domingo, 10 de diciembre de 2017

Catalunya: Prudencia Y Audacia


¡Prudencia! En situaciones de gran complejidad, cuando las decisiones a tomar parecen tener un alcance más importante que en tiempos ordinarios, se suele apelar a la prudencia. Como si se tratara de un antídoto ante el peligro, al reclamarla uno espera poder templar y redirigir unos impulsos que sospecha pueden desencadenar más complejidades. La prudencia, sin embargo, no implica necesariamente ser conservador o timorato ante una determinada situación. En la tradición clásica griega, la prudencia, junto con la templanza, la fortaleza y la justicia, forma parte de lo que podemos llamar las virtudes fundamentales. Todas ellas constituyen un conjunto de herramientas básicas e imprescindibles para aspirar a una vida plena.

Aristóteles, pensador por antonomasia para referirse a la prudencia, la define como la capacidad de descubrir por medio de la deliberación racional el bien de la acción a emprender. Es decir, es la habilidad de encontrar por medio de la reflexión que hay de óptimo y qué no en las acciones que se quieren llevar a cabo. Por tanto, la prudencia es el esfuerzo lúcido por leer correctamente una situación y encontrar, tras considerar todas las opciones posibles, aquella acción que ayuda a solventar de manera satisfactoria el problema.

La prudencia implica saber en qué terreno nos estamos moviendo, entender qué dinámicas entran en juego en cada momento, desentrañar las posibles consecuencias de las decisiones planteadas y decidir, entre ellas, cuál se cree que razonablemente reporta más beneficios. Una conducción prudente, por ejemplo, es aquella que no se pone en riesgo a sí misma ni amenaza la de los demás, y es obvio que para ello el exceso de velocidad supone una grave imprudencia. Asimismo, conducir a una velocidad excesivamente lenta puede ser igualmente arriesgado. De hecho, el código de circulación establece tanto una máxima como una mínima.

El relativismo y cierto utilitarismo que comporta la prudencia queda matizado según Aristóteles cuando reconocemos el objetivo final que dirige todas nuestras acciones.

La finalidad última de la decisión, precisa el pensador griego, es la felicidad ('eudaimonia'), de modo que toda acción busca favorecer explícita o implícitamente su conquista. Una persona prudente, pues, es aquella que toma decisiones que ayudan a colmar sus anhelos más profundos de felicidad y que no la pone en peligro de forma temeraria.

Esto que en lo personal tiene una lectura bastante diáfana, en el campo de la decisión política se hace menos evidente. Porque es obvio que una opción política se presenta ante sus conciudadanos como una alternativa ideológica (una determinada idea de felicidad colectiva, podríamos decir) que se traduce en un proyecto con consecuencias concretas para el día a día de la ciudadanía. En la mayoría de las ocasiones, sin embargo, y siempre que hablamos de democracias, esto debe hacerse en cohabitación con otras concepciones muchas veces contrapuestas a la propia y en situaciones sociales que la pueden hacer incluso no deseable. 

El arte de la prudencia política implica no solo ser capaz de leer correctamente la magnitud de la pluralidad ideológica, sino que además exige al político ser hábil para compatibilizar las complejidades del contexto con la legitimidad de llevar a cabo el proyecto político por el que ha sido elegido. En este sentido, imponer aceleradamente su programa sin prever la realidad de las consecuencias para el bienestar del conjunto de la ciudadanía puede ser tan imprudente como reducir hasta a la nada la velocidad con que lo desarrolla. No hay manual de instrucciones.

La política, como la vida, se hace día a día. Pero nadie duda que el actual es un momento especialmente exigente para todos sus actores. Tanto quien gobierne en Catalunya como quien lo haga desde la Moncloa deberá saber interpretar correctamente el contexto y tramar con sentido prudente los hilos que mueve. Platón, que fue maestro de Aristóteles, lo condensa en una metáfora muy apropiada. El arte de la política, dice, es como el arte de tejer. 

Debe hacerse paso a paso, punto a punto. Y todos los pasos son importantes porque en cualquier momento el tejido puede deshacerse. Si la prudencia es la virtud por antonomasia que debe regir todas las decisiones, en política esto es especialmente patente. Las complejidades son mayores, las responsabilidades más grandes y la creatividad más necesaria. Y ahora más que nunca. De no ser así, tendremos que darle la razón a Groucho Marx y resignarnos a reconocer que «la política es el arte de buscar problemas, hacer un diagnóstico falso y aplicar los remedios equivocados».



Hacer Lo Que Debes


Al paso del tiempo siempre nos preguntamos qué es lo que haremos con nuestra vida y todo nuestro entorno, el personal, académico, profesional, laboral, familiar; y si somos honestos generalmente pensamos en un futuro próspero, una bonita familia, un excelente trabajo; pero lo que la mayoría de las personas no hacen es pensar en los pasos que los llevara a ello. Algunos dicen que harán lo que sea para conseguir lo que desean, otros para conseguir lo que puedan y unos tantos más para conseguir lo que quieren. La pregunta importante es: ¿Será lo mismo el poder, el querer y el deber?

Desde que iniciamos nuestra vida, tenemos dos caminos para conseguir o lograr lo que nos proponemos: el del deber o el del querer y también agregaría uno más, el del poder. Lamentablemente la mayoría toma la vía del deber, inclinándonos por la creencia de que es el camino correcto y además el único. Nos enfrentamos a tomar esta decisión porque simplemente no encontramos otras alternativas, culpamos a las circunstancias que nos rodean, además de que nos dejamos guiar por otras opiniones que llegan a convencernos de que si escogemos el camino de lo que queremos no tendremos un futuro prometedor, lamentablemente entendemos demasiado tarde, que los únicos responsables de elegir el camino correcto, somos cada uno de nosotros.

En los inicios de la filosofía, al hombre le daba temor preguntarse el porqué de las cosas que sucedían, por tal razón la mayoría de los filósofos se dedicó a observar su entorno y contemplar todos los acontecimientos desde su más mínimo detalle tanto en la naturaleza hasta en el comportamiento de los seres humanos. Con respecto a este último, Aristóteles y Sócrates hablaron de la felicidad perfecta y de lo que era una virtud.

Para Aristóteles, la felicidad perfecta consistía en hacer lo que le causara más placer a un ser humano, en su caso, era la contemplación, le gustaba pasarse horas en esta actividad y descubrió que eran los momentos más felices de su vida.

Para Sócrates, aquel ser humano que era capaz de encontrar su virtud o areté, era el ser más dichoso del mundo, en otras palabras, aquella persona que sabe para qué es bueno será feliz desempeñando esa actividad o lo que sea que fuere.

A qué viene lo anterior, que desde hace muchísimos años el ser humano descubrió como ser feliz eligiendo el camino del querer. Pero entonces ¿Qué sucedió? ¿Por qué el cambio repentino de decir “quiero hacer esto” a debo hacer esto” o más aun “solo puedo hacer esto”?

