La Historia Jamás Contada
Mejor entonces reconstruyamos la historia que nos han
contado, hagamos una bifurcación en el camino y tomemos por la senda que nos
lleva a Lilliput, el país en el cual vivimos y nos multiplicamos los enanitos
que habitamos este mundo.
Imaginemos que el gigante Gulliver, que apareció en la
margen de nuestras costas, exhausto y
profundamente dormido tras su naufragio, en lugar de asustarnos por su
descomunal tamaño y pretender asegurarlo con cuerdas y estacas, le hubiésemos
rápidamente construido una barcaza de buen tamaño , proporcionado agua y
víveres suficientes como para soportar
una larga jornada , metido dentro de ella y botado al mar, para que las mismas
corrientes marinas que le han traído, le regresara por donde vino a su lugar de
origen, seguramente nos habríamos ahorrado
una historia en la cual nuevamente recurrimos al poder de los gigantes
para que nos ayuden a superar las limitaciones de nuestra insignificante
pequeñez.
De haber ocurrido estos hechos tal cual lo describimos,
seguramente nuestra autoestima habría
crecido a un punto tal, que nos permitiría descubrir, que el verdadero poder
reside dentro de nosotros mismos, que
“los liliputienses unidos jamás seremos vencidos” que estamos muy por encima de los mitos y
leyendas que nosotros mismos construimos , que somos los que hacemos historia a
través de las acciones diarias que cada
uno de nosotros somos capaces de
realizar en forma individual o mediante el esfuerzo colectivo.
Liliputienses;
preguntémonos: quien nos ha construido las bases de nuestra
economía? Cuando se nos menciona que
estamos en crisis financiera, que estamos en quiebra, que habrá que superar
esta terrible situación con sangre, sudor y lágrimas, respondámonos, la sangre,
el sudor y las lágrimas de quién? Acaso estamos en una guerra fratricida?
Nos han invadido extraterrestres? Nos han sustraído nuestras riquezas, nos han
despojado de nuestro territorio, les han
cortado los brazos a los trabajadores o extraído el cerebro a nuestros
intelectuales?
Al respondernos estas interrogantes apreciaremos que las
riquezas que hemos generado a través de toda nuestra historia sigue entre
nosotros, que la tierra que nos ha parido a todos nos sigue albergando y que
contamos con la fuerza, el intelecto y los brazos necesarios para
retroalimentar el proceso productivo para que nos genere tanta riqueza como
podamos necesitar para cohabitar y disfrutar dignamente de nuestra vida en sociedad.
Entonces, Liliputienses hermanos, que es lo que haremos?
Pienso que en primer lugar debemos decir muy fuerte ¡BASTA! Llegó la hora de asumir nuestra identidad,
todo lo que existe nos pertenece a todos sin excepción no permitamos que otros,
tan enanos como lo podamos ser nosotros mismos, manejen a su antojo lo que
supimos generar entre todos, somos hijos del mismo Dios, sea éste de la raza o
el color que lo veamos o sintamos, quizás digan algunos que no existe fuera de
nosotros, o como han declarado los científicos más inminentes de este controvertido
siglo de las luces, sea una Partícula Divina, fuese lo que fuese nos ama a
todos por igual y desechamos que existan otras diferencias que no sean el fruto
de nuestra capacidad, voluntad, esfuerzo y perseverancia en ser cada día un
poco mejor del que hemos vivido ayer.
El capital para la inversión está entre nosotros, escondido
detrás de las mamparas que intentan en vano esconder la identidad de los
quienes se lo han apropiado, sean estos: monarcas, terratenientes, religiosos
que han encerrado a sus dioses en las mazmorras de sus corporaciones,
gobernantes o políticos, generalmente mimetizados entre la bruma de la
indiferencia y la corrupción o dueños anónimos de poderosas multinacionales,
todos ellos deberán rendir cuentas de sus acciones, deberán responder por lo
que han hecho y, sobre todo, por lo que
debieron haber hecho y simplemente dejaron de hacer.
Dejemos de lado las promesas incumplidas, los cantos de
sirena, mirémonos nuevamente en toda nuestra verdadera dimensión, juntos
formamos una fuerza poderosa, no esperemos a gigantes dormidos en nuestras
costas, nada hay más gigantesco que nuestra capacidad de crear y
transformar nuestro destino.
Exijamos al Cesar la
responsabilidad de un Cesar, y pidamos a
aquellos que manifiestan vocación de servicio, que emulen a aquel que nos ha
dado su vida como ejemplo genuino,
exigiendo a quienes aceptó como sus verdaderos discípulos, que
predicasen su palabra con humildad, y, sobre todo, “sin bolsa ni alforja” lejos
de los palacios, los resorts, y sin cuentas ocultas en los “paraísos fiscales”
Hugo W Arostegui
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