sábado, 18 de marzo de 2017

Lo Que Depende De Cada Uno

 “Felicidad es la experiencia de alegría, satisfacción o bienestar positivo, combinada con la sensación de que nuestra vida es buena, tiene sentido y vale la pena" (Sonja Lyubomirsky).
De acuerdo con la doctora Sonja Lyubomirsky, experta en Psicología social, la felicidad es un bienestar subjetivo. Es decir, que lo que puede dar felicidad depende más de la persona que del hecho en sí. Ella considera que nuestra felicidad depende de tres puntos básicos:

 Las circunstancias de nuestra vida

Me había preguntado muchas veces por qué existen personas que en apariencia tienen todo en la vida: una gran familia, amor, salud y una buena situación financiera, pero, aun así, no son felices. La respuesta es simple: solo diez por ciento de nuestra felicidad depende de todas estas circunstancias. ¿Sorprendido? Yo también lo estuve al leer estas afirmaciones en el libro de esta psicóloga, Los cómos de la felicidad (The how of hapiness).
Según sus teorías, esto se debe a lo que se llama “adaptación hedónica”. En palabras simples y claras: las personas nos acostumbramos muy rápido a las cosas buenas. Si camino por la calle de mi ciudad, en un día de verano, donde la temperatura alcanza más de 40 grados centígrados, al llegar a un lugar en el que haya un buen sistema de refrigeración (aire acondicionado), es probable que en media hora me esté quejando de lo frío que está el lugar.
De igual manera las personas dejan de apreciar que tienen un buen matrimonio, o una buena salud. Es algo que se han acostumbrado a ver tan normal que no les es fácil apreciarlo. Sin embargo, científicos como Michael McCullough, profesor de Psicología en la Universidad de Miami, que ha llevado a cabo diversos estudios sobre los pensamientos positivos, ha encontrado que las personas más propensa a expresar gratitud por las cosas buenas en sus vidas, son más felices.
Si lo que nos hace felices va más allá de nuestras circunstancias de vida, ¿qué es lo que dispara o detiene nuestra felicidad? En la teoría científica se afirma que la genética lleva una gran parte de la responsabilidad en nuestra felicidad; hasta 50 por ciento. Se considera que las personas conciben los logros a su alrededor de una forma diferente dependiendo de sus genes.
Pero todo esto, según la doctora Lyubomirsky, no es más que un “punto de ajuste” (set point), justo como lo puede ser la disposición genética a engordar: hay gente que tiene que luchar con el peso cuidando su alimentación o su ejercicio, mientras que otros, sin cuidarse, mantienen una figura delgada. Así que, con disciplina, es posible que se puedan vencer esas predisposiciones biológicas. Esto nos llevaría a explorar el tercer punto.
Si mi predisposición genética me hace engordar, entonces tomo las riendas de esta situación con un plan de ejercicio y dieta que me mantenga sano. De la misma manera, tengo que aprender a estar en forma para la felicidad. Es sencillo. De acuerdo con esta psicóloga, debemos controlar nuestros pensamientos y sentimientos, transformarlos en sentimientos positivos. Esto significa que debemos trabajar en “actividades intencionales”. Pero, ¿qué tipo de actividades deliberadas debo realizar para ser feliz?
La doctora Lyubomirsky sugiere doce actividades. Yo me atreví a clasificar estas actividades en cuatro ámbitos de nuestra vida:

1. Espiritualidad

Ser agradecido, Practicar actos de bondad, Cultivar el optimismo, Aprender a perdonar, y Practicar la religión y la espiritualidad.

2. Sociabilidad

Cultivar relaciones sociales, y Evitar el pensar demasiado y la comparación social.

3. Saber vivir

Desarrollar estrategias para enfrentar todas las situaciones, y Saborear las alegrías de la vida.

4. Desarrollo profesional y personal

Incrementar experiencias que nos hacen fluir, Cumplir tus objetivos, y Cuidar tu cuerpo (incluye desde la actividad física hasta una actitud positiva).
De todas estas actividades debemos elegir las que nos satisfagan más y ajustarlas a nuestra vida. Podemos hacerlos nosotros mismos.
En lo personal, si tuviera que elegir las que considero más importantes en cada una de las áreas de mi vida, optaría por: ser agradecido, cultivar las relaciones sociales, saborear las alegrías de la vida y cumplir mis objetivos. ¿Por qué? De manera simple, porque incluyen a mi familia, a mis amigos, mi trabajo y a Dios dentro de mi vida.
Hugo W Arostegui