La respuesta, pues simplemente dejamos de hacer lo que queríamos porque consideramos el deber como un mandato, una regla que debo de cumplir para lograr mis metas; debo trabajar para tener una linda casa, debo tener una buena figura para que alguien se fije en mí, debo comportarme según me dicte mi entorno social para ser aceptado(a), etc., y la lista puede continuar y encontraremos miles de cosas que anteponen el “debo”.

Ahora hagámonos la siguiente pregunta: ¿Lo que hago es lo que realmente quiero hacer? A lo largo de nuestra vida, cuantas cosas hacemos cuando ni siquiera tenemos ganas ni el ímpetu de hacerlo, aquí es donde entra el “hago lo que puedo”, lo que significa que hemos entrado en una etapa de conformismo personal “hago lo que puedo porque no debo hacer más”, sin embargo, todas estas frases son las que se utilizan cotidianamente en el léxico de cada persona, si ponemos atención, 
escuchamos estas frases día a día, se han heredado de generación en generación y le hemos inculcado a las generaciones futuras lo que deben hacer mas no lo que quieran hacer.

Podemos poner como ejemplo a los estudiantes que están por salir de un bachillerato, personalmente me ha tocado escuchar a sus padres decir; que si eligen ser músicos, artistas, cantantes, o profesiones que no son muy comunes; se morirán de hambre; cabe mencionar que si sus progenitores se dedican a la medicina o a la abogacía, pretenden que sus hijos sigan ese mismo camino sobre todo por comodidad laboral, ya que no batallaran para conseguir algún trabajo, tendrán buenas influencias debido al legado de sus padres. 

En este momento, estas personas que están por salir de su bachillerato se verán influenciadas para tomar la decisión que deben más no la que quieren.
Debido a lo anterior, frecuentemente los seres humanos están acostumbrados a que les faciliten el camino a sus metas y si dentro de esto, está el no hacer lo que se quiere, hará lo que debe por comodidad. Lo anterior en palabras de Ortega y Gasset, quien decía que el ser humano se ha vuelto desagradecido y comodino, por eso lo llamo el “hombre masa”, quien solo espera a ver quién le facilita las cosas para poder hacerlas aunque no lo quiera.

Tenemos que comprender que el deber y el querer, no significan lo mismo. El deber es una palabra autoimpuesta por nosotros, por la sociedad en sí; hemos comprado la idea de que el deber es más importante que el querer y que es una regla que debo cumplir.

Querer, significa tener una capacidad de elección y de ejercer voluntariamente mis deseos o de rectificarlos, decidir qué es lo más importante para mí y para cumplir mis objetivos, tomar en cuenta la viabilidad de lo que quiero realizar, las oportunidades y todo lo que tenga que ver con el entorno de mi meta.

¿Y qué sucede con el poder? Bueno, el poder tiene que ver con las circunstancias que rodean mi objetivo, a veces se presentan situaciones que no dependen de nosotros y que hacen que cambiemos de metas o de caminos, lo primordial en este caso, es que no desistamos en ningún momento de lo que queremos, sin embargo, cuando utilizo, el “yo solo puedo…” para quedarme conforme, solo estamos limitándonos de saber de qué somos capaces, hasta donde somos aptos para llegar a conseguir lo que deseamos.

Lo importante hasta este momento es que ya se observe la diferencia entre el querer, el poder y el deber. Ahora ya sabemos que de acuerdo a lo anterior, la frase más importante es “lo que quiero es…” debemos dejar a un lado lo que los demás quieren para nosotros, debemos pensar en que es lo más importante para lograr mis objetivos pero sin afectar lo que realmente estoy dispuesto a hacer.
Y ahora, ¿Cómo vamos a pensar en lo que queremos? En primer lugar debemos discriminar lo que debes hacer de lo que quieres hacer, cambia el tengo o el debo por el quiero, si ya estás en algo que debes hacer, busca el lado bueno y aprende a querer lo que haces, aprende a cumplir lo que realmente debes y que te corresponde solo a ti y por último, no desistas, si fallas en hacer algo que quieres, sigue intentado, no hay límites.

Finalmente, la decisión es de cada uno de nosotros, reflexionemos acerca de si lo que estamos haciendo es lo que debo o lo que quiero o simplemente lo que puedo, demos rienda suelta a nuestros sueños, imaginemos cada minuto que es lo que realmente queremos lograr, visualicemos que sucedería si cambio de perspectiva y hago lo que quiero.

Es importante tomarse el tiempo necesario para tomar conciencia de lo que nos generan determinadas circunstancias o actos, es decir, si nos hacen feliz o nos hacen sentir infeliz o simplemente nos da igual; lo anterior para poder vislumbrar nuevas posibilidades, nuevas rutas de acción o nuevos propósitos.


Recordemos que la vida es fugaz y estamos aquí para hacer lo que realmente queremos y que nos hace felices y que esta alegría se transmite al entorno en el que nos encontramos y que todo esto nos generara satisfacciones personales que nos llevaran a vivir una vida plena, pero lo que sí es una obligación, es que debemos tomar decisiones prontas y oportunas, porque un día nos daremos cuenta que es demasiado tarde y que dejamos ir todo lo que queríamos y ya no habrá tiempo para retomar el camino.

Primera Impresión



Seguro que te ha pasado alguna vez. Te presentan a una persona y al poco, sin saber muy bien la razón, terminas haciendo una valoración sobre ella. No necesitas ni un minuto para tener esa primera impresión. Su apariencia, sus gestos, modales, su voz… pequeños detalles que conforman una imagen que acabas catalogando de un modo u otro.

Puede que te sorprenda, pero los estudios nos dicen que, en general, las personas somos bastante buenas en esos breves análisis que perfilan las primeras impresiones. Sea como sea, habitualmente disponemos de muy poco tiempo no solo para analizar a otros, sino para dar nosotros mismos una buena impresión.

“Nunca hay una segunda oportunidad para causar una primera buena impresión”
-Oscar Wilde-

Si la persona que tenemos ante nosotros la juzgamos como amenazante y peligrosa, nuestra primera reacción será la huida. Las personas necesitamos hacer evaluaciones instantáneas para tomar decisiones al momento. En cierto modo, esos análisis aparentemente tan rápidos tienen mucha relación con nuestra personalidad, con nuestros miedos y también con nuestras necesidades. Bien es cierto que disponemos de esa parte instintiva –y casi irracional- que nos indica al instante si algo es inofensivo o amenazante, pero también pesa mucho nuestra propia experiencia.

Puede que una persona pulcra y bien vestida te parezca aséptica y superficial, puede que prefieras una imagen un tanto más informal porque te da más cercanía y te recuerde a otros de tus amigos… rasgos todos ellos que tienen mucho que ver con nuestra personalidad, y nuestro estilo particular. Podríamos decir que nuestro cerebro está programado para llegar a una rápida conclusión con muy poca información.

