viernes, 6 de abril de 2018

Universos Paralelos


La verdadera diferencia entre los relatos bíblicos y un estudio científico de los orígenes del universo no consiste tanto en el método empleado como en las preguntas planteadas. 

Los físicos y los biólogos de nuestro tiempo se interesan ante todo por los mecanismos mediante los cuales el mundo y la vida han sido formados y que les permiten continuar funcionando. 

Los autores bíblicos tenían una preocupación distinta: querían expresar la continuidad entre la historia de Israel con su Dios, por un lado, y la humanidad y el universo en su conjunto por otra. Querían dar a comprender que su Dios era realmente universal, implicado a fondo en la existencia y la suerte de todo lo que existe.

Además, querían mostrar cómo el mundo tal como lo conocemos fluye de la identidad de ese Dios. ¿Qué es lo que forma parte de esos rasgos esenciales como creado por Dios y, contrariamente, lo que no está en conformidad con su estado de creación divina? 

Comprender nuestros orígenes de esta manera es encontrar las bases que nos permiten vivir como es preciso. 

La preocupación de los autores bíblicos es de esta manera todo salvo teórico. Su búsqueda forma parte de lo que la Biblia llama la sabiduría, la tentativa de llevar una existencia en armonía con lo real.

Ver en los relatos bíblicos de la creación una alternativa a las teorías científicas o una película sobre «cómo era realmente», sería estar condenado a la decepción. 

Si por el contrario intentamos comprender el significado de nuestra existencia, podremos encontrar en dichos textos intuiciones que nos ayudarán a avanzar. 

Si todo procede en definitiva de Dios, la relación con él da la llave para situarnos en una vida que tiene verdaderamente sentido.



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