Todos Para Uno…


Lema no oficial de Suiza

Suiza no tiene un lema definido en su constitución o en sus documentos legales. La frase, en sus versiones alemanas ("Einer für alle, alle für einen"), francesas ("un pour tous, tous pour un"), e italianas ("Uno per tutti, tutti per uno"), se popularizó durante el siglo XIX, cuando tras las lluvias de otoño de 1868 en los Alpes, las autoridades lanzaron una campaña de ayuda bajo ese lema, usándolo a propósito para evocar un sentido de unidad nacional en la población del joven país (Suiza era una república federal desde hacía sólo veinte años antes y la última guerra civil en Suiza había sido en el año 1847).
Se imprimió el lema en los periódicos de todo el país para usarlo como propaganda. La frase se asoció cada vez más con las historias de la fundación de Suiza, que también tienen en la solidaridad un tema central, al punto que el lema se escribió en el Palacio Federal en 1902. Desde esa época, se considera como el lema del país. Políticos de todas regiones y todos los partidos políticos lo reconocen como el lema nacional de Suiza.
El famoso juramento de unión y auxilio mutuo de ¡Todos para uno y uno para todos! bien que podría aplicarse en el entendimiento e implementación de la próxima agenda para el desarrollo sostenible que será aprobada próximamente por los Estados miembros de la ONU.
La frase de la novela Los Tres Mosqueteros viene a mano a la hora de entender que la interdependencia e integración será crucial para el éxito de los 17 Objetivos que se establecerán.
Para alcanzar esta ambiciosa propuesta se requerirá de un nivel sin precedente de cooperación que permita la máxima explotación de los recursos financieros y de conocimientos disponibles.
Un ejemplo que ilustra esta afirmación es el Objetivo 15 vinculado a la protección de la naturaleza. Este pide restablecer y promover el uso sostenible de los ecosistemas terrestres, gestionar los bosques de forma sostenible, luchar contra la desertificación, detener y revertir la degradación de las tierras y poner freno a la pérdida de la diversidad biológica.
Los mosqueteros arden en su tumba viendo como hemos destrozado su lema. Esta carrera de la individualidad te hace mirar hacia delante pero no a tu alrededor, enfocándote en el qué y perdiendo de vista el con quién. Se nos podría aplicar a todos el famoso dicho de “el árbol no te deja ver el bosque”. Y es que nos centramos en lo importante perdiendo de vista lo esencial.

Desvinculados de nuestro propósito, navegamos sin rumbo y encontramos en el entretenimiento una forma de búsqueda, que a veces nos pierde más. La carrera del sin sentido continúa rumbo a ningún lugar, donde el aburrimiento y su hermano mayor la depresión campan a sus anchas.
Esta forma de vida en la que preferimos mantener encendida la televisión y apagada la conciencia consigue adormecer nuestros impulsos y en lugar de perseguir sueños con ilusión buscamos metas con sacrificios

Y mientras, sobrevivimos como podemos, buscando y valorando más lo de fuera que lo de dentro. El “nadie es profeta en su tierra” y el “titulismo” marcan nuestra forma de mirar y de encasillar a los demás, haciendo de la parálisis por análisis nuestro credo. Y en cuanto a viajar se refiere, mientras más lejos sea el viaje más grandioso se considera. 

Todo ese foco en lo externo, lo lejano, lleva irremediablemente a ese estilo de vida de fuera hacia dentro que tanto nos hace perder nuestro centro y nuestra serenidad.

Empieza por parar y contemplar con quién estás y no tanto lo que te falta por alcanzar. Por admirar y apoyar a todas esas personas que en tu alrededor están tratando de vivir con lo que pueden y saben hacer.  A hacer escapadas hacia tus adentros, no sabes la de recovecos poéticos que puedes encontrar. A tener una vida en la que prime el “si tú estás bien yo también estaré bien”. Comenzando con nuestro círculo más pequeño, el importante, el que se encuentra dentro y no fuera.

Una conversación verdadera puede resolver más problemas que cualquier terapeuta pero la cuestión es que esta rapidez con la que vivimos viene acompañada de sordera crónica. Poco se escucha y mucho se habla sin decir nada, entrando en un círculo vicioso del que ninguno se beneficia.
Estamos entrando en la era de la conciencia, de saber que todos importamos y aportamos y que si no nos ayudamos entre nosotros nos vamos al garete. Quizás debamos empezar por escucharnos un poco y valorarnos más, porque dentro de cada persona habita la verdadera universidad de la vida, así que o aprendemos a estudiarnos o siempre estaremos más lejos que cerca de lo esencial y de una vida más sencilla y solidaria.



Todos Somos Humanidad


Según el Informe Delors de la UNESCO “La Educación encierra un Tesoro” (1996), el aprendizaje más difícil en el S. XXI, es aprender a vivir juntos precisamente cuando vivimos de los medios de información y comunicación en el mundo globalizado los cuales, sin duda, nos acerca, pero desgraciadamente no nos unen en lo esencial como seres humanos.

Los medios nos juntan pero su acción queda en la superficie o periferia de lo que en el ser humano es su núcleo esencial el espíritu. Su acción queda casi siempre en la noticia, en el evento, en el hecho, en lo agradable o desagradable, en lo admirable o detestable pero no atraviesa las distintas capas de la estructura humana, hasta alcanzar el núcleo sublime del espíritu.

