lunes, 10 de abril de 2017

La Torpeza


¿Por qué soy tan torpe? ¿Existe alguna cura para la torpeza?

Todos tenemos un amigo que no para de tropezarse por la calle, que derrama la taza de café cada dos por tres, o al que siempre se le cae el bolígrafo en clase…

Y es que, aunque nosotros también suframos algún que otro momento de torpeza a lo largo del día, es curioso ver cómo ciertas personas parecen tener esa “habilidad” para ser extremadamente patosas. 

Las meteduras de pata ajenas a menudo suelen provocar ataques de risa. 

Sin embargo, la situación deja de tener su gracia cuando somos nosotros ese amigo con las manos de mantequilla. 

Y algunos días en especial nos sentimos como la carne molida.....solo para tortas sirve.


La autoestima, un elemento clave en la torpeza.

A nadie le gusta describirse a sí mismo como “torpe” (del latín turpis: falto de habilidad o con poca destreza), pero hay veces en las que las acciones hablan por sí solas, y son éstas las que acaban por definirnos. 

Los psicólogos aseguran que la falta de seguridad y autoestima nos lleva a precipitarnos en nuestros movimientos, provocando por ejemplo una caída o un leve titubeo al hablar. 

Inevitablemente, aquello que nos rodea nos somete a una presión a la que nos cuesta hacer frente en mayor o menor medida. 

Cuando además sumamos el conocido sentido del ridículo a la ecuación, el resultado es la poca capacidad de la persona para actuar con naturalidad y superar con éxito cualquier tarea.

Es decir, el miedo a fallar, a ser juzgados por los demás, se convierte en un verdadero impedimento a la hora de llevar a cabo una decisión. 

Pero esta vergüenza tan conocida por todos existe precisamente porque hay alguien que nos está observando, un espectador que por lo tanto nos está “poniendo a prueba”. 

Si nadie hubiera sido testigo cuando se te cayó el plato de sopa al suelo, no te hubieras sentido tan mal. 

En cambio, como esto sucedió en el restaurante que estaba abarrotado de gente, por un instante deseaste que la tierra te tragase.

Es natural sentir esa presión social, ese miedo a equivocarnos, puesto que hemos crecido siguiendo un modelo de conducta que nos incita a ser perfectos, o dicho de otra manera, a hacer las cosas lo mejor posible. 

Por eso lo imperfecto se traduce en fallos, en no estar capacitado para algo o no ser aceptado por alguien. Los seres humanos somos seres sociales por naturaleza, por lo que la aceptación y reconocimiento en la sociedad constituyen una necesidad casi vital. 

Las causas de la torpeza

Debemos distinguir las causas por las que puede producirse una torpeza, ya que no todas presentan el mismo nivel de gravedad. Tras haber padecido una enfermedad del sistema nervioso o sufrido un accidente, la actividad motora de nuestro cuerpo puede verse afectada. 

Por otro lado, ciertas conductas que incluyen movimientos repetitivos, como teclear continuamente en el ordenador, están asociadas a un adormecimiento y dolor de las manos (lo que se conoce como síndrome del túnel carpiano), que pueden dificultar acciones tan simples como sostener un lápiz, abotonarnos una camisa…

Pero alejándonos de los síntomas provocados por una patología, nos preguntamos: ¿por qué ciertas personas son tan torpes? La respuesta es de lo más sencilla; porque nacieron así.

Según un estudio de la Universidad de Delaware en el que se realizaron pruebas para medir la velocidad de reacción y la percepción visual, sonora y táctil de diferentes atletas, se descubrió que aquellos que presentaban problemas de coordinación tenían una mayor tendencia a sufrir lesiones al realizar un actividad física que aquellos atletas con una velocidad de reacción y coordinación más desarrolladas. 

La torpeza podría definirse como un momento de distracción, en el que, consciente o inconscientemente, se interrumpe la conexión entre los músculos y el cerebro. 

Por ello el perfil de persona patosa suele asociarse a la gente distraída, que a menudo se encuentra ensimismada, soñando despiertos; no siendo conscientes del momento presente.

Entonces, si alguien nace torpe, ¿será igual de torpe el resto de su vida?

 No tiene por qué.

Existen ejercicios que entrenan al cerebro disminuyendo el estrés, las distracciones y la ansiedad, ayudando a establecer una mejor conexión entre el cerebro y el resto del cuerpo, para adaptarse mejor a cada situación. 

De igual manera, se puede ejercitar la coordinación visual y manual para progresar en la velocidad de reacción.

En definitiva, ser torpe significa tener dificultad para adaptarnos a una situación determinada. A veces esto lleva a pasar por más de un mal rato, ya que tenemos mayor probabilidad de sufrir un accidente o hacernos daño. 

Pero la mayoría de las veces, las consecuencias no son mucho más graves que hacer un poco el ridículo. 

Además, no todo son desventajas. 

En dosis apropiadas, la torpeza engendra ternura, como cuando vemos a una cría de oso panda incapaz de dar dos pasos sin tropezarse. 

Así que la próxima vez que te caigas al suelo por tener la cabeza en las nubes, no te preocupes; seguro que alguien te encontrará adorablemente torpe. 


domingo, 9 de abril de 2017

Soltando La Imaginación


La mayoría de las veces que se habla de imaginación se piensa en niños. No cabe duda que la imaginación en la etapa infantil es fundamental, pero no es menos importante en la edad adulta. Como elemento clave de la creatividad, la imaginación se convierte en una capacidad fundamental para tener algo que todos necesitamos en algún momento: ideas. 

Las ideas están detrás de todo tipo de creaciones, proyectos, planes y soluciones. Son las buenas ideas las que nos permiten resolver los problemas que se plantean en estas situaciones, las que nos permiten salvar los obstáculos que surgen por el camino. 

Lo bueno de las ideas es que son como las plantas: de una pequeña semilla puede salir una flor, una planta o un árbol. Pero una semilla por sí misma no es nada si no la plantas. Y si quieres que brote tienes que sembrarla en condiciones óptimas. Esas condiciones dependen de cada semilla. Unas son más delicadas y otras nacen incluso en condiciones extremas. En cualquier caso, todas las plantas tienen el mismo principio: la plantación de una semilla.

Pero no todas las semillas brotan. Y de las que brotan no todas se desarrollan con la misma fuerza y vigor ni dan frutos igual de sabrosos. Todo depende de las condiciones a las que estén sometidas y de los cuidados que reciban. Algunas incluso darán lugar a nuevas semillas, algunas de las cuales podrán dar lugar a nuevas plantas en el futuro.

Con las ideas pasa igual. Tienes que sembrar muchas ideas para que algunas prosperen, incluso para que alguna llegue a ser una gran idea. Esas ideas que germinen y crezcan tendrán que ser alimentadas y cuidadas, incluso protegidas cuando venga el mal tiempo.