¿Cómo funciona la primera impresión?
Día a día nos llegan cientos, miles de estímulos. No tenemos tiempo de procesarlos todos ni de desmenuzar todas esas informaciones al milímetro. Entonces ¿cómo llegamos a ciertas decisiones? 

De modo inconsciente. Esa es la realidad, la mayoría de nuestras decisiones las tomamos de modo rápido y mediante el inconsciente, ahí donde está archivados nuestros recuerdos, nuestras sensaciones, nuestras experiencias, nuestra personalidad…

El cerebro lo que hace es organizar la información en categorías, y a partir de ahí hace comparaciones rápidas. Muy rápidas y siempre con ayuda de las emociones. ¿Se parece esta persona a alguien de nuestro pasado que nos hizo daño? ¿Ese tono de voz te es agradable? ¿Es su sonrisa tan sincera como la de nuestro padre, o es tan falsa como la de nuestra vecina?


El efecto halo es un sesgo cognitivo muy común. Tiene que ver con la influencia de nuestras percepciones, en juzgar las cualidades de una persona a partir de nuestra primera impresión. Este término lo acuñó el psicólogo Edward L. Thorndike en 1920, al darse cuenta de que las personas solemos sacar conclusiones globales de grupos o etnias de personas, sin conocerlas de modo individual.

El Sentido De Lo Humano



Pocos son los hombres que han escrito con mayor propiedad acerca de la vida como lo ha hecho Humberto Maturana, un biólogo que en su pensamiento nos habla de emociones, lenguaje, amor y vida. Polémico, singular, Maturana parte del ser biológico para llegar a asomarse a las profundidades del alma. El lector tendrá la oportunidad de recorrer, junto al autor, los caminos que develan el sentido de lo humano.

En este libro, el autor nos invita a recuperar la vida matríztica de la infancia: "Atrevernos a ser nosotros mismos, no aparentar, ser responsables de nuestro existir", es uno de sus mensajes.

El libro está enfocado a la parte educativa, tomando en cuenta las emociones, lenguaje, amor y vida. Parte de convertir el aprendizaje en una educación para el amor. Considera que el convivir humano parte del lenguaje y que el aprender a ser humanos, se logra a través de una continua interrelación del lenguaje y emociones según nuestro vivir.

El punto central consiste en afirmar que el convivir del ser humano parte del lenguaje es decir de la comunicación y que se logra a través de la interrelación con otros; por lo tanto se puede decir que el ser debe conocerse desde su interior y que a través de la convivencia y aceptación logra comprender a los demás.

Si aprendemos a valorarnos y sabemos lo que queremos en la vida y estamos conforme con lo que somos, queremos y hacemos podemos comprender a nuestros semejantes. 

En tal sentido se puede señalar que en el mundo de lo cotidiano es importante la interrelación, las acciones del ser humano influyen significativamente en la comprensión social, y es allí donde la Educación debe presentar una tarea constructora de saberes y por lo tanto va más allá de transmisión de conocimientos. 

Debe ser un curriculum para la vida donde el ser comprenda la importancia de la convivencia.

Filosofía: Consciencia


En un estudio de la Universidad George Washington hallan la zona del cerebro que sería el asiento de la consciencia, avivando la discusión científica.

Investigadores de la Universidad George Washington informaron haber descubierto el “interruptor de encendido y apagado” de la consciencia humana.

En lo profundo, al interior del cerebro se encuentra una delgada zona llamada en latín Claustrum (claustro).

El equipo de Mohamad Koubeissi, de esta universidad, publicó en la revista Epilepsy & Behavior el caso de una mujer de 54 años con epilepsia a quien estimuló eléctricamente el claustro y se observaron sus reacciones.

Cuando a la paciente le estimulaban eléctricamente esta región del cerebro, la mujer perdía la consciencia súbitamente y se quedaba como en blanco, sin responder a ningún tipo de estímulo; y cuando cesaba la estimulación, despertaba de su letargo sin recordar lo que había sucedido.
El claustro parece unir todos nuestros sentidos, percepciones y operaciones mentales en una sola experiencia cohesionada. Sin embargo, ¿debemos llamar a todo eso “consciencia”?

Definición de consciencia
Cuando se trata de la consciencia humana, al igual que del resto de las funciones de nuestro cerebro, el conocimiento científico actual es mínimo. A pesar de todo un siglo de neurociencia “moderna”, apenas si tenemos un esbozo de cómo funciona el cerebro humano.

¿Qué es la consciencia? No es una pregunta fácil de responder, y no existe un acuerdo en cuanto a qué es y qué abarca.

Presentamos algunas definiciones breves como referencia que nos permitirán entender el alcance de este descubrimiento del claustro.

La consciencia según la Filosofía
El filósofo francés René Descartes define la consciencia a través de su famosa máxima filosófica Cogito ergo sum, en latín; Je pense, donc je suis, en francés; Pienso, luego existo, en español.


Parafraseando sería: “me doy cuenta de que pienso (consciencia); y ese acto hace de mi un ser que “es”, que existe: un ser humano.” La consciencia sería, según Descartes, propia de los seres humanos.

El Talento Creativo


Es la capacidad del ser humano de desarrollar actitudes artísticas apoyadas por su experiencia o juicio creativo para crear nuevos espacios estéticos. 

La creatividad no es patrimonio del arte, pero a través de ellas podemos con contenidos pedagógicos apoyar el potencial creativo en el ser humano, promoviendo actividades prácticas para fomentar la iniciativa del niño en su búsqueda a la perfección de la imagen en la construcción de la forma.

Actualmente la creatividad constituye una necesidad para enfrentar las exigencias del desarrollo científico, económico y social. La creatividad aparece de un momento a otro, en cualquier momento de nuestras vidas.

Todos los seres humanos somos capaz de crear, pero es fundamentalmente necesario los medios pedagógicos artísticos para estimular su sensibilidad creativas. La sensibilidad nos permite estar abiertos al mundo exterior e interior de las cosas, entender esta forma, es captar el pensamiento abstracto con capacidad a crear. Además ayuda a reducir nuestra tensión muscular, mejorando los movimientos y coordinación del cuerpo. 

Para el dibujante-pintor, templa el pulso, de esta forma maneja con mayor precisión las construcciones de la figura y sus trazos serán más seguros.

Desarrollar la creatividad y la inteligencia del niño a través del arte, es enseñarle a vencer sus temores expresar sus deseos, emociones, sus fantasías, el desarrollo de la motricidad fina.

Cuando se trabaja con niños, se debe poseer un trato pedagógico para comprender sus expresiones y comportamiento.

En la actualidad, en este mundo competitivo, la creatividad encara ser tema obligatorio en todas las áreas, en las ciencias, tecnología y las humanidades.



sábado, 9 de diciembre de 2017

Trascendamos


Trascender (de trans, más allá, yscando, escalar) significa pasar de un ámbito a otro, atravesando el límite que los separa.

