Constantemente estamos tomando decisiones, grandes o
pequeñas, seguras o arriesgadas. Incluso, decidir no actuar también es una
decisión que trae sus consecuencias. Al decidir estamos ejerciendo nuestro máximo derecho: el libre albedrío. Ese que no nos pueden quitar ni en la más terrible de las circunstancias, porque siempre, por
restringidas que sean las alternativas, tenemos un margen de decisión.
En nuestras decisiones se reflejan nuestras creencias,
nuestros valores, nuestras actitudes y aptitudes y hasta nuestra autoestima. A
través de ellas nos convertimos en los creadores
de las condiciones de nuestra vida, en los artesanos de nuestro destino. En nuestras manos residen parte de las
posibilidades de llegar ser lo que realmente queremos ser o de convertirnos en
una pobre versión de nosotros mismos.
Sin prisa, pero sin pausa
Hay algunas decisiones que son fáciles de tomar, mientras
que otras nos quitan el sueño.Ya sea porque tenemos muchas opciones y no
sabemos cuál tomar, o bien porque pensamos en las posibles consecuencias
anticipadas de las mismas.
Cuando se trata de decisiones difíciles, es vital saber lo
que uno realmente quiere, lo cual implica un proceso y una búsqueda dentro de
nosotros mismos. Esto,
que se dice tan fácil, realmente no lo es, porque implica armarse de valor y
honestidad y hacer callar tantas “voces” engañosas que no reflejan nuestra
esencia, sino que son el producto de condicionamientos que se dieron a lo largo
de nuestra vida.
Cuando finalmente se hace silencio
en nuestro interior y escuchamos a nuestro corazón, lo que surge puede
asustarnos porque puede implicar deshacerse de estructuras que hasta entonces
eran nuestra base y nuestra seguridad. Tales como:
una carrera, amistades, relaciones, un matrimonio… que quizá responden a la
necesidad de buscar la aprobación de los demás y de cumplir expectativas
ajenas, o de buscar la seguridad material, o bien, de evitar los riesgos o las
críticas. Pero vale la pena atreverse a enfrentar nuestros miedos y a seguir nuestra intuición,
ya que los inevitables errores en el camino pueden enmendarse. En cambio, autocondenarse a
vivir una existencia mediocre es siempre un triste destino.
Tu Vida solo mejorará cuando decidas tomar mejores decisiónes. Las cosas no mejoran por sí mismas. Las mejoras y los cambios
positivos ocurrirán sólo cuando decidas pensar y actuar diferente.
Tú naciste, pero no fue tu decisión. Y tampoco sabes
cuándo morirás. Sin embargo, lo que hagas mientras tanto es
completamente una decisión tuya.
Hugo W Arostegui
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