Cuando vemos que a nuestro alrededor, que como
ocurre con los círculos concéntricos cuando dejamos caer una piedrecita en la tranquilidad
de un estanque los mismos se van expandiendo hasta cubrir toda su superficie,
la situación tanto económica como la estabilidad política nos lleva a observar
con mucha atención estos acontecimientos.
Es por eso que recurrimos a los antiguos dichos
populares que tanto escuchamos en la voz de nuestros mayores que nos vienen a
la mente como si fuesen una advertencia de que debemos actuar con mesura y previsión
para que tales cosas no nos tomen desprevenidos.
Entiendo que los tiempos han cambiado y que la
vigencia de las advertencias de nuestros mayores han quedado un tanto
sepultadas por la vorágine de los tiempos modernos, de ahí que consideremos oportuno recurrir al intento de explicarlos.
“Existe un antiguo dicho castellano que, con
algunas variantes, reza por lo menos desde el siglo XV: Cuando las barbas de tu
vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar. En alguna de las variantes
modernas, el verbo “pelar” ―que significaba más bien afeitar― es sustituido por
“arder”, “cortar” o “rasurar”, pero la idea del refrán es que debemos aprender
de los males que sufren los demás para no caer en los mismos errores y sufrir
idénticas consecuencias.
En los últimos años hemos verificado en algunos
medios de difusión que no pocos intelectuales utilizan una versión que viene
calificada sin mucho fundamento como “verdadera” de este dicho, y que reza:
Cuando las bardas de tu vecino veas arder…
Como barda significa ‘seto, vallado o tapia’, y
también ‘maleza o matojos silvestres’, se afirma que es mucho más “lógico” que
el viejo dicho se refiera a bardas y no a barbas, puesto que, según se alega,
no tiene mucho sentido que las barbas de alguien puedan arder ni pelar, lo que
parece sonar muy sensato.
A pesar de esta moda ―porque no se trata más que de
una moda― abundante documentación histórica y literaria sostiene en forma
concluyente que el dicho original, existente en nuestra lengua desde hace más
de cinco siglos y, como veremos, probablemente originario del latín, se refiere
a las barbas y no a las bardas del vecino. Una primera aproximación en ese
sentido la podemos hacer en el Diccionario de uso del español, de María
Moliner, que en su entrada sobre barba incluye: Cuando la(s) barba(s) de tu
vecino veas pelar, pon la(s) tuya(s) a remojar. En efecto, pelar ha sido
siempre más usado que el más moderno arder, como vemos en las siguientes citas
de antiguos diccionarios españoles:”
Nuestro consejo es que busquemos la forma de que
cuando “ardan las barbas de nuestros vecinos” pongamos las nuestras en remojo.
Hugo W Arostegui
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