Desde un punto de vista filosófico, el concepto de trascendencia incluye además la idea de superación o superioridad. Este es el significado concreto de esta palabra, pero ahora debemos pensar que es lo que diferencia al hombre corriente de una persona "que trasciende", pues bien, toda persona que intenta superar los límites que le pone la vida, que intenta buscar sentido y conocimiento de su yo y de su existencia trasciende a un plano en el que la vida enseña su verdadera esencia y verdad.

No hace falta ser un monje o un iluminado espiritual para trascender en la vida, una persona que ayuda a otra cuando la ve en apuros ya está trascendiendo, una persona que realiza un voluntariado en una ong, está trascendiendo, una persona que escucha a otra contarle sus problemas con verdadero interés y da consejos para aliviarla trasciende, y así en todos los actos de bondad que los humanos realizamos a diario. 

También una forma de transcender, aunque no lo creamos, es el mero hecho de conversar con la gente. Hoy en día apenas conversamos con nuestros conocidos, vecinos, familiares, siempre vamos enganchados a los móviles o a Internet pero esas conversaciones no son verdaderas en el sentido "espiritual" de la palabra, hemos perdido el contacto humano que hace que la conversación sea un placer y una forma de intercambiar energías e ideas que poco a poco tiende a desaparecer.


En todas las culturas anteriores a esta era tecnológica la conversación entre las personas ha sido uno de los medios de comunicación más importantes y usados, gracias a ella las gentes transmitían sus conocimientos, sus inquietudes y sus ideas para trascender en el desarrollo del grupo al que pertenecían. Mediante ella se transmitían los valores que regían a las personas y las desarrollaba como tales.

Hoy en día la falta de conversación en las nuevas generaciones está propiciando que la gente se aísle en sus casas, que se conviertan en gente taciturna y tímida y que tienda a buscar "amistades" mediante el ordenador en Internet esto no lo considero una verdadera conversación, pues no existe el intercambio de "impresiones" entre las personas y sí, se proporcionan la información, pero esta carece de "alma" por lo que enseguida la olvidamos o quizás pasemos de ella, no existe entonces la empatía con la persona y por lo tanto no hay verdadero sentimiento de haber conversado.

Sé que este concepto es un poco engañoso, porque la gente conversa con el WhatsApp todos los días y a cada momento, con el chat, con el móvil, pero la mayoría de las conversaciones por estos medios no tienen la "esencia" y alma de una conversación cara a cara. También las prisas con las que vivimos, la exigencia del trabajo en el día a día, la falta de tiempo para el ocio y el esparcimiento nos hacen vivir en un bucle existencial en el que no nos podemos parar a pensar en lo trascendental de la vida, que quizás sea lo único realmente importante que existe en ella.  Trascender en la vida es algo necesario, no solo pensar en los quehaceres mundanos, también debemos tener tiempo y valor para enfrentarnos a los misterios de la vida, de la muerte, del conocimiento, de lo "trascendente", de lo que va más allá de lo que vemos en la materia, tener tiempo para ser un poco más "espiritual" y no ver el mundo como algo predecible, sino como un misterio increíble que nunca va a dejar de sorprendernos.

Compromiso De Cambio



Aceptación y Compromiso: una nueva fórmula para superar los problemas del Déficit Atencional del Adulto.

Si muchas veces, ante los desafíos de la vida diaria, el desánimo se apodera de ti y sientes que nada de lo que hagas por mejorar tendrá resultados, déjame decirte que no estás sol@ en eso.

Una de las consecuencias psicológicas del ADHD es un fenómeno que Martin Seligman bautizó en los 70 como Learned Hopelessness (desesperanza aprendida) y que se caracteriza por la creencia de que no importa lo que hagas, las cosas no van a mejorar.

Al considerar las dificultades características del ADHD no es sorprendente que esto suceda, ya que es muy probable que a lo largo de tu historia hayas experimentado muchos tropiezos y frustración por no lograr alcanzar tus metas.

Esto hace que muchas veces, ante nuevos desafíos o proyectos relativamente complejos puedan surgir pensamientos desmoralizadores (“para qué intentarlo si ya sé que no va a funcionar”), los cuales por lo general vienen acompañados de desánimo y desaliento.

Evidentemente que en ese estado todo se vuelve más difícil…

¿Qué hacer ante esta situación?

Actuando a pesar de todo.

El poder de los “pensamientos automáticos” y la influencia recíproca entre ellos y la conducta y las emociones.

Cuando ante situaciones difíciles surgen pensamientos desalentadores, existen distintas opciones.
Las técnicas de la terapia cognitiva tradicional buscan primero identificar estos pensamientos y luego modificarlos por medio de un procedimiento llamado “reestructuración cognitiva”. Básicamente se trata de registrar y anotar los pensamientos que puedan surgir en una situación dada y luego someterlos a cuestionamiento para examinar su validez.

Veamos un ejemplo…
Pensamiento: “no me van a resultar estas técnicas, ya lo he intentado antes y no ha funcionado”.
Cuestionamiento: ¿Qué evidencias sustentan esta convicción? ¿Cuántas veces lo has intentado? ¿De qué manera? ¿Con qué persistencia? ¿Por cuánto tiempo? …Y un largo etcétera.

La idea es desmantelar la “armazón cognitiva” que sustenta el pensamiento o la creencia y desafiar su estatus de verdad incuestionable (como suele presentarse), de modo tal que la persona pueda liberarse de su influencia y seguir adelante.

La otra parte de la fórmula es el Compromiso, que se refiere a tomar la decisión de actuar en la dirección de tus propias metas, con determinación y a expensas de lo que tu mente te pueda decir mientras lo intentas.

Es decir se trata de acción comprometida, con propósito, dirigida hacia la vida que quieres vivir.


Ahí está la clave para actuar de forma poderosa y decidida: no es necesario cambiar los pensamientos o creencias “negativos” por otros “positivos”, sino que es posible hacerlo directamente a nivel conductual, aceptando y haciendo espacio para todo aquello que surja en tu mente y que es producto de tu historia y la de tu ADHD.

Una Dosis De Audacia


Practicar el valor de la audacia es tener gallardía, ser valiente y decidido. Es es atreverse a tirar la primera piedra, cuando los demás hacen silencio. La vida es un proyecto, una misión en cuya realización se encuentra el pleno sentido. Todo proyecto implica cierto riesgo, aventura e imprevisto. 

Hay que prever y programar, pero es imposible hacerlo en modo absoluto. El que espera una programación perfecta sin ningún tipo de riesgo jamás podrá triunfar.

Todo ser humano tiene el deber de ser valiente, audaz. Ser fuerte y decidido a luchar por los demás, para emprender grandes obras. 

El cobarde muere dos veces, pero la valentía no se manifiesta con violencia, ni con riñas y pleitos con nuestros hermanos. Se practica la audacia con proyectos de vida. Asumiendo metas, propósitos que persigan logros importantes para la familia y la comunidad. Sea audaz. Sea valiente. Luche por sus derechos.

