La autodeterminación individual significa apoyar el que cada
persona sea el gestor esencial de su propio destino, con capacidad de decisión
sobre aspectos cruciales de la vida, con la posibilidad y oportunidad para el
establecimiento de metas y planes que sean sentidos importantes por la persona.
“Del modo más simple:
autodeterminación significa que la persona controla su vida y su destino. Algo
tan simple y tan complejo como eso”. Así se expresa Michael
Wehmeyer, uno de los autores que más relevancia tiene en este
ámbito de la discapacidad.
Evidentemente ninguno de nosotros controla al cien por cien
nuestras vidas y nuestros destinos, estamos también determinados por los otros,
por las normas y reglas de nuestro contexto sociocultural; pero sentimos que
ejercemos control, que tenemos cierto poder sobre aspectos que nos afectan
directamente, y ejercemos presión, luchamos y somos asertivos, para disfrutar
nuestro derecho a la libertad sin menoscabo de nuestra obligación con la
dependencia social y cultural necesaria.
Las personas con discapacidad intelectual en nuestra cultura
han tenido mermadas sensiblemente, en comparación con el resto de sus
conciudadanos, sus facultades de decisión, de control, bajo consideraciones
tales como que no saben, no pueden, o si lo hacen lo harán mal y de manera
dañina para ellas… Y la autodeterminación viene a intentar poner en su lugar el
juego de poder que a cada cual corresponde por el mero hecho de ser persona.
Los seres humanos pueden ser proactivos y comprometidos o,
alternativamente, pasivos y alienados,
en gran medida como una función de las
condiciones sociales en las cuales ellos se desarrollan y funcionan.
Acordemente, la investigación guiada por la teoría de la autodeterminación se
ha focalizado sobre las condiciones del contexto social que facilitan versus
las que previenen los procesos naturales de la auto-motivación y el desarrollo
psicológico saludable.
Específicamente, se han examinado factores que amplían
versus que reducen la motivación intrínseca, la autorregulación, y el
bienestar. Los hallazgos han llevado a postular tres necesidades psicológicas
innatas – competencia, autonomía, y relacionarse – las cuales cuando son
satisfechas producen la ampliación de la auto-motivación y la salud mental y
cuando son frustradas llevan a la reducción de la motivación y el bienestar.
También se considera el significado de estas necesidades psicológicas y los
procesos dentro de dominios como el cuidado de la salud, la educación, el
trabajo, el deporte, la religión, y la psicoterapia.
Las representaciones plenas de la humanidad muestran a las
personas como curiosas, vitales, y auto-motivadas. En el mejor caso ellas son
agentes, inspiradas, impulsadas a aprender; que se extienden a sí mismas;
dominan nuevas habilidades; y aplican sus talentos responsablemente.
La mayoría
de las personas muestran considerable esfuerzo, agencia, y compromiso en sus
vidas, lo que en efecto parece más normativo que excepcional, sugiriendo
algunos rasgos muy positivos y persistentes de la naturaleza humana. Pero
también está claro que el espíritu humano puede ser reducido y aplastado y que
los individuos a veces rechazan el crecimiento y la responsabilidad. Con
independencia del estrato social o cultural de origen, hay abundantes ejemplos
de niños y de adultos que son apáticos, alienados, e irresponsables.
Tal
funcionamiento humano no-optimo puede observarse no sólo en nuestras clínicas
psicológicas sino también entre los millones que, por horas o por días se
sientan pasivamente ante sus televisores, miran fija e inexpresivamente las
paredes de sus aulas, o esperan indiferentemente por el fin de semana cuando
marchan hacia sus trabajos. La persistencia, la proactividad y las tendencias
positivas de la naturaleza humana claramente no están invariablemente
presentes.
Hugo W Arostegui
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