Corresponde a la educación en tanto proceso humanizador y constructor del ser humano como persona, generar en nosotros el sentido de humanidad y más allá de él aceptar el sentido de humanidad entre nosotros. La solidaridad es quizás la expresión más cercana a la expresión de humanidad porque nos desprendemos de algo nuestro para compartirlo y entregarlo a los otros, o todo lo que somos o tenemos lo sentimos como también de los otros. Esto se concreta cuando hacemos un favor y en grado supremo cuando donamos un órgano que da vida a otra persona. Es cuando el espíritu se abre hasta llegar al otro y éste entra en nuestro espíritu formando una unidad que enriquece a los dos, es la unidad que entraña el sentido de humanidad. Cuando ese uno y otro se hace grupo, comunidad, pueblo, sociedad se construyen los fundamentos de humanidad de la que todos somos sus miembros inseparables.

La separación entre las personas, entre los grupos, entre las naciones, atentan contra la esencia misma de cada uno de nosotros, dado en el fondo somos esencialmente humanidad, somos humanos sin posibilidad de no serlo, pero nos especializamos en demostrar que no lo somos. De esta manera estamos despreciando las leyes de nuestra naturaleza. De ahí las divisiones de todo tipo, sociales, económicas, políticas y tantas otras en distintas direcciones que nos separan hasta llegar al desprecio, a la enemistad, a la xenofobia, al rechazo, al odio, a la guerra, a la destrucción del otro que es algo nuestro como parte de la humanidad ¡que contradicción¡.

En realidad con frecuencia hacemos del ser humano una contradicción consigo mismo. Somos seres en conflicto con nosotros mismos, cargando nuestra propia contradicción como seres humanos.

Por eso las grandes religiones, los grandes pensadores y filósofos que han acompañado siempre al ser humano se fundamentan en la razón y ser de la humanidad que somos.

“No hagas al otro lo que no quieras que te hagan a ti”, “Ama al prójimo como a ti mismo”, “Trata al otro como quieres que te traten a ti”, etc. ¿Por qué?
Lo proclaman y definen ¿sólo para convivir, sólo para garantizar el bienestar colectivo, sólo como un medio para que funcione la sociedad?. Estos imperativos tienen raíces previas, más profundas, más radicadas en el ser humano. Es que todos somos humanidad, como seres humanos perfectamente iguales, aunque diferentes como individuos. No es lo mismo igualdad que identidad. Todos somos iguales como seres humanos pero cada uno posee su irrepetible individualidad e identidad. Sin duda por esta asombrosa contradicción se rompe con frecuencia la armonía y la convivencia humana. Esta es precisamente una de las funciones y fines de la educación como proceso de formación de la persona y de la formación de la ciudadanía responsable: armonizar, entrelazar la igualdad y la identidad que caracteriza al ser humano, aceptando que nuestra identidad adquiere su sentido definitivo en la humanidad. Aprender a vivir juntos es un paso importante para ir construyendo humanidad.
Hugo W Arostegui


viernes, 17 de marzo de 2017

La Vida Que Vives


No lo dudes…
Si ves belleza en los demás es porque tú la llevas dentro…

Si eres capaz de encontrar talento en lo que te rodea, es que tú tienes el talento para olerlo, para notarlo, para vivirlo. Es que no temes que otros brillen y esperas aprender algo de todas las personas que pasan a tu lado.

Nadie ve en otros aquello que no tiene. Si conoces personas cada vez más extraordinarias es que tú eres cada vez una persona más extraordinaria. Si te haces preguntas, aunque sean muy complicadas, es porque eres capaz de encontrar las respuestas. Si tienes un sueño, por grande que sea, es porque lo mereces.

Cuando te imaginas viviendo otra realidad, estás dibujándola. Si encuentras el camino es porque el camino es para ti.

Si llegas a un lugar desconocido es que, en el fondo, ese lugar te pertenece. Si encuentras algo es que lo buscabas aunque no lo sabías… Lo necesitabas, aunque no te habías dado cuenta.

Todo pasa por y para algo y nada es ajeno a tu búsqueda. Si alguien tiene la respuesta a una de tus preguntas es porque todos andamos por ahí con pedazos de una mapa por recomponer y, a veces, las piezas deben intercambiarse.

Si te pierdes es porque en ese lugar hay algo que tenías que conocer. Si amas es que ese amor tiene algo que enseñarte. Todos los amores de tu vida te enseñan a amarte a ti mismo, aunque a veces, parezca que lo hacen al revés. Todo lleva un mensaje, aunque a menudo, cuando lo recibimos parece encriptado.