Así, como para recoger hay que sembrar, la clave está precisamente en dejar fluir las ideas. Pero, ¿cómo? Seguramente hayas experimentado que, cuanto más necesitas una idea y más te pones a ello más difícil es que surja algo interesante. Esto no es nada raro, sino que es lo normal. Tienes a tu cerebro tan ocupado pensando en pensar que no le dejas libre para que fluyan las ideas. Las ideas necesitan tener la pista libre para salir.

Diversas investigaciones han demostrado que las mejores ideas surgen cuando se hacen tareas mecánicas, como cocinar o fregar, o cuando se sale a pasear. Incluso una investigación más reciente asegura que las mejores ideas se tienen durante la ducha. John Kounios, coautor del libro The Eureka Factor,  explica que “el agua caliente de la ducha embota los sentidos externos y dirige la atención hacia pensamientos internos. Y este estado de conciencia promueve el pensamiento creativo”.

La imaginación no es solo una cosa de niños. Sin embargo, ellos mejor que nadie saben sacarle . ¿Por qué? Principalmente porque no le ponen trabas a sus pensamientos, porque se dejan llevar por las ideas que surgen y se dejan inspirar por cosas sencillas. Un niño es capaz de crear un imperio con dos cajas y tres palos (incluso con menos).

Como adultos podemos recuperar la capacidad de imaginar y de generar y desarrollar ideas. Da igual que no todas lleguen a algún sitio. Lo importante es el entrenamiento, porque eso es lo que te permitirá convertir una buena idea potencial en una gran idea. Cuantas más ideas tengas más posibilidades hay de dar con una de estas y más preparado estarás para gestionarla. 



Hugo W Arostegui

Nuestra Mente


Tras el éxito del libro “somos lo que comemos” te presentamos la versión psicológica: “somos lo que pensamos”. Sin duda es un título bastante sugerente y que nos invita a aprender más sobre esa relación entre los pensamientos, lo que nos sucede y la definición que tenemos de nosotros mismos.

En todo esto, nuestra mente, a través del material cognitivo con el que trabaja, tiene un gran poder.
Nuestros pensamientos pueden cambiar la manera en que nos comportamos, las decisiones que tomamos y los sentimientos que experimentamos. Es decir que nos influyen mucho, más de lo que creemos.

La mente: ¿aliada o enemiga?

Todo depende. ¿De qué? ¡de lo que pensemos! Es frecuente decir “estoy cansado, no puedo aguantar más” e inmediatamente después tener ganas de echarnos a dormir tres días seguidos. No olvides que el cuerpo y el cerebro trabajan para complacerte, y especialmente el primero tiende a hacerlo a corto plazo. Sin embargo, también pueden llegar a ser una especie de genio de la lámpara que obedece sin protestar los deseos de su amo.

A diferencia de lo que creemos, no es la mente la que nos dice lo que tenemos que hacer o cómo debemos sentirnos… ¡Sino todo lo contrario! Somos los responsables de cómo nos sentimos. No podemos echar la culpa al entorno, a los políticos, a la economía o a nuestro jefe… todo reside en nuestro interior. Claro que siempre es mucho más fácil buscar el responsable en el otro o en algo ajeno. De esta manera no tenemos la posibilidad de aprender, cambiar y mejorar.

Muy poca gente es  consciente del enorme poder que tiene nuestra mente. Para bien… o para mal.  

Desgraciadamente en la gran mayoría de los casos nuestra mente se ha convertido  en nuestro peor enemigo. Dicen que llegamos a tener más de  60.000 pensamientos al día; y que la mayoría de ellos suelen tener una  gran carga negativa. A modo de ejemplo incluiré algunos pensamientos comunes de nuestra  vida cotidiana que más de uno os resonará: “No sé si podré...”, “No soy capaz...”, “No lo aceptarán...”, “No estoy  preparado...”, “Me dirán que no...”, “No me seleccionaran...”, “No les gustaré...”, “¡Qué tonto  que soy!”, “¡Qué feo que soy!”, “¡Qué gordo que estoy!”, “¡Qué mal me encuentro!”, “Estoy enfermo”, “¡Cómo me duele!”, “Así no vamos a ningún lado!”, “¡No tiro!”, “¡Estoy cansado!”, “¡No voy a pasar la prueba!”, “¡No me van a aprobar!”, “¡Mira lo que me  han hecho!”, “¡No me merezco esto!”, “¡No voy a perdonarlo!”, “Pobre de mí”...

Como Eckhart Tolle dice en su libro de ‘El Poder del Ahora’: “Pensar se ha convertido en una enfermedad...” “La  mente es un instrumento fantástico si se usa correctamente. Pero usado  incorrectamente puede convertirse en algo tremendamente  destructivo…”. “No es que utilicemos nuestra mente incorrectamente, es que no la  utilizamos nada. Es ella que nos utiliza. Esta es la enfermedad…”. “Tú  crees que tú eres tu mente. Este es el  engaño. El instrumento ha tomado control sobre ti. La mente te está usando…”.  “Estás inconscientemente ligado a ella, de forma que ni siquiera sabes que te  has convertido en su esclavo. Es casi como si estuvieras poseído sin haberte  enterado…”  



Hugo W Arostegui

La Miseria Humana


Los principios universales, de los que tanto hablamos, también, sirven para explicar la conducta humana en sus distintas facetas las cuales, a su vez, son consecuencia de ellos mismos. 

Deleuze nos dice que, en las explicaciones que hace el hombre, no todo es proyección, también, hay análisis, crítica y descripción. Éstas son expresiones de sus diversos aspectos por lo que, entonces, las facetas del hombre serán: La esencia (proyección), la materia (descripción) y la razón (análisis), a las que se añade la crítica como forma interesada de la razón.
Dejando a un lado las interpretaciones sobre el bien y el mal, nos limitaremos a decir que “mal”, en general, es toda intervención que causa perjuicio a la voluntad ajena, voluntad que, como hemos visto, posee diversos aspectos. En cada uno de ellos, el daño a la voluntad posee nombres adecuados, siendo el de “mal” un nombre genérico con el que entendernos y bajo cuyo epígrafe incluimos a todos los de su categoría aunque, propiamente corresponda al daño material. Lo mismo ocurre con el término maldad, que será, a la vez, un concepto determinado y un nombre común de varios conceptos.

