sábado, 7 de abril de 2018

Redes Sociales


Por mucho que ocupen miles de páginas, minutos de audio o bits de información, la redes sociales han existido siempre. Lo novedoso del momento es la capacidad que tienen de plasmarse, mostrarse, y por tanto, amplificar su escala y sus efectos. 

No sólo podemos saber quién conoce a quién mediante una red profesional como es Linkedin, sino que, personas distantes geográficamente pueden conocerse en Internet gracias a un interés común que les lleva a encontrarse a través de blogs, redes sociales, foros o cualquier instrumento de interacción entre usuarios.

Con la llegada de Internet, la sociedad que consigue conectarse, es capaz de crecer en sus vínculos, reforzarlos, tejer una tupida red alrededor de intereses comunes, causas y motivaciones.

Se olvida con frecuencia que Internet es una red de máquinas que une a las personas que miran las pantallas, es decir, fundamentalmente una red de personas. Red sin centro geográfico, red con millones de nodos, red distribuida, donde la información en doble sentido se convierte la savia que alimenta y hace crecer la red.

Como bien decía Manuel Castells “la tecnología es mucho más que una tecnología. Es un medio de comunicación, de interacción y de organización social“.

La información es ahora de todos y está en todas partes. Los flujos de información que corren por la red hacen del mundo un lugar más pequeño y llevan a un profundo cambio que afecta a todos los aspectos de la existencia humana. La digitalización de los soportes y la aparición de Internet están modificando, no sólo ya las formas de distribución de productos y servicios, sino que trastoca toda la cadena de valor.

La información compartida abre caminos a la colaboración y a la creación insospechada hasta el momento para las empresas y en otras formas de organización social. Nuestras vidas se ven modificadas: nuestra forma de comprar, de informarnos, de administrar nuestro ocio, de tomar decisiones, de educarnos, de trabajar, de comunicarnos, de crear…

Por tanto estamos hablando de algo más que un cambio tecnológico: estamos delante de un verdadero cambio de paradigma, de un cambio cultural.

Pero incluso este cambio cultural alberga ya un peligro: el peligro de la desconexión. Muchos quedarán al margen de la conexión a la red de personas. No sólo un tercer mundo sin las infraestructuras tecnológicas; la brecha digital es también generacional, educacional, social, y hasta pueden darse formas de autoexclusión como reacción temerosa ante las incertidumbres del cambio de era.

A la vez, también habrá quien quiera evitar que las personas formen parte de esta red descentralizada y distribuida, so pena que sean capaces a autoorganizarse.


Por todo ello, estar o no estar conectado podrá marcar la diferencia para participar o quedarse fuera de la nueva sociedad red que ya está aquí.

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