La superdotación,
al igual que posee un componente intelectual muy potente, goza de unas
características emocionales propias, entre las que queremos destacar la
intensidad.
Una gran riqueza y
complejidad (en el mejor sentido de la palabra) intelectual, va unida a una gran
amplitud de matices emocionales, a un mundo interior muy
desarrollado y complejo, en cuanto a emociones se refiere: no sólo
hablaremos de emociones básicas, sino de un enorme bagaje emocional con
matices sutiles.
A partir de esto,
podemos darnos cuenta de que la intensidad emocional en las personas de
Altas Capacidades, no es una cuestión de “sentir más, con más fuerza” que
la mayoría de la gente, sino que estamos ante una manera diferente de sentir:
con viveza, de manera absorbente, con gran penetración y complejidad…
La intensidad
emocional puede ser expresada de diferentes formas:
Sentimientos
positivos, negativos, ambos a la vez, emociones llevadas al extremo
(polarizadas), emociones que cambian de un polo a otro a gran velocidad, en un
breve período de tiempo, a causa quizá del componente cognitivo que posee el
superdotado y que le ofrece una alta velocidad de procesamiento mental
y gran agilidad y fluidez mental; identificación con los
sentimientos de otras personas, añadiéndolos e intensificándolos con los
suyos propios, fenómenos de contagio emocional que pueden llegar
a asustar a la persona con Altas Capacidades, hasta que detecta esas emociones
del otro y las integra en sí mismo de manera “adecuada”.
Inhibición,
timidez, tristeza, desorientación.
Corporalmente,
intensidad emocional expresada a través de síntomas físicos como tensión en el
estómago, dolores de cabeza, vértigos, náuseas…
Memoria afectiva
muy fuerte, quizá incluso más
potente que la memoria cognitiva, la persona superdotada recordará y
revivirá los sentimientos que tuvieron lugar durante algún incidente ante la
presencia de cualquier estímulo que los desencadene o por sus propios
recuerdos, de manera que esto añade complejidad a las emociones que pueda estar
sintiendo en el presente, sobre todo si éstas no son tan intensas como
aquellas, lo que puede llegar incluso a interferir en su vida cotidiana.
La intensidad
emocional también se manifestará a través de ansiedad, tensión
como rasgo(más que como estado pasajero), sentimientos de culpa y
sentimientos de sentirse fuera de control sin poder hacerse
cargo de las situaciones ni de sí mismo en los casos de intensidad más extrema.
Intensidad
emocional en relación a la muerte: sentimientos depresivos, angustia
existencial.
Sentimientos de inadecuación
e inferioridad, muy crítico consigo mismo, juzgándose con
dureza.
Gran sensibilidad y capacidad
de empatía en sus relaciones con los otros, lo cual no quiere decir
que sepa convivir bien con ellos, más bien lo contrario, al sentirse
desbordado, aparecen conflictos y, en muchos casos, la persona se aboca a la
soledad, por sentirse incapaz de manejarse con tantas vivencias.
Especial cercanía
con los animales, ya que se aprecia una sensibilidad especial en las
relaciones entre ambos, a partir de sensaciones emocionales.
Desgraciadamente,
suele prestarse poca atención a este aspecto de la persona con Altas Capacidades,
salvo que sea disruptivo en sus relaciones con los demás. Históricamente, la
expresión de sentimientos intensos se ha interpretado como una señal de inestabilidad
emocional enfermiza, a tratar médicamente, y no como la manifestación
de un rico mundo interior y de una sensibilidad extraordinaria, de una
magnífica capacidad de asociación y combinación, no sólo cognitiva, sino, en
este caso, emocional. Emociones y cogniciones no han de verse como algo
separado en ninguna persona y esto se nos hace tremendamente evidente cuando
trabajamos o conocemos a personas con Altas Capacidades.
Una gran pasión
por aprender, expresiones admirables en algunas áreas de talento,
la fuerte motivación hacia el crecimiento como persona, pueden
considerarse los aspectos positivos de esa intensidad emocional. Sin embargo,
la propia persona es consciente de estas diferencias en ella respecto a la
mayoría y eso, suele producir un sentimiento de orgullo, de ser
“especial”, de felicidad por haber sido agraciado con dicho
don, a la vez que, más frecuentemente, accesos de pánico, de inadecuación a la
sociedad, convencimiento de ser “raro” o estar loco, enfermo, llegando a decir,
en el caso de los niños “tengo un problema muy raro”, “soy raro” o en el de los
adultos “soy un enfermo mental, un maniacodepresivo”, “no puedo ser superdotado
si no sé manejar esto…”, generándose intensos conflictos internos, autocrítica,
baja autoestima…
Pese a esto, si
estudiamos esta característica intensidad emocional desde el punto de vista de
una psicología más positiva, enfocada al desarrollo del individuo,
descubriremos que esos “picos” emocionales son un gran potencial de
crecimiento, como ya señaló Dabrowski en su teoría acerca
de las sobreexcitabilidades, y, seguramente, el único modo
de llegar a un estado de desarrollo superior como seres humanos.
Para no bloquearse
ante esta ingente cantidad y calidad de emociones, es importante que la persona
aprenda a valorarlas como su respuesta emocional normal, despatologizándolas, así
como que, sobre todo en el caso de los niños, los adultos cercanos a ellos,
acepten esas emociones, ayudándoles a entenderlas y ofreciéndoles un soporte de
afecto y comprensión, apoyado incluso por contacto físico, no juzgándoles, ni
intentando que cambien, no comparándoles con otras personas y, en la medida de
lo posible, procurando no asustarse ante esas expresiones de intensidad, ya que
eso produciría un contagio negativo, como hemos mencionado, incrementando la
intensidad de las emociones negativas y el sufrimiento asociado, o el freno en
el goce de las emociones positivas.