El mal se entiende desde el punto de vista del perjudicado, no desde el punto de vista del agresor que solo actúa para obtener algo que desea. Por ello, la justicia y cualquier tipo de conocimiento deben evitar adoptar puntos de vista particulares y deben perseguir valores universales cuyo sentido no dependa de la posición del observador. Y téngase en cuenta que, si el concepto de mal resulta perspectivista, pues se entiende la existencia del mal desde el punto de vista del perjudicado, el de bien, también, pues no se contempla el menoscabo de la voluntad que sufre quien hace lo que a otro beneficia, y la interpretación del bien, un valor aceptado por mayoría y no por verdad, resulta más difícil de discutir que el del mal. La justicia, por ejemplo, puede quedar confundida si decide perseguir, por simpatía, el bien.
Cuando el agresor realiza actos sin el fin de lograr un beneficio material y el objetivo es utilizar el poder para deleitarse con el sufrimiento que origina a su víctima, con lo que comprueba su valor personal, dado que, si produce efectos, es que su poder posee un valor, no nos hallamos ante el mal sino ante la maldad.
Si alguien roba a su víctima porque es su medio de vida o para mejorar su economía, estamos ante una agresión material que es consecuencia de una necesidad o, bien, de una utilidad de tipo material. Si alguien roba por hambre o comete una violación, estamos ante una necesidad o conveniencia orgánica, y nos encontramos ante una satisfacción emocional. No justificamos ninguno de estos delitos, la cuestión que se plantea es la utilidad que el sujeto obtiene al cometer el delito. Si alguien miente en un juicio obtiene una sentencia a su favor. Si se critica al partido contrario, se logran más adeptos a la causa propia. Estos son ejemplos, más o menos acertados, de las ventajas que se pueden lograr al enfrentarse a la voluntad ajena, expuestos para entender la diferencia entre el mal y la maldad ya que la maldad ha de satisfacer una necesidad o no se produciría pero afirmamos que esa necesidad es de un tipo completamente distinto a las necesidades reales.
Los principios universales, de los que tanto hablamos, también, sirven para explicar la conducta humana en sus distintas facetas las cuales, a su vez, son consecuencia de ellos mismos.
Guilles Deleuze nos dice que, en las explicaciones que hace el hombre, no todo es proyección, también, hay análisis, crítica y descripción.
Éstas son expresiones de sus diversos aspectos por lo que, entonces, las facetas del hombre serán: La esencia, la materia y la razón, a las que se añade la crítica como forma interesada de la razón.

De modo que cuando una persona actúa con malicia y artimañas para lograr un objetivo o dañar reputaciones, lo está haciendo de manera miserable.

La misería mental es completamente diferente a la económica, ya que no interviene el elemento necesidad sino intención.

También se aplica a la carencia absoluta de otras cosas, distintas a los medios económicos, como cuando se dice eso es parte de la miseria humana, alegando falta de valores como la falta de afectos, de generosidad, o de caridad de alguien.

Miseria es un vocablo de origen latino que significa desgracia o infortunio
La miseria material es indigna a la condición humana, y es función del Estado tratar de que sus habitantes vivan en condiciones que los alejen de ella, procurándoles educación y trabajo, dos herramientas fundamentales para combatir este flagelo, que tiende a repetirse en forma generacional.

En definitiva, cuanto más evolucionado sea el principio que origina el acto, dando lugar, a la falsedad o la simulación y el desprestigio. Pero quien lo realiza empleando la razón y no la emoción, mayor gravedad posee conceptualmente el hecho.

Lo mismo ocurre cuanto más evolucionado sea el principio que origina el tipo de acto, lo que da lugar a que los actos sean de tipo emocional, inmediato y planificado.

De modo que un buen consejo es no sólo mantenerse alejado de las personas ruidosas y agresivas sino también de la de comportamiento miserable.


Hugo W Arostegui

sábado, 8 de abril de 2017

Aspiraciones



Una persona tiene aspiraciones en su vida, es decir, tiene objetivos que cumplir, metas que se marca de acuerdo a sus inquietudes personales y su modo de ser. Las aspiraciones son totalmente subjetivas, cada ser humano es único e irrepetible. De ahí que personas de la misma edad puedan diferenciarse porque cada uno se encuentra en una etapa vital diferente.

Las aspiraciones conectan con el deseo de realización personal de aquel que quiere aportar un valor añadido a su vida a través del sentido concreto que aporta el cumplimiento de una misión. Una aspiración es una motivación importante. En este este sentido, a modo de coaching, una persona puede tener aspiraciones distintas en el ámbito profesional y en el ámbito personal. Las aspiraciones personales conectan también con las cualidades personales de cada uno.

La vida, como un proceso de evolución constante, también tiene matices distintos en función de cada etapa. Una persona también varía en sus aspiraciones en función del momento de la vida en el que se encuentre. Una persona adolescente tiene unas aspiraciones distintas a la de una persona de sesenta años, simplemente, porque su grado de experiencia, el conocimiento que tiene de sí misma y la fase de la vida en la que está también es diferente.

Una aspiración puede ser tan importante que en el caso de no realizarse, una persona puede experimentar una enorme frustración en su interior al sentir que tiene una asignatura pendiente de llevar a cabo. Por suerte, la vida es un aprendizaje constante, siempre existen momentos de luchar por los verdaderos sueños del corazón. Lo importante es que tú te des la oportunidad a ti mismo de ser feliz.

En la medida en que una persona realiza sus aspiraciones también crece como persona, es más madura y tiene más experiencia. Pero además, también aumenta su autoestima personal y el concepto que tiene de sí misma. Para llevar a cabo las aspiraciones personales es fundamental ser constante, definir de forma asertiva los objetivos, buscar un plan de acción para alcanzar una meta y tener confianza en uno mismo.

Pero lo más importante es que después de un fracaso, una persona no se dé por vencida y sea constante porque la verdadera clave del éxito existencial es la perseverancia.

Practica tus aficiones, cultiva tus inquietudes personales para el correcto cumplimiento de tus aspiraciones. De este modo, tu nivel de felicidad aumenta.


viernes, 7 de abril de 2017

La Insolencia

Lo Que No Suele Faltar
La Insolencia

La palabra insolencia es un término de uso habitual en nuestro idioma y que empleamos cuando queremos dar cuenta del atrevimiento, la falta de respeto o el descaro que ostenta una persona per se, es decir, las mencionadas características forman parte regular de su personalidad o bien una persona se comporta de este modo ante determinada situación que le provoca justamente este tipo de reacciones.

Si bien es frecuente que este tipo de comportamientos se presenten entre individuos jóvenes y en niños, también es posible, aunque con menos frecuencia, apreciarlo entre adultos.

Una explicación para tal situación podría ser que los jóvenes y los niños suelen actuar en muchas ocasiones con desparpajo y algo de inconsciencia, condiciones propias de la edad que transitan.

Pero ojo, es importante guiar y aconsejar al niño o adolescente que se comporta de este modo porque con el correr del tiempo tal comportamiento puede resultar una importante molestia a nivel social.

También, usamos la palabra insolencia para expresar a aquel dicho o acción que resulta para alguien sumamente insultante y ofensiva.