Ser audaz es no transigir ante la oleada de antivalores. Hay que ser valiente para no dejarse seducir por el mundo bajo. Ser audaz es mantenerse sano, limpio y libre de contaminación ente las tentaciones de la sociedad actual. Sea audaz, luche por superarse. Luche por encaminar a su familia y su comunidad hacia adelante. Nuestra sociedad tiene que ser redimida, tiene que ser liberada. Pero esta integración social solo es posible transformarla con el aporte de personas audaces.

La persona audaz se resiste al consumismo al que nos empuja la sociedad actual. Los cobardes caen endeudados, deprimidos, envueltos en las trampas del consumo irracional. De los recursos naturales sin control. De joyas, vestimenta, vehículos y demás artículos suntuosos. Ser audaz es resistir todo esto y sobreponerse y practicar la organización, la humildad y la valentía. Hoy más que nunca nuestra sociedad necesita y espera el ejemplo de personas audaces para echar hacia adelante.

Cuánta falta hacen los protagonistas en este proceso de cambios que esta sociedad ha emprendido. 

Las personas audaces ocupan un espacio interesantísimo para forjar la unidad de las mayorías. 

Solo con audacia podemos cambiar todos los males que nos arropan. Necesitamos hombres y mujeres audaces, en la familia, en la sociedad, en los grupos sociales, en las instituciones públicas, en el gobierno, en las presidencias de las repúblicas.


viernes, 8 de diciembre de 2017

Frases


Michel Eyquem de Montaigne (Burdeos, Francia, 28 de febrero de 1533 - 13 de septiembre de 1592) fue un filósofo, escritor, humanista, moralista y político francés del Renacimiento, autor de los Ensayos, y creador del género literario conocido en la época moderna como ensayo.

"A medida que el hombre exterior se destruye, el hombre interior se renueva."
"A nadie le va mal durante mucho tiempo sin que él mismo no tenga la culpa."
"A quienes me preguntan la razón de mis viajes, les contesto que sé bien de qué huyo pero ignoro lo que busco."
"Aunque pudiera hacerme temible, preferiría hacerme amable."
"Dejemos que la naturaleza actúe a su aire; ella conoce su oficio mejor que nosotros."
"Del mismo papel en que el juez ha escrito una sentencia contra un adúltero rasgará un pedazo para escribir unas líneas amorosas a la esposa de un colega."
"Del obedecer y del ceder nace toda virtud."
"El hombre sabio no lo es en todas las cosas."
"El matrimonio es como una jaula; uno ve a los pájaros desesperados por entrar, y los que están dentro igualmente desesperados por salir."
“El mejor matrimonio sería aquél que reuniese una mujer ciega con un marido sordo."
"El provecho de uno es el perjuicio de algún otro."
 "El tiempo… excelente médico de nuestras pasiones."
"El valor, como las demás virtudes, tiene sus límites."
"Encuentro más soportable estar siempre solo que no poderlo estar nunca."
"Encuentro tanta diferencia entre yo y yo mismo como entre yo y los demás."
"En perfecta salud he tenido más miedo a las enfermedades que cuando las he sufrido."
"Es más fácil escribir un poema insignificante que comprender uno bueno."
"Es preciso prestarse a los otros, pero no darse sino a uno mismo."



¿Quién Toma El Volante?

 ¿Quién no ha visto alguna vez en la televisión, periódicos, libros…. un ángel y un demonio discutiendo entre ellos para convencer a la persona para que realice o no una acción?
El neurólogo Sigmund Freud describe un esquema mental a partir de tres instancias denominadas Ello (el demonio), Yo (la persona, Homer) y el Superyó (el ángel).

Ello
El Ello se refiere a la parte más profunda, primitiva, desorganizada e innata de la personalidad. 

El Ello  se presenta de forma pura  en nuestro inconsciente y está presente desde el nacimiento (el ello no es sinónimo de inconsciente). Representa nuestros impulsos, deseos y necesidades más elementales y primitivas  del ser, de cubrir sus necesidades fisiológicas inmediatamente sin considerar las consecuencias.

Está constituido por impulsos tan básicos como la tendencia natural a satisfacer el hambre, la sed y la sexualidad, las que Freud llamó pulsiones de vida, alimentados por el libido. Mas tardé Freud descubrió y matizó la pulsión de la muerte, responsable de las conductas de tendencia agresiva y destructiva.

Yo
El Yo tiene como fin cumplir de manera realista los deseos y demandas del Ello y a la vez conciliándose con las exigencias del Superyó. Todas las acciones ejecutadas son analizadas por el Yo amenazando con el castigo en caso de incumplimiento. 

El Yo nos permite reconocer las acciones que realizamos, a elegir el camino a seguir, y razonar los impulsos con tal de no ceder lugar a la liberación libidinosa, y velar por la integridad general de la realidad. Es el primer paso del reconocimiento, para afrontar las alegrías, culpabilidad o castigo.

Superyó
El superyó es la parte que contrarresta al Ello, representa los pensamientos morales y éticos adquiridos y aprendidos por la cultura. Consta de dos subsistemas: la consciencia moral se refiere a la capacidad de la autoevaluación, la crítica y el reproche.


En algunas publicaciones en el idioma español se puede encontrar los términos ello, yo y superyó en latín, como id, ego y superego, respectivamente. 

Estas formas fueron adoptadas en un principio por James Strachey en su traducción de la obra de Freud al inglés, titulada Standard Edition y publicada entre 1953 y 1974. Los términos originales utilizados por Freud se encuentran en idioma alemán: das Es, das Ich y das Über-Ich —respectivamente, el ello, el yo y el superyó (literalmente sobre yo)—. 

Freud tomó prestado el término "das Es" de Georg Groddeck, un médico alemán por cuyas ideas no convencionales Freud estuvo muy atraído (los traductores de Groddeck traducen el término desde el inglés como «el ello»).

El Buen Ciudadano


Tiene identidad. Conocer la historia del lugar donde se vive sirve para estar identificado con él. Sin embargo, eso no significa aprender una historia sesgada, como suele ocurrir cuando es escrita por los vencedores. La versión de los derrotados también es importante. Así mismo, es necesario conocer lo bueno y lo malo, las fortalezas y debilidades del municipio, el departamento y el país.

Está informado. No basta con saber qué significan los colores de la bandera, quién escribió el himno nacional o cuántas constituciones ha tenido Colombia. Hay que saber cuáles son los derechos y los deberes que señala la Constitución Nacional, qué es el Derecho Internacional Humanitario, qué leyes se están tramitando en el Congreso, etc.

Es deliberante. El que delibera examina atentamente pros y contras de una decisión. No traga entero, analiza y pide razones y explicaciones, y las da cuando quiere convencer a otros.

Participa. Estar informado y ser analítico obliga a no quedarse con ese conocimiento. El buen ciudadano comparte sus saberes con los demás y toma parte de acciones que sirven a la comunidad. Además, está pendiente y alerta de los mecanismos de participación que existen en su entorno: colegio, empresa, conjunto residencial, etc.

