Siempre me he
preguntado qué hubiera sido de mí si no hubiese tenido la oportunidad de
conocer desde muy joven el significado de la excelencia y sobre todo el poder
encontrar en la historia del pensamiento griego la relación que siempre ha
existido entre los valores que se enseñaban en occidente y los contenidos en el
pensamiento de la Grecia clásica.
Cuando encontré en
los textos clásicos la definición del concepto del areté y su importancia en la
búsqueda constante de la realización personal, tal hallazgo ha marcado significativamente
toda la perspectiva de mi pensamiento, a un punto tal, de que desde entonces, hace tanto tiempo atrás,
ha sido un faro orientador que me ha marcado el rumbo y en el cual confío en
cada esfuerzo que realizo
La Areté
Según Hipias de Élide el fin de la enseñanza era lograr la areté, que significa
capacitación para pensar, para hablar y para obrar con éxito. La excelencia
política («ciudadana») de los griegos consistía en el cultivo de tres virtudes
específicas: andreía (valentía), sofrosine(moderación o equilibrio) y dicaiosine (justicia): estas virtudes formaban un ciudadano relevante, útil y perfecto. A estas virtudes añadió luego Platón una cuarta, la Prudencia, con lo que dio lugar a las
llamadas Virtudes cardinales:
la prudencia, la fortaleza y la templanza se corresponderían con las tres
partes del alma, y la armonía entre ellas engendraría la cuarta, la justicia.
En cierto modo, la areté griega sería equivalente a la virtus, dignidad, honor u hombría de bien romana.
En la Grecia antigua
podía hablarse indistintamente de la areté de un soldado, de un toro o de un
navío, aunque su uso para los objetos inanimados es raro. Sin embargo, desde la Época Arcaica estuvo vinculado especialmente a la posesión de las virtudes, en especial la valentía y la destreza en el combate.
Para los primeros
griegos guerreros de hace más de tres mil años el único camino de alcanzar la areté era mediante hazañas en la batalla. El
ejemplo clásico es Aquiles, quien prefiere morir en combate antes que cualquier otra
forma de vida. Los griegos tenían mucho miedo al destino. El destino podía impedirles de forma inmediata alcanzar
la areté. Por ejemplo, un accidente, nacer ciego, o nacer mujer imposibilitaba para conseguir
hazañas en la batalla. También la areté se relaciona con
la astucia en las obras de Hesíodo y Homero; cuando en la Ilíada, Agamenón alaba a Penélope, lo hace en atención a la cooperación de ésta con los
propósitos de Ulises.
Hacia
la época clásica —sobre todos los siglos V y IV a. C.— el significado de areté se aproximó a lo que hoy se considera virtud, fundamentalmente a
través de la obra de Aristóteles, en general, incluyendo rasgos como la μεγαλοψυχια (megalopsyjía,
'magnanimidad'), la
σοφροσυνη (sofrosyne, 'templanza') o la δικαιοσυνη (dikaiosyne, 'justicia')
La adquisición de la areté era el eje de la educación (παιδεία, paideía) del joven griego para convertirse en un hombre
ciudadano, siguiendo el ideal expuesto por Isócrates.
Huellas de la concepción más restringida de la era
arcaica se pueden ver en el énfasis puesto en la disciplina y dominio del
cuerpo mediante la gimnasia, una de las actividades principales, y la lucha,
pero una formación acabada incluía también las artes de la oratoria, la música y —eventualmente— la filosofía.
Si bien la posesión
de la areté seguía mayormente restringida a los
varones de la nobleza —llamados por lo general αριστοι, aristoi, "los buenos"—, a
quienes estaba reservada la concurrencia a los gymnasia, el análisis de los filósofos elaboró una sofisticada teoría de las
facultades espirituales. Tanto Platón como Aristóteles harían de
la areté uno de los conceptos centrales de su
doctrina ética. El Menón, diálogo platónico que marca el pasaje de los diálogos mayéuticos a los
diálogos metafísicos, se centra precisamente en el problema de si es posible
hacer una ciencia de la areté.
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Hugo W Arostegui