Si te enfadas con alguien es porque ves en él lo que no puedes soportar que también esté en ti. Lo que detestas en otros nace de tu propia incomodidad contigo mismo. Todos somos responsables de cómo decidimos que nos afecte lo que nos pasa. No podemos cambiar los hechos, pero si las percepciones. Podemos decidir y reinar en nuestra conciencia…

Si tienes miedo a seguir caminando es porque sabes que tienes una cuenta pendiente en la próxima esquina.  Algo que cerrar, algo que aprender, algo que afrontar. Un regalo para el camino, para crecer, para mejorar… Un soplo de aire fresco dentro de una burbuja de aire viciado.

Si no lo ves, es porque no lo miras desde la distancia adecuada, desde la perspectiva adecuada, con los ojos de ver lo que a simple vista no se ve. Las cosas son como elegimos verlas. Nuestros ojos las transforman, las reordenan, las acarician.

Si dudas, es porque necesitas reafirmarte, porque necesitas conocerte, porque necesitas bucearte…Todo lo necesario para crecer está en ti, si te apoyas en algo que está fuera, te engañas, te haces trampa, te escaqueas de tu responsabilidad… No tienes que esperar a nada ni a nadie, te toca mover ficha a ti, ahora.

Todo lo que te envuelve es tu versión del mundo, tu percepción de la vida…La casa que habitas es la casa que te habita por dentro…Las personas que te rodean, son a su vez, la versión que tú ves de ellas. La vida que vives es tu versión de lo que es la vida
.
Lo que ves en ti es lo que crees que eres. Si quieres ser distinto, mírate de otro modo.
Si quieres cambiar de vida, cambia tu mirada, cambia tus ojos, cambia tú.

Cambia tu mapa y borra tus fronteras. Cambia tus palabras,  cambia tus pensamientos…

La persona que eres hoy es la que soñaste que eras ayer, estás a tiempo para dibujar la que serás mañana… La que eres en este preciso momento, al terminar esta línea.

https://mercerou.wordpress.com/.../la-vida-que-vives-es-tu-version-de-lo-que-es-la-vi.



Luces Y Sombras


Cada uno de nosotros somos generadores de nuestra propia capacidad de irradiar una luz única, aquella que proviene de nuestro ser interior, ese ser que siempre ha existido desde los albores de su consciencia, la que fulgura nítidamente en cada una de nuestras expresiones y surcan el infinito de nuestras acciones dotando al universo del maravilloso aporte de nuestras luces y sombras.

No voy a discutir esa posibilidad porque en ella radica la esperanza de que podamos ser mejores. Me da lo mismo que sea a través de muchas vidas vividas; que sea en función de intuiciones o percepciones extraordinarias o gracias al estudio y la meditación. 

Sería muy triste suponer que nuestro paso por este mundo fuese a priori condicionado por todas esas anclas invisibles que nos retienen pegados al terreno de la mediocridad o al de la simpleza cotidiana. Necesitamos saber que se pueden alcanzar otros niveles de conciencia, saber que existen y luego decidir si nos sentamos a contemplar el acuario o nos lanzamos al mar para encontrar nuestra Ítaca.

Conviene aclarar, aunque parezca obvio, que hablo de logros metafísicos no de  cuestiones prácticas como el triunfo social o el económico. Me refiero siempre a frutos de desarrollo y elevación mental, esos que nadie nos puede arrebatar ni cobrar intereses ni perder en la bolsa. 

Me refiero a la trascendencia de llegar a ser luz. No luz celestial o mística; tampoco a la sobrenatural, hay demasiado espacio natural para traspasar ciertas barreras. Me refiero a la luz interior de la comprensión de todo lo que nos rodea y en qué forma podemos hacer un poco de luz frente tanta oscuridad.

Porque cualquiera de nosotros, seamos o no conscientes de ello, somos capaces de ser seres de luz, y por consecuencia y física, tener al mismo tiempo nuestras propias sombras. Y asumir esta contradicción.

Los caminos para alcanzar esta claridad mental son muy diversos y la prueba de que están llenos de zonas de umbría, es que cada gurú, cada maestro y cada iniciado tienen su propia teoría. Y ninguna es absolutamente buena ni totalmente mala, porque cualquier enseñanza al respecto  se limita a contarnos que tenemos un interruptor interior. 

Pulsarlo o no, que ilumine o permanezca apagado, depende solo de nosotros; porque somos seres de luz, pero también de sombras.

Hugo  W Arostegui



La Verdad Como Propiedad Absoluta Y Excluyente


Vemos e interpretamos la realidad de forma subjetiva. Y muchos creemos que nuestra visión del mundo es la única verdadera.
¿Debemos flexibilizar una postura tan rígida?

A diferencia de la moral, que nos guía hacia la división y el conflicto, la ética nos mueve hacía la unión y el respeto”

Los seres humanos hemos sido educados para regirnos según nuestra “conciencia moral”.

Es decir, para tomar decisiones basándonos en lo que está bien y en lo que está mal, desde niños se nos ha premiado cuando hemos sido buenos y castigados cuando hemos sido malos. 