Se rebela. Indignarse ante la arbitrariedad es una de las características más importantes de un buen ciudadano. Si se tienen claras las reglas del juego y estas se incumplen sin justificación, es obligación oponerse a ello. No se trata de recurrir a las vías de hecho sino a las de derecho o mejor, a las institucionales. Para ello es indispensable conocer cómo operan la tutela, las acciones populares, los derechos de petición y otros mecanismos que ayudan a las personas a ser oídas o incluidas.

Es ético. La moral es una cuestión complicada. Los narcotraficantes, por ejemplo, trastocaron valores como la amistad, el honor y la honestidad. En nombre de ellos asesinaron a cientos de personas. Por eso, es importante identificar los valores que son reconocidos por todos y después seguirlos al pie de la letra. La ética precede la técnica, la ciencia y el poder.

Vela por el bien público. Sus conocimientos, su posibilidad de participar, de rebelarse ante las arbitrariedades, lo obligan a buscar que prime el bien público sobre el particular. De igual forma, vela por el bienestar de los más débiles.

No basta con cátedras y clases de ciudadanía, enseñar a los niños a ejercerla de manera ejemplar resulta más eficiente con la práctica. Los gobiernos escolares, los espacios de deliberación en el aula y la creación de proyectos que tengan impacto en la comunidad sirven para que los menores entiendan el significado de esa palabra.


Por ejemplo, los proyectos que buscan cuidar el medio ambiente o proteger a los más débiles (ancianos, huérfanos, etc.) ayudan a los niños a entender qué es ser buen ciudadano. No solo pueden hacerse, es obligación hacerlos, señaló Helen Haste, doctora en psicología de la Universidad de Bath (Inglaterra).Haste también propuso que se les enseñe a manejar sus emociones para que no se dejen llevar por ellas.

Mejor Haz Tú Todo Lo Que Esperas


Dicen que quien mucho espera, se decepciona y que quien nada espera, se sorprende. Es por esto que me parece mucho más atractivo vivir asombrado. Sin embargo, es verdaderamente difícil no esperar nada de nadie…

Si quieres sentirte defraudado, entonces pon toda tu ilusión en que suceda algo o en que alguien haga algo. Tus expectativas tienen mayor poder para hacerte daño cuanta más esperanza pones en ellas. Así de simple.

Lo cierto es que la vida es un misterio que merece ser vivido. En este sentido, lo recomendable es no estar pendientes de manera constante de lo que va a suceder o de cómo se van a comportar los demás con nosotros.

Estamos cansados de que nuestros planes al final nunca salgan bien, o de que sentir que nuestros amigos, nuestros compañeros, nuestra pareja o nuestra familia nos han fallado. Pero es muy complicado dejar de esperar que tu pareja esté en cada momento a tu lado o que tus amigos estén siempre disponibles es harto difícil para la gran mayoría. 

Si nos paramos a pensar sobre esto, nos daremos cuenta de que no es algo que solo nos afecte a nosotros porque nos sentimos defraudados, sino que estamos coaccionando a los demás y privándolos de su libertad de acción.

Esto se acaba convirtiendo en la pescadilla que se muerde la cola; es decir, que entramos en modo bucle, no avanzamos y enquistamos más el problema.

Para darnos cuenta de esto deberíamos de pensar lo que nos sucede a la inversa, o sea, cuando alguien espera algo de nosotros y así nos lo muestra. ¿Verdad que cuando esto ocurre te sientes con cierta “obligación moral”?

Como consecuencia de ello acabamos quemándonos y, en no pocas ocasiones, actuando en modo rebote. Es decir, que cuanto más esperen de nosotros y más hagamos por cumplir esas expectativas, más probabilidad habrá de que nos rebelemos y actuemos como nos plazca.

A veces llegamos incluso a actuar en contra de nuestra voluntad solamente por reafirmarnos. Esto ocurre con mucha frecuencia en las relaciones de pareja y es que, cuanto más se solicita, más probabilidades de saturación tenemos.

Lo ideal es que para no defraudarnos y no agobiarnos no esperemos nada de nadie, sino que dejemos que la vida fluya como corresponda.

Cuando dejemos de ponernos este tipo de trabas notaremos que todo se vuelve mucho más simple, que podemos decirle adiós a las necesidades y que hemos descargado piedras de nuestra mochila.
El objetivo último es enmarcar nuestras expectativas en nosotros mismos y no en los otros, 
pues además de que muchas veces somos injustos nos conduce a la decepción.  Este desencanto o desilusión suele producir cierta desconfianza y, por lo tanto, estados emocionales indeseables y actitudes poco saludables.

Estamos tan enfermos de certeza que no conseguimos tolerar la incertidumbre en nuestras relaciones. Por esta razón, la única medicina que puede evitar que nos sintamos abandonados o defraudados es trabajar nuestros miedos y nuestros aspectos emocionales más íntimos de tal manera que no dependamos de los demás para ser felices.

Es decir, es muy angustiante pensar que la persona que amas puede dejar de hacerlo, pero cuida que ese miedo no vaya unido a inseguridades e idealizaciones.

Que alguien no esté pendiente de ti a cada segundo o que no tenga el detalle que tu hubieses tenido no quiere decir que no te quiera. Simplemente significa que sois personas diferentes.

Ahora bien, si alguien no te atiende nunca no se trata ya de una cuestión de expectativas, sino de falta de respeto y de interés. Aunque por suerte o por desgracia esto solo se aprende a base de golpes, o sea, con la experiencia.

Volviendo al tema principal, si no quieres decepcionarte, no te esclavices esperando a que los demás actúen como tú consideras adecuado o esperas. 

No estés continuamente pendiente de que los demás muevan la ficha, pues hay partidas en las que tenemos que jugar solos.


jueves, 7 de diciembre de 2017

Auto Evaluarnos


Cuando somos sinceros, nos comunicamos con transparencia. No fingimos y llegamos al otro sin corazas. Esta sinceridad se fortalece cuando estamos alineados en pensamientos, palabras y acciones. En cambio, cuando nuestras palabras expresan un mensaje mientras nuestro cuerpo está transmitiendo otro, estamos desalineados. Esto indica que nuestro diálogo interior no es claro, ni fluido. Quizá ni siquiera nos planteamos esa conversación entre corazón y mente, entre intuición y lógica.

Decirse la verdad a uno mismo es difícil. Según Epicuro, los tres pilares de una buena vida son la cultura, la amistad y el diálogo basado en la palabra. Esta debe ser profunda y verdadera para que todo tenga sentido y contenido. La dificultad radica en la falta de diálogo sincero con uno mismo. Las causas que nos lo dificultan son varias:

"Hay voces internas que nos hablan: el miedo, el ego, la avaricia, los deseos, el pasado... ¿a qué decimos sí y a qué decimos no?"

