El único refugio de la mente es la atención. La atención es
una cualidad que casi nadie tiene en cuenta. Vivimos como autómatas que
realizan de manera mecánica sus tareas. Por eso se nos escapa y perdemos la
enseñanza que nos ofrece la vida cotidiana. Vivir de manera distraída es el
falso refugio que escogemos cuando huimos de algo, cuando sentimos inseguridad.
Si nos detenemos a escuchar y a centrarnos en el momento presente dejaremos de huir y comprobaremos que nuestras vidas han sido vividas con miedo, atendiendo a las expectativas de otras personas, muy posiblemente del conjunto de la sociedad. Vivir en el aquí y ahora, estar verdaderamente atentos a nuestros cuerpos, a nuestros miedos, a nuestras emociones más bajas y hacerles frente exige valor. También requiere práctica. No sirve de nada decir: "Tengo que prestar atención, tengo que controlar mi mente y desechar miedos y otros pensamientos que me impiden centrar mi mente" Eso no es atención. Cuando se obliga a la mente a prestar atención se crea una resistencia ficticia que actúa como un filtro ante otros pensamientos, pero ese esfuerzo es inútil, ya que él mismo aleja de la atención. Necesitamos entrenar nuestras mentes para prestar una completa atención; pero en el momento en que lo intentemos descubriremos la dificultad que entraña esta labor en un mundo en el que se juzga y valora a las personas por la cantidad de cosas que somos capaces de hacer simultáneamente.
Si nos detenemos a escuchar y a centrarnos en el momento presente dejaremos de huir y comprobaremos que nuestras vidas han sido vividas con miedo, atendiendo a las expectativas de otras personas, muy posiblemente del conjunto de la sociedad. Vivir en el aquí y ahora, estar verdaderamente atentos a nuestros cuerpos, a nuestros miedos, a nuestras emociones más bajas y hacerles frente exige valor. También requiere práctica. No sirve de nada decir: "Tengo que prestar atención, tengo que controlar mi mente y desechar miedos y otros pensamientos que me impiden centrar mi mente" Eso no es atención. Cuando se obliga a la mente a prestar atención se crea una resistencia ficticia que actúa como un filtro ante otros pensamientos, pero ese esfuerzo es inútil, ya que él mismo aleja de la atención. Necesitamos entrenar nuestras mentes para prestar una completa atención; pero en el momento en que lo intentemos descubriremos la dificultad que entraña esta labor en un mundo en el que se juzga y valora a las personas por la cantidad de cosas que somos capaces de hacer simultáneamente.
En ese estado de atención notaremos algo que nos parece
nuevo, la percepción del presente se incrementará notablemente, advertiremos
que los colores brillan más y los sonidos son más nítidos. Entonces, nuestra
consciencia abarcará nuevos horizontes.
Vivir con atención no es sólo un deber que tenemos con nosotros mismos, sino un derecho que tienen las personas con las que nos relacionamos. Si no vivimos atentamente nos perderemos la vida, simplemente dejaremos pasar los días, repitiendo lo que hicimos el día anterior. Necesitamos la atención para vivir de verdad, para vivir espiritualmente.
Vivir con atención no es sólo un deber que tenemos con nosotros mismos, sino un derecho que tienen las personas con las que nos relacionamos. Si no vivimos atentamente nos perderemos la vida, simplemente dejaremos pasar los días, repitiendo lo que hicimos el día anterior. Necesitamos la atención para vivir de verdad, para vivir espiritualmente.