Así es como nuestros padres -con su mejor intención- han tratado de orientarnos. Pero esta fragmentación dual es completamente subjetiva. De ahí que cada uno de nosotros tenga su propia moral.

Prueba de ello es el capitalismo. Para unos está bien, pues consideran que este sistema promueve el crecimiento económico y la riqueza material. Para otros está mal, pues aseguran que se sustenta sobre la insatisfacción, la desigualdad y la destrucción de la naturaleza.

Lo mismo sucede con las empresas, los partidos políticos, las instituciones religiosas y, en definitiva, con el comportamiento mayoritario de la sociedad.

Una misma cosa, persona, conducta, situación o circunstancia puede generar tantas opiniones como seres humanos las observen.

Dependiendo de quién lo mire -y desde dónde lo mire-, será bueno o malo; estará bien o mal. De ahí que, a la hora de hacer valoraciones, todo sea relativo.

“Detrás de cualquier prejuicio y estereotipo se esconden el miedo y la ignorancia”. (Ryszard Kapuscinsky)

Podríamos definir la moral como nuestro dogma individual. Un punto de vista sobre cómo deben ser las cosas. Este es el motivo por el que muchos intentamos imponer nuestras opiniones sobre los demás. Al identificarnos con nuestro sistema de creencias, creemos que el mundo debería ser como nosotros pensamos.

De ahí que mantengamos “batallas dialécticas”, juzgando, criticando e incluso tratando de imponer nuestra verdad a aquellos que piensan y actúan de forma diferente. En estos casos, más que compartir, lo que buscamos es demostrar que tenemos la razón. Cabe preguntarse: ¿qué obtenemos cuando conseguimos “tener la razón”? Por muy sofisticados que sean nuestros argumentos, este tipo de conductas solo ponen de manifiesto nuestra falta de madurez emocional.

Las personas intolerantes y dogmáticas estamos convencidas de que las cosas están bien o mal en función de si están alineadas con la idea que tenemos de ellas en nuestra cabeza. 

En esta misma línea, los demás son buenos o malos en la medida en la que se comportan como nosotros esperamos. Así, la conciencia moral actúa como un filtro que nos lleva a distorsionar la realidad. Es la responsable de la mayoría de conflictos que destruyen la convivencia pacífica entre los seres humanos. No es otra cosa que la suma de nuestros prejuicios y estereotipos. 

Y se sustenta sobre dos pilares: nuestras interpretaciones subjetivas y nuestros pensamientos egocéntricos. De ahí que limite nuestra percepción y obstaculice nuestra comprensión, siendo una constante fuente de lucha, conflicto y sufrimiento.


Tolerancia


Actitud de la persona que respeta las opiniones, ideas o actitudes de las demás personas aunque no coincidan con las propias.

Qué es la Tolerancia:
Tolerancia se refiere a la acción y efecto de tolerar. Como tal, la tolerancia se basa en el respeto hacia lo otro o lo que es diferente de lo propio, y puede manifestarse como un acto de indulgencia ante algo que no se quiere o no se puede impedir, o como el hecho de soportar o aguantar a alguien o algo.

La palabra proviene del latín tolerantĭa, que significa ‘cualidad de quien puede aguantar, soportar o aceptar’.
La tolerancia es un valor moral que implica el respeto íntegro hacia el otro, hacia sus ideas, prácticas o creencias, independientemente de que choquen o sean diferentes de las nuestras.

Vea también Respeto

En este sentido, la tolerancia es también el  inherentes a la naturaleza humana, a la diversidad de las culturas, las religiones o las maneras de ser o de actuar.

Por ello, la tolerancia es una actitud fundamental para la vida en sociedad. 

Una persona tolerante puede aceptar opiniones o comportamientos diferentes a los establecidos por su entorno social o por sus principios morales. Este tipo de tolerancia se llama tolerancia social.

Por su parte, la tolerancia hacia quienes profesan de manera pública creencias o religiones distintas a la nuestra, o a la establecida oficialmente, se conoce como tolerancia de culto, y está estipulada como tal por la ley.

El 16 de noviembre fue instituido por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como el Día Internacional de la Tolerancia. Esta es una de las muchas medidas de la ONU en la lucha contra la intolerancia y la no aceptación de la diversidad cultural.

Es importante tener en cuenta que la tolerancia no es sinónimo de indiferencia. Es decir, no prestarle atención o, directamente, negar los valores que defiende el prójimo no es una actitud tolerante. La tolerancia implica, en primer lugar, respeto, y en el mejor de los casos, entendimiento.

Hay que destacar que, pese a que la tolerancia invita a respetar y comprender los valores de los otros, no supone aceptar aquellos que avasallan los derechos de los demás.

Si un sujeto defiende convencido la supremacía racial y busca el exterminio de quienes son diferentes, de ninguna manera significa que haya que tolerar su postura.