- Nos parece complicado mirar hacia nuestro interior. No se nos ha educado en ello. La sociedad del consumo y del entretenimiento provoca estímulos que nos distraen, y nos olvidamos de nosotros mismos. Es lo que buscan muchas personas, mirar hacia fuera antes que ordenarse por dentro. 

Muchas caen en un consumismo fácil, que les arrastra además a una carga económica adicional.
"La mayor parte de las personas occidentales son más testigos que ciudadanos que participan y reaccionan", me dijo recientemente Federico Mayor Zaragoza. Si mantuviéramos un diálogo sincero con nosotros mismos, adoptaríamos posturas más radicales, más transformadoras de la realidad. Dejaríamos de ser espectadores para ser actores que inciden en el mundo y lo transforman. 

Para ello, Gandhi ya nos dijo que "debemos ser el cambio que queremos ver en el mundo". El cambio empieza en cada uno de nosotros y se basa en ser sinceros con lo que queremos.

Hablarnos con honestidad
"El diálogo más difícil es el que debemos mantener con nosotros mismos" (Epicuro)
- Tememos ver nuestras sombras interiores, nuestros miedos y nuestra vulnerabilidad. Huimos de ello viviendo hacia fuera. "No te entregues a tus miedos -dice el alquimista en la obra de Paulo Coelho-; si lo haces, no podrás hablar con tu corazón".

- Dedicamos poco tiempo a la reflexión y al auténtico diálogo. Tenemos conversaciones pendientes con nosotros mismos y con otras personas. Al irlas posponiendo, funcionamos más con el piloto automático, con patrones de comportamiento "habituales". Las conversaciones sinceras nos facilitan ver con claridad lo que tenemos que conservar, mejorar o modificar. Hagamos una lista de conversaciones pendientes y dediquemos un tiempo para tenerlas. Dejemos de posponer y abrámonos al diálogo.

- Nos preocupa excesivamente la opinión de los demás. Nos evaluamos basándonos en la visión que el otro tiene de nosotros. Pero seríamos más felices y tendríamos una mejor autoestima si nuestro sistema de autoevaluación se rigiera por nuestros valores, nuestra ética de la responsabilidad y nuestro diálogo interior. Sin embargo, desde jóvenes aprendimos a depender de la aprobación ajena. 

Cuando hacíamos algo correcto según su mirada, se nos consideraba buenos. Y confundimos esa mirada de aprobación con amor. Pero cuando hacíamos algo erróneo según su mirada, se nos etiquetaba de "malos" y se nos negaba esa ola de energía apreciativa. Así aprendimos desde la infancia a creer en "ser bueno" o "ser malo" y creció en nosotros el sentimiento de culpa, cuya esencia es el autorreproche moral. Aunque preferimos culparnos que cambiar un patrón. Ser sinceros con nosotros mismos es ir a la raíz de lo que debemos arreglar. La culpa nos avisa de ello. Si nos disponemos a verlo, a dialogar y a aclararlo, vamos bien encaminados.

Estamos constantemente conversando con nosotros mismos. Incluso cuando no somos conscientes de ello, nuestra mente está en una cháchara constante. Cuando los pensamientos que creamos son inconexos entre sí, las palabras provocan ruido mental, que supone una polución de pensamientos inútiles y sin sentido. En esos momentos es bueno pararse, respirar profundo, centrarse y conectar con lo que sentimos. Así recuperaremos la sinceridad de la palabra que surge del corazón.

Ser sinceros con nosotros mismos implica escucharnos. Hay muchas voces internas que nos hablan, como son la voz del miedo, del ego, de la avaricia y los deseos, del pasado, de la autoestima, de los valores, de nuestros anhelos más profundos, además de las voces de las personas que tienen relación con nosotros y que nos dan su opinión. Para tomar decisiones adecuadas es necesario tener un buen discernimiento. ¿A qué decimos sí y a qué decimos no? Necesitamos estar centrados. Eso se consigue meditando.


También nos ayuda a decidir el tener claros nuestros objetivos. Así podremos evaluar cuáles de las oportunidades que se nos presentan nos acercan a lo esencial y cuáles nos alejan. Aunque en nuestra conciencia sabemos que a veces deberíamos decir "no", decimos "sí" por miedo a ofender, a parecer incapaces, por vergüenza, para evitar un enfrentamiento o incluso por culpabilidad de no estar ahí para alguien. Entonces es un "sí" con sumisión, en el que nos dejamos llevar por la inercia. Gandhi escribió: "Debemos negarnos a dejarnos llevar por la corriente. 

Un ser humano que se ahoga no puede salvar a otros".

Lo Bueno Y Lo Malo


Resulta difícil escribir sobre ética y lo que es bueno o malo, no porque yo no tenga claro lo que debo o no debo hacer, pero creo que es un tema difícil de encarar porque todos tenemos nuestra propia opinión formada sobre lo bueno y lo malo y que, con certeza, su percepción difiere entre una y otra persona. Lo que algunos jamás se atreverían a hacer, otros lo hacen todos los días, pero lo esconden o maquillan para que no se sepa.

Evidentemente, hay cosas obvias en las que se diferencia lo bueno de lo malo fácilmente. Pero hay muchas situaciones en que esa diferencia depende del punto de vista de cada quien y de la situación particular del momento (el contexto), y ese punto de vista puede llevar a las personas a cometer actos que pueden ser ilegales o, en el mejor de los casos, poco éticos. 

Como ejemplo podemos citar el caso reciente de Volkswagen y quien hasta el viernes pasado fue su presidente (Martin Winterkorn), al que la fiscalía alemana está acusando de fraude. Supuestamente, de acuerdo a la información en los medios de comunicación, Volkswagen engañó a las autoridades de varios países y a sus clientes con respecto a las emisiones reales de algunos modelos de sus motores diesel. De ser cierto lo que se ha informado, Volkswagen usó un software que manipulaba la información de las emisiones de gases para hacer ver que sus motores cumplían con las leyes de regulación ambiental.

¿Qué hace que una persona se comporte de esta manera? ¿Cómo es posible que personas de tan alta posición en sus correspondientes organizaciones tengan comportamientos poco transparentes? En defensa de estas personas, dándoles el beneficio de la duda, se puede pensar que no fueron directamente ellos los que cometieron esos supuestos delitos pero entonces queda cuestionado inmediatamente su liderazgo, su influencia y su capacidad de dirección dentro de la organización, lo cual no es menos grave.

Las personas nos movemos por prioridades y por incentivos. Tratamos de lograr aquello que nos es prioritario, bien sea por una satisfacción personal, por una obligación contractual o moral, o porque nos sentimos responsables de las consecuencias de no lograr las metas prioritarias. Generalmente, ese logro viene asociado a algún incentivo monetario, a alguna satisfacción personal o a alguna obligación con la sociedad, con nosotros mismos, con nuestra comunidad, etc. (el incentivo de muchos voluntarios es simplemente la satisfacción de ayudar a los demás). Muchas veces, en mi opinión, se presentan conflictos entre lograr los objetivos prioritarios y la manera cómo lograrlos.