Son varios los sinónimos que suelen emplearse en relación a este concepto, en tanto, destacaremos dos de los más usados como ser: irreverencia y osadía.

Una irreverencia implica básicamente la ausencia de respeto para con alguien o con algo a partir de alguna acción que molesta ampliamente o de un dicho que ciertamente incomoda.

Y por su lado, la osadía supone el atrevimiento, la imprudencia y la audacia que presenta alguien en su actuar.

La osadía es una característica más bien recurrente y presente en aquellas personas que tienen una tendencia a la extroversión y entonces, como tales, no presentan demasiado apego a los cánones sociales establecidos y se manifiestan habitualmente con mucho arrojo y sin pensar demasiado en las consecuencias que pueden tener sus actos.


Mientras tanto, el concepto que se opone de plano al que nos ocupa es el de cortesía que consiste en lo contrario a lo que propone la insolencia y que es una demostración o actuación que se destaca por presentar atención, afecto y mucho respeto por el otro.





Incredulidad


La palabra incrédulo es un término que podremos emplear en nuestro idioma cuando sea necesario expresar que tal o cual persona no creen sencilla y fácilmente aquello que le dicen y muestran.

Generalmente, la persona calificada como incrédulo presenta esta característica de manera permanente en su manera de actuar, pensar, es decir, es una actitud en la vida la de mostrar una reticencia a la creencia de las cosas y no tanto una cuestión del momento relacionada a un tema en cuestión, costándole, por tanto, creer en todo y en todos.

Asimismo, cabe destacarse, que aquella persona que se ha visto sometida a experiencias negativas en materia de confianza, suele presentar más incredulidad que otros a la hora de creer en algo o alguien.

Y también se puede emplear la palabra como sinónimo de otros términos entre los que destacan el de ateo y agnóstico. El de ateo es un concepto que reviste especial presencia e importancia dentro del ámbito de la religión dado que de ese modo se denomina a aquel individuo que niega la existencia de dios.

Y por su parte llamamos agnóstico a aquel individuo que defiende y es seguidor del agnosticismo, que consiste en la adopción de una postura de considerar inaccesible para los seres humanos todo lo que presente características divinas, o en su defecto que esté vinculado con cuestiones que aún no han sido experimentadas.
Entonces, a todas aquellas corrientes filosóficas que sostienen el mencionado pensamiento es posible endilgarles una actitud agnóstica.

En tanto, el término que directamente se opone al que nos ocupa es el de creyente, que refiere precisamente lo opuesto, a aquel individuo que cree en algo o a aquel que profesa y se encuentra comprometido con una religión.

El creyente se caracteriza por acompañar con actos, comentarios y el pensamiento todo cuanto propone la religión de la que forma parte integrante. Por esto es que jamás escucharemos al creyente opinando de modo contrario sobre alguna propuesta o dogma, ya que su compromiso es tal y va más allá de cualquier tipo de cuestionamiento mental, porque cree con el corazón y con eso le basta.

La tesis de Kanazawa es que lo que llamamos inteligencia es una habilidad que se desarrolló recientemente en un Homo Sapiens al que no le bastaron ya las habilidades cognitivas adaptadas a un mundo estable en el que genes y entorno ecológico iban a la par. 

Según su atrevida (pero documentada) teoría, las personas inteligentes suelen ser las que adoptan los modos de pensar más alejados de su naturaleza ancestral. Así aparecen criaturas extravagantes como los “progres” (liberales), los ateos o los monógamos, que van tan sobrados en la vida que se permiten “razonar la razón” Lo cual no quiere decir que sean quienes más éxito o felicidad obtienen de ella. Ahí tienen ventaja los “listos”, que no están tan dotados pero que no suelen ser tan desastrosos en cuestiones de “sentido común”, dispositivo que viene de serie pero que es obviado demasiado a menudo por los más inteligentes.

La poesía incrédula:


No puedo ver 
Descifrar 
Lo que tratas de esconder 
De la verdad 
La que no pueda creer 

¿Por qué eres así? 
¿Por qué no te abres más? 
¿Por qué parece tan difícil dejarme entrar? 
Atrévete a confiar 
Tú puedes mejorar 
No digas nada que yo deba interpretar 

Si puedes expresar toda la verdad 
Ya no importa que me digas nada más 
Si aprendes a entender 
Lo que no puedes ver 
Es más fácil y sencillo de creer 

No crees en nada 
Que no puedas comprobar 
Me haces incrédulo 
Ya no ignores la verdad

Hugo W Arostegui



Criterios De Gratuidad

Gratuidad por la vida que tenemos cada día. Gratuidad porque la familia no se paga, no pagamos por tener unos padres o unos hermanos: son gratis. 

Gratuidad porque los amigos tampoco nos suponen desembolso económico. Gratuidad porque hay muchas personas que dan su tiempo, sin compensación económica, para hacer felices a los demás.

Gratuidad porque no todo se alcanza con dinero. 

Gratuidad porque una sonrisa no cuesta dinero. Gratuidad porque el tiempo que dedicamos a los amigos es gratis…hay tantas cosas que hacemos y recibimos gratis, que a veces no las valoramos.
Dicen que lo que es gratis no se valora, y es cierto, si hay coste económico uno lo da más importancia, sin saber que lo más importante de la vida es gratis.

En unos tiempos en los que el capitalismo nos inunda, en los que todo tiene que tener una rentabilidad. En los que parece que no hacemos más si no nos lo pagan, en los que somos números que se traducen en cifras. Hay tantos ámbitos de la vida en las que una persona es un coste económico, como la sanidad, la educación, la justicia, el trabajo…tantas y tantas cosas que suponen cálculos en términos económicos. 

Pero hay otros en los que es imposible calcular con dinero, como los sentimientos y las emociones. Eso es imposible, ¿cuánto cuesta estar alegre? ¿cuánto me cuesta ser generoso? ¿cuánto me cuesta ser agradable? ¿O estar triste? ¿decepcionado? O el amor, que es gratis…La ternura…
O los paisajes, el cielo es gratis, el aire es gratis, la naturaleza, el mar…

Y en nuestro día a día ¿O cuando estamos en familia calculamos cuánto nos cuesta ayudar en casa? ¿O preparar la comida para la familia? ¿O pasar la tarde con tus padres? O con los amigos, ¿alguien calcula cuánto dinero pierde o gana tomando un café con los amigos? ¿o acompañándole en un acontecimiento de su vida? ¿O disfrutando de un rato?