Ser tolerante es aceptar y permitir las circunstancias o diferencias de los demás, es no impedir que haga lo que éste desee, es  admitir la diferencia o la diversidad.

Para que los niños establezcan buenas relaciones con sus semejantes, es necesario que aprenda a ser tolerante desde muy pequeño.

Fuera De Contexto


A veces olvidamos lo importante que es el contexto cuando estamos leyendo o escribiendo un texto. Una frase tomada fuera de contexto puede provocar mucha confusión.

Así, frases o palabras que se usan en algún país de Latinoamérica en un contexto, en otro país pueden ser un insulto. 

Por ejemplo, en España coger es un sinónimo de tomar, pero en varios países de Latinoamérica coger significa tener sexo. 

Sin embargo, incluso dentro de un mismo país pueden generarse confusiones por el contexto, simplemente porque hay muchas palabras o situaciones ambiguas o también porque no interpretamos correctamente el mensaje.

Estar fuera de contexto implica un trueque, un cambio importante en la manera en que interaccionamos (nosotros o un objeto) con el medio habitual donde nos desenvolvemos...

Yo soy yo y mis circunstancias, al cambiar mis circunstancias probablemente obtengamos un Yo descontextualizado.

Además dicha interacción puede darse dentro de un entorno físico como tratarse de una abstracción, de una relación con un contexto sociocultural existente únicamente debido a que un determinado colectivo accede tácitamente a actuar regidos por determinadas normas, convenciones o pautas de comportamiento, generando una realidad social que le es propia.

Finalmente el problema de la descontextualización termina convirtiéndose en un problema de categorías donde intervienen todo tipo de conceptos que al entremezclarse a diferentes niveles generan una paradoja. 

Para mí, estar fuera de contexto es no estar en el momento adecuado, en la conversación adecuada,... no encajar con lo que se desarrolla en tu entorno, sentirte incómodo con una situación de... ¿qué hago yo aquí?.

A veces nos sentimos fuera de contexto en pequeños lapsus de tiempo a lo largo del día o la semana, pero eso no es "grave" si son esporádicos y no dependen de nosotros; el problema radica en cuando nos sentimos fuera de contexto con nuestra propia vida y donde quiera que estemos nunca sentimos que ese es nuestro lugar. 

Hugo W Arostegui


Una Descripción


Un texto es un discurso escrito u oral que tiene coherencia interna. Descriptivo, por su parte, es aquello que describe algo (es decir, que otorga información para que la gente pueda representárselo en su mente).

El texto descriptivo, de este modo, realiza una descripción de algún elemento. Puede centrarse en una persona, un animal, un paisaje, un objeto o una situación, por citar algunas posibilidades.

La enumeración de características es el rasgo principal del texto descriptivo. Mientras que un texto narrativo relata sucesos y un texto argumentativo brinda razones, un texto descriptivo se centra en la mención de particularidades para la construcción de una representación del elemento en cuestión.

Además de todo lo que hemos expuesto hasta el momento, es importante conocer el conjunto de características que identifican a todo texto descriptivo:

-Es muy variado, en tanto en cuanto puede utilizarse para describir cosas físicas como no físicas.
-Es detallista, porque debe centrarse en transmitir a quien lo lee cómo es realmente el elemento sobre el que gira.
-Puede recurrir al empleo de ciertas “licencias” o herramientas del lenguaje como pueden ser las hipérboles.

Asimismo hay que ser conscientes de otros aspectos relevantes sobre este tipo de texto, como son estos:
-Tiene tres funciones fundamentales: definir, explicar e incitar.

-Siempre tiende hacia lo que es la objetividad. Y es que por algo se centra en aspectos tales como las partes del elemento en cuestión, su misión, el funcionamiento que tiene, la utilidad que posee, sus principales especificaciones…

-En su contenido debe primar en todo momento una ordenación absolutamente lógica de las características que se enumeran.

Del tema en cuestión intentamos describir lo que se describe.

Hugo W Arostegui


jueves, 16 de marzo de 2017

La Intuición


Habilidad para conocer, comprender o percibir algo de manera clara e inmediata, sin la intervención de la razón.

Conocimiento, comprensión o percepción inmediata de algo, sin la intervención de la razón.
Reconocer la intuición puede ser una gran herramienta para tomar mejores decisiones, libres de prejuicio y sin la carga emocional que por lo general tienen nuestras acciones.

¿Alguna vez les ha sucedido que estuvieron a punto de tomar la decisión de ir por un camino distinto a su casa, pero no lo hicieron, y se encontraron con algo desagradable en el trayecto?

Puedo haber sido un taco, un incendio, un asalto, o cualquier cosa, pero en el momento que lo reconocen dicen: “¡Yo sabía que tenía que irme por el otro lado!”.

Bueno, esa era su intuición hablándoles, pero como no estamos acostumbrados a escucharla, usualmente no le hacemos caso, sino que simplemente la dejamos pasar.