Muchos pueden pensar que se debe lograr esos objetivos a cualquier costo, particularmente cuando el incentivo es económico. Sin embargo, ese costo debe estar dentro de las leyes, los principios y valores tanto personales como de la empresa donde se trabaja y el compromiso por no hacer nada que cause daño a los demás. Las personas nos movemos por prioridades y por incentivos. Tratamos de lograr aquello que nos es prioritario, bien sea por una satisfacción personal, por una obligación contractual o moral, o porque nos sentimos responsables de las consecuencias de no lograr las metas prioritarias. 

Generalmente, ese logro viene asociado a algún incentivo monetario, a alguna satisfacción personal  o a alguna obligación con la sociedad, con nosotros mismos, con nuestra comunidad, etc. (el incentivo de muchos voluntarios es simplemente la satisfacción de ayudar a los demás). Muchas veces, en mi opinión, se presentan conflictos entre lograr los objetivos prioritarios y la manera cómo lograrlos

Muchos pueden pensar que se debe lograr esos objetivos a cualquier costo, particularmente cuando el incentivo es económico. Sin embargo, ese costo debe estar dentro de las leyes, los principios y valores tanto personales como de la empresa donde se trabaja y el compromiso por no hacer nada que cause daño a los demás.



Las Diferencias




El ser humano es un animal desde el punto de vista biológico, la única diferencia entre éste y los antropoides es el número de cromosomas, los humanos tienen 23 pares y los monos tienen 24. También desde el punto de vista anatómico, los humanos tienen dientes y mandíbulas distintas, posición erguida y tamaño del cerebro más grande.

Sin embargo, esto no es lo único que nos distingue de los animales. El ser humano es diferente en su comportamiento, por su vida cultural y por su inteligencia humana.

Diferencias de comportamiento:

Capacidad de simbolización. El ser humano es capaz de comunicarse a través de símbolos mientras que el animal solo puede mediante signos naturales.
Vida en la realidad. Los humanos pueden ver la realidad del mundo y su propia realidad, mientras que los animales solo captan lo que los rodean como estímulos a responder.
Conciencia del propio cuerpo. Es conocer que sabemos de nuestra existencia,  situación,  impulsos, pretensiones, límites y  poder. Los animales en cambio, tan sólo viven sin ser conscientes de su libertad.
Libre albedrío. Es el único animal capaz de elegir, de poder decir no.
Inconclusión. Siempre tiene el deseo de más o de otra cosa. De proyectar hacia al futuro.
Ensimismamiento. Actuar desde sí mismos y no por factores externos, por eso se dice que los que actúan debido a las circunstancias o por los demás, han dejado de ser humanos.
Imaginación. El ser humano puede soñar, fantasear y tener ideales.
Razonamiento.  El ser humano puede pensar, reflexionar, analizar y evaluar.

Vida Cultural
Al lado del comportamiento, la vida cultural, es la característica más distintiva del ser humano. El ser humano puede comunicar y transmitir experiencias vitales, imaginar, anticipar el futuro y explorar opciones.
Inteligencia humana
A menudo se dice que él animal más inteligente es el delfín o que cierto perro domesticado es muy inteligente. Pero entonces si un perro es muy inteligente ¿porque no puede aprender hablar? Aparte de las características biológicas esto se debe a que el ser humano posee una inteligencia distinta a la  del animal. Se distinguen entonces dos tipos de inteligencia: la animal y la humana.

La inteligencia animal es la capacidad de modificar el medio o utilizar algún instrumento para satisfacer necesidades vitales. (Cortina 17) Por ejemplo las aves construyen su nido utilizando ramas y las chimpancés utilizan dos cañas para alcanzar una banana de un alto árbol.

La inteligencia humana es la capacidad de aprehender las cosas como reales, de convertir signos en símbolos y concebir ideas universales y abstractas. (Cortina 17) Los humanos también construyen instrumentos para sobrevivir, pero los animales se limitan a una determinada situación y el hombre construye para situaciones similares,  sin límites de espacio y tiempo.


Enojados



Una de las expresiones faciales más reconocibles en las personas, por muy sutil que sea, es la que refleja el enojo o el enfado como consecuencia de alguna inconformidad. Ceño fruncido, barbilla proyectada hacia adelante, movimientos evidentes de los fosas nasales, labios apretados, entre otras, son las señales más evidentes de este estado que todos los humanos hacemos sin que nadie nos lo enseñe, es puramente instintivo. ¿Te has preguntado qué sentido tiene esta expresión y por qué ha evolucionado hasta tal punto que todas las personas la hacemos parecida? Veamos que dice la ciencia.
La expresión de facial de la ira

La expresión de la ira de la que hablamos, a diferencia de gestos que hacemos con las manos o con el resto del cuerpo, es una expresión que se repite en todas las culturas del mundo por muy diferentes que estas sean, es lo que se dice, un gesto universal. Como mayor prueba de que es un reflejo innato y no aprendido, se ha comprobado que incluso los niños con ceguera congénita repiten la cara de enojo sin siquiera haber visto esa expresión en toda su vida.

La cara enfadada es la respuesta a la acción de siete grupos de músculos distintos que se contraen de una manera altamente estereotipada, y los científicos han intentado comprender por qué la evolución eligió esas contracciones particulares para señalar el estado emocional conocido como ira y su sentido biológico.

Según un estudio reciente, la cara de enojo parece haber evolucionado como un mecanismo intimidatorio ya que la misma otorga una percepción de fortaleza extra que es percibida por el contrario, lo cual puede ser un detonante para que este evite el conflicto, ya que el individuo enojado puede aparentemente ser capaz de provocar daños si no se apacigua.

Para comprobar sus teorías, los científicos diseñaron unas caras masculinas por ordenador en las que mostraron por separado expresiones faciales típicas de una cara de enojo, en especial aquellas en las que participaban las cejas, los pómulos, los labios, la nariz o la barbilla. En todos los casos, aunque no se identificara por los voluntarios que el rostro era de enfado, sí les dio la impresión directa de que estos correspondían a hombres físicamente más fuertes que las caras sin estas expresiones. 

Por lo tanto, dado que las personas que son juzgadas como más fuertes tienden a salirse con la suya con más frecuencia que otras en igualdad de circunstancias, la conclusión para explicar la evolución de la cara de ira en los humanos es simple según el estudio: se trata de una exhibición de fuerza.


Esta, por supuesto, es solo una apariencia que exagera la capacidad de lucha, lo cual no se corresponde siempre con la realidad, como ocurre en otros animales, por ejemplo en las ranas que se hinchan o los babuinos que enseñan largo tiempo sus caninos. Sin embargo, suele funcionar, por lo que con el paso de los siglos la selección natural hizo lo suyo y se fijaron las características que favorecían a aquellos que tenían mayor éxito en la resolución de los conflictos a su favor, en este caso, los que expresaban mejor la ira en sus rostros.