O cuando disfrutamos de un viaje, calculamos el coste del mismo por el alojamiento, el traslado, etc…, pero seguro que no valoramos en términos económicos, el paisaje que hemos disfrutado, el monumento que hemos podido ver, las risas que hemos compartido, las anécdotas que hemos vivido…O simplemente el paseo matutino o diario, o esa acción solidaria que hacemos a menudo, o esa ayuda que prestamos al que nos necesita, o esa conversación que tanto nos ha aportado, o esa lectura que nos ha hecho pensar y aprender…

O esas personas que llegan a nuestra vida y nos hacen felices; o ese piropo que tanta falta nos hace; o ese consejo que recibimos o damos; o esas sorpresas que llegan de repente; o esos encuentros que no teníamos previsto; o esa llamada o mensaje de quién hace tiempo que no tenemos noticias; ese regalo que recibimos…. tantas y tantas cosas que no cuestan…

También las cosas negativas son gratis…


Deberíamos pensar más en lo que recibimos gratis para poder dar más gratis, porque se multiplica…Y también ser agradecidos con lo que tenemos y recibimos, y la gratitud comienza con una sola palabra: Gracias

Inquietud



Puede entenderse a la inquietud como un estado de nerviosismo que se produce ante una determinada situación.

La persona que está inquieta no tiene paz interior ni puede relajarse, ya que hay algo que le genera preocupación. De esta manera, cuando a un trabajador le informan que tiene que ir a hablar con su jefe, puede sentir inquietud por la situación ya que su superior tal vez le informe que será sancionado o despedido. Hasta no hablar con su jefe, pues, el empleado se sentirá inquieto.

La inquietud también puede analizarse como un síntoma de la ansiedad.

Al estar inquieta, la persona no puede concentrarse en lo que está haciendo debido a que su atención y sus pensamientos están focalizados en otra cuestión. Esto hace que la inquietud pueda causar problemas cotidianos.

Además, desde el punto de vista de la salud anímica, la inquietud también es una de las principales causas de estrés y ansiedad ya que la preocupación remite al futuro, a un hecho que se observa como una amenaza pero que todavía no se ha dado.

Desde este punto de vista, la inquietud es un claro ejemplo de cómo una idea irracional del futuro puede robar calidad de vida en el presente por imaginar posibles situaciones que desde el punto de vista del ahora no son más que una hipótesis, es decir, una posibilidad que puede darse o no darse.
Desde el punto de vista de la inteligencia emocional es importante poner en práctica algunos consejos de ayuda para reducir estas preocupaciones.

1. En primer lugar, es decisivo establecer metas a corto plazo que ayuden a poner la atención en lo inmediato.

2. Para vaciar la mente de las preocupaciones también es muy gratificante escribir en un diario esas ideas negativas o pesimistas para poner orden en el mundo interior.

3. Por supuesto, también es muy saludable charlar con un amigo de una forma distendida sobre estos miedos y dudas.

4. Caminar todos los días es una práctica de bienestar necesaria para poner cuerpo y mente en forma. Caminar eleva los niveles de optimismo y permite potenciar el nivel de concentración en el presente.

5. Es fundamental evitar la postergación en la toma de decisiones ante un conflicto.

6. Aprende a diferenciar entre aquello que depende de ti y aquello que no está en tus manos resolver. Existen personas que sufren por una realidad que no pueden modificar.

7. Evita cargar con el peso del pasado. Es muy importante caminar al ritmo de la realidad: en presente.




jueves, 6 de abril de 2017

Nuestros Instantes


“Solo se vive una vez, pero si lo haces bien, una vez es suficiente”
-Mae West-

Somos instantes, momentos pasajeros y una sucesión de recuerdos. Somos viajeros en el tiempo, en una fracción del mundo en la que instalamos nuestra vida como si fuera durar para siempre. Pero lo cierto es que somos fugaces, somos como huellas en la arena que las olas borran al momento. Sin embargo, a pesar de ello, creemos que somos cemento.

Nos empeñamos en vivir instalados en el cuento de aquello que nos hiere y en el lamento de no tener lo que nos falta y nos olvidamos de vivir lo que tenemos. Dejamos que el tiempo se escape sin pensar que nada es eterno, ni lo que amas ni lo que te hiere, porque en realidad somos una sucesión de momentos, somos instantes pasajeros.

Lo queremos todo al momento, no tenemos lugar para el respiro, todo es rápido, todo pasa y nada se disfruta. En el mundo de la comida rápida, las citas exprés y los horarios repletos de citas de trabajo, hemos perdido la perspectiva del valor del tiempo, preocupándonos más por el sufrimiento que por el placer de las cosas simples de la vida.

Somos instantes que vivimos como si fuéramos eternos. Somos instantes que no disfrutamos de lo que tenemos a nuestro alrededor en todo momento.

Nos comportamos como si ya hubiera tiempo para disfrutar de lo bueno cuando, en realidad, nos lo estamos perdiendo.

Y en cambio, cuando algo nos hiere, somos “masocas” instalados en el sufrimiento. 

Nos sumergimos en el dolor y nos abrazamos a la queja como si no hubiera nada más en el mundo que nuestros problemas. Nos cegamos ante ese dolor y dejamos de ver que más hay ahí fuera.

Hurgamos en nuestras heridas despacio y sin buscar soluciones. Nuestras conversaciones se vuelven monótonas día a día porque paramos nuestros relojes en aquello que nos lastima. Somos instantes menos cuando sufrimos, entonces somos eternos y dañinos.



Frases Para Tener En Cuenta


Todos somos ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas. Albert Einstein

Se necesitan dos años para aprender a hablar y sesenta para aprender a callar. 

El joven conoce las reglas pero el viejo las excepciones. 

Está todo dicho, pero no hay nada hecho. 

El éxito es la realización progresiva de un sueño. 

Lucha ahora o muere mañana. 

Cuando el filósofo señala la Luna, el tonto se fija en el dedo. 

El cine ayuda a soñar. La televisión a dormir. 

Cuanto más grande es el caos, más cerca está la solución. 

Si quieres ser el más tonto, aparenta ser el más tonto. 

¿Qué es un pesimista?. Un optimista con experiencia. 