Reconocer la intuición puede ser una gran herramienta para tomar mejores decisiones, libres de prejuicio y sin la carga emocional que por lo general tienen nuestras acciones. Pero aprender a reconocerla no es fácil, primordialmente porque nunca lo hemos practicado.

Muchas veces el qué es la intuición se confunde con otro tipo habilidades que poseemos como seres humanos, lo que sin duda nos aleja de poder usarla de manera efectiva en las decisiones que tomamos en el día a día.

Estamos entrenados para vivir desde la lógica mental, una herramienta que es muy importante para nosotros, sin embargo, existe una sabiduría que va más allá de eso, pura y libre de juicios a la que podemos acceder si así lo queremos.

Pero como no podemos simplemente reconocer algo que nunca hemos conocido, comenzaré por contarles lo 

1)      La intuición no es mental, es sabiduría que viene desde otra parte de nuestra existencia.
2)      La intuición no es el cuerpo hablando, aunque podría manifestarse a través de él.
3)      La intuición no es la voz del corazón ni la emoción que sentimos al percibir una situación.

La intuición es el primer chispazo que se nos viene a la cabeza cuando queremos tomar una decisión, es tener certeza más que conocimiento sobre algo más allá de la lógica mental.
Aprender a reconocer ese chispazo es una cosa de práctica, porque ocurre sólo por unas milésimas de segundos antes de que la máquina mental empiece a funcionar y comience todo el proceso lógico al que estamos acostumbrados.

Por eso para acceder a ella debemos aprender a acallar la mente, o al menos controlarla, del mismo modo que es necesario tener consciencia de nuestras emociones y de nuestro cuerpo en el momento en que queramos usarla.

La intuición es sabiduría a la que podemos acceder que está fuera del tiempo y el espacio en el que vivimos, es contacto espiritual con nuestra esencia y la posibilidad de actuar desde ahí, pero sin ser impulsivos.

Por último cabe destacar que la intuición funciona de distintas formas en distintas personas y cada uno debe aprender a reconocer cuál es la forma en que ese chispazo se manifiesta

Por ahora, la mejor manera de usarla más es: ¡practicar!

Lo dijo Einstein: "La única cosa realmente valiosa es la intuición". No se trata de decidir todo a golpe de corazonadas, pero tampoco de ignorar totalmente las ideas “sentidas” más que “pensadas”
A diferencia del pensamiento deliberativo, la intuición solemos relacionarla con las emociones. 

Y es que cuando intuimos notamos que sentimos esa idea y no que la pensamos.

Hugo W Arostegui


La Buena Actitud


¿Mejorar la actitud puede ayudarnos ante las cosas importantes de la vida? ¿Por qué es tan importante tener buena actitud o tener una actitud positiva? La actitud se desarrolla a partir de los propios sentimientos y pensamientos internos, y es inherente al comportamiento de cada uno.

Los seres humanos somos las únicas criaturas que nacemos sin orientación alguna de cómo sobrevivir en este planeta.

Todos los otros seres del reino animal nacen con instintos de cómo sobrevivir.

El humano desarrolla sus instintos y eso lo hace triunfar o fracasar en su vida, el triunfo o el fracaso no es cuestión de suerte.

Es un asunto de seguir las reglas de cómo hacer las cosas bien dejándonos llevar por nuestro instinto.
Todos queremos que nos vaya bien en la vida, con amigos, en el trabajo, con la pareja y la palabra mágica para que esto suceda es tener una buena actitud.

Nuestra actitud dice mucho de nosotros

Nuestra actitud les dice a los demás que pueden esperar de nosotros. Vivimos en un mundo de causa y efecto.

El ambiente que nos rodea lo hacemos nosotros. Recibimos lo que damos. Si empezamos un nuevo trabajo y saludamos a los compañeros cordialmente y amigablemente ninguno se resistirá a socializarse con nosotros.

Si esperamos que otros nos saluden, ellos esperarán que nosotros los saludemos a ellos primero y pensarán que no nos te interesa su amistad si no tomamos la iniciativa.

Tan pronto como nuestra actitud cambia nuestro alrededor también lo hace. Una buena actitud trae buenos resultados a la vida. Una mala actitud trae resultados malos y contamina a otros lo mismo que a nosotros mismos.

La actitud es un hábito que se desarrolla

El tener una buena actitud es un hábito que los humanos debemos desarrollar.
Muchas personas no creen que su actitud es importante y andan por la vida con su arrogancia caminando de fracaso en fracaso.

Si tenemos una actitud que nos entrena a pensar que nosotros no podemos llegar a una meta, probablemente nunca lo lograremos.

Hay dos palabras que son compatibles con la palabra actitud, y estas son gratitud y expectación.

Si tenemos una buena actitud, estaremos agradecidos por la vida y esperaremos lo mejor de ella.


