Todos los días, por una razón u otra, o mejor dicho, por
ninguna razón la mayoría de las veces, me extiendo en comentarios sobre
diferentes asuntos que de acuerdo con mi humilde opinión merecen ser
considerados y sobre todo, comentados.
Creo, a esta altura de mi vida, que esta condición debe
estar firmemente arraigada a una realidad que pasa por las diferentes etapas etarias
que he tenido la fortuna de transitar, desde los amores de la juventud a
nuestros hijos y de nuestros hijos a la actual condición de abuelos.
Si a todo esto le
agregamos una innata inclinación a, de alguna forma, “meter la cuchara” en
asuntos relacionados con nuestra condición de humanos, más una actividad
intelectual acorde con esta inclinación que mencionamos, utilizando términos
bien actuales, diríamos que obtenemos “un combo” lo suficientemente explosivo
como para no intentar detenerlo.
En resumen, la cosa es que “soy lo que soy” eso es algo
inevitable e irreversible, hace tiempo que he hecho las paces conmigo mismo y
¿saben qué? Para evitar conflictos mayores y por ende no terminar internado en
un hospicio, he decidido aceptarme tal cual soy y disfrutar de esta condición
contra todo viento y marea.
Eso sí, la intención, “aunque dicen que el camino al
infierno está tapizado de buenas intenciones” ha sido y será siempre el aportar
lo mejor de mí mismo, “cosa que pienso que no es poca cosa” para intentar
extender mis brazos a todos aquellos que de una manera u otra me puedan
necesitar y de esta manera, transitar juntos en amor y tolerancia, los
intrincados caminos que la vida nos depare.
La premisa ha sido siempre la de estar presente cada vez que
alguien se encuentre necesitado de afecto y compañía, mientras el corazón
marque el compás de mi presencia puedes tener la certeza de que jamás estarás
solo o sola, “vaya uno a saber”
Hugo W. Arostegui
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