La mayoría de las aulas universitarias han experimentado una
profunda
transformación en los últimos diez años. No me refiero a las numerosas
iniciativas para dotarse de pantallas de plasma, asientos móviles, mesas redondas o pizarras digitales.
transformación en los últimos diez años. No me refiero a las numerosas
iniciativas para dotarse de pantallas de plasma, asientos móviles, mesas redondas o pizarras digitales.
El cambio es más
imperceptible, aunque su capacidad transformadora es muy significativa.
Algo se masca en el ambiente: se trata, nada más y nada
menos, de los aparatos digitales de más de mil millones de personas, y de los
ordenadores conectados entre sí y que generan más de 2.000 gigabytes de
información nueva por segundo.
Aunque la mayoría de las aulas se construyeron
cuando se suponía que la información era escasa y difícil de encontrar, hoy en
día casi la totalidad del conocimiento humano fluye a través y alrededor
de estas salas, disponible gracias a ordenadores portátiles, teléfonos
móviles e iPods.
de estas salas, disponible gracias a ordenadores portátiles, teléfonos
móviles e iPods.
Las aulas que se erigieron para facilitar la transmisión de
los conocimientos magistrales del profesor se ven ahora envueltas en una nube
de información digital omnipresente en la que el conocimiento se genera, no se
encuentra, y la autoridad se negocia continuamente mediante el diálogo y la
participación.
Este nuevo entorno mediático puede ser inmensamente
disruptivo para los métodos y las filosofías pedagógicas actuales.
Al
internarnos progresivamente en un contexto de información instantánea e
infinita, se reduce la importancia de que los estudiantes conozcan, memoricen o
recuerden información, y cobra relevancia su habilidad para encontrar,
clasificar, analizar, compartir, debatir, criticar y crear información. Han de
pasar de almacenar conocimiento a ser capaces de obtenerlo.
En este momento, la cantidad total de información presente
en nuestro
entorno es asombrosa, pero lo que es más importante, la información digital interconectada es además cualitativamente diferente de la información en otros formatos. Se puede crear, gestionar, leer, criticar y organizar de manera muy distinta la información en papel y adoptar formas que ni siquiera imaginamos.
entorno es asombrosa, pero lo que es más importante, la información digital interconectada es además cualitativamente diferente de la información en otros formatos. Se puede crear, gestionar, leer, criticar y organizar de manera muy distinta la información en papel y adoptar formas que ni siquiera imaginamos.
Para entender el verdadero potencial de esta “revolución
informativa” sobre la educación superior, es imprescindible ir más allá del
marco conceptual de la “información”. Porque en la esencia de esta “revolución
informativa” residen nuevas maneras de relacionarse unos con otros, de
conversar, de interactuar, nuevos tipos de grupos y nuevas maneras de
compartir, intercambiar y colaborar. Wikis, blogs, etiquetado, redes sociales y
otros avances de la tan en boga Web 2.0 son especialmente prometedores en este sentido porque están impulsados por la
voluntad de interactividad, participación y colaboración. Es esta “esencia” de
la Web 2.0 la que es importante para la educación. La tecnología es secundaria.
Se trata de una revolución social, no tecnológica y su
aspecto más revolucionario podría ser la manera en la que nos proporciona
herramientas para replantearnos la educación y la relación profesor-alumno en
una variedad casi infinita de posibilidades.
Hugo W Arostegui
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