Inflexibilidad

Inflexibilidad
Una personalidad inflexible es aquella que es resistente al cambio, incluso si ese cambio es beneficioso. La falta de flexibilidad es una característica de varios trastornos de la personalidad, como el trastorno obsesivo-compulsivo y el trastorno de personalidad narcisista. A   se encuentra en el centro de un sentido de sí mismo y puede ser difícil de remediar. Sin embargo, estudios recientes han demostrado que los rasgos inflexibles pueden cambiar y cambian con el tiempo.
Ser inflexible no tiene nada que ver con lo agradable que es alguien en la   cotidiana. En vez de eso, la inflexibilidad se refiere a la imposibilidad de cambiar los rasgos de personalidad o estilos de afrontamiento para adaptarse a situaciones cambiantes, lo que hace difícil, si no imposible, desenvolverse socialmente.
Los rasgos de carácter inflexibles son rasgos resistentes al cambio. Este cambio puede ocurrir a través de auto-examen o la   de problemas a través de otros métodos, pero los rasgos inflexibles están a salvo de estos agentes de cambio. Parte de este escudo es creado por la incapacidad de una persona inflexible o falta de voluntad para examinar estos rasgos.
Esto evita cualquier descubrimiento del error rasgo o limitación. En términos psicológicos,   de los aspectos clave de la inflexibilidad es su centralidad, que se encuentra en el corazón de una persona inflexible en el sentido de sí misma y todos los demás procesos y rasgos están subordinados a esto.
Albert Einstein dijo que “la mente que se abre a una nueva idea, jamás volverá a tu tamaño original”. Sin embargo, abrir la mente es un ejercicio complicado, mucho más de lo que estamos dispuestos a admitir. 
De hecho, la rigidez mental se comienza a construir desde que nacemos. Cada aprendizaje nos abre nuevas puertas pero también nos cierra otras. A medida que crecemos y nos vamos formando nuestra propia imagen del mundo, nos llenamos de estereotipos, creencias y prejuicios que son muy difíciles de eliminar. Sin embargo, la rigidez mental no se refiere únicamente a las ideas, sino y sobre todo, al modo de pensar.
La rigidez mental nos hace prisioneros, merma nuestra capacidad de adaptación, creatividad, espontaneidad y positividad. Nos ata a viejos modelos que nos impiden crecer en el plano intelectual y emocional


El Buen Proceder


“buen proceder consiste en ser sinceros, claros, honestos en todo, unir nuestra alma con la voluntad Universal, esto es, conducirnos rectamente, hacer a los otros aquello que deseamos que nos hagan”
Confucio

El hombre que moldeó el pensamiento y las costumbres de la China medieval, sin pretender ser santo ni  profeta y mucho menos poseer la clave de los secretos del Universo. Me refiero a Confucio. Ese, que en medio de la China feudal y corrupta, propuso una nueva ética personal basada en la idea de justicia y le confirió al termino nobleza un sentido de perfección moral.

Pero el ser humano siempre ha sido el mismo. La historia no es más que la repetición cada cierto tiempo de los mismos hechos. Y tanto es así, que lo sucedido a Confucio, el cual luchó y luchó con los jefes de la época, para que le confiasen cargos importantes en la administración pública y le diesen ocasión de llevar a cabo las reformas que requerían y después de haber obtenido ser gobernador y convertir la ciudad en algo modélica, de la noche a la mañana, fue despedido.

Y la razón fue simple. Había cambiado el desorden por el orden, combatió las supersticiones y la subordinación del pensamiento al deseo, organizó una sociedad bien avenida en la que la relación entre el soberano y súbdito fuese la misma que entre padre e hijo, sin creer en la aristocracia de sangre y todo esto, al igual que ahora, era y es inaceptable, porque eso significa proceder con más franqueza de lo que conviene a un político.

Todo esto es así de simple, antes, ahora y después, porque para la clase política, y más para los enganchados a la política, este proceder es como obligarlo a tomar cicuta.

Esto que bien podríamos titular como “introducción a un buen proceder” en el cual mencionamos nada menos que a Confucio «Maestro Kong»  551- 479 AC,  podría interpretarse en un primer análisis del tema, un tanto apresurado por cierto, como si admitiésemos que el procedimiento correcto no fuese muy aconsejable para aplicarlo como “una norma de vida” pues aparentemente quién optase por esta forma de hacer las cosas correría el serio riesgo de “remar contra la corriente” en cada una de las acciones que en este aspecto realice.

Pues bien, lo que intentamos transmitir es precisamente lo contrario, lo que estamos diciendo es que nada podrá sustituir a la integridad que nos recubre cuando alcanzamos “el punto de equilibrio” entre todo aquello que pensamos que se debería realizar y lo que efectivamente llevamos a la práctica en nuestras acciones diarias, cuando todo aquello que nos define como individuos nos ubica dentro de la ecuación que sentencia: “entre el dicho y el hecho hay un trecho”.

Sin duda todo aquel que opta por hacer el bien sin mirar ni tener en cuenta cual sea el destinatario de su proceder, se constituye en ese tramo imprescindible que hace posible pasar de la mera intención a la concreción de todo cuánto aspiramos realizar.


Hugo W Arostegui 

miércoles, 5 de abril de 2017

La Modestia


Como modestia se denomina la cualidad que modera nuestros actos y pensamientos, impidiéndonos creernos más de lo que somos. La palabra, como tal, proviene del latín modestĭa.

Quien tiene modestia, no presumirá de sus virtudes o sus logros ante los demás, sino que se contendrá dentro de los límites de su estado o condición, y se comportará de acuerdo a ciertas conveniencias sociales y personales.

La modestia regula sentimientos como la presunción, la vanidad o la altanería, que son sus antónimos. En este sentido, se asemeja, más bien, a la humildad.

El modesto no tiene o no manifiesta una alta opinión de sí mismo, sino que le resta importancia a sus virtudes y sus logros, y tiene, a la vez, la capacidad para reconocer sus defectos y errores. De allí que el principio fundamental de la modestia sea evitar atraer la atención hacia uno mismo, y evitar los comportamientos excesivamente egoístas o individualistas.

Por otro lado, la práctica de la modestia varía entre culturas, épocas y grupos de personas. De modo que hay países donde la modestia es un valor importantísimo, y otros donde es considerada como demostración de debilidad, pues se le da mucho valor al yo, la autoestima y a la autoafirmación.
Finalmente, modestia también puede significar pobreza o escasez de medios o recursos.

La palabra modestia significa falta de engreimiento y actitud de no dar importancia a las cualidades o méritos personales, ni presumir de ellos. Según una obra de consulta, modestia también quiere decir “mantenerse dentro de los límites”. La persona modesta se mantiene dentro de los límites del buen comportamiento. También reconoce que hay límites en lo que respecta a lo que puede hacer y lo que no. Sabe que hay cosas que no le competen. No cabe duda de que la modestia es atractiva. 

“No hay nada más agradable que la verdadera modestia”, escribió el poeta inglés Joseph Addison.

La persona modesta no demanda atención extra para sí misma. No le interesan los halagos y le gusta permanecer en un segundo plano. Refleja paz en su interior y no necesita exponer todo sobre su persona. Disfruta los éxitos de los demás y promueve la participación y el liderazgo de los demás. No hace ningún esfuerzo por figurar, dirigir o recibir aplausos. Todo lo hace porque está convencido que es lo que más conviene a los demás y por lo tanto nunca piensa en su persona o en retribución personal.


Actuar con modestia en la mejor forma de ser atractivos a los demás. El prójimo se siente apoyado, te brinda confianza, comparte en camaradería con una persona modesta, más se siente presionado y molesto con las personas egoístas, prepotentes y pedantes. 

