Entre la multitud de amigos
con los cuales nos contactamos a través de las diversas redes sociales
-personas que hasta hace muy poco tiempo nada sabíamos de
ellas- vamos reconociendo una variedad de perfiles sumamente
interesantes que se integran, poco a poco, al escenario virtual que entre todos
hemos montado para representarnos, unos a otros, con mayor o menor
autenticidad, las diferentes alternativas que diariamente enfrentamos en la
interpretación de nuestro rol en esta obra siempre inconclusa y de final
incierto, donde desarrollamos el drama diario de la convivencia humana.
Estas
representaciones que asumimos como actores imaginarios nos permiten
incursionar en la vida de innúmeras personas ante las cuales exponemos un
perfil cuidadosamente elaborado en procura de causar la mejor de las
impresiones, una tarjeta de presentación, que podrá ser auténtica, es decir,
mostrarnos tal cual somos, o la consecuencia de alguna manipulación, que puede
ser algo sutil, cuando realizamos ligeras alteraciones de orden intelectual o
estético, o francamente groseras, cuando recurrimos a la incorporación de
atributos que carecemos en absoluto, en aras de dotar a nuestro personaje de
ficción de todo aquello que idealizamos como cualidades propias de los
que han alcanzado ciertos niveles de realización personal.
El
multiverso virtual, se ha constituido en "un campo de prueba"
en el cual
intercambiamos
nuestras fantasías, nuestros deseos largamente postergados, la
necesidad de establecer nuevos contactos, de darnos la oportunidad de vivir
otra vida, de incursionar en "otras dimensiones" en las cuales
podamos recrear la aventura de volver a empezar ,sin las ataduras y
condicionantes de las frustraciones y postergaciones pasadas.
La
ciencia de la comunicación, los sistemas informáticos de los últimos años, los
cuales cuentan sus generaciones en términos extremadamente abreviados, no nos
permiten darnos el tiempo necesario para asimilarlos y adecuarnos a sus cada
vez más increíbles posibilidades, cada día surgen nuevos medios que dejan obsoletos
a sus predecesores, un ritmo de vértigo que nos envuelve en su torbellino, que
nos dispersa cual hojarascas, los unos sobre los otros, confundiendo
identidades, derribando muros y fronteras , mezclando credos, destruyendo
mitos, arrancando mantos, desnudando dioses, pontifiques, ministros,
monarquías, y los "chalecos de fuerza" que encorsetaban la
conciencia en sus "pecados originales" los viejos karmas que
pretendían justificar los caprichos de una divinidad desertora de sus deberes,
que ha dejado en manos de servidores inútiles el cuidado de sus creaciones.
Literalmente
corremos detrás y en franca desventaja en el intento de acompasar el
frenesí de los medios disponibles para comunicarnos los unos con los otros, con
las realidades operativas que la convivencia nos exige, los nuevos
"amigos" que diariamente se incorporan a nuestro
"vecindario virtual" ya no viven en la casa lindera, ni en la acera
de enfrente, o en la otra cuadra, ni siquiera compartimos la misma ciudad, el
país, la región o el continente.
Nos
tornamos hiperactivos e impacientes frente a nuestro ordenador, los
acontecimientos que vivenciamos apenas nos dan tiempo para darles una debida
respuesta, esta aceleración en los encuentros virtuales, nos ocasionan
diversas reacciones que ponen a prueba nuestro carácter, si contásemos con un
medidor de tensiones, podríamos observar, que sus indicadores oscilarían
bruscamente de un extremo al otro, según fuesen las preguntas y/o
respuestas que recibamos.
Sin
duda, son nuevos tiempos, quizás podamos encontrar una ayuda ,si logramos
extraer desde los escritos cubiertos por el polvo de tiempos que aún permanecen
vigentes, frases tales como:
"Por
esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardío para hablar,
tardío para
airarse"
Santiago 1:19
Hugo W
Arostegui
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