Hacía mucho
tiempo de que no escuchaba este término el cual se mencionaba popularmente en
mis tiempos de juventud para referirse a la inutilidad de alguna persona o de
algún objeto.
Ser
catalogado como “la carabina de Ambrosio” era algo muy similar a un insulto
pues con semejante referencia de eficiencia difícilmente alguien optaría por utilizar
sus servicios.
He aquí parte
de esta historia:
"Ambrosio
fue un labriego que existió en Sevilla a principios de siglo (del siglo XIX).
Como las cuestiones agrícolas no marchaban bien a su antojo, decidió abandonar
los aperos de labranza y dedicarse a salteador de caminos, acompañado solamente
por una carabina.
Pero como su
candidez era proverbial en el contorno, cuantos caminantes detenía lo tomaban a
broma, obligándole así a retirarse de nuevo a su lugar, maldiciendo de su
carabina, a quien achacaba la culpa de imponer poco respeto a los que él
asustaba"
Aunque la
expresión ya existía antes, es en escritores de finales del siglo XIX cuando la carabina de Ambrosio aparece con más frecuencia
A finales del
XIX se puso de moda la palabra carabina para referirse a esa señorita de
compañía que los padres de la buena sociedad imponían a sus hijas para
garantizar la moralidad en su trato con los chicos.
Sabemos que
ésta carabina surge relacionada con la de Ambrosio por su
manifiesta inutilidad en el intento de garantizar la moralidad de las jóvenes.
Es probable
que con la aparición de estas inútiles carabinas de compañía se reactivase la
expresión la "carabina de Ambrosio" que ya existía en nuestra lengua
caracterizada por su inutilidad.
La mención
más antigua de esta famosa carabina aparece en P. José Francisco Isla.
También
aparece en Gustavo Adolfo Bécquer, en Benito Pérez Galdós, y en Valera.
También aparece en Juan Montalvo.
Aunque
podemos observar a muchos Ambrosio/Ambrosia en nuestro diario vivir en sociedad
al igual que tener que padecer el accionar de sus inútiles carabinas, es bueno
tener en cuenta que cualquier semejanza con nuestros diarios padeceres, sin
duda debe ser atribuido a nuestra primordial imaginación.
Hugo W
Arostegui
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