viernes, 27 de mayo de 2016

La Carabina De Ambrosio


Hacía mucho tiempo de que no escuchaba este término el cual se mencionaba popularmente en mis tiempos de juventud para referirse a la inutilidad de alguna persona o de algún objeto.
Ser catalogado como “la carabina de Ambrosio” era algo muy similar a un insulto pues con semejante referencia de eficiencia difícilmente alguien optaría por utilizar sus servicios.
He aquí parte de esta historia:
"Ambrosio fue un labriego que existió en Sevilla a principios de siglo (del siglo XIX). Como las cuestiones agrícolas no marchaban bien a su antojo, decidió abandonar los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente por una carabina.
Pero como su candidez era proverbial en el contorno, cuantos caminantes detenía lo tomaban a broma, obligándole así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su carabina, a quien achacaba la culpa de imponer poco respeto a los que él asustaba"
Aunque la expresión ya existía antes, es en escritores de finales del siglo XIX cuando la carabina de Ambrosio aparece con más frecuencia
A finales del XIX se puso de moda la palabra carabina para referirse a esa señorita de compañía que los padres de la buena sociedad imponían a sus hijas para garantizar la moralidad en su trato con los chicos. 
Sabemos que ésta carabina surge relacionada con la de Ambrosio por su manifiesta inutilidad en el intento de garantizar la moralidad de las jóvenes.
Es probable que con la aparición de estas inútiles carabinas de compañía se reactivase la expresión la "carabina de Ambrosio" que ya existía en nuestra lengua caracterizada por su inutilidad.
La mención más antigua de esta famosa carabina aparece en P. José Francisco Isla. 
También aparece en Gustavo Adolfo Bécquer,  en Benito Pérez Galdós,  y en Valera. 
También aparece en Juan Montalvo.
Aunque podemos observar a muchos Ambrosio/Ambrosia en nuestro diario vivir en sociedad al igual que tener que padecer el  accionar de sus inútiles carabinas, es bueno tener en cuenta que cualquier semejanza con nuestros diarios padeceres, sin duda debe ser atribuido a nuestra primordial imaginación.

Hugo W Arostegui

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