para hacer frente tanto a los desastres como la las pequeñas desilusiones cotidianas son algunas de las habilidades más importantes que podemos desarrollar.

La ciencia y la psicología desvelan los mecanismos de cambio en el cerebro y en la mente, y la forma de adaptar hábitos mentales que nos ayuden a pasar de la tragedia al bienestar.


Vamos a entrenarnos en cultivar los recursos y habilidades que nos hagan más resilientes delante de los contratiempos.

sábado, 21 de abril de 2018

Sin Condiciones


“Por grande que sea una presa, un mínimo agujero, por la presión hidráulica, la acaba rompiendo”, se dice. Incluso los altos sueños pueden venirse abajo si los volvemos condicionales. Por pequeña que sea, una condición puede ser grieta suficiente para que todo se rompa.

Uno de los errores de nuestra cultura es pensar que solo lo posible vale la pena. Hemos puesto la atención únicamente en lo realizable, lo tangible, lo real y lo medible, y hemos dejado a un lado el valor de lo inalcanzable, de las utopías, las ilusiones y los sueños. “La gente se enorgullece de tener los pies en la tierra, de ser realista y sensata, y se burla de aquellos que están en las nubes”, escribe Ken Robinson. 

Vivir a expensas de que algo tenga un final feliz sería como decir “no vivas, ¡que vas a morir!”. Creo que no importa tanto que la película acabe bien si el desarrollo es un tostón. (Yo no pago palomitas por cinco minutos de final, sino por dos horas de emoción).

Nos hemos mercantilizado hasta el punto de vernos como productos. En el amor, si nos gusta una persona pero tarda en correspondernos, o si las cosas van mal, “¡a por otra!”; en el trabajo, “al que antes me agarre” o “al que más me pague”; y en las relaciones personales, se habla de “dar para recibir”, como si la generosidad fuera un intercambio. 

Hacemos las cosas bajo la condición de que nos salga bien la tirada. Queremos hacernos ricos por inflación, no por inversiones de riesgo. ¿Y si la riqueza está en la aventura de los mares y no en el cofre de la isla? No hay viaje que pueda disfrutarse preguntando “cuánto falta”.

“¿Y si la riqueza está en la aventura de los mares y no en el cofre de la isla?”.
Lo que realmente da valor a una persona no es lo que hace cuando hay garantías, sino lo que emprende cuando no las hay. El amor, como la valentía, reside en el espacio del “podría ser que no”. No es una cuestión de optimismo o pesimismo, es una cuestión de condicionalidad. Mientras que, en esa bifurcación, un pesimista piensa “¿y-si-no?” y un optimista “¿y-si-sí?”, un amante se pregunta “¿y-qué-más-da?”, porque un amante sabe que lo importante no es conseguirlo, sino pelearlo (disfrutarlo).

La diferencia está en quién lo hace para conseguir algo y quién porque lo ama. Son esos dos violinistas en diferentes estaciones de metro, uno mirando las monedas y el otro sintiendo cada nota con los ojos cerrados. El amor es tocar para ti.

Ser un amante es estar dispuesto a continuar cuando no hay premio, es hacerlo aunque no llegue. Ser amante es estar dispuesto a trabajar sin tener recompensa, a quedarte sin nada, en el aire, desnudo. Lo contrario es ser comerciante. El amor es la muerte de la condición. 

La dificultad o frustración temporal no pueden ser la causa de abandono de un sueño atemporal. Los sueños no tienen fecha. Todo sueño verdadero es atemporal e incondicional
.
Plantéalo así. Si te garantizaran que si lo dejas todo y te dedicas a lo que amas, al final lo consigues, ¿lo harías? ¿Y si no te lo dijeran? Esa es la diferencia. Si tu segunda respuesta es sí, eres un amante.