La distracción puede ser un fenómeno absolutamente mecánico, y puede
ser causado por una inhabilidad de prestar atención, una falta de interés en el
objeto de la atención, un mayor interés o atracción hacia algo diferente al
objeto de la atención o bien por trastornos de la atención.
Cuando hablamos de distracciones, hay que tener claro que
existen muchas y en muy diversos campos. No obstante, de manera frecuente de
las que más se suele hablar es de las que se llevan a cabo cuando se está al
volante de un vehículo.
Estas pueden originar no sólo la salida de la carretera
del coche sino también un choque con otro automóvil, el acometer un atropello o
incluso sufrir otro tipo de grave accidente. Situaciones todas ellas que pueden
traer consigo desde daños materiales hasta lesiones físicas de gran alcance e
incluso la muerte de las personas implicadas.
La distracción, por lo tanto, es algo que atrae la
atención de una persona. Cuando alguien se distrae, deja de prestar
atención a algo y la deriva hacia el nuevo punto de interés. Hay distracciones
buscadas adrede, distracciones inofensivas y distracciones con consecuencias
que pueden ser muy peligrosas.
En el primer grupo, podemos mencionar a los juegos o espectáculos que permiten
la relajación y el descanso. En este caso, la persona busca, de manera
conciente, distraerse para dejar de lado las preocupaciones cotidianas, al
menos por un rato. Asistir a una obra de teatro, ver televisión o leer una
revista son distracciones habituales.
En el conjunto de las distracciones involuntarias, podemos
encontrar distintas acciones que no tienen mayores consecuencias. Lavar dos veces
un mismo pantalón, dejar el televisor encendido al salir de la casa o no saber
dónde está guardada una camisa son distracciones menores. Otras distracciones,
en cambio, pueden resultar riesgosas y hasta fatales,
como hablar por teléfono mientras se conduce un coche o dejar solo a un bebé en
una bañera con agua.
Las redes sociales, el correo electrónico, el celular, los
estímulos publicitarios, la música en distintas partes, los mensajes de texto,
la televisión…
¡Estamos sometidos ante cientos o quizás miles de
distracciones al día!
No es difícil pensar en que sencillamente muchas personas se
distraen de sus metas y objetivos rápidamente. Cómo no distraerse con un mundo
que ofrece tantas alternativas y posibilidades.
Cuando una persona quiere triunfar y ser muy exitosa, por lo
regular empieza por plantearse un objetivo o una meta.
Luego, si deja que las distracciones la dominen, acabará
realizando actividades no acordes con dicho objetivo, y hasta olvidando sus
sueños por completo.
Esto es terrible para la vida de las personas, y mucho más
lo es, para la humanidad en general. Los grandes éxitos de personas como Albert
Einstein, Alan Turing y Thomas Alva Edison, trascendieron a la raza humana y
sus legados se aprovechan hoy día tras día.
Tu éxito no se encuentra ajeno a esta situación. Que
triunfes en la vida, puede significar en un futuro, el beneficio o perjuicio de
muchas personas… Quizás millones.
El principal enemigo del éxito, es la distracción.
Distraerse y desconcentrarse causa procrastinación (perder el tiempo, postergar
y dilatar actividades).
Y la persona que procrastina, tiene en sus manos las llaves
que le abren la puerta al fracaso total.
Es más, parece que en vez de llaves y puertas, tuviesen un teletransportador
hacia la mayor miseria.
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