Una persona con una actitud mala atrae todo lo negativo. Nosotros atraemos a nuestra vida lo que esperamos que vaya a suceder. 

Nosotros pintamos el mundo del color que queramos. Si lo pintamos negro así se verá. Si lo pintamos con colores brillantes se verá colorido.

Recordar Lo Bueno


“Todos los seres vivos buscan lo bueno y evitan lo malo. Pero si un conejo ve una zanahoria al lado de un zorro, ¿qué hace? Evitará ambas. 

La zanahoria no le garantiza la vida pero el zorro sí que le garantiza la muerte. Por tanto es necesario que el recuerdo (o la intensidad emocional asociada a ese recuerdo) del zorro sea más importante que el recuerdo de la zanahoria”

Recordar unas vacaciones o un viaje con amigos, recordar una cita romántica o aquella vez que te fuiste de fiesta con amigos y te divertiste tanto. La mente a menudo tiende a recordar lo bueno incluso aumentando el recuerdo y a quitarle importancia a los recuerdos dolorosos.

Tal vez sea una forma de alivio, si recordáramos a diario los momentos malos que hemos pasado nos influiría en el estado de ánimo.

Memoria praeteritorum bonorum (“El pasado siempre se recuerda como mejor). Esta frase latina define La retrospección Rossy.

El recuerdo es incluso más positivo que la experiencia real.

Es el nombre que define esta tendencia, a menudo recordamos de forma  positiva o muy positiva momentos que fueron agradables o medianamente agradables, incluso con el paso del tiempo exageramos las emociones al recordar estos momentos. 

Este efecto se da más a los acontecimientos agradables o moderadamente agradables, sin embargo no se da cuando los recuerdos son molestos. Es como si la memoria potenciara las experiencias positivas.

Este fenómeno de ‘la visión optimista’ se asocia con un aumento de los pensamientos negativos durante ese momento (el viaje, el camping con los mosquitos etc.), que pueden ser causados por decepciones y una visión menos positiva.

Sin embargo esto es de corta duración. Pasado un tiempo la gente tiende a recordar esos momentos de forma  mucho más positiva que en ‘momento real’ cuando vivió aquella experiencia. 

Es como si el tiempo nos hiciera olvidar los inconvenientes y recordar solo lo bueno.

Mantener una “buena sintonía” con todos esos momentos de nuestra vida durante los cuales nos hemos “sentido felices” de haber podido compartir experiencias que permanecen en la memoria y conservan como los vinos añejos ese “sabor incomparable” que sólo el paso del tiempo puede incrementar.

Lo bueno siempre permanecerá vigente como una fuente inagotable cuya frescura seguirá humedeciendo nuestros labios,  mientras mantenemos vigentes e imborrables los gratos recuerdos de un tiempo de compartir.

Hugo W Arostegui


Ser Constantes


Ya desde nuestros primeros años de vida se nos presentan ciertos desafíos que exigen una cierta dedicación, un empeño mayor al que necesitamos para llevar a cabo las acciones cotidianas, y es a través de estas pruebas que moldeamos esa parte de nuestra personalidad que define cuánto estamos dispuestos a esforzarnos por alcanzar nuestras metas.
constancia no es una virtud muy común; es uno de los pilares del éxito, en todas sus variantes, por lo cual es entendible que solo ciertas personas la practiquen.
La vida moderna nos ofrece un sinfín de comodidades, aunque no todas son tan evidentes.
Nos hemos acostumbrado a creer que nos esforzamos por conseguir todo lo que tenemos, que gozamos de una serie de derechos por sobre los demás seres vivos y que nos corresponde un espacio en este planeta, porque somos la raza dominante. ¿Cuánto hemos hecho realmente para ocupar ese rol? ¿Es nuestro trabajo realmente auténtico?
No sería justo negar la dedicación y la constancia necesarias para mantenernos activos dentro de una sociedad, pero tampoco lo sería pasar por alto que la humanidad no ha avanzado a través de moldes, sino rompiéndolos y buscando nuevos horizontes.
Ser constante lleva implícito el hecho de enfrentarse a una serie variable de dificultades, impidiendo que nos derriben, que nos quiten las ganas de seguir adelante hasta conseguir lo que nos proponemos. Y para ello es necesario que se cumplan ciertas condiciones, siendo el interés genuino por la causa una de las más importantes; trabajar durante días, meses o años en pos de un objetivo que no nos inspira, que no nos conmueve, es una auténtica tortura.
Es decir, casi siempre, cuando nos enfrentamos a elecciones y decisiones, también deberemos enfrentarnos a sus respectivas dificultades y es precisamente en este punto donde entrará en juego el mencionado valor de la constancia, para evitar que esas dificultades prosperen y se conviertan en un impedimento para la concreción de nuestros sueños o metas.

La fuerza de voluntad y el esfuerzo a largo plazo son las dos principales aliadas del valor de la constancia.

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