Los modestos no hacen bultos. No le gusta tomarse el escenario para ellos. Ceden el  paso a los demás. Favorecen que otros se destaquen. No buscan triunfos pomposos. Prefieren el anonimato, el segundo plano, para que otros sobresalgan y triunfen, se sientan bien, pues ellos tienen todo lo que desean, no necesitan nada de otros.

Autodeterminación


La autodeterminación individual significa apoyar el que cada persona sea el gestor esencial de su propio destino, con capacidad de decisión sobre aspectos cruciales de la vida, con la posibilidad y oportunidad para el establecimiento de metas y planes que sean sentidos importantes por la persona.

“Del modo más simple: autodeterminación significa que la persona controla su vida y su destino. Algo tan simple y tan complejo como eso”. Así se expresa Michael Wehmeyer, uno de los autores que más relevancia tiene en este ámbito de la discapacidad.

Evidentemente ninguno de nosotros controla al cien por cien nuestras vidas y nuestros destinos, estamos también determinados por los otros, por las normas y reglas de nuestro contexto sociocultural; pero sentimos que ejercemos control, que tenemos cierto poder sobre aspectos que nos afectan directamente, y ejercemos presión, luchamos y somos asertivos, para disfrutar nuestro derecho a la libertad sin menoscabo de nuestra obligación con la dependencia social y cultural necesaria.

Las personas con discapacidad intelectual en nuestra cultura han tenido mermadas sensiblemente, en comparación con el resto de sus conciudadanos, sus facultades de decisión, de control, bajo consideraciones tales como que no saben, no pueden, o si lo hacen lo harán mal y de manera dañina para ellas… Y la autodeterminación viene a intentar poner en su lugar el juego de poder que a cada cual corresponde por el mero hecho de ser persona.

Los seres humanos pueden ser proactivos y comprometidos o, alternativamente, pasivos y alienados, 
en gran medida como una función de las condiciones sociales en las cuales ellos se desarrollan y funcionan. 

Acordemente, la investigación guiada por la teoría de la autodeterminación se ha focalizado sobre las condiciones del contexto social que facilitan versus las que previenen los procesos naturales de la auto-motivación y el desarrollo psicológico saludable. 

Específicamente, se han examinado factores que amplían versus que reducen la motivación intrínseca, la autorregulación, y el bienestar. Los hallazgos han llevado a postular tres necesidades psicológicas innatas – competencia, autonomía, y relacionarse – las cuales cuando son satisfechas producen la ampliación de la auto-motivación y la salud mental y cuando son frustradas llevan a la reducción de la motivación y el bienestar. 

También se considera el significado de estas necesidades psicológicas y los procesos dentro de dominios como el cuidado de la salud, la educación, el trabajo, el deporte, la religión, y la psicoterapia.

Las representaciones plenas de la humanidad muestran a las personas como curiosas, vitales, y auto-motivadas. En el mejor caso ellas son agentes, inspiradas, impulsadas a aprender; que se extienden a sí mismas; dominan nuevas habilidades; y aplican sus talentos responsablemente. 

La mayoría de las personas muestran considerable esfuerzo, agencia, y compromiso en sus vidas, lo que en efecto parece más normativo que excepcional, sugiriendo algunos rasgos muy positivos y persistentes de la naturaleza humana. Pero también está claro que el espíritu humano puede ser reducido y aplastado y que los individuos a veces rechazan el crecimiento y la responsabilidad. Con independencia del estrato social o cultural de origen, hay abundantes ejemplos de niños y de adultos que son apáticos, alienados, e irresponsables. 

Tal funcionamiento humano no-optimo puede observarse no sólo en nuestras clínicas psicológicas sino también entre los millones que, por horas o por días se sientan pasivamente ante sus televisores, miran fija e inexpresivamente las paredes de sus aulas, o esperan indiferentemente por el fin de semana cuando marchan hacia sus trabajos. La persistencia, la proactividad y las tendencias positivas de la naturaleza humana claramente no están invariablemente presentes.


Hugo W Arostegui

El Refugio De La Ignorancia


¿Hasta qué punto merece la pena ser inteligente en un mundo mediocre y cruel?

A mayor inteligencia, mayor consciencia de la calamidad de especie que somos, capaces de lo mejor pero casi siempre partícipes de lo peor. Si a una mayor inteligencia le acompaña una mayor sensibilidad, tenemos ante nosotros a un depresivo en potencia con tendencia variable al suicidio en función de su nivel de frustración (o de su capacidad de abstracción a través de narcóticos y otras drogas que lo hagan más imbécil al reducir su capacidad intelectual y sensorial).

Federico García Lorca decía que “el optimismo es propio de las almas que tienen una sola dimensión; de las que no ven el torrente de lágrimas que nos rodea, producido por cosas que tienen remedio”. De ahí se deduce que aquellos que dicen que ven el vaso medio lleno no son otra cosa que unos papanatas que quieren caer bien a quienes les rodean, porque es políticamente correcto –socialmente obligatorio- no hacer pública nuestra firme convicción (quienes la tengamos) de que casi todo lo que nos rodea está en permanente proceso de putrefacción. 

Afirmar todo esto es afirmar, pues, que todo el mundo miente, a no ser que se considere lo suficientemente valiente como para enfrentarse al duro ostracismo de la marginación social. 

Mark Twain también le dio un par de vueltas a este tema, y afirmó: “nadie podría vivir con alguien que dijera la verdad de forma habitual; por suerte, ninguno de nosotros ha tenido nunca que hacerlo”

Y quien lo hace está mal visto, con cara de pocos amigos, como si estuviera siempre de mal humor.

Pero volvamos al tema inicial. ¿Hasta qué punto merece la pena ser inteligente en un mundo mediocre y cruel? Muchas veces he escuchado que a mayor inteligencia, más difícil es ser feliz (lo que quiera que signifique esto y dando por supuesto que la felicidad es algo que existe).

Personalmente, tiendo a unir la idea de inteligencia y de libertad (en un sentido absoluto, libertad de ataduras materiales y morales), y ciertamente estoy de acuerdo con que, cuanto más libre –y por ende, inteligente- es una persona, que más difícil le es no rendirse a la desesperación de saber que no nacemos con un destino escrito en la sangre y que cuánto podamos lograr en esta vida sólo podrá alcanzarse través del esfuerzo y la voluntad que le impregnemos cada uno.

La incertidumbre es algo que, si bien ha atormentado siempre al ser humano, afecta más a personas con alta capacidad intelectual. Ello hace difícil avanzar en un camino empedrado hacia no se sabe dónde, sobre el cual cada uno lucha por crearse su propia “misión” vital, es decir, darse un sentido a su propia existencia.

La mente humana no está preparada para aceptar la incertidumbre que existe, consecuencia de su incapacidad para comprenderlo todo. Necesita un guión, un mapa que la oriente, y cuando no puede dárselo a sí misma, ruega, suplica que alguien se lo dé escrito de antemano. 

