todo el mundo le gusta que le reconozcan por su trabajo, que
lo respeten, que lo traten ‘como gente’.
Y sin embargo, no todos tratan como personas a quienes
desempeñan trabajos humildes como tales. Un simple test a los lectores:
¿Saludan ustedes con cortesía (similar a la que emplean con los profesionales
con los que interactúan) a los empleados de limpieza o vigilantes en su
trabajo? Yo he comprobado que, al menos para algunos, estas personas son de
facto invisibles para muchos…
Más aún, ¿saludan igual a los que les cuidan o
limpian su vehículo, o les piden una limosna en la calle? ¿Tiene entre sus
amigos a alguien de una clase social “diferente”?, ¿lo invita a su casa?
Leo en un artículo de Marco Barboza, citando a J. Cotler, un
dato impresionante: En 1966, de 499 entrevistados en seis comunidades indígenas
y en una hacienda del departamento del Cusco, el 52 % se encontraba de acuerdo
con la afirmación “los indios han nacido para servir y obedecer al misti”. Lo
que no nos dice la encuesta es qué porcentaje de los ‘mistis’ pensaban lo
mismo.
Probablemente cerca del 100 %. ¿Y hoy día? Entre los indígenas,
probablemente el porcentaje de los que se sienten inferiores a los blancos
habrá bajado a niveles insignificantes, pero entre los miembros de los sectores
más acomodados, no estoy tan seguro que los porcentajes hayan bajado tanto.
Nada más hay que ver las expresiones racistas y clasistas que se escapan a
algunas gentes, escudadas tras el anonimato del Twitter o del Facebook, o en
inopinadas diatribas callejeras.
“El obrero tiene más necesidad de respeto que de pan”, decía
K. Marx. Efectivamente, si evaluamos las causas profundas de muchos
conflictos sociales vemos que no solo se reducen a un tema económico: la falta
de consideración y respeto provocan resentimiento, desconfianza y hasta odio,
lo que hace muy difícil luego llegar a cualquier negociación y acuerdo.
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