Como toda ciencia social, la economía está
estrechamente relacionada con el comportamiento humano, quizás, o tal vez, sin
quizás, sea esta disciplina una de las que más nos identifica como seres
interdependientes los unos con los otros, en la coparticipación de los
recursos, cada vez más escasos, con los cuales debemos atender las necesidades
y reclamos de una población mundial que ya ha sobrepasado los siete mil
millones de habitantes.
El éxito o el fracaso de los resultados que
obtengamos en su aplicación estarán supeditados al grado de compromiso que asumamos
como conciudadanos, integrantes de una urbe inserta en un mundo globalizado
donde los hechos económicos se
interrelacionan entre sí conformando un
mosaico de pluralidades productivas provenientes desde los más recónditos puntos del planeta.
Los efectos de la globalización nos han ido
transformando en una especie de espermatozoides que pugnamos por introducirnos en
los ovarios de un mundo virtual para dar
vida a una nueva criatura que nacerá desposeída de una cultura definida, sin
raíces ni tradiciones, que se sabe poseedor de un gen universal cuya lectura atraviesa horizontalmente todas
las razas, todos los credos, todas las diversidades, todas las formas de ser y
de aceptarse tal cual se percibe que es.
El ser humano que ha surgido - el cual se
expresa a través de las redes sociales - trasciende todos los estereotipos que
le han precedido…
Gracias a este aprendizaje el empresario es capaz de enfrentarse al mercado –bendita competencia- sacar conclusiones, basadas en el sentido común y mediante el procedimiento de prueba y error -de experiencia-, depurar el entendimiento y lograr la capacidad cognitiva. En su definición tradicional, la cultura se opone al instinto, al ser aquella una característica del ser humano y ésta de los animales. No obstante en la economía de mercado, cultura e instinto se entrelazan en el estadio superior de la cultura debido a los diferentes niveles de razonamiento que se pueden llevar a cabo. Cabría preguntarse entonces si la economía es una ciencia o un arte. O ambas cosas a la vez.”
Juan Royo, Economista
“Los estereotipos de la economía de mercado en particular y los de la Responsabilidad Social Corporativa (RSC) en particular son muchos. ¿Es la RSC una herramienta de Marketing o, en el mejor de los casos, de Comunicación? ¿Su implementación es competencia de las ONG más innovadoras? ¿Es un coste que solo pueden permitirse las grandes compañías? ¿Se basa en exclusiva en obra social, solidaridad o caridad? Un reciente debate sobre los Códigos de Conducta Empresariales, preámbulo del 2º Congreso Nacional de RSE que se celebrará en Zaragoza en junio, trató de aportar luz sobre algunos estereotipos que inundan la actividad empresarial.
Sin líderes que apuntalen los Principios Corporativos (su Ética personal), no hay nada que hacer. Sin estructuras de retribución variable que hagan a trabajadores y empresarios remar en la misma dirección para lograr la supervivencia de la empresa y de sus puestos de trabajo, no hay nada que hacer. Sin transparencia a la hora de comunicar los objetivos que se quieren alcanzar y el modo que se propone para lograrlo, no hay nada que hacer. Liderazgo, flexibilidad y transparencia. Nada nuevo bajo el sol.
Los sesgos perceptivos son fenómenos habituales en economía. Se forman involuntarias asociaciones de ideas entre aquellos que poseen rasgos comunes. Comportamientos tramposos como la información privilegiada se confunde con la lícita especulación y el dañino abuso de posición dominante o la manipulación de precios con el libre mercado. En el momento en que se ha forjado una primera impresión es difícil deshacerse de ella y va a condicionar el resto ya que los interpretaremos como corroboración del estereotipo del grupo al que pertenece. Sin cultura económica, no hay nada que hacer.”
Publicado en El Heraldo de Aragón
Al referirnos a “cultura económica” deberemos considerar, nec
esariamente, en que punto de sus postulados nos situamos, pues la economía que los humanos hemos inventado ha sido “aprisionada” por los poderes de turno y puesta a su servicio como “herramienta de distribución de la riqueza” privilegiando en dicha distribución al capital financiero, subordinando a la tierra y al trabajo a un plano secundario, como simples medios, partícipes necesarios de la ecuación Capital – Tierra – Trabajo
Cultura económica, sin el cultivo de los valores esenciales del ser humano, tales como: solidaridad, equidad y justicia social, no hay nada que hacer, seguiremos depredando nuestro planeta hasta que consumamos hasta la última partícula de vida sustentable.
Hugo W Arostegui
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