La palabra incrédulo es un término que podremos
emplear en nuestro idioma cuando sea necesario expresar que tal o cual persona
no creen sencilla y fácilmente aquello que le dicen y muestran.
Generalmente, la persona calificada como incrédulo presenta
esta característica de manera permanente en su manera de actuar, pensar, es
decir, es una actitud en la vida la de mostrar una reticencia a la creencia de
las cosas y no tanto una cuestión del momento relacionada a un tema en
cuestión, costándole, por tanto, creer en todo y en todos.
Asimismo, cabe destacarse, que aquella persona que se ha visto sometida a experiencias negativas en materia de confianza, suele presentar más incredulidad que otros a la hora de creer en algo o alguien.
Y también se puede emplear la palabra como sinónimo de otros términos entre los que destacan el de ateo y agnóstico. El de ateo es un concepto que reviste especial presencia e importancia dentro del ámbito de la religión dado que de ese modo se denomina a aquel individuo que niega la existencia de dios.
Y por su parte llamamos agnóstico a aquel individuo que defiende y es seguidor del agnosticismo, que consiste en la adopción de una postura de considerar inaccesible para los seres humanos todo lo que presente características divinas, o en su defecto que esté vinculado con cuestiones que aún no han sido experimentadas.
Entonces, a todas aquellas corrientes filosóficas que sostienen el mencionado pensamiento es posible endilgarles una actitud agnóstica.
En tanto, el término que directamente se opone al que nos ocupa es el de creyente, que refiere precisamente lo opuesto, a aquel individuo que cree en algo o a aquel que profesa y se encuentra comprometido con una religión.
Asimismo, cabe destacarse, que aquella persona que se ha visto sometida a experiencias negativas en materia de confianza, suele presentar más incredulidad que otros a la hora de creer en algo o alguien.
Y también se puede emplear la palabra como sinónimo de otros términos entre los que destacan el de ateo y agnóstico. El de ateo es un concepto que reviste especial presencia e importancia dentro del ámbito de la religión dado que de ese modo se denomina a aquel individuo que niega la existencia de dios.
Y por su parte llamamos agnóstico a aquel individuo que defiende y es seguidor del agnosticismo, que consiste en la adopción de una postura de considerar inaccesible para los seres humanos todo lo que presente características divinas, o en su defecto que esté vinculado con cuestiones que aún no han sido experimentadas.
Entonces, a todas aquellas corrientes filosóficas que sostienen el mencionado pensamiento es posible endilgarles una actitud agnóstica.
En tanto, el término que directamente se opone al que nos ocupa es el de creyente, que refiere precisamente lo opuesto, a aquel individuo que cree en algo o a aquel que profesa y se encuentra comprometido con una religión.
El creyente se caracteriza por acompañar con actos, comentarios y el pensamiento todo cuanto propone la religión de la que forma parte integrante. Por esto es que jamás escucharemos al creyente opinando de modo contrario sobre alguna propuesta o dogma, ya que su compromiso es tal y va más allá de cualquier tipo de cuestionamiento mental, porque cree con el corazón y con eso le basta.
La tesis de Kanazawa es que lo que llamamos inteligencia es una habilidad que se desarrolló recientemente en un Homo Sapiens al que no le bastaron ya las habilidades cognitivas adaptadas a un mundo estable en el que genes y entorno ecológico iban a la par.
Según su
atrevida (pero documentada) teoría, las personas inteligentes suelen ser las
que adoptan los modos de pensar más alejados de su naturaleza ancestral. Así
aparecen criaturas extravagantes como los “progres” (liberales), los ateos o
los monógamos, que van tan sobrados en la vida que se permiten “razonar la
razón” Lo cual no quiere decir que sean quienes más éxito o felicidad obtienen
de ella. Ahí tienen ventaja los “listos”, que no están tan dotados pero que no
suelen ser tan desastrosos en cuestiones de “sentido común”, dispositivo que
viene de serie pero que es obviado demasiado a menudo por los más inteligentes.
La poesía incrédula:
No puedo ver
Descifrar
Lo que tratas de esconder
De la verdad
La que no pueda creer
¿Por qué eres así?
¿Por qué no te abres más?
¿Por qué parece tan difícil dejarme entrar?
Atrévete a confiar
Tú puedes mejorar
No digas nada que yo deba interpretar
Si puedes expresar toda la verdad
Ya no importa que me digas nada más
Si aprendes a entender
Lo que no puedes ver
Es más fácil y sencillo de creer
No crees en nada
Que no puedas comprobar
Me haces incrédulo
Ya no ignores la verdad
Descifrar
Lo que tratas de esconder
De la verdad
La que no pueda creer
¿Por qué eres así?
¿Por qué no te abres más?
¿Por qué parece tan difícil dejarme entrar?
Atrévete a confiar
Tú puedes mejorar
No digas nada que yo deba interpretar
Si puedes expresar toda la verdad
Ya no importa que me digas nada más
Si aprendes a entender
Lo que no puedes ver
Es más fácil y sencillo de creer
No crees en nada
Que no puedas comprobar
Me haces incrédulo
Ya no ignores la verdad
Hugo W Arostegui
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