“No debemos temer nuestras miserias, cada uno de nosotros
tiene las suyas”
La reflexión sobre nuestras miserias, aquello que solemos
dejar para otro momento, y ese momento que pocas veces llega pues, en realidad,
somos nosotros mismos, lo soy yo, quienes debemos respondernos aquellas
cuestiones que gravitan –a veces, gritan- en nuestra interioridad, claro está,
si aún está en nosotros, es decir, si recreamos asiduamente nuestro diálogo
interior, activando el juicio crítico y siendo conciencia.
El aburrimiento es el estado natural de los
seres inteligentes, como el gato, y el estado definitivo de muchos de los
demás.
Saber salir del aburrimiento es el reto que tienen ante sí los
inteligentes.
Sacudir el polvo de nuestras
conciencias nos lleva a respirar mal. De ahí a la asfixia sólo hay algunos
pasos. No sería la primera vez que tratando de limpiar nuestra conciencia, nos
ahogásemos.
Para evitar el aburrimiento. Lavarse a
conciencia, como el gato, nutre y repara las sinapsis de nuestra mente oculta,
al parecer. Y convierte un instante vacío en la plenitud ante nuestros ojos.
Purificarnos. He ahí la
cuestión. ¿Sabemos lavar nuestros pecados?
Lo que nos han enseñado y lo
que hemos ido aprendiendo, a veces, difiere bastante. La verdad es que los
occidentales tendemos a ocultar el polvo debajo de la alfombra. Y a tirar la
alfombra por la ventana, pero ese es otro tema.
Nos han enseñado, generalmente, a cargar con
nuestras miserias, pero no tanto, a limpiarlas. Y así, si ponemos algún empeño
en ello, nos cuesta establecer qué hemos obtenido partiendo de donde partíamos.
Esto es, la limpieza de nuestro
espíritu es algo que, quizá consideremos, no nos atañe personalmente. Sí en lo
colectivo, como sociedad, pero no como individuos. Esta es una de las lacras del
mundo occidental.
El abandono del sentido de la
pérdida. Ya no sabemos perdernos, no digamos encontrarnos. La noción de pecado
se pierde, las culpas se diluyen, ¿qué nos queda? La conciencia de fin, de
arribo al final de una época.
Puede que no haya sido tan
buena idea la de socializar el pecado, las culpas. Que cada palo aguante su
vela. Esa máxima que ha regido buena parte de nuestra historia es lo que
deberíamos recuperar.
Si queremos sobrevivir como
cultura. El individuo está muriendo y no sabemos qué lo sustituirá.
¿Retrocederemos a estadios de barbarie o daremos un gran salto adelante? La
suerte de la limpieza está echada.
Hugo W Arostegui
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