Ser único, destacar, sobresalir, ser mejor, ser un
referente, innovar.
Son lemas, banderas o estandartes que muchos definen como
propios. Algo así como un eslogan de su naturaleza. Es perfecto, pero… ¿Hasta
qué punto es real?
Claro que somos únicos y diferentes del resto. Todos
somos singulares ¡Vaya novedad! Pero eso, sin acciones propias que reflejen
algo más, solo nos sitúa en el estándar, en lo de siempre, en el grupo del
pelotón, no en el liderazgo.
Destacar, no pasa por hacer lo mismo que otros pero a tu
manera.
Sobresalir, no es solo publicar más fotos, más post o gritar
más alto.
Ser mejor, no se sustenta únicamente en ofrecer lo mismo
y más barato, habitualmente de peor calidad no, solo tangible, también
emocional.
Ser un referente, no se consigue con grandilocuentes
anuncios de lo que vendrá pero no llega ni pretendiendo sentar cátedras o
mostrando títulos.
Ser Innovador, no es convertir la”sopa de ajo”, en”ajos
en sopa”.
Somos únicos, sí, pero también globales.
Vivimos en un mundo donde todo se sabe, todo se juzga y
todo se puede copiar.
Un mundo de interdependencias, colaboraciones -ahora se
llama sinergia y alianza- o si se prefiere, ”inteligencia, economía o actitud
del bien común”
Perfecto pero ¿común para quién? ¿Para los que se unen
con el objetivo de nutrirse mutuamente y crecer juntos, cada uno en su
singularidad o, tal vez, para los que haciendo lo mismo, persiguen un objetivo
de rapiña y succión?
En el primer caso, la colaboración te ayuda. ”Yo soy
mejor, porque tú lo eres”. En resumen: “si a ti te va bien, a mí, también”.
En el segundo caso, la colaboración te perjudica. ”Yo soy
mejor que tú y tú serás peor que yo”. En resumen “si a ti te va mal, a mí me
irá bien”.
Simplemente, pensamiento primario, reptiliano.
Hay quien traza el camino y quien se limita a seguir las
huellas que otros van dejando.
Hay quien se esfuerza en buscar nuevos horizontes y
nuevas herramientas que le lleven a su objetivo, manteniendo su integridad,
honestidad, claridad y humanismo. Eso que acabará por convertirle en un
referente, en un líder de prestigio.
En cambio hay quien no sabiendo ir más allá de su
incompetencia, ego y vanidad, pensando que es, no solo diferente, sino mejor y
exclusivo, actuará desde la soberbia, el desprestigio y la burda copia.
En el primer caso, el know-how, es del siglo XXI: digital
y global. Desde fuera hacia dentro: ”Aprendo, comprendo, adapto, integro,
evoluciono y ofrezco”
Por tanto, analizo mis paradigmas, pero también los del
entorno, genero nuevos resultados y trazo nuevos caminos. Innovo y creo valor.
En el segundo caso, el know-how, todavía es el de la era
industrial. Obsoleto. Es de dentro a fuera, se sustenta en el: ”Yo sé, (o creo
saber) yo tengo, yo ofrezco”. No hay innovación. Es decir: me limito a recorrer
tu camino, sin ser capaz de trazar el mío.
Dicen los gurús de la nueva empresa, que hoy ya no es
suficiente con cambiar el envase, modernizarlo con colores más llamativos y
expandirlo por las redes. Eso es el viejo producto, con traje nuevo.
La empresa, el creativo, el líder, el emprendedor del
siglo XXI, lo es y se le reconocerá como referente, por tener un nuevo
producto, con nuevo envase.
Y claro, pensar, cansa.
Crear, en vez de remodelar, cansa.
Innovar, para trazar nuevos caminos o mejorar los ya
construidos, agota.
Y tú, ¿qué prefieres?
¿Ser un referente o estar a su sombra?
¿Ser un líder, aunque implique cansancio, o ser solo un
jefe que recorre con rabia y frustración el sendero que trazó el líder?
¿Qué prefieres, seguir con tus viejas creencias
vistiéndolas de innovación o innovar para descubrir nuevas creencias?
Tú eliges, si copiar el modelo o fabricar el modelo.