Nuestra mente no puede aceptar que somos iguales que el de al lado, que tenemos las mismas necesidades, que nos comportamos básicamente igual, que nacemos y morimos de manera igualmente traumática. 

La gente a nuestro alrededor está perdida; hay quienes consiguen aplacar el nervio de su desconsuelo en base a algo que le proporciona calma o le ordena la conciencia: dinero, amor, trabajo… Pero en algún momento de su vida, todo el mundo se siente desnudo, tembloroso por el frío de una existencia desamparada en la que nos negamos a admitir que nada tiene sentido más allá de aquél que nosotros mismos le damos en función de nuestras creencias o nuestras necesidades.

La irresponsabilidad ante la presente mediocridad es un fallo angular en el pensamiento de la sociedad actual. Pero también es cierto que resulta difícil sentirse responsable, es decir, sentirse concernido y dispuesto a luchar contra la mediocridad, cuando se carece de referentes.

Yo quiero luchar, y estoy seguro de que existe una gran masa crítica dispuesta a ello, aunque muchas veces resulta cansador porque en la confusión de los tiempos le cuesta creer firmemente en algo y a veces parece no creer en nada. 

Pero también considero que siempre es un primer paso el hecho de tener claro qué es lo que no queremos, y tener la voluntad de luchar contra ello. Porque como dice Eric Fromm, el acto de desobediencia como acto de libertad, es el comienzo de la razón. Ahí está la clave.


Lo Que Todos Tenemos


Declaración Universal de los Derechos Humanos.

“Todos los seres humanos nacemos libres y con los mismos derechos y dignidad. Puesto que tenemos razón y conciencia, debemos tratarnos siempre con respeto.”

Los derechos que proclama esta Declaración son para todo el mundo. Aunque hablemos otro idioma, aunque tengamos distinto color de piel, aunque pensemos de otra manera, aunque tengamos otra religión, tanto si somos pobres como si somos ricos como si somos de otro país.

Todos tenemos derecho a vivir. A vivir libremente y con seguridad.

Nadie nos puede esclavizar. La esclavitud, sea de la forma que sea, está prohibida.

Nadie nos puede torturar ni tratarnos de forma cruel, inhumana o humillante.

Todos nuestros derechos tienen que ser reconocidos en todas partes.

La ley es igual para todos. No se nos puede aplicar de forma distinta.

Si alguien no respeta nuestros derechos, podemos pedir la protección de la justicia

Nadie tiene derecho, arbitrariamente, a detenernos, mantenernos en prisión ni expulsarnos del país donde vivimos.

Si nos han de juzgar, debe ser públicamente. Y aquellos que nos juzguen, tienen que ser completamente imparciales.

Si se nos acusa de algún delito, tenemos derecho a defendernos. Se tiene que admitir que somos inocentes mientras no se pueda probar que somos culpables. Nadie tiene derecho a condenarnos ni a castigarnos por cosas que no hemos hecho.

Nadie puede entrometerse, sin ninguna razón, en nuestra vida privada, nuestra familia, nuestra casa o nuestra correspondencia.

Tenemos derecho a entrar y salir de nuestro país cuando queramos.

Si se nos persigue, tenemos derecho a ir a otro país y pedir protección. Perdemos este derecho si no respetamos los artículos de esta Declaración.

Tenemos derecho a pertenecer a un país. Si queremos pertenecer a otro país, nadie puede impedírnoslo arbitrariamente.

Cuando tenemos edad de casarnos, tenemos derecho a hacerlo sea cual sea nuestra raza, nuestro país de origen o nuestra religión. Las mujeres y los hombres tenemos los mismos derechos cuando nos casamos y cuando nos separamos. Nadie nos puede obligar a casarnos y, si lo hacemos, el gobierno de nuestro país tiene que proteger nuestra familia.

Todos tenemos derecho a tener nuestras cosas, y nadie tiene derecho a quitárnoslas.

Tenemos derecho a pensar como queramos y a cambiar de forma de pensar. También tenemos derecho a escoger libremente la religión que queramos, a cambiar de religión y a practicarla como mejor nos parezca, solos o junto a otras personas.

Todos tenemos derecho a la libertad de opinión y de expresión. Asimismo, tenemos derecho a intercambiar ideas con las personas de otros países sin que las fronteras nos lo impidan.

Tenemos derecho a reunirnos y asociarnos con quien queramos, de forma pacífica. Si no queremos, nadie nos puede obligar a formar parte de una asociación.

Tenemos derecho a participar activamente en las decisiones de nuestro país, directamente o escogiendo representantes. Para poder elegir a nuestros gobernantes, periódicamente tiene que haber elecciones no manipuladas en las que todos podamos votar libremente.

Cada uno de nosotros tiene derecho a obtener la satisfacción de los derechos económicos, sociales y culturales que necesitamos para poder vivir dignamente.

Tenemos derecho a trabajar, a escoger libremente un trabajo y a recibir un sueldo que nos permita vivir dignamente, a nosotros y a nuestra familia. Todas las personas que hacen el mismo trabajo tienen derecho, sin ninguna discriminación, a recibir el mismo sueldo. Si trabajamos, tenemos derecho a agruparnos para defender nuestros intereses.

Todos tenemos derecho a descansar. Por tanto, la jornada laboral no ha de ser excesivamente larga y, periódicamente, tenemos que tener vacaciones pagadas.

Tanto nosotros como nuestra familia tenemos derecho a un nivel de vida que nos asegure la alimentación, el vestido, la vivienda y la asistencia en caso de enfermedad. También tenemos derecho a recibir ayuda si no podemos trabajar, ya sea porque no haya trabajo, porque estemos enfermos, porque seamos viejos o por cualquier otra razón independiente de nuestra voluntad. Todos los niños y niñas tienen los mismos derechos, aunque sus padres no estén casados.

Tenemos derecho a ir a la escuela; la enseñanza elemental tiene que ser obligatoria y gratuita. La escuela tiene que fomentar la convivencia y el desarrollo de las capacidades de cada uno. Los padres tienen derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos.

Todos tenemos derecho a participar y beneficiarnos tanto de la vida cultural como del progreso científico de la sociedad en que vivimos.

Para que todos los derechos y libertades proclamados en esta Declaración puedan ser protegidos adecuadamente, es necesario que exista un orden social e internacional que lo haga posible.

Todos tenemos deberes con relación a las personas que nos rodean, a las cuales, por otra parte, necesitamos para desarrollarnos plenamente. Nuestra libertad y nuestros derechos sólo están limitados por el reconocimiento y el respeto de la libertad y los derechos de los otros.


Ningún Estado, ningún grupo, ningún ser humano puede utilizar ningún principio de esta Declaración para suprimir los derechos y libertades proclamados en ella.