lunes, 23 de abril de 2018

Mantiene Su Vigencia


Recuerdo que era todavía un adolescente cuando cayeron en mis manos las obras completas de William Shakespeare. Vienen a mi memoria, aquel hondo impacto que me causaron cada uno de sus personajes y sus tramas y la viva emoción con que las leí. ¿Por qué? Porque es un autor sumamente sugerente, que invita al lector a pensar, a reflexionar sobre temas profundos, como son: el sentido de la vida, las pasiones humanas, los conceptos del bien y del mal, la muerte, el Más Allá...

Desde luego, no se trata de un autor más entre los muchos escritores, sino de un gigante de la Literatura Universal de la talla de Miguel de Cervantes Saavedra; del Dante y su “Divina Comedia”; de Homero con su “Ilíada” y “La Odisea”; de Thomas S. Eliot con su magistral obra poética “La Tierra Baldía”, quien aporta las claves de la crisis de valores de nuestra cultura; de Charles Dickens, quien a través de sus obras despertó la conciencia social de millones de ingleses de varias generaciones; de Alexandr Solzhenitsyn, quien descubrió al mundo occidental el verdadero rostro de la extinta Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, etc.

¿Por qué resulta fascinante la lectura de Shakespeare? Porque explora la conciencia humana hasta límites nunca antes abordados en el quehacer literario. Desglosa asombrosamente las diversas facetas que tienen la soberbia, la avaricia, la lujuria, la ira, la gula, la envidia, la pereza...

Por ejemplo, resulta estremecedora su obra “Macbeth” en la que los esposos protagonistas van cometiendo una serie de crímenes, mediante engaños, hasta que –con las manos manchadas de tanta sangre derramada– comienzan a perder la lucidez y el equilibrio mental. 

El autor inglés demuestra cómo el ser humano tiene la funesta capacidad de hacer el mal hasta límites insondables.

Si alguien dijera que “Shakespeare resulta ya obsoleto”, sin duda, sería una afirmación desacertada, porque tan sólo en su obra “Hamlet” en que el joven protagonista sufre y se enfrenta a una serie de graves sucesos y desencantos, en su desesperación, se plantea una frase que ha permanecido a lo largo de los siglos: “Ser o no ser. Ésa es la cuestión”. Es decir, si existen la maldad y los engaños, entonces, ¿qué sentido tiene la vida humana? ¿Hay alguna razón por la que valga la pena existir?...

La misma cuestión fue planteada en el siglo pasado, cuando la humanidad se enfrentó a dos terribles Guerras Mundiales y sobrevino en la población un estado generalizado de tristeza, pesimismo y hartazgo de vivir y que desembocó en la “Filosofía Existencialista”, como por ejemplo: el pensamiento de Jean Paul Sartre, quien afirmaba: “el hombre es una pasión inútil” y “el infierno, en realidad, son los demás”; Martin Heidegger, filósofo alemán que sostenía que “el-hombre-es-un-ser-para-la-muerte”; el escritor francés Albert Camus aseveraba que no se podía vivir con esperanza, ilusión ni alegría porque –en su particular visión trágica de la vida– el hombre es un ser intrínsecamente perverso y había que explicar antes las raíces profundas del mal. Así lo expresa en sus obras: “La Peste” y “El Extranjero”.


Por otra parte, William Shakespeare sigue siendo fuente de inspiración para novelistas, poetas, autores de obras de teatro, escritores de guiones de cine y series de televisión. Fue tal su genialidad, que sus obras de teatro se siguen presentando con éxito; algunas han sido convertidas en piezas de ópera; y, en definitiva, perviven muchas de sus frases y conceptos en la cultura de nuestro tiempo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario