El mundo está lleno de gente que quiere recoger frutos de
árboles que nunca sembraron
Ciertamente muchas personas a lo largo de sus
vidas pretenden beneficiarse de cosas a las que no han aportado
absolutamente nada, se sienten con derechos a reclamar beneficios por los
esfuerzos de otros, tratando de justificar sus intenciones con toda clase de
argumentos.
Obviamente todos somos libres de compartir el producto de
nuestros esfuerzos, de hecho el dar genera mucho mayor bienestar que el
recibir. Pero esta dinámica es espontánea, el que quiere compartir el fruto de
sus esfuerzos lo hará por sus propios motivos, con fortuna, desinteresados.
Sin
embargo que alguien se sienta con derechos sobre aquello a lo que no ha
contribuido es un acto de viveza y de egoísmo, por pretender beneficiarse de
aquello que no le corresponde.
Todos debemos asumir diversos compromisos, todos debemos
sentir lo que es apostar por algo, exponernos a riesgos, esforzarnos para
conseguir aquello que queremos. No debemos pretender que si no hemos colaborado
en la lucha de otros, estaremos allí cuando su siembra sea cosechada.
Inclusive cuando apoyamos a quienes nos interesan, a quienes
despiertan en nosotros la confianza suficiente como para apostar por ellos, a
menos que sea preestablecido, no podemos pretender que se encuentren en la
obligación de ofrecernos sus frutos.
Es de utilidad en la vida ser agradecidos, quien carece de
esta cualidad, difícilmente pueda encaminarse por la vía del éxito, nunca
estará conforme y puede sentir que lo merece todo, albergando la mayoría gran
frustración. Cuando alguien hace algo por nosotros debemos agradecerlo, pero
somos nosotros los que debemos definir el alcance del agradecimiento. No debe
la persona que favorece dar para esperar algo específico, o bien debe acordarse
de manera de no generar incomodidades o falsas expectativas.
Si todos nos ocupamos de sembrar nuestros propios frutos
(metafóricamente hablando), la vida se tornaría diferente, se evitaría el
egoísmo, la necesidad de alimentarse del trabajo ajeno, se compartiría con
mayor facilidad y todos estaríamos de alguna manera contribuyendo al
desarrollo, sin estar como un oportunista esperando que otro siembre, cuide y
coseche para aprovecharnos de sus esfuerzos. Estaríamos todos tan ocupados
cuidando lo que sembramos que no tendríamos tanto tiempo disponible para
dedicarle al juicio, a la crítica, a los celos o a la envidia de los que
siembran a nuestro alrededor.
Veamos las cosas de manera objetiva, procuremos nuestro bien
y el de quienes nos rodean, actuemos con responsabilidad y aprendamos a
detectar a aquellos que solo se dedican a restarnos y que en balance no nos
aportan nada.
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